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Opinión

La ONU contra Israel: una historia larga y ominosa

AJN.- El desprecio a los derechos del Estado judío como miembro de pleno derecho de la ONU es una constante que la organización internacional, cuyo objetivo proclamado es promover la cooperación pacífica y el entendimiento entre las naciones, ha venido ominosamente observando desde su creación. Por Pablo Molina

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Buena parte de los otros 194 Estados miembros tratan a Israel con indiferencia o rechazo, pero hay casos de auténtico odio, sobre todo en entre los musulmanes. Tan sólo el paraguas estadounidense –bastante ajado, por cierto, durante el mandato de Obama– impide que se tomen decisiones aún más lesivas contra el Estado judío y lo que representa.

Todo esto no son solo opiniones. Son conclusiones extraídas de los datos oficiales recopilados en este estudio de Joshua Muravchik para la Friends of Israel Initiative, donde se muestra con todo lujo de detalles la discriminación de la que es objeto Israel en el seno de la ONU.

Israel, por ejemplo, jamás ha formado parte del Consejo de Seguridad. Es más, se le ha negado ya no la plaza, sino la mera posibilidad de presentar su candidatura. Otro ejemplo: en numerosos comités y organismos subalternos de la ONU, que dan trabajo a cientos de personas, no hay un solo ciudadano de Israel, la única democracia de todo Oriente Medio. En cambio, abundan los representantes de países que padecen regímenes ultrarrepresivos, incluso o sobre todo en los supuestamente destinados a promover la libertad, la igualdad y los derechos humanos.

En la ONU, terroristas israelófobos como Yaser Arafat han sido profusamente jaleados. En 1974, el terrorista palestino se plantó en la ONU acompañado de su propio servicio de seguridad, dirigido por Alí Hasán Salame, responsable de la masacre de los Juegos Olímpicos de Múnich, perpetrada sólo dos años antes y en la que fueron salvajemente asesinados once miembros de la delegación israelí. Solo el líder palestino ha tenido el privilegio de dirigirse a la Asamblea General de la ONU sin ser jefe de un Estado miembro. Para más inri, lo hizo… ¡armado con una pistola!

Al habla Muravchik:

Sorprendentemente, cuando finalizó su despiadada diatriba, la Asamblea se puso en pie con la más sonada ovación que se hubiera vivido jamás en la ONU. Con esta respuesta, los delegados de la ONU demostraron que, bien por ideología, bien por miedo, estaban preparados para respaldar acríticamente la causa de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), fuera cual fuera el coste para Israel.

En los meses que siguieron, esta nueva orientación se puso de manifiesto en una serie de medidas concretas, muchas de las cuales siguen vigentes. La más notable fue la resolución de la Asamblea General que declaraba el sionismo “una forma de racismo”. La votación fue aplastante: 72 países a favor, 35 en contra y 32 abstenciones.
(…)

De manera sorprendente, la Comisión de Derechos Humanos fue aún más allá al afirmar que el terrorismo palestino (es decir, la “resistencia a la ocupación israelí” por “todos los medios disponibles, incluida la lucha armada”) era no solo “legítima”, sino incluso encomiable: un medio para “alcanzar (…) uno de los objetivos y propósitos de la ONU”.

Este organismo de la ONU exhibe su sesgo antiisraelí desde el mismo momento de su constitución, y dedica un punto fijo de su agenda a las violaciones israelíes de los derechos humanos. De esta manera, el orden del día de la comisión consta de dos partes: una dedicada a (vilipendiar a) Israel y la otra a los otros 194 Estados miembros. No puede sorprender que las resoluciones aprobadas en la primera década de existencia de este ente contra Israel fueran más numerosas que las dedicadas a todos los demás países en su conjunto.

Israel es, además, el único país que padece un organismo especial de la ONU dedicado exclusivamente a vigilar su respeto a los derechos humanos. Hay decenas de países –muchos de ellos árabes o musulmanes– donde el respeto a los derechos humanos es una entelequia, pero ninguno tiene el dudoso honor de contar con un órgano especial para monitorizar sus actuaciones cotidianas. El Estado judío, sí. El organismo en cuestión se denomina, de manera bien gráfica, la Comisión para el Ejercicio de los Derechos Inalienables del Pueblo Palestino, y su composición no puede ser más reveladora:

De los veinte Estados miembros elegidos para este comité, dieciséis eran tan firmes partidarios de la causa árabe que no tenían relaciones diplomáticas con Israel. Dieciocho habían votado a favor de la resolución que calificaba al sionismo como una forma de racismo, con lo que juzgan que la mera existencia de Israel constituye una violación de los derechos humanos. La OLP, que no era un Estado miembro, ni siquiera un Estado, sino una autoproclamada organización revolucionaria aún dedicada al terrorismo, no podía ser miembro del comité. Pero sorprendentemente fue invitada a participar formalmente en sus trabajos y formó parte del comité de redacción que elaboró su primer informe.

Hay otros dos entes dedicados exclusivamente a censurar las acciones israelíes en su conflicto con los palestinos. En efecto,

la ONU tiene tres órganos especiales, la División de Derechos Palestinos, el Comité para el Ejercicio de los Derechos Inalienables del Pueblo Palestino y el Comité Especial para Investigar las Prácticas Israelíes que Afectan a los Derechos del Pueblo Palestino y otros Árabes de los Territorios Ocupados, dedicados a promover la causa palestina y criticar a Israel. No existe ningún organismo similar para cualquier otro pueblo o conflicto.
La obsesión con el Estado judío lleva a hacerlo objeto de ataques por cuestiones como la discriminación a la mujer, a pesar de que la situación de la mujer en Israel es homologable a la de cualquier democracia occidental y está a años luz de lo que ocurre en sus vecinos árabes y musulmanes. La ONU, cuando se trata de Israel, parece atender sólo a los derechos de las mujeres palestinas, severamente reprimidos… por los propios gobernantes palestinos (Autoridad Palestina y Hamás). En el Índice de Desigualdad de Género, elaborado por la propia ONU, Israel está entre los 20 mejores países; mejor que el 80% de los miembros de la Comisión sobre la Situación de la Mujer, incluidos todos los Estados que votaron a favor de criticar a Israel.

Por supuesto, al hablar del antiisraelismo de la ONU hay que hacer referencia a la UNRWA, la agencia para los refugiados palestinos, los únicos del mundo que cuentan con una organización dedicada exclusivamente a ellos (los demás son responsabilidad de Acnur). La UNRWA acumula críticas cada vez más contundentes por haberse convertido en ariete de las campañas antiisraelíes y dejar en segundo plano su vertiente humanitaria, precisamente su objetivo fundacional.

El propio secretario general de la ONU, António Guterres, comparte con sus antecesores la visión de que la organización discrimina profundamente a Israel en su funcionamiento ordinario. En una de sus comparecencias más recientes declaró:

Israel tiene que ser tratado como cualquier otro Estado miembro, con exactamente las mismas reglas. (…) Israel tiene el derecho innegable a existir y a vivir en paz y con seguridad con sus vecinos (…) La forma moderna de antisemitismo es negar la existencia del Estado de Israel.

Fuente: El Medio

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The Jerusalem Post | Ya basta, Hezbollah

Ningún país «normal» permitiría que sus comunidades fronterizas y centrales fueran atacadas y asoladas de esta manera y luego aceptaría mantener las manos atadas en la espalda.

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Un hombre sostiene una bandera palestina mientras el líder de Hezbollah en Líbano, Sayyed Hassan Nasrallah, habla en un mensaje pregrabado mostrado en una pantalla durante un acto previo al Día de Al-Quds (Jerusalem) el viernes 5 de abril, en Beirut, Líbano 3 de abril de 2024. (Crédito de la foto: REUTERS/MOHAMED AZAKIR/FILE PHOTO)

Agencia AJN.- (Editorial publicada en The Jerusalem Post)  Lo que está ocurriendo en Israel no es normal. No hubo otro país tan brutalmente atacado: en su frontera sur por Hamás, en su frontera norte por Hezbollah y con cientos de misiles lanzados a lo largo y ancho del país por su archienemigo Irán, todo eso en unos pocos meses.

Estamos maltrechos, pero resilientes, mientras nos preparamos para la Pascua judía (Pésaj) de la semana que viene. Todavía no hay ningún acuerdo a la vista para devolver a los rehenes que Hamás mantiene retenidos en la Franja de Gaza desde el 7 de octubre, y eso nos llena de ansiedad y miedo.

Del mismo modo, aunque hay indicios de que no se aplicará nada hasta después de Pésaj, Israel responderá sin duda de algún modo al bárbaro ataque sin precedentes de Irán contra una nación soberana. Eso también nos llena de ansiedad y miedo.

La situación en la frontera norte de Israel también debería llenarnos de inquietud. A todos los efectos, estamos en guerra con Hezbollah.

Este miércoles, 14 soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) y un puñado de residentes resultaron heridos por dos drones de Hezbollah y dos misiles antitanque disparados contra un centro comunitario en Arab al-Aramshe, un pueblo beduino del norte de Galilea, y sus alrededores.

El pueblo se encuentra a menos de tres kilómetros de la aldea libanesa desde la que se lanzaron los misiles antitanque y los drones. Como muchas de las comunidades del norte de Israel que fueron atacadas desde el 7 de octubre, las IDF operan desde ella para enfrentarse al grupo terrorista libanés, respaldado por la República Islámica de Irán.

Sin embargo, a diferencia de la mayoría de las comunidades del norte, Arab al-Aramshe está desprovista de residentes. El jefe de la aldea, Adiv Zaev, afirmó que, luego de tres meses de la evacuación, ninguno de los residentes recibió ayuda económica, por lo que la mayoría regresó a sus hogares.

La alarmante escalada en el norte se está viendo reforzada por el creciente uso de drones y misiles más letales por parte de Hezbollah. Como informó Seth Frantzman en el Jerusalem Post esta semana, el arsenal de Hezbollah incluye alrededor de 150.000 cohetes, así como misiles antitanque, hasta 2.000 aviones no tripulados, y también los nuevos cohetes de cabeza pesada Hezbollah Burkan. Son drones que siguen el modelo del Ababil iraní.

La variedad de aviones no tripulados Ababil existen desde hace décadas, pero sólo recientemente incorporaron una nueva generación de aviones no tripulados Kamikaze, que incluyen una ojiva en un fuselaje y tienen dos juegos de alas.

El dron es fácil de fabricar, lo que hace que su construcción sea sencilla mediante planos y diseños. El problema es que en los últimos años se volvieron más avanzados y precisos, lo que los convierte en un sistema de armas mortífero.

De hecho, Hezbollah demostró en los últimos dos días que puede utilizar estos aviones no tripulados para atacar zonas específicas. Teniendo en cuenta que el grupo terrorista ya dañó o destruyó unas 800 viviendas en el norte de Israel y obligó a 50.000 israelíes a ser evacuados de sus hogares durante más de seis meses, los objetivos y capacidades de Hezbollah significan que es probable que la situación empeore en el norte antes de mejorar.

Esto nos lleva a preguntarnos: ¿Dónde está el clamor y la condena internacionales? Al igual que la reacción de las potencias mundiales al ataque iraní fue advertir a Israel sobre su respuesta e instar a una desescalada, la reacción internacional a la agresión de Hezbollah fue igualmente tratar de frenar la respuesta de Israel en la medida de lo posible para que esto no se convierta en una guerra regional.

Sin embargo, este barco ya zarpó. Ningún país «normal» permitiría que su frontera y sus comunidades centrales fueran atacadas y asoladas de esta manera y luego aceptaría quedarse con las manos atadas en la espalda.

A la inútil ONU no le importa que Hezbollah esté violando su Resolución 1701, en vigor desde 2006 y que se suponía debía garantizar el desarme de Hezbollah así como la desmilitarización de Líbano al sur del río Litani, situado a unos 32 kilómetros de la zona de demarcación entre Israel y su vecino del norte conocida como Línea Azul.

Al resto del mundo tampoco parece importarle, siempre y cuando Israel dé una respuesta sorda a la agresión de Hezbollah, instigada y financiada por Irán.

La paciencia se agota en Israel, y el ataque del miércoles no hace más que subrayar la necesidad de detener a Hezbollah. Si, como de costumbre, nuestros aliados sólo actúan con palabras, corresponderá una vez más a las IDF hacer el trabajo sucio, con o sin su ayuda.

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Israel se niega a hablar de la inesperada alianza que formó con EE.UU., Jordania, Arabia Saudita, Egipto, EAU y Qatar para defenderse de Irán

La inclusión de Qatar en la lista puede parecer algo sorprendente, teniendo en cuenta que a Doha se la asocia habitualmente con los enemigos de Israel, incluidos Irán y Hamás.

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Agencia AJN.- (Amir Bar Shalom – Times of Israel) Israel se mostró reticente a hablar de la alianza formada el sábado, que lo agrupó con Estados Unidos, Jordania, Arabia Saudita, Egipto, Emiratos Árabes Unidos y Qatar en una gran sala de guerra conjunta para coordinar los esfuerzos contra los misiles y aviones no tripulados iraníes lanzados hacia el Estado judío.

La inclusión de Qatar en la lista puede generar sorpresa si se tiene en cuenta que a Doha se la asocia habitualmente con los enemigos de Israel, incluyendo a la República Islámica y a Hamás.

Pero los qataríes eran los anfitriones.

La enorme sala de guerra de la base aérea estadounidense de Al Udeid, cerca de Doha, se dedica a proporcionar una visión global del espacio aéreo de la región y del poder aéreo en una zona de responsabilidad que se extiende desde Kazajstán hasta Egipto.

El centro recoge datos de radares y sensores de toda la región y fue allí donde los analistas lograron construir una imagen de lo que contenía el ataque iraní, con Israel recibiendo detalles en tiempo real como si sus funcionarios estuvieran presentes en la sala.

En declaraciones a la web hermana de Times of Israel, Zman Yisrael, una fuente israelí de alto nivel describió el esfuerzo de cooperación como un verdadero avance, marcando la primera vez que la alianza regional operó contra Teherán. No era sólo la primera vez que la alianza operaba abiertamente, también era la primera vez que trabajaban juntos contra Irán.

Es cierto que el esfuerzo de cooperación se mantuvo en discreción, destacando las acciones de Israel, Estados Unidos, Jordania, Gran Bretaña y Francia para derribar la amenaza.

Pero detrás del telón se supo que todos los miembros de la alianza contribuyeron, ya sea compartiendo señales de radar o derribando físicamente los más de 300 drones y misiles iraníes lanzados contra Israel.

Teniendo en cuenta la importancia y delicadeza de la información, no es posible exactamente quién hizo qué, pero se puede aprender mucho sobre esta nueva alianza regional.

El Wall Street Journal, que se convirtió en una especie difusor no oficial de la información israelí, señaló que Arabia Saudita y Qatar recibieron un aviso de Irán sobre el momento del ataque y lo transmitieron, con disgusto, a Israel, en medio de la presión de Estados Unidos.

El informe parece lógico, aunque resulta dudoso que Estados Unidos necesitara presionar a Riad y Doha para que transmitieran la información, ya que a ambos les convenía hacerlo, dadas las posibles consecuencias de no haberlo hecho. Imagínese lo que habría ocurrido, por ejemplo, si Estados Unidos descubriera que estos países conocían los detalles pero no hubieran emitido una advertencia.

Jordania, por ejemplo, fue noticia por su papel en el derribo de los proyectiles y la defensa de Israel, lo que generó que sea atacada por los medios de comunicación iraníes, y la calificación de »traidor» al rey Abdullah por parte de Teherán.

Sin embargo, Arabia Saudita parece haber escapado de la ira de los ayatolás, aunque nadie ignora el papel que desempeñó. Riad no solo prohibió a los aliados utilizar su espacio aéreo, sino que tampoco impidió que los radares estadounidenses instalados en su territorio construyeran una imagen aérea y ayudaran a las interceptaciones.

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Y la República Islámica, que oficialmente sigue alabando el éxito de sus ataques, sabe muy bien que puede haberse pegado un tiro en el pie. En lugar de aprovechar el aislamiento internacional que Jerusalem está sufriendo por la guerra de Gaza y frustrar una alianza regional antiiraní respaldada por Occidente, Teherán consiguió forzar la alianza y darle una salida, considerando lo eficaz que puede ser la cooperación liderada por Estados Unidos.

Pero Irán consiguió establecer nuevas reglas de enfrentamiento en la región, creando un cálculo según el cual cualquier ataque contra un alto cargo o un lugar sensible podría desencadenar una respuesta masiva, con el riesgo de una guerra total y asegurándose de que Israel lo pensará mejor la próxima vez. Al mismo tiempo, desafió a Washington, al ignorar las advertencias de «no hacerlo» del presidente Biden.

A pesar de esto, sus acciones también parecen haber despertado a un gigante dormido que hasta ahora había sido incapaz de reaccionar.

Israel puede alegrarse de estos avances positivos, pero también debe mirar el lado medio vacío del vaso: Si bien tuvo éxito en frustrar el ataque de Irán, pocos políticos considerarán lo ocurrido como una victoria para el Estado judío.

En Medio Oriente la disuasión se construye mediante el ataque, no la defensa. Los sistemas de defensa antiaérea de Israel, por muy exitosos que sean, dan a los dirigentes israelíes un mayor margen de maniobra, pero la capacidad de derribar misiles y aviones no tripulados difícilmente debería considerarse un factor de disuasión importante.

El gobierno y la sociedad israelí están mayoritariamente de acuerdo en la necesidad de una operación ofensiva como respuesta. Lo difícil será encontrar la forma de llevarla a cabo sin romper la frágil estructura de la nueva alianza y sin destruir las relaciones con Estados Unidos, que parecen volver a ser fuertes.

Un par de reuniones del gabinete de guerra israelí celebradas con un día de diferencia muestran la intensidad de las deliberaciones en el país. La acumulación de tensiones puede ser también parte del plan para la respuesta de Jerusalem, con los funcionarios iraníes esperando nerviosos las posibles represalias.

La existencia de informes algo contradictorios sobre la conversación entre Biden y Netanyahu a primera hora del domingo apuntan a la posibilidad de que los estadounidenses entiendan de dónde viene Israel.

Algunas versiones afirman que Biden dijo «no» a una respuesta militar israelí, mientras que otras dicen que se limitó a pedir a Israel que considerara, retrasara y suavizara la medida de represalia.

El doble mensaje sugiere que aunque la Casa Blanca claramente no quiere el tipo de respuesta israelí que podría arrastrar a toda la región a la guerra, también reconoce que cuando se enfrenta a Irán, es necesario algo más.

No es sólo es Irán el que espera ver cómo reacciona Israel. También lo están los miembros de la nueva alianza. Y no sólo miran a Jerusalem, sino también a Estados Unidos.

El margen de acción de Biden es limitado, ya que podría comprar tranquilidad a corto plazo, pero no puede permanecer a mitad de camino indefinidamente.

En algún momento, Estados Unidos tendrá que tomar medidas más contundentes contra Teherán si quiere reforzar la nueva e inesperada alianza y poder actuar con decisión contra el programa nuclear iraní. Tras el ataque de este fin de semana, averiguar cómo hacer frente a las ambiciones nucleares de la República Islámica se convirtió en un problema aún más urgente.

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