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Opinión

La diplomacia en el conflicto palestino-israelí. Por Marcos Peckel

AJN.- El Consejo de Derechos Humanos de la ONU solo se pone de acuerdo en condenar a Israel por lo humano y lo divino, mientras que ignora el genocidio en Siria; la masacre de civiles en Yemen por los saudíes; la persecución sin cuartel a los musulmanes en Birmania; las crasas violaciones a los derechos humanos en Cuba, Venezuela, Rusia, China, Irán, Asia Central y un largo etcétera. Por Marcos Peckel, director ejecutivo de la Confederación de Comunidades Judías de Colombia y docente en la Facultad de Relaciones Internacionales – Universidad Externado de Colombia.

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Por décadas, el conflicto palestino-israelí ha sido escenario predilecto de la diplomacia global por parte de diversos actores, quienes en ocasiones procuran honestamente llegar a una solución, y en otras solo aparentan que algo se está haciendo.

Para las últimas administraciones estadounidenses la búsqueda de la paz israelí-palestina se convirtió en un pantano. Siete años después de lograr la firma de los Acuerdos de Oslo en 1993, Bill Clinton pasó a ser testigo de cómo estos se hundían en un baño de sangre instigado por los adolescentes suicidas del Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás) y otras organizaciones terroristas palestinas. En 2008, George W. Bush hizo su intento con la iniciativa de paz de Annapolis, que fracasó, y, enviado por Barack Obama, el secretario de Estado, John Kerry, peregrinó durante 13 meses entre Ramala y Jerusalem sin obtener resultado alguno.

Las revelaciones de una cumbre secreta llevada a cabo en Áqaba (Jordania) en 2016 entre el presidente egipcio Abdelfatah Al-Sisi, el rey Abdalá II de Jordania, el primer ministro de Israel, Binyamín Netanyahu, y el secretario Kerry demuestran que en esos lados la diplomacia nunca se detiene.

Con mucha más pena que gloria, las “cumbres” han sido protagonistas recurrentes en la búsqueda de la paz entre Israel y Palestina. Desde aquellas de Ginebra de los años setenta del siglo pasado, o la recordada Cumbre de Madrid (1991) convocada después de la Primera Guerra del Golfo, hasta la fracasada cumbre a comienzos del presente año en Francia, que no contó con la participación de los dos países en conflicto. El cuarteto compuesto por Estados Unidos, la Unión Europea, Rusia y Naciones Unidas, es otro ente que lleva más de una década trabajando infructuosamente por un acuerdo entre las partes.

Los sesgos de la ONU

Para entender cómo se ha fortalecido en la región la posición diplomática de Israel con el paso del tiempo, basta con observar las posturas de la Liga Árabe. En su cumbre de Jartum (capital de Sudán) en 1967, después de la Guerra de los Seis Días, la Liga afirmó su política de los “tres No”: no al reconocimiento a Israel, no a la paz, no a la negociación.

Por iniciativa saudí, en 2002 la Liga (que agrupa los estados árabes del Medio Oriente y el Magreb) adoptó en Beirut un plan de paz que incluye el reconocimiento completo a Israel a cambio de una retirada del Estado judío a las fronteras, y el establecimiento de un Estado palestino independiente en Gaza y Cisjordania.

En 2013, la Liga adoptó en Catar el concepto de “intercambio territorial”, que efectivamente acepta que Israel mantenga bloques de asentamientos en Cisjordania. Esa misma organización expulsó en 1978 a Egipto por haber firmado la paz con Israel.

La cercanía de Israel a las administraciones estadounidenses, y en especial al Congreso, tiene un impacto importante en la diplomacia regional. En ocasiones Turquía, Egipto, Jordania, los países del Golfo, el Magreb y Asia Central se han beneficiado de esta cercanía, en la medida en que se abstengan de sostener posturas abiertamente antiisraelíes.

Caso diferente ocurre en los organismos multilaterales, comenzando por Naciones Unidas y sus diversas agencias, en las que Israel se ha convertido en un conveniente “trompo de poner” para justificar su incompetencia en otros asuntos.

El Consejo de Derechos Humanos de la ONU solo se pone de acuerdo en condenar a Israel por lo humano y lo divino, mientras que ignora el genocidio en Siria; la masacre de civiles en Yemen por los saudíes; la persecución sin cuartel a los musulmanes en Birmania; las crasas violaciones a los derechos humanos en Cuba, Venezuela, Rusia, China, Irán, Asia Central y un largo etcétera.

Algo similar sucede con la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), la cual reescribe la historia negando los lazos de Israel con el Muro de los Lamentos mientras que el patrimonio histórico y cultural en Medio Oriente y otras regiones es pulverizado por diferentes actores.

En la Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de las Mujeres (ONU-Mujeres), Israel es el único condenado por su “trato a las mujeres”, mientras que los actos de discriminación por razones de género en países como Arabia Saudita e Irán son ignorados olímpicamente. La “diplomacia del cianuro”, que los convierte en organismos irrelevantes y moribundos. Tales actos han motivado una clara advertencia por parte de Nikki Haley, nueva embajadora de Estados Unidos ante la ONU, de que el sesgo contra Israel en ese organismo “se tiene que acabar”.

Otras diplomacias

El objetivo de los ayatolas en Teherán (capital de Irán) está orientado a evitar cualquier avance en un proceso de paz entre Israel y Palestina. Por eso apoyan con dinero y armas al Hamás y otras organizaciones terroristas enemigas de la Autoridad Palestina, o sacrifican al Líbano, como sucedió en 2006 cuando su proxi, la milicia terrorista Hezbolá, lanzó una guerra catastrófica contra Israel. Si el presidente Donald Trump logra iniciar un nuevo proceso de paz, no sería extraño que la República Islámica intentara sabotearlo.

De otra parte, por medio de su estrategia diplomática de internacionalizar el conflicto y promover la deslegitimación de Israel, los palestinos han terminado como se dice popularmente “disparándose en el pie”. En este momento, postrados diplomáticamente, su lucha se encuentra relegada al fondo de la agenda regional y solo reciben “palmaditas en el hombro”; además, obtienen victorias pírricas que poco les sirven para avanzar en su causa.

Entre tanto, las potencias de Asia conducen una diplomacia realista que ignora el conflicto palestino-israelí, no promueven mediación alguna y no hacen mayores pronunciamientos políticos. Así, China, India, Japón y Corea se benefician de unas estrechas relaciones con Israel en el ámbito comercial, científico, militar, agrícola y cultural, sin descuidar sus relaciones con Irán y los países del Golfo.

Por su lado, Rusia –que sí tiene intereses estratégicos en la zona, reflejados es su incondicional apoyo al régimen de Bashar al-Ásad en Siria– maneja un complejo equilibrio diplomático que se inscribe entre las buenas relaciones con Israel, su enfrentamiento geopolítico con Estados Unidos, su conjunción de intereses con Irán en el conflicto sirio y su tradicional apoyo a los palestinos.

En la era de incertidumbre que se abre con Trump es prematuro pronosticar cómo se moverá la diplomacia en el conflicto palestino-israelí.

Sin embargo, en las “primeras de cambio” el considerable apoyo del que goza Israel en la Casa Blanca y en el Congreso de Estados Unidos se constituye en una fuerte carta en su arsenal diplomático. En repetidas ocasiones Trump ha dicho que para él es “muy importante lograr un acuerdo de paz, un gran acuerdo”: ya recibió a Netanyahu en la Casa Blanca y se apresta a hacer lo propio con Mahmud Abás; además, en días pasados despachó a la zona a su enviado especial, Jason Greenblatt. Faltaría ver si a este autoproclamado genio de la negociación la paz entre israelíes y palestinos le queda grande, o, por el contrario, se convierte en uno de los logros más importantes de su administración.

FUENTE: Un Periódico

Opinión

The New York Times | Israel planeó un ataque mayor contra Irán, pero lo redujo para evitar la guerra

El ataque contra Irán del viernes pasado iba a tener un alcance mucho mayor, pero tras la intensa presión de los aliados, los dirigentes israelíes acordaron reducirlo.

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Tras el ataque iraní a Israel, una valla publicitaria en Teherán celebra el ataque. Créditos: Arash Khamooshi para The New York Times

Agencia AJN.- (Por Ronen Bergman y Patrick Kingsley, con la contribución de Eric Schmitt y Farnaz Fassihi – The New York Times -NYT-) Israel abandonó los planes de un contraataque mucho más amplio contra Irán tras la presión diplomática de Estados Unidos y otros aliados extranjeros, y también porque se había frustrado la posibilidad de un ataque iraní contra suelo israelí, según tres altos funcionarios del Estado judío.

Los dirigentes israelíes debatieron en un principio bombardear varios objetivos militares en todo Irán la semana pasada, incluidos los alrededores de Teherán, en represalia por el ataque de la República Islámica del 13 de abril, señalaron los funcionarios, que hablaron con el NYT bajo condición de anonimato para describir las delicadas discusiones.

Un ataque tan amplio y dañino habría sido mucho más difícil de pasar por alto para Irán, aumentando las posibilidades de un contundente contraataque iraní que podría haber llevado a Medio Oriente al borde de un conflicto regional de gran envergadura.

Al final -después de que el presidente Biden, junto con los ministros de Asuntos Exteriores británico y alemán, instaran al primer ministro Netanyahu a evitar una guerra más amplia- Jerusalem optó por un ataque más limitado el viernes que evitó daños significativos, disminuyendo la probabilidad de una escalada, al menos por ahora.

A pesar de esto, en opinión de los funcionarios israelíes, el ataque mostró a Irán la amplitud y sofisticación del arsenal militar israelí.

En lugar de enviar aviones de combate al espacio aéreo iraní, Israel disparó el viernes un pequeño número de misiles desde aviones situados a varios cientos de kilómetros al oeste, según los funcionarios israelíes y dos altos funcionarios occidentales informados del ataque. Israel también envió pequeños drones de ataque, conocidos como cuadricópteros, para confundir a las defensas aéreas iraníes, explicaron los funcionarios israelíes.

Las instalaciones militares iraníes fueron atacadas varias veces por este tipo de aviones no tripulados en los últimos años, y en varias ocasiones Teherán admitió que no sabía a quién pertenecían los aviones no tripulados, una afirmación interpretada como reticencia iraní a responder.

Un misil alcanzó el viernes una batería antiaérea en una zona de importancia estratégica del centro de Irán, mientras que otro cohete explotó en el aire, agregaron los funcionarios.

Además, un funcionario israelí destacó que la Fuerza Aérea israelí (IAF) destruyó intencionadamente el segundo misil una vez que quedó claro que el primero había alcanzado su objetivo, para evitar causar demasiados daños. Un funcionario occidental, por su parte, aclaró que era posible que el misil simplemente hubiera funcionado mal.

Los funcionarios argumentaron que la intención de Israel era permitir a Irán seguir adelante sin responder de la misma manera, mientras que la señal de que el Estado judío había desarrollado la capacidad de atacar a la República Islámica sin entrar en su espacio aéreo o incluso activar sus baterías de defensa antiaérea.

Jerusalem también esperaba demostrar que podía alcanzar esas baterías en una parte del centro de Irán que alberga varias instalaciones nucleares importantes, incluido un centro de enriquecimiento de uranio en Natanz, insinuando que también podría haber llegado a esas instalaciones si lo hubiera intentado.

Las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) se negaron a realizar comentarios al ser consultadas por el NYT.

El camino hacia este ataque comenzó el 1º de abril, cuando Israel atacó un complejo de la embajada iraní en Damasco, Siria, matando a siete funcionarios iraníes, entre ellos tres altos mandos militares. Irán no había tomado represalias después de varios ataques similares en el pasado, lo que llevó a los funcionarios israelíes, dicen, a creer que podrían seguir realizando este tipo de ataques sin provocar una respuesta iraní significativa.

Sin embargo, esta vez fue diferente: una semana después, Teherán informó en privado a sus vecinos y diplomáticos extranjeros que su paciencia había llegado a un límite y que respondería con un ataque de gran envergadura contra Israel, el primero directo contra suelo israelí.

Durante la semana del 8 de abril, Israel comenzó a preparar dos importantes respuestas militares, según los funcionarios israelíes.

La primera era una operación defensiva para bloquear el esperado ataque iraní, coordinada con el Mando Central de Estados Unidos -su máximo comandante, el general Michael E. Kurilla, visitó Israel esa semana-, así como con los ejércitos británico, francés y jordano.

La segunda era una gran operación ofensiva que se llevaría a cabo si se materializaba el ataque iraní. Inicialmente, la inteligencia israelí creía que Irán planeaba atacar con un «enjambre» de grandes aviones no tripulados y hasta 10 misiles balísticos, dijeron los funcionarios israelíes. A medida que avanzaba la semana, esa estimación aumentó a 60 misiles, lo que acrecentó el deseo israelí de un fuerte contraataque.

Los líderes militares y políticos israelíes comenzaron a discutir un contraataque que podría comenzar tan pronto como Irán disparara los aviones no tripulados, incluso antes de que se supiera cuánto daño, si lo hubiera, habían causado.

Un funcionario israelí aseguró que el jefe del estado mayor de las IDF, teniente general Herzi Halevi, y el jefe de la IAF, Tomer Bar, presentaron el plan al gabinete de guerra a primera hora del viernes 12 de abril, dos días antes del ataque de Irán.

Pero las intenciones de Israel cambiaron después del ataque de Irán, añadieron los funcionarios. El ataque fue incluso mayor de lo esperado: Con más de 100 misiles balísticos, 170 aviones no tripulados y unos 30 misiles de crucero, en una de las mayores andanadas de este tipo en la historia militar.

Gracias a la defensa israelí, coordinada con pilotos de Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y Jordania, se derribaron la mayoría de los misiles y drones, y los daños sobre el terreno fueron limitados, lo que redujo la necesidad de una respuesta rápida. Incluso hubo dudas acerca de si Israel debía arriesgarse a dejar de centrarse en la defensa mientras el ataque seguía en curso, dijeron dos funcionarios.

El punto de inflexión, sin embargo, fue una llamada telefónica a primera hora de la mañana entre el primer ministro Netanyahu y el presidente Biden, durante la cual el mandatario estadounidense señaló al premier israelí que tome el éxito de la defensa como una victoria que no requería más respuesta, según tres funcionarios israelíes y occidentales, que describieron esas conversaciones bajo condición de anonimato.

Las fuentes israelíes afirmaron al NYT que Netanyahu finalizó la llamada oponiéndose a una represalia inmediata.

Al día siguiente, el gobierno israelí empezó a enviar señales a sus aliados extranjeros de que seguía planeando responder, pero de una forma contenida que distaba mucho de lo que había planeado anteriormente, según uno de los altos funcionarios occidentales.

En lugar de un amplio contraataque que podría dejar a los líderes iraníes creyendo que no tenían más remedio que responder de la misma manera, los funcionarios israelíes remarcaron que se estableció un plan que buscaba evitar la humillación pública  a sus homólogos iraníes.

Inicialmente planearon el ataque para la noche del lunes, explicaron los funcionarios israelíes, cambiando de opinión a último momento por miedo a que Hezbollah -el grupo terrorista libanés respaldado por Irán que viene intercambiando misiles con Israel desde el 7 de octubre en apoyo a Hamás- aumente significativamente la intensidad de sus ataques contra el norte del Estado judío.

Según un funcionario israelí y otro occidental, los funcionarios de Asuntos Exteriores occidentales siguieron buscando convencer sin éxito a Israel a que no respondiera de ninguna manera, y cedieron y aceptaron un ataque israelí que dejara a Irán la opción de seguir adelante sin responder.

Después de que Israel finalmente llevara a cabo su ataque a primera hora de la mañana del viernes, los funcionarios iraníes hicieron exactamente eso: centrarse en los pequeños aviones no tripulados en lugar de en los misiles y desestimar su impacto.

Los funcionarios de Teherán también evitaron en gran medida culpar a Israel por el ataque. Esto, unido a la decisión de Israel de no reivindicar la autoría del ataque, contribuyó a reducir el riesgo de una escalada.

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Los temores de guerra en Europa. Por Shlomo Ben-Ami*

Si bien Rusia no es tan fuerte como lo fue alguna vez, Europa tiene buenos motivos para estar preocupada.

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Muchas veces se cita la frase de Mark Twain de que “la historia nunca se repite, pero muchas veces rima”. Podría haber agregado que cuando, en efecto, la historia rima, los resultados suelen ser desastrosos.

De la misma manera que las ambiciones territoriales de las potencias del Eje -Alemania, Italia y Japón- prepararon el terreno para la Segunda Guerra Mundial, el actual bloque autoritario conformado por China, Rusia, Irán y Corea del Norte busca desmantelar el orden internacional liberal.

Ahora, como entonces, varios conflictos en todo el mundo podrían escalar hasta desencadenar una guerra mundial si las alianzas militares se activan automáticamente en respuesta a acciones hostiles por parte de los adversarios.

Consideremos, por ejemplo, la posibilidad muy real de que el expresidente norteamericano Donald Trump regrese a la Casa Blanca en 2025. Dado su menosprecio manifiesto por la seguridad de Europa, se entiende por qué los países europeos, que han dependido de Estados Unidos para su seguridad desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, deben estar preocupados.

Pero no se trata solamente de Trump. Dada la creciente influencia de China y el subsiguiente reequilibrio de las prioridades estratégicas de Estados Unidos, inclusive un segundo mandato de Joe Biden podría derivar en un compromiso norteamericano reducido con la OTAN a favor de AUKUS, la alianza militar que creó con Australia y Gran Bretaña para enfrentar la amenaza de China en la región del Indo-Pacífico. El interés menguante de Estados Unidos en Ucrania subraya este giro, que deja a Europa frente a la necesidad de llenar el vacío de seguridad resultante.

En consecuencia, los temores de una guerra inminente se han apoderado de las capitales europeas. Si bien Rusia representa una amenaza distante para países como España e Italia, la mayoría de los estados miembro de la UE temen que el presidente ruso, Vladimir Putin, se encuentre a sus puertas, lo que pone de manifiesto la falta de una autonomía estratégica de Europa. Las fuerzas militares europeas, principalmente desplegadas en misiones humanitarias o de paz, han recibido el mote de “ejércitos bonsái” -versiones en miniatura de ejércitos reales, con una experiencia de combate limitada.

Asimismo, dado que la industria de defensa de Europa está rezagada con respecto a la de Rusia, y más aún respecto de la de Estados Unidos, construir capacidades militares en Europa probablemente lleve años. Solo para tener una idea, toda la existencia de municiones de las fuerzas armadas (Bundeswehr) alemanas alcanzarían apenas para dos días de combate contra un adversario como Rusia.

Si bien Rusia no es tan fuerte como lo fue alguna vez, Europa tiene buenos motivos para estar preocupada. La determinación de Putin de revertir el resultado de la Guerra Fría ha escalado hasta convertirse en una obsesión casi religiosa por restablecer el poder imperial ruso. Su guerra de agresión en Georgia en 2008, la anexión de Crimea en 2014 y la invasión a plena escala de Ucrania en 2022 ilustran su ambición implacable. Bajo el mando de Putin, barcos y aviones espías de Rusia regularmente vigilan las fronteras de países como Suecia, Finlandia, los estados bálticos y hasta el Reino Unido.

La agresión de Putin ha obligado a Europa a abandonar su mentalidad post-histórica y pensar en serio en reamarse. La degradación organizacional y material que ha sufrido el ejército ruso durante dos años de combates intensos en Ucrania, junto con el riesgo de que una movilización a plena escala a favor de una guerra con la OTAN pudiera desestabilizar a su régimen, probablemente disuadan a Putin de embarcarse en campañas militares adicionales en el futuro previsible.

Si los logros de Rusia en Ucrania se limitan a sus actuales líneas defensivas sin una victoria decisiva -un resultado ligado al respaldo occidental a Ucrania-, el apetito de Putin de mayores aventuras en el Báltico se reduciría marcadamente. De todos modos, esto no le impediría intentar desestabilizar a Moldavia, Georgia, el Cáucaso meridional, los Balcanes Occidentales y hasta Francia y el Reino Unido, y tampoco limitaría las operaciones de sus fuerzas militares privadas en África.

Pero las amenazas nucleares de Putin reflejan la incapacidad de Rusia de competir con la OTAN en una carrera armamentista convencional del tipo que mutiló a la Unión Soviética en los años 1980. Aunque los países europeos todavía gasten menos en defensa que la meta del 2% del PIB de la OTAN, Rusia no puede igualar el presupuesto de defensa combinado de los estados miembro de la OTAN, aún sin Estados Unidos. Pero si bien impulsar el gasto militar podría impedir que Rusia atacara a los países europeos, los mayores presupuestos de defensa por sí solos no resolverán los problemas estratégicos del continente. Para defenderse, Europa también debe mejorar la integración e interoperabilidad de sus diversas culturas militares y sistemas de armamentos.

Dicho esto, aun si Europa mejorara sus capacidades de disuasión, no sería sensato suponer que los líderes necesariamente toman decisiones racionales. En su libro de 1984 La marcha de la locura, la historiadora Barbara Tuchman observa que los líderes políticos frecuentemente actúan en contra de sus propios intereses.

Las guerras desastrosas de Estados Unidos en Oriente Medio, la campaña fallida de la Unión Soviética en Afganistán y la guerra de odio enceguecido en curso entre Israel y Hamas en Gaza, con su potencial de escalar y convertirse en un conflicto regional mayor, son excelentes ejemplos de este tipo de traspiés. Como observa Tuchman, la marcha de la locura es interminable. Esa es, precisamente, la razón por la cual Europa debe prepararse para una era de vigilancia acentuada.

*Ex ministro israelí de Asuntos Exteriores, vicepresidente del Centro Internacional de Toledo para la Paz y autor del libro «Cicatrices de guerra», heridas de paz: la tragedia árabe-israelí».

Fuente: Clarín

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