Agencia AJN.- Un informe de televisión israelí que fue emitido por el canal diez relata una historia tan escalofriante como insólita. G, una residente de la Autoridad Palestina fue liberada de una prisión israelí tras purgar una condena de 12 años, pero contrariamente al resto de las prisioneras, ella prefiere permanecer bajo los muros de la cárcel y no regresar a su pueblo natal, por temor a recibir represalias. “Para mí, la prisión fue el mejor lugar. Me dio protección y fortaleció. Nadie se me acercó y sabía que estaba en un sitio seguro”, contó.

La joven palestina fue acusada de estar implicada en el asesinato de su esposo y fue condenada a quince años de prisión, los cuales fueron reducidos a doce.

Su hermano fue quien asesinó al marido luego de que éste la haya prostituido, G lo ayudó tras haber puesto pastillas para dormir en el almuerzo.

Sobre su primera y dramática vez que fue prostituida contó que su marido le hizo un café y «me pareció raro, porque yo era su servidora siempre. Me puso algo y al día siguiente a la mañana amanecí desnuda con un hombre desconocido en la cama”.

Ella contó que acudió a su familia y la mandaron de regreso con su marido. El mandato indica que no se aceptan divorcios.

G, o Guimel, como la llamaron en el informe televisivo, es consciente de que una vez que cruce el puesto de control que separa Israel de los territorios controlados por la Autoridad Palestina, correrá peligro, y por esto pidió asilo a Israel.

“Si regreso a mi pueblo, me matarán”, aseguró. Su miedo no es en vano, pues, ni bien la liberaron fue enviada por la Autoridad de Rehabilitación de Prisioneros a un albergue, pero aún allí llegaron las amenazas de su familia. “Me dijeron que saben dónde estoy y que iban a llegar por mí”, relató.

La abogada Ronit Avishar, quien la representa ad-honorem, la ayuda a obtener el permiso para permanecer en Israel. “Ni bien cruce el puesto de control, su destino es más que claro”, dijo en declaraciones al canal diez de la televisión israelí.

“Por esto intento con todas mis fuerzas que sea posible su permanencia en Israel”, indicó, y pese al pesimismo de la letrada, la joven palestina por su parte, se mostró optimista. “Confío en que habrá un final feliz. Mi sueño es vivir como el resto de la gente. Toda mi vida fui una persona muerta, quiero empezar a vivir”, expresó con esperanzas.

El destino, o tal vez la complicada burocracia israelí, decidirán cuál sera el final de esta historia.

FO