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Historias

Tras 56 años, Yehiel Karta decidió contarlo: ‘‘Yo incineré a Adolf Eichmann’’

«En el momento en que pusimos el cuerpo de Eichmann en el horno que ardía a una temperatura de 700 grados, sentí que este era el cierre de mi círculo como un hijo del pueblo judío que sufrió los crímenes de Adolf Eichmann, y especialmente por Sobrevivientes del Holocausto en Israel y el mundo», recordó Karta, con respecto a la noche del 31 de mayo de 1962 en la cárcel de Ramle.

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Agencia AJN.- 56 años después de haber participado en la ejecución de Adolf Eichmann, Yehiel Karta, un oficial retirado de la Policía de Fronteras de Israel, reveló que él había encendido el horno en el que fue incinerado el cadáver del hombre responsable de la ejecución del programa de exterminio de la Alemania nazi. Karta, ahora de 82 años, compartió los detalles de la historia con su esposa y cuatro hijos por primera vez hace menos de un año. El policía retirado dijo que sus hijos no le creyeron al principio y le preguntaron cómo hizo para mantener un secreto tan dramático.

«En el momento en que pusimos el cuerpo de Eichmann en el horno que ardía a una temperatura de 700 grados, sentí que este era el cierre de mi círculo como un hijo del pueblo judío que sufrió los crímenes de Adolf Eichmann, y especialmente por Sobrevivientes del Holocausto en Israel y el mundo», recordó Karta, con respecto a la noche del 31 de mayo de 1962 en la cárcel de Ramle. Karta se quedó de pie durante tres horas con los otros miembros del escuadrón que dirigía y mantuvo el horno encendido con un sacerdote que había llegado a la prisión para acompañar durante la ejecución y la cremación.

Karta, casado y padre de cuatro hijos, con diez nietos que trajeron siete bisnietos al mundo, se unió a la Policía de Fronteras en 1958. «Recuerdo que en 1960 secuestraron a Adolf Eichmann y el juicio provocó una tormenta. Tenía 21 años en ese momento, serví como comandante adjunto de la división de la Policía de Fronteras en el Aeropuerto Internacional Ben-Gurión», agregó.

Karta recordó cómo el comandante de la compañía, Moshe Tiomkin, llamó a los oficiales y anunció una «operación secreta» que tendría lugar ese mismo día.

«Solo entonces nos dimos cuenta de que Eichmann sería colgado ese día», repitió. «Tiomkin me dijo, ‘Karta, estará esperando a un lado con otros tres soldados’». Incluso después de los muchos años que pasaron, Karta habla dramáticamente mientras reconstruye la escena. «Tiomkin me llevó aparte y me dijo: ‘Adolf Eichmann será ahorcado hoy a las 12 en punto, de acuerdo con la ley, permanecerá suspendido durante una hora y a la una en punto recibirás el cuerpo junto con un sacerdote lo acompañará’».

Según Karta, su comandante señaló «un monstruo de hierro parado en el patio» y explicó que era el horno destinado a la cremación, en el lugar donde se encuentra ahora la prisión de mujeres «Neve Tirza». Karta agregó que cuando les dijo a los soldados que se suponía que lo acompañarían en la misión, se sintieron apremiados, pero él los tranquilizó y les pidió que se mantuvieran tranquilos. 56 años después Karta sigue tratando de suprimir los pensamientos de su extraña misión. «Solo sabía que esto era por el bien del pueblo de Israel y el pueblo judío», agregó. «Estamos haciendo justicia a las víctimas del Holocausto esta noche».

«A las 12 en punto se cumplió la sentencia de muerte y tuvimos que esperar una hora hasta que llegara el cuerpo». El cuerpo de Eichmann llegó «en una especie de vagón con una sola rueda y un sacerdote al lado», recuerda Karta. «Los soldados y yo intentamos empujar el carro con el cuerpo y cayó por un desequilibrio». Según él, el sacerdote estaba enojado y Karta le aseguró que no había sucedido a propósito.

Unos minutos más tarde, el cuerpo de Adolf Eichmann fue puesto en el horno caliente. «Cada una hora más o menos, el sacerdote examinaba la condición del cuerpo, hasta que alrededor de las cinco de la mañana decidió que se había quemado y apagó el horno», detalló Karta. Después de que el horno se enfrió, el sacerdote recogió las cenizas que se habían acumulado en el horno y las puso en una botella de vidrio. Karta condujo con el sacerdote hasta el puerto, quien arrojó las cenizas al mar.

«No fue una tarea fácil», concluyó Karta tras 56 años. «A pesar de que esta es una persona que merece la pena de muerte por el genocidio del pueblo judío, aun así fue difícil». Karta agregó que como joven combatiente de la Guardia de Fronteras sintió «una especie de cierre de un círculo, que saldamos una cuenta con uno de los mayores criminales nazis».

Según él, no le interesó ninguna distinción por la tarea diferente que recibió. «Terminamos de quemar el cuerpo, salimos de la prisión y regresamos a nuestra unidad».

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Kristallnacht. Para el sobreviviente Pedro Schmoller, «lo acontecido debe quedar grabado en la memoria de la humanidad»

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Agencia AJN/Itongadol.- Se cumple hoy un nuevo aniversario de la «Noche de los Cristales Rotos» y recordamos el diálogo mantenido en 2013 con Pedro Schmoller, sobreviviente del pogrom denominado «Kristallnacht», quien aseguró: «Agradezco su interés y su espacio. Con mis 93 años encima, es bueno saber que mis recuerdos no desaparecerán cuando no esté más presente en este mundo, y solo así, a través de la memoria mantendrán su vida por algún tiempo más».

La Kristallnacht dio inicio al Holocausto, diez meses antes de la Segunda Guerra Mundial. Schmoller contó en 2013 que él y su familia lograron salvarse de aquella trágica noche gracias a la secretaria de su padre que les ofreció refugio en su casa. «Nos escondimos en el pequeño departamento de la secretaria de mi padre, que era de fe protestante. Ella arriesgó su vida al darnos albergue ya que convivir con judíos era castigado con la pena de muerte», contó.

«Nos quedamos allí unos días hasta que volvió una relativa calma», relató y agregó: «Permanecimos encerrados en un ambiente muy chico, y en constante tensión. Llegué a fumar hasta 60 cigarrillos por día. Desde ese entonces no probé cigarrillo», añadió a modo de quiebre con su pasado oscuro. «Solo un mes y medio después pudimos escapar con destino Argentina», agregó.

El sobreviviente recordó que en su infancia vivió en «Berlín en un barrio de clase media alta y que actualmente sigue existiendo, Charlottenburg». «Recuerdo que en la planta baja de la casa de departamentos donde vivíamos había una librería que pertenecía a una familia judía, la misma fue totalmente destruida por una horda organizada. En la Kristallnacht, solo en Berlín, fueron incendiados una veintena de templos, y seguramente una centena en todo el país, junto con unos centenares de rollos de la Torá. En el caso de nuestro templo, el Friedenstempel, había más de 10 rollos, cada una con sus hermosos adornos artesanales», recordó.

Siempre en diálogo con la Agencia AJN, Schmoller expresó su deseo de contar una historia gratificante ante tanto horror, «se trata del arribo al templo NCI Emanu El de un rollo de la Torá, el mismo fue reconstruido y salvado en algún lugar de Europa». «Resulta que en uno de mis viajes a Londres, por casualidad me enteré de que existía un Comité de Reconstrucción de Torot (plural de Torá), donde escribas profesionales se dedicaban a reescribir las partes dañadas, para que puedan ser nuevamente usadas y enviados a países del tercer mundo a nuevos templos que carecían de rollos, o donde había pocos». Schmoller contó que «para solventar los gastos del Comité, buscaron donantes por sumas-no tan pequeñas- que tenían el privilegio de elegir el lugar, donde las Torot podían ser nuevamente usadas». Fue así que «juntando los ahorros de mi padre, mi hermano y los míos, pudimos donar la suma necesaria, y así llegó, por vía diplomática, una Torá a la Embajada de Israel en Argentina, y de allí partió al templo de Emanu El». «En un solemne servicio religioso, llevado por mi padre, y franqueado por mi hermano y por mí, la Torá fue introducida a su nuevo destino y hoy sigue estando en el templo de la calle Arcos, en la Ciudad de Buenos Aires».

En su relato, Schmoller no quiso dejar de mencionar a su padre quien, como muchos otros judíos alemanes, combatió durante la Primera Guerra Mundial en el ejército alemán y pese a haber sido condecorado con la Cruz de Hierro, años más tarde sería considerado un enemigo por el mismo país que le había reconocido su valor en el combate.

Respecto al negacionismo del Holocausto, Schmoller opinó: «Sólo un malvado, lleno de odio y resentimiento puede ignorar o negar lo ocurrido. Existen un sinfín de pruebas, fotos, películas y testimonios de sobrevivientes que no dejan duda alguna». Tras contar que en una visita a Berlín pudo ubicar la tumba de su bisabuelo en un cementerio, Schmoller expresó: «Los que niegan a la Shoá (Holocausto) son unos necios mentirosos. Es gente llena de un odio enfermizo». «Lo acontecido debe quedar grabado en la memoria de la humanidad, para que nunca vuelva a acontecer», dijo con un fuerte acento alemán.

Consultado sobre el genocida fallecido, Erich Priebke, el sobreviviente opinó que «debe dejarse de hablar de él». «Que no quede recuerdo alguno de sus hazañas criminales. Que quede totalmente olvidado. Que haya un total silencio. Como si nunca hubiera existido», puntualizó.

En la noche del 9 al 10 de noviembre de 1938, hordas nazis llevaron a cabo, con la anuencia de las autoridades alemanas y austríacas y ante la total inacción policial, el pogrom denominado “Kristallnacht”. Sobre esos días, Schmoller reflexionó: «Cada año hay menos gente que lo haya vivenciado en forma consciente».

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Por Mario Sinay. El Tranvía del Gueto de Varsovia fue completamente restaurado para convertirse en un objeto central del nuevo Museo

Montados con una estrella de David sobre la cabina del conductor en lugar de la línea de la ruta, la vista de estos vagones rodando por las calles llenas de gente se convirtió en uno de los recuerdos perdurables del Gueto.

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Agencia AJN.- “Trato de imaginar a las personas por las que este tranvía habría pasado alguna vez en el gueto y simplemente no puedo. Todos los días, este tranvía fue testigo de un enorme sufrimiento y una inmensa tragedia”.

Reconocido como el único de su tipo en el mundo, el tranvía de antes de la guerra que alguna vez recorrió el Gueto de Varsovia ha sido completamente restaurado y actuará como uno de los elementos centrales del futuro Museo del Gueto de Varsovia.

Se cree que el tranvía, data de 1907, construido en Alemania, se construyó originalmente en un momento en que Varsovia dependía de los tranvías tirados por caballos.

La introducción de este tranvía en la ciudad se produciría después de que Varsovia electrificara su transporte público.

Sin embargo, fue el tiempo de guerra lo que finalmente elevaría la importancia de este modelo de tranvía Tipo A.

Aunque la población judía de Varsovia se encontró encerrada en el Gueto en noviembre de 1940, la inmensidad del área exigía que fuera atendida por sus propias líneas de tranvía.

Montados con una estrella de David sobre la cabina del conductor en lugar de la línea de la ruta, la vista de estos vagones rodando por las calles llenas de gente se convirtió en uno de los recuerdos perdurables del Gueto.

Partiendo desde la plaza Muranowska, sus paradas programadas cubrían Muranowska, Dzika, Dzielna, Karmelicka, Leszno, Żelazna y Chłodna.

Sin embargo, la brutalidad de la represión del Levantamiento del Ghetto, junto con su posterior destrucción metódica, significó que pocos de estos vehículos sobrevivieran; de hecho, solo se sabe que uno ha sobrevivido hasta el día de hoy.

Indiscutible en su valor histórico, los historiadores creen que la última vez que este tranvía habría funcionado habría sido en julio de 1942; lo más probable, habría sido utilizado para transportar judíos a la Umschlagplatz mientras esperaban la deportación a las cámaras de gas de Treblinka.

Después de la guerra, los historiadores han teorizado que se utilizó para almacenar materiales necesarios para la reparación de tranvías. En años posteriores, quedó simplemente abandonado en medio de una maleza enmarañada.

Ahora que recibe una segunda vida, el trabajo de restauración se llevó a cabo por primera vez el año pasado. El proyecto, que involucró a 100 personas y costó 250.000 Zlotys, se llevó a cabo siguiendo una documentación de diseño que data de más de un siglo.

Además, los ingenieros que trabajaron en el chasis utilizaron las mismas técnicas que habrían estado disponibles para los trabajadores en ese período.

Llevado a cabo en la planta de reparación T3 de Varsovia, el óxido se eliminó minuciosamente mientras que los elementos faltantes se reemplazaron utilizando exactamente el mismo tipo de materiales que se habrían utilizado anteriormente.

Además, el tranvía se pintó de rojo y se adornó con una bocina de Varsovia en su exterior.

Financiado por el Ayuntamiento de Varsovia y la autoridad local de tranvías, el tranvía se colocará frente al Museo del Gueto de Varsovia una vez que se inaugure.

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