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Opinión | The Times of Israel: Lo que los dirigentes israelíes, Donald Trump y el resto del mundo libre deben a Yarden Bibas

Desconsolado, Yarden Bibas se disculpó por no haber protegido a su mujer y a sus dos hijos pequeños de Hamás. Pero somos nosotros, por supuesto, quienes le debemos la disculpa y quienes debemos erradicar la ideología islamista del culto a la muerte.

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Agencia AJN.- (David Horovitz – The Times of Israel) Israel se detuvo a contemplar este miércoles el entierro de Shiri, Ariel y Kfir Bibas. Vimos a Yarden Bibas elogiar a su mujer y a sus hijos pequeños, lo vimos disculparse por no haber podido salvarlos de los bárbaros invasores, lo vimos suplicar a su mujer asesinada que »me proteja para que no me hunda en la oscuridad».

Los imperdonables asesinatos de Shiri, Ariel y Kfir Bibas encapsulan no sólo el horror infligido a Israel por Hamás y sus coasesinos gazatíes el 7 de octubre de 2023, sino también la vileza sin límites de quienes lo perpetuaron. Y, al mismo tiempo, la insistente batalla del pueblo de Israel para reafirmar nuestra seguridad y el derecho a la vida en nuestro país.

Unas 1.200 personas fueron masacradas por los terroristas que invadieron el sur de Israel hace 16 meses, y recién ahora estamos interiorizando la magnitud de esa pérdida. Sabemos, pero todavía lo estamos procesando, que familias enteras fueron masacradas en sus hogares, que cientos de personas fueron asesinadas en un festival de música al aire libre, que vida tras vida tras vida fue brutalmente extinguida por seres humanos que perdieron cualquier atisbo de humanidad.

La familia Bibas vino, pelirroja, sin proponérselo, a representarlo todo: porque asistimos al secuestro de Shiri en el kibutz (comuna agrícola) Nir Oz mientras trataba desesperadamente de proteger a su hijo pequeño y a su bebé; porque los vimos aún vivos en Gaza más tarde ese mismo día; porque sabemos que sus padres fueron asesinados en el kibutz esa mañana; porque durante 16 meses mantuvimos la esperanza de que de algún modo hubieran sobrevivido y fueran devueltos con vida; porque Hamás retorció aún más el cuchillo devolviéndonos otro cadáver en lugar del de Shiri; porque estamos aprendiendo más de lo que incluso su familia restante puede soportar que aprendamos sobre las circunstancias precisas, despreciables y a sangre fría de sus asesinatos.

Pero también porque el pueblo de Israel el miércoles se conectó con ellos y entre sí, alineándose en la ruta del cortejo fúnebre en nuestras masas, reuniéndose en la Plaza de los Rehenes, y viendo los insoportables elogios pronunciados desde un cementerio en el sur de Israel, cerca del kibutz.

En el mismo sur de Israel, es decir, donde Hamás y sus socios asesinaron, quemaron y violaron hace 509 días, y donde Israel y sus comunidades devastadas encontraron la fuerza y la voluntad de regresar y empezar a reconstruir. Donde Yarden Bibas, padre y esposo desconsolado -liberado hace menos de un mes tras 15 meses de terrible cautiverio para ver confirmados sus peores temores por su preciada familia- reunió de algún modo el valor y la fuerza para ponerse de pie y desnudar su alma, declarar su amor por ellos y su desgarro ante la imposibilidad de su pérdida.

Como nación, fuimos incapaces siquiera de empezar a centrarnos adecuadamente en todos aquellos que fueron asesinados hace 16 meses, en gran parte porque, al momento de escribir estas líneas, 63 rehenes siguen en manos de los monstruos de Gaza, quizás 24 de ellos con vida, algunos de los cuales se sabe que están encadenados, ahora mismo, en túneles oscuros y sin aire, siendo golpeados y muriendo de hambre.

Y porque Hamás no se arrepiente en absoluto y sigue empeñado en nuestra destrucción. Tal vez me perdí, pero incluso Mousa Abu Marzouk, a quien The New York Times considera »una de las figuras más pragmáticas de Hamás», aunque expresó reservas matizadas en una entrevista con ese medio de comunicación esta semana sobre las consecuencias para Gaza de la matanza perpetrada por sus discípulos, no se opuso al asesinato en masa en sí.

Es evidente que Israel debe hacer todo lo que esté a su alcance para devolver a todos los rehenes restantes. Y también es evidente que Israel debe hacer todo lo que esté a su alcance para impedir que Hamás y quienes comparten su ideología islamista de culto a la muerte revivan, se rearmen y encuentren nuevas y viejas formas de matar a cualquiera que se interponga en su camino.

Nuestro primer ministro, aunque se niega rotundamente a disculparse y a asumir toda la responsabilidad por no haber garantizado las políticas apropiadas y las defensas adecuadas contra los manifiestos preparativos de asesinato en masa de Hamás, se muestra receloso a la hora de proceder a la segunda fase del tambaleante acuerdo de alto el fuego y liberación de terroristas que había aprobado anteriormente, en virtud del cual se liberaría a los rehenes restantes. Su principal preocupación parece ser la exigencia de retirar todas las fuerzas restantes de las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) de Gaza y comprometerse a un alto el fuego permanente.

Esto parece difícil de entender. Sin dudas Hamás buscará garantías de los mediadores de que Israel no romperá el alto el fuego cuando entregue el último de sus activos como rehén, la palanca a través de la cual pretende asegurar su supervivencia y renacimiento. Pero Hamás incumplirá manifiestamente cualquier compromiso declarado de alto el fuego: reclutando y entrenando futuros terroristas, importando y fabricando armas y cohetes y excavando túneles.

El reto para Israel no consistirá en demostrar a la comunidad internacional que Hamás está trabajando duro para intentar masacrar de nuevo a los judíos: nunca dejó de hacerlo y nunca lo hará. Y la actual administración estadounidense, a diferencia de su predecesora, apoyó firmemente los dos principales objetivos de guerra de Israel: devolver a todos los rehenes y destruir a Hamás.

El desafío será que Israel y sus aliados hagan un mejor trabajo para eliminar la amenaza de lo que logramos hasta ahora desde el 7 de octubre.

El presidente Donald Trump tiene su corazón puesto en sacar a los gazatíes de Gaza y convertir el territorio vaciado en un centro turístico, pero si esto no estuviera siendo propuesto repetidamente como una visión ostensiblemente viable por el líder del mundo libre, y aclamado por un primer ministro aparentemente receloso de cruzarse con él, sería descartado como, en el mejor de los casos, un trastorno inviable.

¿Cómo se supone que Israel va a »erradicar» a Hamás, en palabras del secretario de Estado Marco Rubio, sin infligir grandes bajas a los que Trump llama el »maravilloso pueblo» de Gaza antes del traslado propuesto? Hamás se degradó masivamente en 16 meses de guerra, pero está demostrando su capacidad de reclutamiento y su ideología es ampliamente popular. Y si no se erradica a Hamás, ¿quién separará a »Hamás» de los »gazatíes» cuando se vacíe la Franja?

Una Gaza vacía constituye evidentemente una oportunidad atractiva de desarrollo inmobiliario, pero la distribución de su población adoctrinada en otros lugares, con el riesgo de subestimación colosal, eclipsaría más bien los beneficios económicos de la Riviera de Gaza de Trump, al causar disturbios masivos, inestabilidad, muerte y devastación en toda la región.

Junto con una estrategia militar más cuidadosamente planificada e incisiva que la lenta invasión que Israel llevó a cabo tras el 7 de octubre, es la raíz de la ideología del culto a la muerte lo que hay que atajar.

El problema de los gazatíes no es la ubicación, sino el adoctrinamiento. No se trata de separar a los gazatíes de su tierra bañada en sangre, sino de separarlos de la mentalidad de Hamás. No se necesitan viviendas »lindas» en otros lugares, presidente Trump, sino profesores y líderes espirituales lindos que afirmen la vida.

¿Qué tan delirante suena eso? Totalmente, mientras, por ejemplo, Trump insista en que Qatar está »absolutamente intentando ayudar» a encontrar una solución para Gaza, incluso cuando su cadena de televisión Al Jazeera glorifica a Hamás en todo el mundo árabe.

Mientras el mundo árabe, por su parte, en gran medida es cómplice o guarda silencio, demasiado aterrorizado por sus masas con el cerebro lavado como para levantarse públicamente contra la corrosión mortal del extremismo islámico.

No fue Yarden Bibas, atormentado y desconsolado mientras velaba a su querida esposa e hijos, quien no los protegió. Y como dijo su hermana Ofri hace unos días, no es venganza lo que se necesita ahora. Lo que se necesita es sabiduría y voluntad estratégica para restablecer nuestra capacidad duradera de vivir con seguridad en nuestra tierra y permitir realmente la erradicación, en todo el mundo, de la mentalidad islamista de culto a la muerte.

Los dirigentes de Israel se lo deben a Yarden Bibas. Los dirigentes del mundo libre se lo deben a todos los que santifican la vida.

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Análisis: Mientras Israel lucha contra Irán, ¿dónde están los aliados terroristas de Teherán en su momento de necesidad?

Teherán desarrolló una red terrorista regional para aislarse de la guerra, pero ahora que está bajo ataque, Hezbollah y otros se sienten demasiado débiles o demasiado intimidados para unirse a la batalla.

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Foto: Una bandera iraní yace en el suelo a la entrada de la embajada iraní, que fue dañada por combatientes de la oposición en Damasco, Siria, el 8 de diciembre de 2024. (AP/Hussein Malla)

Por Nurit Yohanan

Cuando Israel anunció la Operación «León Ascendente» en la madrugada del viernes, marcó la primera vez en más de 50 años que el país declaraba la guerra contra un Estado soberano, en lugar de contra una organización terrorista que opera desde territorio extranjero, Cisjordania o Gaza. Un número considerable de estas organizaciones a las que Israel se ha enfrentado a lo largo de los años fueron y son apoyadas, financiadas o incluso controladas directamente por Irán, el país que ahora se encuentra en la mira de Israel.

Desde la Revolución iraní, el régimen de Teherán ha invertido importantes esfuerzos en difundir su ideología entre las poblaciones chiítas de Medio Oriente, a la vez que ha construido una red de organizaciones terroristas en toda la región, incluyendo grupos suníes.

La Fuerza Quds, una unidad especial del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán, se ha centrado en las últimas décadas en apoyar a estas organizaciones mediante ayuda financiera, el suministro de armas y municiones, e incluso entrenamiento, a veces realizado en territorio iraní.

Para Irán, la red terrorista era tanto una proyección de poder como un escudo: los grupos hostigaban continuamente a los dos mayores enemigos de la República Islámica, Estados Unidos e Israel, mientras que este se mantenía aislado de las represalias. Y la existencia de una liga de ejércitos de apoyo, listos para defenderse en caso de guerra, ayudó a disuadir cualquier idea occidental de invasión o cambio de régimen.

Después del 7 de octubre de 2023, cuando Hamás lanzó un ataque devastador contra Israel, desencadenando la guerra en Gaza, la amplitud del arsenal iraní quedó en evidencia, con grupos respaldados por Teherán, desde el Líbano hasta Yemen, atacando a Israel en lo que el entonces ministro de defensa israelí, Yoav Gallant, denominó una guerra de siete frentes.

Pero ahora que el poder de fuego de Israel se dirige contra el propio Irán, esos aliados desaparecen repentinamente. Algunos, como Hezbollah, se han visto gravemente debilitados por Israel debido a los intentos de respaldar a Hamás. Otros parecen haber sido convencidos por sus países anfitriones para mantenerse al margen de la lucha.

Irán se encuentra ahora en una posición sumamente inusual e incluso peligrosa, obligado a depender principalmente de su propio poder militar en territorio iraní. Hasta ahora, esto ha consistido principalmente en sucesivas rondas de misiles balísticos disparados por la fuerza aérea del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica, que han causado gran destrucción, pero han hecho poco por debilitar la potencia de fuego de Israel.

Mientras tanto, Irán ha visto cómo su territorio se ha convertido en un campo de batalla al intentar hacer frente a los ataques israelíes desde Teherán hasta Tabriz, lo que representa una vulnerabilidad estratégica para un país que prefiere dejar que sus aliados hagan el trabajo sucio en territorio extranjero.

Hezbollah, en la cuerda floja

El apoyo de Irán a grupos terroristas en el extranjero se estima en miles de millones de dólares anuales provenientes de las arcas estatales. Esta ayuda ha continuado en los últimos años a pesar de la grave situación económica de Irán, que incluye una devaluación sostenida de la moneda y escasez de energía.

Una buena parte de ese dinero ha ido a parar al grupo terrorista libanés Hezbollah, el principal cliente de Irán.

Sin embargo, tras sufrir grandes pérdidas y una creciente oposición en el Líbano, ahora se encuentra gravemente debilitado y reacio a enfrentarse a Israel.

Hezbollah, fundado en 1983 con el respaldo de Irán, ha sido durante las últimas dos décadas la principal herramienta militar de Irán contra Israel, armado con misiles de largo alcance e incluso armas guiadas de precisión.

Sin embargo, desde que Israel comenzó a atacar dentro de Irán el viernes, lo único que ha lanzado Hezbollah han sido palabras. Esta moderación es aparentemente una consecuencia directa de su guerra con Israel, durante la cual el grupo lanzó ataques casi diarios contra Israel desde octubre de 2023 hasta que acordó un alto el fuego en noviembre de 2024.

En los últimos seis meses de la guerra, y en particular a partir de septiembre, el grupo sufrió importantes reveses militares. Casi todo su alto mando fue eliminado por Israel, incluyendo al líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah.

Justo antes, los ataques israelíes con buscapersonas y walkie-talkies explosivos causaron daños físicos y psicológicos generalizados entre las fuerzas terrestres del grupo. Unas 4.000 personas resultaron heridas en la operación encubierta, según informes libaneses, la gran mayoría de ellas miembros de Hezbollah.

El otrora formidable arsenal de misiles del grupo parece haberse agotado o destruido en gran medida, y Siria ya no es una ruta conveniente para el contrabando.

En octubre de 2024, las Fuerzas de Defensa de Israel estimaron que Hezbollah conservaba menos del 30 por ciento de su potencia de fuego anterior a la guerra.

Incluso después de la firma del alto el fuego, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) han continuado sus operaciones regularmente en el Líbano, atacando a operativos de Hezbollah, principalmente en el sur del país. Israel ha atacado edificios en el distrito de Dahiyeh, en Beirut, en dos ocasiones, donde se encuentran plantas de fabricación y almacenamiento de drones, según las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI).

Como resultado, Hezbollah se encuentra significativamente debilitado y su capacidad para representar una amenaza para Israel es mucho menor. La organización también se enfrenta a una creciente presión política interna, mientras el país aún se recupera de los fuertes ataques israelíes dirigidos a poner fin a los ataques de Hezbollah.

En los últimos seis meses, dos de los tres principales puestos de liderazgo del Líbano han sido ocupados por figuras consideradas «anti-Hezbollah», entre ellas el primer ministro Nawaf Salam y el presidente Joseph Aoun. Ambos han declarado su intención de desarmar a Hezbollah y afirman que la decisión de ir a la guerra debe recaer en el Estado.

En un discurso reciente con motivo de los primeros 100 días de su gobierno, Salam señaló que el Ejército libanés había desmantelado más de 500 depósitos de armas en el sur del país. Si bien no especificó a quién pertenecían, se cree que eran de Hezbollah

El viernes, horas después del inicio de la operación israelí, Hezbollah emitió un extenso comunicado condenando enérgicamente los ataques israelíes contra Irán, afirmando que Israel “solo entiende el lenguaje de la muerte, el fuego y la destrucción”.

El comunicado no mencionó si respondería ni cuándo, pero un funcionario de Hezbollah declaró a Reuters ese mismo día que el grupo no tomaría represalias por los ataques en Irán.

Las milicias iraquíes ceden ante la presión

Desde la invasión estadounidense de Irak en 2003, Irán ha reforzado las milicias proiraníes y chiítas en el país para profundizar su influencia. Estos grupos atacaron principalmente a Estados Unidos, pero también apuntaron sus armas contra Israel después del 7 de octubre.

La creciente presión interna y externa ha paralizado estas operaciones.

Desde 2014, las milicias en Irak han operado bajo una organización paraguas conocida como las Fuerzas de Movilización Popular, disparando misiles contra las tropas estadounidenses estacionadas en la región y combatiendo al grupo terrorista Estado Islámico cuando esta organización yihadista tomó el control de partes de Irak.

Sin embargo, desde el 7 de octubre, las milicias también han participado en la guerra regional en múltiples frentes contra Israel, aparentemente con el respaldo de Irán. A lo largo de 2023 y 2024, lanzaron drones hacia Israel, principalmente contra los Altos del Golán y, en una ocasión, contra Eilat, al tiempo que atacaban bases estadounidenses en Irak. En octubre de 2024, dos soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel murieron en un ataque con drones lanzado por milicias proiraníes en el norte de los Altos del Golán.

Sin embargo, incluso antes del segundo alto el fuego entre Israel y Hamás en diciembre de 2024, las milicias proiraníes de Irak acordaron detener los ataques contra Estados Unidos e Israel.

Fuente: Times of Israel

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Israel-Irán: Democracia bajo fuego, dictadura al desnudo

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Por Ariel B. Goldgewicht

¿Qué sucede cuando una democracia liberal enfrenta a una dictadura fundamentalista?

No estamos ante una guerra convencional, sino ante un choque de civilizaciones: entre quienes santifican la vida y quienes anhelan la muerte. La guerra entre Israel y el régimen iraní ‘ denominada ´León Ascendente´, no empezó esta semana, pero ahora ha alcanzado un nivel nuevo, un punto de no retorno.

Desde la Revolución Islámica de 1979, Irán ha declarado abiertamente su hostilidad hacia Israel. Durante décadas, ha dirigido esta guerra por medio de terceros (Proxy) el eje chiita: Hezbollah en Líbano, Hamás en Gaza, los hutíes en Yemen, milicias en Siria e Irak, entre otros. Irán ha sido el gran arquitecto del terrorismo moderno en el Medio Oriente, financiado con las inconmensurables riquezas de su petróleo. Su régimen de dictadura absoluta, liderado por los ayatolás, ha sido cómplice de atentados desde Buenos Aires hasta Beirut, dejando una estela de sangre y caos.

Hoy, sin embargo, algo ha cambiado. Por primera vez en la historia, Israel ha atacado directamente a Teherán. ¿Por qué ahora?

La respuesta está en una conjunción de factores. La caída de Hamás y la Yihad Islámica en Gaza, el debilitamiento de Hezbollah en el norte, la caída del régimen de Assad en Siria, el retroceso de los hutíes en Yemen: todos son frentes que el régimen iraní consideraba parte de su estrategia regional de expansión y dominación. Y todos han sido golpeados con fuerza por Israel en los últimos meses.

A esto se suma la presión internacional, el estancamiento ruso en Ucrania —que limita el apoyo logístico de Moscú a Teherán—, y el regreso de una política exterior estadounidense menos indulgente con Irán. La reciente advertencia del Presidente Trump, que impuso un plazo de 60 días para frenar el programa nuclear iraní, coincidió con el momento en que Israel decidió actuar: al día 61, los ataques comenzaron.

Israel no está reaccionando por impulsos ni venganza. Está respondiendo a una amenaza existencial. Porque si el 7 de octubre vimos de lo que es capaz un grupo terrorista armado con cohetes y fusiles, imaginemos lo que podría ocurrir si Irán —un régimen que ejecuta homosexuales, encarcela mujeres por no cubrirse la cabeza, y asesina opositores sin juicio— accediera a armas nucleares. Esa es la línea roja.

En estas horas, Israel vive bajo amenaza constante. El espacio aéreo cerrado, el sistema educativo paralizado, cientos de miles de ciudadanos atrapados fuera del país o confinados en refugios. El Domo de Hierro protege, pero no es infalible. Con un 95% de efectividad, basta una pequeña brecha para que un misil balístico impacte y cause destrucción. Ya lo hemos visto: muertos, heridos y un país en vilo. Pero, imagínese ¿y si esos misiles llevarán cabezas nucleares?

A pesar de todo, Israel no responde con barbarie. Tiene superioridad militar absoluta sobre los cielos de Irán, pero no ataca civiles. Ataca centrifugadoras nucleares, bases militares, centros de comando. Mientras el régimen iraní lanza misiles sobre poblaciones israelíes, Israel busca evitar víctimas inocentes. Porque los ciudadanos iraníes no son enemigos: son rehenes de una teocracia que lleva décadas reprimiéndolos. En esta guerra buscamos aniquilar el proyecto nuclear, pero los ciudadanos civiles inocentes de irán tiene otras esperanzas de este conflicto. Ellos esperan libertad.

En Irán, hoy se cuentan chistes oscuros: “Nadie sabe dónde está el ayatolá!!, excepto Israel”. Y no es sólo humor negro: es símbolo de un régimen que tiembla. La resistencia israelí no busca cambiar el régimen, ni interferir en la autodeterminación de los pueblos. Su único objetivo es impedir que un régimen fundamentalista con aspiraciones mesiánicas tenga capacidad nuclear.

Durante más de dos décadas, Irán ha invertido en cuatro pilares esenciales:

1. Desarrollo nuclear

2. Expansión militar y terrorista del eje chiita

3. Represión social interna —especialmente contra mujeres—

4. Hostilidad contra Israel

Muy poco en salud pública, ni educación, ni infraestructura. Un Estado que produce petróleo como si fuera agua, pero cuyas ciudades sufren apagones diarios, escasez de agua potable y servicios básicos. Toda su riqueza, volcada a la represión y la destrucción con el objetivo principal de consolidar su poder a la fuerza.

Lo que vemos hoy es el colapso de esa estrategia. Un castillo de naipes que se derrumba desde dentro. Como el viejo proverbio del efecto mariposa, la ola de terror del 7 de octubre encendió una cadena de reacciones que ha llevado a la desestabilización de todos los brazos armados de Irán en la región. Aún falta mucho para el final, y el sufrimiento no ha terminado, pero cuando caiga el telón, el mundo podría ser un lugar más seguro. Especialmente para los pueblos que hoy viven oprimidos por dictaduras fundamentalistas.

En pleno siglo XXI, no hay lugar para los extremismos. La historia ha demostrado —y está claro— que cuando las democracias se unen, pueden frenar incluso a las peores amenazas. Que no haya que esperar otro 7 de octubre para despertar. El momento de elegir entre luz y oscuridad, entre libertad y opresión, es ahora.

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