Seguinos en las redes

Opinión

El terrorismo de los mal llamados «lobos solitarios». Por Marcos Aguinis*

AJN.- La violencia religiosa debe ser enérgicamente condenada y combatida por medio del conocimiento y de la educación.

Publicada

el

Marcos-Aguinis-1920

Los atentados terroristas que se están multiplicando con rapidez en Occidente se diferencian de las espantosas guerras que desde hace años asuelan Siria y otros países musulmanes, porque parecen el producto de mentes alteradas que actúan en forma individual. Por eso se los llama «lobos solitarios». No estoy de acuerdo. Semejante aseveración tiene dos objetivos principales: tranquilizar la culpa de quienes deben prevenirlos y seguir ignorando su causa profunda. La causa profunda radica en la prédica del odio y la promesa del edén que realizan muchísimos clérigos musulmanes con fogosa intensidad. Los «lobos solitarios» son el producto de un intenso lavado de cerebro, los mejores alumnos de prédicas asesinas que alteran los sentimientos y penetran en jóvenes frustrados, irracionales e ignorantes. Además, algunas instituciones los premian, como la Autoridad Palestina, que designa parques, calles y plazas con su nombre, más un obeso subsidio a sus familias.

En los debates que se llevaron a cabo en Occidente tras la Segunda Guerra Mundial, se lograron marginar progresivamente las discriminaciones por causas étnicas, religiosas y sociales. Fue un proceso ímprobo, pero que ha conseguido un éxito ejemplar. Por ahí se explica que las manifestaciones islámicas fundamentalistas demoren en ser condenadas. Se teme caer en la «islamofobia». Claro: discriminar una de las tres principales religiones monoteístas resultaría escandaloso. Pero lo que se critica no es esa religión, sino a los criminales que suponen servirla matando en nombre de Alá. No se trata de un repudio a sus bases teológicas. No. Como si criticar el tribunal de la inquisición, que funcionaba con temible poder hasta hace pocos siglos, implicase «cristianofobia».

Se han intentado varias explicaciones sobre la expansión de este fundamentalismo. Las más superficiales apuntan a culpar a Occidente por sus guerras coloniales. Responde a la tendencia «garantista» de justificar al criminal y olvidarse de la víctima. Es cierto que Occidente acumula culpas, pero hay porciones del planeta que sufrieron el coloniaje y no produjeron la erupción del terrorismo islámico.

Equivocadamente se fija el comienzo de esta oleada siniestra en el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York. Si cabe marcar fechas, esa catástrofe fue precedida en varios años por el atentado contra la embajada de Israel y la AMIA en Buenos Aires. Fueron los primeros atentados islamistas en América. Quien los organizó y llevó a cabo fue la República Islámica de Irán, que hasta ahora se resiste a confesar su culpa. Irán, por otra parte, alimenta la formación terrorista de Hezbollah, que controla el Líbano, y la organización ultraasesina de Hamas, que se apoderó de la Franja de Gaza apenas la desocupó Israel. Con Hezbollah y Hamas planifica y ejecuta múltiples acciones de relumbres sanguinarios.

Después estalló con fuerza la guerra entre chiitas y sunnitas, que ha convertido a Siria e Irak en una apocalíptica carnicería. Los chiitas predominan en Irán y Hezbollah, sobre todo; el resto del universo musulmán adhiere al sunnismo. La enemistad entre estas dos corrientes se basa en una muerte ocurrida en el siglo VII, cuando durante una batalla cayó Hussein, el nieto de Mahoma.

Entre los estudiosos del fenómeno jihadista, sus manifestaciones empezaron con los Hermanos Musulmanes, de filiación sunnita. También es un error: viene de muchos siglos antes. Pero se intensificó en el XX. Tuvo un comienzo horrible, con el suicidio de medio millón de niños, ocurrió por iniciativa del ayatollah Khomeini (chiita) durante la guerra de su país con Irak. La venía perdiendo. Entonces ordenó la fabricación de medio millón de llavecitas de plástico atadas a una fina cadena, que se pusieron a quinientos mil niños. Centenares de maestros y clérigos les machacaron que con esa llavecita se les abriría la puerta del paraíso. Esta historia bien documentada la relaté hace años, pero debo repetirla ahora, porque el atentado contra el Parlamento de Irán que acaba de suceder es quizás una venganza por aquel acontecimiento, entre otros objetivos. Los niños iraníes se arrojaron en bandadas contra los soldados de Irak, quienes al principio dispararon sus armas de fuego. Pero advertidos del horror empezaron a vomitar y abandonaron el campo de batalla. Irán, gracias a esta maniobra, logró recuperar terreno. Los iraquíes, en su mayoría sunnitas o laicos, era considerados «infieles» por los chiitas, dignos de ser asesinados.

Muchos musulmanes justifican la muerte de su propia población mediante el argumento del martirio. Los terroristas que ahora se llaman «lobos solitarios» se arrojan al despeñadero sabiendo que terminarán como sus víctimas. Lo hacen con profunda alienación, convencidos de que loes espera una recompensa: el paraíso. Innumerables clérigos se han ocupado de pervertir el concepto del martirio. Esto lo critico a cara descubierta.

Trataré de explicarlo en pocos renglones. Las tres religiones monoteístas han ennoblecido el martirio como una forma extrema de testimonio. Comenzó quizás con el relato de Ana y sus siete hijos, que narra el II Libro de Macabeos. Siguió con los incontables mártires cristianos torturados y asesinados por las antiguas autoridades romanas. Sin embargo, ninguno de ellos hacía preceder su sacrificio con un asesinato. Eran auténticos santos, de gran corazón. En cambio el martirio que ahora elogian, premian y multiplican los islamistas constituye una horripilante tergiversación del concepto. No hacen defensa de su fe mediante su propio y exclusivo sacrificio, sino asesinando a mansalva, sin diferenciar niños de adultos, fieles de infieles, en la mayor cantidad posible, gritando que es por Alá, y luego mueren, seguros de que el ascensor al paraíso subirá más rápido cuanto más pavoroso haya sido el número de caídos.

Estos mártires no son santos: son criminales. No merecen recompensa, sino castigo. Sus almas no irán al paraíso, sino al infierno.

George Chaya, estudioso del Medio Oriente, opina que ha empezado la intifada en Occidente. Antes se limitaba a Israel. La inminente caída de Estado Islámico, por ejemplo, no garantiza la extinción de esta plaga, sino su expansión. Además de las conocidas tareas de control, debe apuntarse al foco infeccioso. No basta con bajar la fiebre. Su foco reside en la perversión teológica. Los mal llamados «lobos solitarios» y los que actúan en grupos tienen lavado el cerebro. No aceptan negociación alguna ni los asustan la represión o la muerte. Creen que sus actos los llevarán a un mundo mejor del que padecen. Occidente debe abandonar el miedo a que se lo llame «islamofóbico» y tiene que -para su supervivencia- exigir que los maestros y clérigos de escuelas, mezquitas y organizaciones sociales musulmanas condenen sin rodeos la perversa concepción del martirio. Asesinar antes de ser asesinado es un crimen sin rodeos. Pueden apoyarse en un simple dato teológico común a todas las religiones: la vida constituye la más sublime creación de Alá (Dios). Por lo tanto, destruirla implica un atentado contra Alá, una extrema blasfemia, peor que violar sus mandamientos. O insultarlo. Por esta razón, no se justifican las hesitaciones para exigir que el lavado de cerebro apunte a la vida, no al crimen.

*Escritor y ex secretario de Cultura de la Nación Argentina
FUENTE: La Nación

Opinión

The New York Times | Israel planeó un ataque mayor contra Irán, pero lo redujo para evitar la guerra

El ataque contra Irán del viernes pasado iba a tener un alcance mucho mayor, pero tras la intensa presión de los aliados, los dirigentes israelíes acordaron reducirlo.

Publicado

el

Por

nn
Tras el ataque iraní a Israel, una valla publicitaria en Teherán celebra el ataque. Créditos: Arash Khamooshi para The New York Times

Agencia AJN.- (Por Ronen Bergman y Patrick Kingsley, con la contribución de Eric Schmitt y Farnaz Fassihi – The New York Times -NYT-) Israel abandonó los planes de un contraataque mucho más amplio contra Irán tras la presión diplomática de Estados Unidos y otros aliados extranjeros, y también porque se había frustrado la posibilidad de un ataque iraní contra suelo israelí, según tres altos funcionarios del Estado judío.

Los dirigentes israelíes debatieron en un principio bombardear varios objetivos militares en todo Irán la semana pasada, incluidos los alrededores de Teherán, en represalia por el ataque de la República Islámica del 13 de abril, señalaron los funcionarios, que hablaron con el NYT bajo condición de anonimato para describir las delicadas discusiones.

Un ataque tan amplio y dañino habría sido mucho más difícil de pasar por alto para Irán, aumentando las posibilidades de un contundente contraataque iraní que podría haber llevado a Medio Oriente al borde de un conflicto regional de gran envergadura.

Al final -después de que el presidente Biden, junto con los ministros de Asuntos Exteriores británico y alemán, instaran al primer ministro Netanyahu a evitar una guerra más amplia- Jerusalem optó por un ataque más limitado el viernes que evitó daños significativos, disminuyendo la probabilidad de una escalada, al menos por ahora.

A pesar de esto, en opinión de los funcionarios israelíes, el ataque mostró a Irán la amplitud y sofisticación del arsenal militar israelí.

En lugar de enviar aviones de combate al espacio aéreo iraní, Israel disparó el viernes un pequeño número de misiles desde aviones situados a varios cientos de kilómetros al oeste, según los funcionarios israelíes y dos altos funcionarios occidentales informados del ataque. Israel también envió pequeños drones de ataque, conocidos como cuadricópteros, para confundir a las defensas aéreas iraníes, explicaron los funcionarios israelíes.

Las instalaciones militares iraníes fueron atacadas varias veces por este tipo de aviones no tripulados en los últimos años, y en varias ocasiones Teherán admitió que no sabía a quién pertenecían los aviones no tripulados, una afirmación interpretada como reticencia iraní a responder.

Un misil alcanzó el viernes una batería antiaérea en una zona de importancia estratégica del centro de Irán, mientras que otro cohete explotó en el aire, agregaron los funcionarios.

Además, un funcionario israelí destacó que la Fuerza Aérea israelí (IAF) destruyó intencionadamente el segundo misil una vez que quedó claro que el primero había alcanzado su objetivo, para evitar causar demasiados daños. Un funcionario occidental, por su parte, aclaró que era posible que el misil simplemente hubiera funcionado mal.

Los funcionarios argumentaron que la intención de Israel era permitir a Irán seguir adelante sin responder de la misma manera, mientras que la señal de que el Estado judío había desarrollado la capacidad de atacar a la República Islámica sin entrar en su espacio aéreo o incluso activar sus baterías de defensa antiaérea.

Jerusalem también esperaba demostrar que podía alcanzar esas baterías en una parte del centro de Irán que alberga varias instalaciones nucleares importantes, incluido un centro de enriquecimiento de uranio en Natanz, insinuando que también podría haber llegado a esas instalaciones si lo hubiera intentado.

Las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) se negaron a realizar comentarios al ser consultadas por el NYT.

El camino hacia este ataque comenzó el 1º de abril, cuando Israel atacó un complejo de la embajada iraní en Damasco, Siria, matando a siete funcionarios iraníes, entre ellos tres altos mandos militares. Irán no había tomado represalias después de varios ataques similares en el pasado, lo que llevó a los funcionarios israelíes, dicen, a creer que podrían seguir realizando este tipo de ataques sin provocar una respuesta iraní significativa.

Sin embargo, esta vez fue diferente: una semana después, Teherán informó en privado a sus vecinos y diplomáticos extranjeros que su paciencia había llegado a un límite y que respondería con un ataque de gran envergadura contra Israel, el primero directo contra suelo israelí.

Durante la semana del 8 de abril, Israel comenzó a preparar dos importantes respuestas militares, según los funcionarios israelíes.

La primera era una operación defensiva para bloquear el esperado ataque iraní, coordinada con el Mando Central de Estados Unidos -su máximo comandante, el general Michael E. Kurilla, visitó Israel esa semana-, así como con los ejércitos británico, francés y jordano.

La segunda era una gran operación ofensiva que se llevaría a cabo si se materializaba el ataque iraní. Inicialmente, la inteligencia israelí creía que Irán planeaba atacar con un «enjambre» de grandes aviones no tripulados y hasta 10 misiles balísticos, dijeron los funcionarios israelíes. A medida que avanzaba la semana, esa estimación aumentó a 60 misiles, lo que acrecentó el deseo israelí de un fuerte contraataque.

Los líderes militares y políticos israelíes comenzaron a discutir un contraataque que podría comenzar tan pronto como Irán disparara los aviones no tripulados, incluso antes de que se supiera cuánto daño, si lo hubiera, habían causado.

Un funcionario israelí aseguró que el jefe del estado mayor de las IDF, teniente general Herzi Halevi, y el jefe de la IAF, Tomer Bar, presentaron el plan al gabinete de guerra a primera hora del viernes 12 de abril, dos días antes del ataque de Irán.

Pero las intenciones de Israel cambiaron después del ataque de Irán, añadieron los funcionarios. El ataque fue incluso mayor de lo esperado: Con más de 100 misiles balísticos, 170 aviones no tripulados y unos 30 misiles de crucero, en una de las mayores andanadas de este tipo en la historia militar.

Gracias a la defensa israelí, coordinada con pilotos de Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y Jordania, se derribaron la mayoría de los misiles y drones, y los daños sobre el terreno fueron limitados, lo que redujo la necesidad de una respuesta rápida. Incluso hubo dudas acerca de si Israel debía arriesgarse a dejar de centrarse en la defensa mientras el ataque seguía en curso, dijeron dos funcionarios.

El punto de inflexión, sin embargo, fue una llamada telefónica a primera hora de la mañana entre el primer ministro Netanyahu y el presidente Biden, durante la cual el mandatario estadounidense señaló al premier israelí que tome el éxito de la defensa como una victoria que no requería más respuesta, según tres funcionarios israelíes y occidentales, que describieron esas conversaciones bajo condición de anonimato.

Las fuentes israelíes afirmaron al NYT que Netanyahu finalizó la llamada oponiéndose a una represalia inmediata.

Al día siguiente, el gobierno israelí empezó a enviar señales a sus aliados extranjeros de que seguía planeando responder, pero de una forma contenida que distaba mucho de lo que había planeado anteriormente, según uno de los altos funcionarios occidentales.

En lugar de un amplio contraataque que podría dejar a los líderes iraníes creyendo que no tenían más remedio que responder de la misma manera, los funcionarios israelíes remarcaron que se estableció un plan que buscaba evitar la humillación pública  a sus homólogos iraníes.

Inicialmente planearon el ataque para la noche del lunes, explicaron los funcionarios israelíes, cambiando de opinión a último momento por miedo a que Hezbollah -el grupo terrorista libanés respaldado por Irán que viene intercambiando misiles con Israel desde el 7 de octubre en apoyo a Hamás- aumente significativamente la intensidad de sus ataques contra el norte del Estado judío.

Según un funcionario israelí y otro occidental, los funcionarios de Asuntos Exteriores occidentales siguieron buscando convencer sin éxito a Israel a que no respondiera de ninguna manera, y cedieron y aceptaron un ataque israelí que dejara a Irán la opción de seguir adelante sin responder.

Después de que Israel finalmente llevara a cabo su ataque a primera hora de la mañana del viernes, los funcionarios iraníes hicieron exactamente eso: centrarse en los pequeños aviones no tripulados en lugar de en los misiles y desestimar su impacto.

Los funcionarios de Teherán también evitaron en gran medida culpar a Israel por el ataque. Esto, unido a la decisión de Israel de no reivindicar la autoría del ataque, contribuyó a reducir el riesgo de una escalada.

Seguir leyendo

Opinión

Los temores de guerra en Europa. Por Shlomo Ben-Ami*

Si bien Rusia no es tan fuerte como lo fue alguna vez, Europa tiene buenos motivos para estar preocupada.

Publicado

el

Por

rusia trump

Muchas veces se cita la frase de Mark Twain de que “la historia nunca se repite, pero muchas veces rima”. Podría haber agregado que cuando, en efecto, la historia rima, los resultados suelen ser desastrosos.

De la misma manera que las ambiciones territoriales de las potencias del Eje -Alemania, Italia y Japón- prepararon el terreno para la Segunda Guerra Mundial, el actual bloque autoritario conformado por China, Rusia, Irán y Corea del Norte busca desmantelar el orden internacional liberal.

Ahora, como entonces, varios conflictos en todo el mundo podrían escalar hasta desencadenar una guerra mundial si las alianzas militares se activan automáticamente en respuesta a acciones hostiles por parte de los adversarios.

Consideremos, por ejemplo, la posibilidad muy real de que el expresidente norteamericano Donald Trump regrese a la Casa Blanca en 2025. Dado su menosprecio manifiesto por la seguridad de Europa, se entiende por qué los países europeos, que han dependido de Estados Unidos para su seguridad desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, deben estar preocupados.

Pero no se trata solamente de Trump. Dada la creciente influencia de China y el subsiguiente reequilibrio de las prioridades estratégicas de Estados Unidos, inclusive un segundo mandato de Joe Biden podría derivar en un compromiso norteamericano reducido con la OTAN a favor de AUKUS, la alianza militar que creó con Australia y Gran Bretaña para enfrentar la amenaza de China en la región del Indo-Pacífico. El interés menguante de Estados Unidos en Ucrania subraya este giro, que deja a Europa frente a la necesidad de llenar el vacío de seguridad resultante.

En consecuencia, los temores de una guerra inminente se han apoderado de las capitales europeas. Si bien Rusia representa una amenaza distante para países como España e Italia, la mayoría de los estados miembro de la UE temen que el presidente ruso, Vladimir Putin, se encuentre a sus puertas, lo que pone de manifiesto la falta de una autonomía estratégica de Europa. Las fuerzas militares europeas, principalmente desplegadas en misiones humanitarias o de paz, han recibido el mote de “ejércitos bonsái” -versiones en miniatura de ejércitos reales, con una experiencia de combate limitada.

Asimismo, dado que la industria de defensa de Europa está rezagada con respecto a la de Rusia, y más aún respecto de la de Estados Unidos, construir capacidades militares en Europa probablemente lleve años. Solo para tener una idea, toda la existencia de municiones de las fuerzas armadas (Bundeswehr) alemanas alcanzarían apenas para dos días de combate contra un adversario como Rusia.

Si bien Rusia no es tan fuerte como lo fue alguna vez, Europa tiene buenos motivos para estar preocupada. La determinación de Putin de revertir el resultado de la Guerra Fría ha escalado hasta convertirse en una obsesión casi religiosa por restablecer el poder imperial ruso. Su guerra de agresión en Georgia en 2008, la anexión de Crimea en 2014 y la invasión a plena escala de Ucrania en 2022 ilustran su ambición implacable. Bajo el mando de Putin, barcos y aviones espías de Rusia regularmente vigilan las fronteras de países como Suecia, Finlandia, los estados bálticos y hasta el Reino Unido.

La agresión de Putin ha obligado a Europa a abandonar su mentalidad post-histórica y pensar en serio en reamarse. La degradación organizacional y material que ha sufrido el ejército ruso durante dos años de combates intensos en Ucrania, junto con el riesgo de que una movilización a plena escala a favor de una guerra con la OTAN pudiera desestabilizar a su régimen, probablemente disuadan a Putin de embarcarse en campañas militares adicionales en el futuro previsible.

Si los logros de Rusia en Ucrania se limitan a sus actuales líneas defensivas sin una victoria decisiva -un resultado ligado al respaldo occidental a Ucrania-, el apetito de Putin de mayores aventuras en el Báltico se reduciría marcadamente. De todos modos, esto no le impediría intentar desestabilizar a Moldavia, Georgia, el Cáucaso meridional, los Balcanes Occidentales y hasta Francia y el Reino Unido, y tampoco limitaría las operaciones de sus fuerzas militares privadas en África.

Pero las amenazas nucleares de Putin reflejan la incapacidad de Rusia de competir con la OTAN en una carrera armamentista convencional del tipo que mutiló a la Unión Soviética en los años 1980. Aunque los países europeos todavía gasten menos en defensa que la meta del 2% del PIB de la OTAN, Rusia no puede igualar el presupuesto de defensa combinado de los estados miembro de la OTAN, aún sin Estados Unidos. Pero si bien impulsar el gasto militar podría impedir que Rusia atacara a los países europeos, los mayores presupuestos de defensa por sí solos no resolverán los problemas estratégicos del continente. Para defenderse, Europa también debe mejorar la integración e interoperabilidad de sus diversas culturas militares y sistemas de armamentos.

Dicho esto, aun si Europa mejorara sus capacidades de disuasión, no sería sensato suponer que los líderes necesariamente toman decisiones racionales. En su libro de 1984 La marcha de la locura, la historiadora Barbara Tuchman observa que los líderes políticos frecuentemente actúan en contra de sus propios intereses.

Las guerras desastrosas de Estados Unidos en Oriente Medio, la campaña fallida de la Unión Soviética en Afganistán y la guerra de odio enceguecido en curso entre Israel y Hamas en Gaza, con su potencial de escalar y convertirse en un conflicto regional mayor, son excelentes ejemplos de este tipo de traspiés. Como observa Tuchman, la marcha de la locura es interminable. Esa es, precisamente, la razón por la cual Europa debe prepararse para una era de vigilancia acentuada.

*Ex ministro israelí de Asuntos Exteriores, vicepresidente del Centro Internacional de Toledo para la Paz y autor del libro «Cicatrices de guerra», heridas de paz: la tragedia árabe-israelí».

Fuente: Clarín

Seguir leyendo

Más leídas

WhatsApp Suscribite al Whatsapp!