Agencia AJN .- Luis Bermejo, CEO de la firma de venture capital Alaya, conoció Israel junto a un selecto grupo de empresarios argentinos. Volvió sorprendido del viaje y asegura que la idiosincrasia israelí es la receta del éxito de la start-up nation. Sin embargo, asegura que el modelo es replicable en la Argentina a través del fomento estatal de la innovación y la conexión entre la ciencia aplicada y los emprendimientos.

– ¿Cómo surgió la posibilidad de hacer el viaje a Israel?

– Soy miembro de Endeavor Córdoba y a través de la red me invitaron para hacer este viaje. Fue un viaje bastante reducido, no se abrió a todos los miembros, sino que organizaron un grupo para el que fueron convocando individualmente.

– ¿Qué conocía de Israel antes de viajar?

– Conocía lo que se habla, había leído Start-up Nation (de Dan Senior y Saul Singer). Tengo un fondo de venture capital, por lo que estoy relacionado con la temática y siempre lo tuve a Israel como referente de la innovación empresarial. Igualmente me sorprendió todo del viaje, absolutamente, de sobremanera.

– Según su visión, ¿qué permitió que Israel sea hoy uno de los países con más start-ups per cápita?

– Hay un conjunto de factores que juntos generan el efecto que Israel sea lo que es hoy. La influencia del ejército, que empiecen la universidad unos años más tarde con un mayor nivel de madurez y de experiencia, sumado a la disponibilidad de inversores, con un sistema apuntado al mercado global, porque Israel es un país muy pequeño. Pero principalmente me llamó la atención la idiosincrasia del pueblo judío. Es lo que más me sorprendió y, definitivamente, es lo que termina de juntar todos esos factores en algo sumamente positivo.

– ¿Eso es lo que usted considera la “salsa secreta”, la cultura israelí?

– Sí. Encontré un pueblo que, a pesar de vivir en guerra, quiere cambiar el mundo. No está mirando en las individualidades de todo, sino que hay una mirada de largo plazo y de conjunto que lo hace muy único.

– De los lugares visitados, ¿alguno en particular le llamó la atención?

– En cuanto a desarrollos empresarios, me sorprendió mucho la empresa Mobileye, que lidera la conducción autónoma a nivel global. En el área de la investigación y ciencia aplicada, me asombró el Instituto Weitzmann, cómo logran transferir investigación científica hacia la creación de nuevas empresas. Otro elemento que realmente me sorprendió mucho es el sistema de empresas médicas, “United Hatzalah”, que llegan en moto a un siniestro médico en 50 segundos. Me llamó la atención también todo lo vinculado a lo histórico y religioso, partiendo del Museo del Holocausto a todo lo que es Jerusalem, es muy fuerte. Genera una gran diferencia imaginarlo o escucharlo a vivir la espiritualidad que emana ese lugar.

– ¿Piensa que el emprendedurismo es sostenible en el tiempo?

– Creo que sí, se ha generado una cultura de innovación y una idiosincrasia, sobre todo en los jóvenes, en dónde los casos de éxito retroalimentan el sistema y genera que sea perdurable en el tiempo.

– ¿Cree que es un modelo que se podría aplicar en la Argentina?

– Sí, pero no es simple replicar todas las variables. La Argentina está replicando el modelo de fomento desde el punto de vista del Estado, que Israel aplica hace muchos años, junto a una normativa más amigable. Argentina tiene una similitud con Israel, que es el capital humano. Le faltan otros condimentos que cuestan mucho replicar, pero creo que el modelo es adaptable en cierta forma.

– ¿Qué podría aprender la Argentina de Israel?

– A corto plazo, cómo implementar la ciencia aplicada a emprendimientos. Hay una dicotomía muy grande entre la universidad y la empresa. Son muy pocas las universidades privadas cruzan ese puente. Pero dónde realmente se hace investigación científica, principalmente el CONICET, hoy no está conectado con el ambiente empresario. Eso se podría lograr replicando el modelo israelí, que ha conseguido conectar esos dos mundos con éxito.