A los pocos días de haber sido objeto del ataque terrorista más brutal que haya ocurrido en la Argentina, las diferentes instituciones judías intentaron, con el dolor a cuestas, retomar las actividades cotidianas y continuar con sus tareas, sin dejar de clamar por la justicia.
 Después de atravesar dos atentados, los presidentes de cada institución se vieron obligados a enfrentarse con una situación poco común: el miedo de las personas a ingresar a las instituciones judías.
 "Fue un shock muy grande, había muchas reacciones de los padres que temían por la integridad de sus hijos e incluso durante los primeros seis meses los acompañaban hasta la puerta. Había un estado terrible de paranoia porque fue una situación que nos desubicó muchísimo", dijo Juliana Korenvais, quien fue presidenta del Colegio Jaim Weitzman desde 1992 hasta el año 2000.
 "Todas las noches, una vez que se vaciaba el colegio, lo recorríamos y sellábamos puertas y ventanas con fajas hasta la madrugada y después, a las seis y media de la mañana, corroborábamos que las fajas no hubieran sufrido ningún daño por la noche. Durante un año completo hicimos ese trabajo hasta que pudimos juntar el presupuesto para poner seguridad", recordó Sergio Teper, quien comenzó su dirigencia institucional en el colegio Bialik de Devoto justo un día después del atentado a la AMIA y, luego, se convirtió en presidente de la institución por 10 años consecutivos.
 El colegio Natan Gesang atravesó quizás el más difícil de los desafíos, porque por una cuestión de cercanía geográfica, su comunidad educativa se vio muy resentida.
 "Tuvimos gente que perdió familiares, propiedades,  en el atentado y a la semana siguiente nadie quería ingresar al colegio, la Agencia Judía (Sojnut) funcionaba en nuestros pisos superiores y por eso el regreso fue muy paulatino", explicó Jorge Slabodsky, entonces presidente del Natan Gesang.
Agregó que "el servicio de psiquiatría para desastres que vino desde Israel para colaborar con los familiares de las víctimas trabajó con nosotros y con los padres de nuestro colegio para encarrilar toda la fuerzas de los padres para el bien y no dejar que ningún chico se vaya del colegio".
 En relación a los peores recuerdos que tienen de ese período, Korenvais dijo a AJN que fue "una etapa muy angustiante" en donde la seguridad era el tema del día y recuerda, hoy con una sonrisa, que hasta llegaron a exigirle "que llamen al ejército de Israel para que nos cuiden".
Teper, en tanto, sostuvo que "fue una época muy dura porque no teníamos nada y dependíamos de la voluntad de los padres. Un 30 por ciento del presupuesto escolar se iba para solventar los gastos de seguridad y yo pensaba…nosotros estamos para educar y no para pensar en planes de evacuación", ironizó el ex presidente de Bialik.
 "Fue una etapa muy difícil porque nadie le creía a nadie… y los pilotes en la puerta…pero gracias al esfuerzo de padres y dirigentes no se fue uno solo de nuestros alumnos. Fue un trabajo difícil pero con amor", señaló Slabodsky a AJN.
 Consultados sobre sus impresiones a 14 años del atentado, Teper exhortó a la comunidad judía a hacer una autocrítica "ya que sólo le damos bolilla cuando pasa algo nuevo", "Toda la sociedad fue aflojando cada año y se fue despegando hasta que el atentado quedó circunscrito a la comunidad judía, nada más", sostuvo.
 "Este es un país de injusticia en el que determinados intereses externos e internos no nos conducen a la justicia", dijo Korenvais en diálogo con esta agencia.
 Jorge Slabodsky es abogado y fue vicepresidente de la AMIA del 2001 al 2004, conoce la causa y aseveró: "La AMIA tiene un edificio hermoso pero que aún es muy frío porque no se encontraron los culpables y los culpables están dentro del expediente. Acá nunca se definió al atentado como a una cuestión de estado, hasta el último gobierno que tuvo que hacerlo, si lo hubieran definido como una cuestión de estado, otra hubiera sido la historia".
 
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