Agencia AJN.- El 20 de febrero de 2015 en oscuras horas de la noche, se deslizó por las calles de Aden, la capital de Yemen, una figura escuálida vestida con Niqab, el vestido tradicional utilizado por mujeres musulmanas) en un vehículo que la esperaba y ambos desaparecieron. Ese era Abed Raboo Mansour Haadi, presidente de Yemen, quien logró escaparse así de los rebeldes hutíes. El ex mandatario llegó a la ciudad portuaria Aden, y desde allí huyó a Riad, capital de Arabia Saudí. Esto marcó el punto de inflexión en la sangrienta guerra civil, la cual había comenzado unos meses atrás.

En estos años de enfrentamientos e inestabilidad, en setiembre de 2014 lograron los hutíes chiítas conquistar extensos territorios de la capital del país, Saana. Meses después, en enero del 2015, los insurgentes ocuparon totalmente ese centro y también al-Hudayia, la principal ciudad portuaria.

El 20 de enero los hutíes ingresaron al palacio presidencial y detuvieron al mandatario, quien tuvo que posteriormente anunciar su renuncia. Haadi, como indicamos en el inicio de este artículo logró escapar un mes después a la capital saudí, donde solicitó ayuda, la cual recibió.

El 26 de marzo, fuerzas de la coalición sunita, lideradas por Arabia Saudí, iniciaron un ataque contra los hutíes, con el objetivo de retornar el poder al antiguo presidente exiliado en Riad.

Como parte de la estrategia y con el objetivo de debilitar a los hutíes, Arabia Saudí impuso un bloqueo marítimo sobre Aden y al-Hudayia. En cuestión de meses se dio en Yemen, uno de los países más pobres del mundo, la catástrofe humanitaria más terrible vista en la modernidad.

Según cifras manejadas por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) alrededor de siete millones de personas se encuentran al borde del hambre y sin la apertura de los puertos que fueron cerrados, el número podría incrementarse en otros 3,2 millones de personas.

Además el organismo internacional estima que alrededor de 50 mil menores murieron en lo que va del año. También advirtió que un millón de niños son pasibles de contraer Difteria, enfermedad que se propaga rápidamente en ese país. Asimismo se teme que hay un rebrote de cólera, infección que afectó a alrededor de 900 mil personas en seis meses.

Expertos señalan que el principal peligro en Yemen no son los combates entre Arabia Saudí y los hutíes, sino que lo son la falta de agua. A raíz de los daños ocasionados a las fuentes acuíferas producidos por los bombardeos, Yemen, país que gran parte de su economía está basada en la agricultura, sufre una gran sequía.

Según diferentes documentos de la ONU, para 2018 las grandes ciudades de Yemen estarán completamente aisladas del agua potable.

Hospitales, fábricas, fuentes de agua, caminos, puentes fueron destruidos por los bombardeos proferidos por ambas partes. En las calles se acumulan montañas de basura, lo que además de producir problemas de salud, contamina el agua de los pozos, lo que dificulta las posibilidades de encontrar fuentes de agua potable. También la escasez de combustible produce una disminución drástica en el agua potable, ya que no es posible hacer funcionar las instalaciones de bombeo y purificación del agua.

El mundo occidental tiene tendencia a acusar a los hutíes, apoyados por la rama chiíta del Islam, encabezada por Irán, por el deterioro de Yemen, aunque hay en esto bastante hipocresía. La participación saudí en los combates y el bloqueo impuesto a los rebeldes llevaron a la destrucción casi total de la infraestructura y la economía del país árabe más pobre, Yemen.

El misil lanzado por los hutíes hacia el aeropuerto de Riad ocasionó que los saudíes endurecieran las medidas de bloqueo, lo que obviamente aumentó el sufrimiento de la población civil.

Condenas y apoyos internacionales

Las organizaciones de derechos humanos de la ONU, encabezadas por Amnesty Internacional, condenaron a los saudíes, pero la raíz del problema es perceptivo. Riad es visto como el “policía bueno” en Yemen, frente a Irán y los hutíes, quienes jugarían el rol de “malos”, aunque no esté claro cuál de las dos partes causan más daño y provocan mayor catástrofe humanitaria.

Por su parte, la administración de Donald Trump apoya abiertamente a Arabia Saudí, especialmente por el acercamiento entre ambos países frente a la cuestión Irán.

El ejército de Estados Unidos provee de entrenamiento al saudí, suministra armamentos y municiones por millones de dólares y permite a aviones de Riad aterrizar en sus bases.

Cada vez son más las voces internacionales que instan a Estados Unidos a que actúe como una fuerza estabilizadora en la región mediante la imposición de sanciones contra Arabia Saudí, quien continúa negando a organismos de ayuda humanitaria ingresar a Yemen.

En tanto, Estados Unidos rechaza toda negociación con los hutíes y sus aliados iraníes, y por ende, toda solución a esta tragedia humana no se ve aun en el horizonte.

FO