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Opinión

Por Mattanya Cohen*. Incitar, atacar, repetir: violencia premeditada en Jerusalem y más allá

*Mattanya Cohen es un diplomático israelí. Fue embajador de Israel en Guatemala, Honduras, El Salvador y Belice.​

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Vista aérea del sur del Monte del Templo en la Ciudad Vieja de Jerusalén. Se considera el principal lugar sagrado del judaísmo, ya que es el lugar donde se encontraban el primer y el segundo templo. Se encuentra también la Mezquita de Al-Aqsa, considerada el tercer lugar más sagrado del islam, después de La Meca y Medina. Foto: Andrew Shiva – Wikipedia – Andrew Shiva / Wikipedia CC BY-SA 4.0

Agencia AJN.- Las teorías conspirativas funcionan. No solamente como señuelo, sino como instrumento político. Y cuando las mentiras generan violencia y recompensan a sus propagadores, los fanáticos, como la organización terrorista Hamás, las instalan una y otra vez.

Si alguien todavía se pregunta acerca de cuáles son las consecuencias de la utilización de mentiras para incitar al terrorismo, sólo debe contemplar los horrendos ataques del último viernes. Dos israelíes nacidas en Londres, Rina de 15 años y su hermana mayor Maia, de 20 años, fueron asesinadas, y su madre Lucy, resultó gravemente herida, cuando terroristas palestinos rociaron con balas el auto familiar. Esa misma noche, un atentado con embestida en el paseo marítimo de Tel Aviv, mató a Alessandro Parini, un abogado romano de 35 años, e hirió a siete peatones, todos ellos, turistas de Italia y el Reino Unido.

Está claro que la incitación por parte de Hamás y otras fuentes palestinas, puede tener consecuencias que van mucho más allá de la trágica pérdida de estas vidas inocentes. En ningún lugar, este fenómeno es más evidente que en Jerusalén, específicamente en relación con el Monte del Templo. Este sitio sagrado, donde se erigieran el primer y segundo Gran Templo, y a posteriori, se construyeron el Domo de la Roca y la Mezquita de Al Aqsa, tiene una larga historia, como punto álgido de enfrentamientos, que pueden derivar en conflictos más amplios.

Durante más de un siglo, han sido utilizadas acusaciones infundadas alusivas al Monte del Templo, como pretexto para desencadenar la violencia antijudía, comenzando por el Muftí de Jerusalén. En la década del ’20, la mentira de  Haj Amin al-Husseini, acerca de que la mezquita de Al-Aqsa estaba en peligro, desencadenó una serie de disturbios árabes que derivaron en cientos de muertos, y perversamente, fueron impuestas restricciones a la inmigración judía por parte de las autoridades británicas, en un intento de apaciguar a las turbas.

Desde entonces, los dirigentes palestinos y las figuras religiosas han fabricado amenazas contra la mezquita-considerada por los musulmanes como su tercer lugar más sagrado- a fin de incitar al terrorismo, inspirar levantamientos, desencadenar hostilidades armadas y lograr objetivos políticos.

Este modelo de conducta, ha vuelto a asomar su fea cabeza. El martes pasado, la noche previa al inicio de la festividad judía de Pésaj, activistas de Hamás y sus adeptos, se atrincheraron dentro de la mezquita de Al-Aqsa. Armados con fuegos artificiales y elementos  contundentes como piedras pesadas, obligaron a la policía a reaccionar, con el fin de evitar ataques contra los fieles judíos en el Muro Occidental y permitir que los pacíficos fieles musulmanes eleven sus plegarias en la mezquita.

Con la excusa de que Al-Aqsa estaba en peligro -cuando en realidad, el único peligro era el creado por los radicales islamistas que disparaban masivas cantidades de fuegos artificiales dentro de la propia mezquita- Hamás amplió luego su ofensiva a otros frentes. Fueron lanzados 34 cohetes desde el Líbano, con la anuencia de Hezbollah, respaldada por Irán, contra comunidades israelíes de la Galilea Occidental. Luego, tras la respuesta mesurada de Israel contra las instalaciones militares de Hamás, fueron lanzados misiles desde Gaza contra civiles israelíes que residen cerca de la frontera sur y aumentó la frecuencia de los atentados terroristas fatales.

Las invocaciones de una amenaza judía ficticia contra Al-Aqsa, son un pequeño, aunque sumamente poderoso componente de la más amplia campaña de incitación que se libra contra Israel. Durante décadas, la incitación ha sido utilizada para motivar a los palestinos a asesinar israelíes y perpetuar el conflicto.

En los últimos años, se ha observado otro componente de la incitación relacionada con Al-Aqsa que tiene el propósito de poner fin a las visitas de los judíos, a su sitio más sagrado, el Monte del Templo. Los visitantes judíos, son descritos, inevitablemente, como “asaltantes” y “profanadores” del Monte, y se adoctrina a los jóvenes palestinos para que crean que es su deber religioso defender Al-Aqsa, contra las agresiones israelíes inventadas.

De hecho, las visitas de los judíos, se llevan a cabo de una manera respetuosa y acorde a las limitaciones impuestas a todos los no musulmanes; sólo pueden visitar el Monte del Templo en horarios fijos, no ingresan a la mezquita de Al-Aqsa, y los judíos no tienen permitido rezar públicamente en su sitio más sagrado. Por lo general, las visitas de los grupos judíos consisten en una caminata pacífica a través de los inmensos espacios abiertos de esta explanada de 36 acres, mientras son protegidos por la policía, del acoso de los extremistas islámicos. Por el contrario, las restricciones impuestas a los fieles musulmanes, se limitan a las necesarias, a fin de garantizar la seguridad pública.

Las estadísticas que comparan ambas poblaciones, son inequívocas. El año pasado, aproximadamente 1.250.000 musulmanes ingresaron al Monte del Templo para practicar su culto durante el mes de observancia del Ramadán. Además, el número de  asistentes ha aumentado considerablemente, este año. En contraste, el número de visitantes judíos durante todo el 2022, fue inferior al de los fieles musulmanes durante un solo viernes del Ramadán.

Las restricciones impuestas a los visitantes judíos y a otros no musulmanes, derivan de una decisión adoptada por Israel, tras la reunificación de Jerusalén, en 1967, para mantener el Statu Quo en el Monte del Templo y permitir que el Waqf continúe administrando el sitio sagrado.

El respeto de Israel por las creencias musulmanas es coherente con el compromiso del Estado judío de salvaguardar los sitios sagrados de todas las religiones y mantener la libertad de culto. Estos compromisos están consagrados, entre otras cosas, en la Declaración de la Independencia de Israel, que declara que Israel “garantizará la completa igualdad de derechos sociales y políticos a todos sus habitantes, independientemente de su religión… garantizará la libertad de culto… (y) salvaguardará los sitios sagrados de todas las religiones…”.

Mucho se ha hablado en los medios de comunicación sobre la coincidencia del Ramadán con la festividad de Pésaj, que se celebra durante siete días.  No obstante, resulta evidente que la violencia en el Monte del Templo, no fue consecuencia de una coincidencia cronológica.

Además, contrariamente a la narrativa sostenida por Hamás y por los activistas anti israelíes, los disturbios no son, en absoluto, una reacción espontánea a una supuesta afrenta a la sensibilidad musulmana. Por el contrario, siguen el modelo de brotes anteriores, en los cuales Hamás maneja deliberadamente provocaciones violentas que se programan para aprovechar el sensible periodo del Ramadán.

Como es habitual, estos actos provocativos son principalmente impulsados por la agenda política de Hamás, ya sea relacionada con rivalidades internas palestinas, asuntos entre árabes, su percepción de que Israel es vulnerable, o situaciones en el ámbito internacional.

Un análisis imparcial e informado de los incidentes actuales y pasados, establecería sin duda, que los disturbios y otros hechos de violencia instigados por Hamás, son parte inherente de una estrategia cuidadosamente calculada. Dicha estrategia ha demostrado ser exitosa desde la época del Muftí, beneficiando a los extremistas tanto internamente en la esfera palestina como internacionalmente, en los medios de comunicación y círculos políticos.

Lo único que  Israel desea es, que la calma sea mantenida en beneficio de todos aquellos que desean vivir y rezar en paz. Sin embargo, mientras se condene injustamente a Israel y se recompense a los terroristas, estamos condenados a ver cómo la violencia recrudece ahora y se repite en el futuro, siempre que sea conveniente a los malvados planes de Hamás.

 

Fuente: Aurora.

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The New York Times | Israel planeó un ataque mayor contra Irán, pero lo redujo para evitar la guerra

El ataque contra Irán del viernes pasado iba a tener un alcance mucho mayor, pero tras la intensa presión de los aliados, los dirigentes israelíes acordaron reducirlo.

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Tras el ataque iraní a Israel, una valla publicitaria en Teherán celebra el ataque. Créditos: Arash Khamooshi para The New York Times

Agencia AJN.- (Por Ronen Bergman y Patrick Kingsley, con la contribución de Eric Schmitt y Farnaz Fassihi – The New York Times -NYT-) Israel abandonó los planes de un contraataque mucho más amplio contra Irán tras la presión diplomática de Estados Unidos y otros aliados extranjeros, y también porque se había frustrado la posibilidad de un ataque iraní contra suelo israelí, según tres altos funcionarios del Estado judío.

Los dirigentes israelíes debatieron en un principio bombardear varios objetivos militares en todo Irán la semana pasada, incluidos los alrededores de Teherán, en represalia por el ataque de la República Islámica del 13 de abril, señalaron los funcionarios, que hablaron con el NYT bajo condición de anonimato para describir las delicadas discusiones.

Un ataque tan amplio y dañino habría sido mucho más difícil de pasar por alto para Irán, aumentando las posibilidades de un contundente contraataque iraní que podría haber llevado a Medio Oriente al borde de un conflicto regional de gran envergadura.

Al final -después de que el presidente Biden, junto con los ministros de Asuntos Exteriores británico y alemán, instaran al primer ministro Netanyahu a evitar una guerra más amplia- Jerusalem optó por un ataque más limitado el viernes que evitó daños significativos, disminuyendo la probabilidad de una escalada, al menos por ahora.

A pesar de esto, en opinión de los funcionarios israelíes, el ataque mostró a Irán la amplitud y sofisticación del arsenal militar israelí.

En lugar de enviar aviones de combate al espacio aéreo iraní, Israel disparó el viernes un pequeño número de misiles desde aviones situados a varios cientos de kilómetros al oeste, según los funcionarios israelíes y dos altos funcionarios occidentales informados del ataque. Israel también envió pequeños drones de ataque, conocidos como cuadricópteros, para confundir a las defensas aéreas iraníes, explicaron los funcionarios israelíes.

Las instalaciones militares iraníes fueron atacadas varias veces por este tipo de aviones no tripulados en los últimos años, y en varias ocasiones Teherán admitió que no sabía a quién pertenecían los aviones no tripulados, una afirmación interpretada como reticencia iraní a responder.

Un misil alcanzó el viernes una batería antiaérea en una zona de importancia estratégica del centro de Irán, mientras que otro cohete explotó en el aire, agregaron los funcionarios.

Además, un funcionario israelí destacó que la Fuerza Aérea israelí (IAF) destruyó intencionadamente el segundo misil una vez que quedó claro que el primero había alcanzado su objetivo, para evitar causar demasiados daños. Un funcionario occidental, por su parte, aclaró que era posible que el misil simplemente hubiera funcionado mal.

Los funcionarios argumentaron que la intención de Israel era permitir a Irán seguir adelante sin responder de la misma manera, mientras que la señal de que el Estado judío había desarrollado la capacidad de atacar a la República Islámica sin entrar en su espacio aéreo o incluso activar sus baterías de defensa antiaérea.

Jerusalem también esperaba demostrar que podía alcanzar esas baterías en una parte del centro de Irán que alberga varias instalaciones nucleares importantes, incluido un centro de enriquecimiento de uranio en Natanz, insinuando que también podría haber llegado a esas instalaciones si lo hubiera intentado.

Las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) se negaron a realizar comentarios al ser consultadas por el NYT.

El camino hacia este ataque comenzó el 1º de abril, cuando Israel atacó un complejo de la embajada iraní en Damasco, Siria, matando a siete funcionarios iraníes, entre ellos tres altos mandos militares. Irán no había tomado represalias después de varios ataques similares en el pasado, lo que llevó a los funcionarios israelíes, dicen, a creer que podrían seguir realizando este tipo de ataques sin provocar una respuesta iraní significativa.

Sin embargo, esta vez fue diferente: una semana después, Teherán informó en privado a sus vecinos y diplomáticos extranjeros que su paciencia había llegado a un límite y que respondería con un ataque de gran envergadura contra Israel, el primero directo contra suelo israelí.

Durante la semana del 8 de abril, Israel comenzó a preparar dos importantes respuestas militares, según los funcionarios israelíes.

La primera era una operación defensiva para bloquear el esperado ataque iraní, coordinada con el Mando Central de Estados Unidos -su máximo comandante, el general Michael E. Kurilla, visitó Israel esa semana-, así como con los ejércitos británico, francés y jordano.

La segunda era una gran operación ofensiva que se llevaría a cabo si se materializaba el ataque iraní. Inicialmente, la inteligencia israelí creía que Irán planeaba atacar con un «enjambre» de grandes aviones no tripulados y hasta 10 misiles balísticos, dijeron los funcionarios israelíes. A medida que avanzaba la semana, esa estimación aumentó a 60 misiles, lo que acrecentó el deseo israelí de un fuerte contraataque.

Los líderes militares y políticos israelíes comenzaron a discutir un contraataque que podría comenzar tan pronto como Irán disparara los aviones no tripulados, incluso antes de que se supiera cuánto daño, si lo hubiera, habían causado.

Un funcionario israelí aseguró que el jefe del estado mayor de las IDF, teniente general Herzi Halevi, y el jefe de la IAF, Tomer Bar, presentaron el plan al gabinete de guerra a primera hora del viernes 12 de abril, dos días antes del ataque de Irán.

Pero las intenciones de Israel cambiaron después del ataque de Irán, añadieron los funcionarios. El ataque fue incluso mayor de lo esperado: Con más de 100 misiles balísticos, 170 aviones no tripulados y unos 30 misiles de crucero, en una de las mayores andanadas de este tipo en la historia militar.

Gracias a la defensa israelí, coordinada con pilotos de Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y Jordania, se derribaron la mayoría de los misiles y drones, y los daños sobre el terreno fueron limitados, lo que redujo la necesidad de una respuesta rápida. Incluso hubo dudas acerca de si Israel debía arriesgarse a dejar de centrarse en la defensa mientras el ataque seguía en curso, dijeron dos funcionarios.

El punto de inflexión, sin embargo, fue una llamada telefónica a primera hora de la mañana entre el primer ministro Netanyahu y el presidente Biden, durante la cual el mandatario estadounidense señaló al premier israelí que tome el éxito de la defensa como una victoria que no requería más respuesta, según tres funcionarios israelíes y occidentales, que describieron esas conversaciones bajo condición de anonimato.

Las fuentes israelíes afirmaron al NYT que Netanyahu finalizó la llamada oponiéndose a una represalia inmediata.

Al día siguiente, el gobierno israelí empezó a enviar señales a sus aliados extranjeros de que seguía planeando responder, pero de una forma contenida que distaba mucho de lo que había planeado anteriormente, según uno de los altos funcionarios occidentales.

En lugar de un amplio contraataque que podría dejar a los líderes iraníes creyendo que no tenían más remedio que responder de la misma manera, los funcionarios israelíes remarcaron que se estableció un plan que buscaba evitar la humillación pública  a sus homólogos iraníes.

Inicialmente planearon el ataque para la noche del lunes, explicaron los funcionarios israelíes, cambiando de opinión a último momento por miedo a que Hezbollah -el grupo terrorista libanés respaldado por Irán que viene intercambiando misiles con Israel desde el 7 de octubre en apoyo a Hamás- aumente significativamente la intensidad de sus ataques contra el norte del Estado judío.

Según un funcionario israelí y otro occidental, los funcionarios de Asuntos Exteriores occidentales siguieron buscando convencer sin éxito a Israel a que no respondiera de ninguna manera, y cedieron y aceptaron un ataque israelí que dejara a Irán la opción de seguir adelante sin responder.

Después de que Israel finalmente llevara a cabo su ataque a primera hora de la mañana del viernes, los funcionarios iraníes hicieron exactamente eso: centrarse en los pequeños aviones no tripulados en lugar de en los misiles y desestimar su impacto.

Los funcionarios de Teherán también evitaron en gran medida culpar a Israel por el ataque. Esto, unido a la decisión de Israel de no reivindicar la autoría del ataque, contribuyó a reducir el riesgo de una escalada.

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Los temores de guerra en Europa. Por Shlomo Ben-Ami*

Si bien Rusia no es tan fuerte como lo fue alguna vez, Europa tiene buenos motivos para estar preocupada.

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Muchas veces se cita la frase de Mark Twain de que “la historia nunca se repite, pero muchas veces rima”. Podría haber agregado que cuando, en efecto, la historia rima, los resultados suelen ser desastrosos.

De la misma manera que las ambiciones territoriales de las potencias del Eje -Alemania, Italia y Japón- prepararon el terreno para la Segunda Guerra Mundial, el actual bloque autoritario conformado por China, Rusia, Irán y Corea del Norte busca desmantelar el orden internacional liberal.

Ahora, como entonces, varios conflictos en todo el mundo podrían escalar hasta desencadenar una guerra mundial si las alianzas militares se activan automáticamente en respuesta a acciones hostiles por parte de los adversarios.

Consideremos, por ejemplo, la posibilidad muy real de que el expresidente norteamericano Donald Trump regrese a la Casa Blanca en 2025. Dado su menosprecio manifiesto por la seguridad de Europa, se entiende por qué los países europeos, que han dependido de Estados Unidos para su seguridad desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, deben estar preocupados.

Pero no se trata solamente de Trump. Dada la creciente influencia de China y el subsiguiente reequilibrio de las prioridades estratégicas de Estados Unidos, inclusive un segundo mandato de Joe Biden podría derivar en un compromiso norteamericano reducido con la OTAN a favor de AUKUS, la alianza militar que creó con Australia y Gran Bretaña para enfrentar la amenaza de China en la región del Indo-Pacífico. El interés menguante de Estados Unidos en Ucrania subraya este giro, que deja a Europa frente a la necesidad de llenar el vacío de seguridad resultante.

En consecuencia, los temores de una guerra inminente se han apoderado de las capitales europeas. Si bien Rusia representa una amenaza distante para países como España e Italia, la mayoría de los estados miembro de la UE temen que el presidente ruso, Vladimir Putin, se encuentre a sus puertas, lo que pone de manifiesto la falta de una autonomía estratégica de Europa. Las fuerzas militares europeas, principalmente desplegadas en misiones humanitarias o de paz, han recibido el mote de “ejércitos bonsái” -versiones en miniatura de ejércitos reales, con una experiencia de combate limitada.

Asimismo, dado que la industria de defensa de Europa está rezagada con respecto a la de Rusia, y más aún respecto de la de Estados Unidos, construir capacidades militares en Europa probablemente lleve años. Solo para tener una idea, toda la existencia de municiones de las fuerzas armadas (Bundeswehr) alemanas alcanzarían apenas para dos días de combate contra un adversario como Rusia.

Si bien Rusia no es tan fuerte como lo fue alguna vez, Europa tiene buenos motivos para estar preocupada. La determinación de Putin de revertir el resultado de la Guerra Fría ha escalado hasta convertirse en una obsesión casi religiosa por restablecer el poder imperial ruso. Su guerra de agresión en Georgia en 2008, la anexión de Crimea en 2014 y la invasión a plena escala de Ucrania en 2022 ilustran su ambición implacable. Bajo el mando de Putin, barcos y aviones espías de Rusia regularmente vigilan las fronteras de países como Suecia, Finlandia, los estados bálticos y hasta el Reino Unido.

La agresión de Putin ha obligado a Europa a abandonar su mentalidad post-histórica y pensar en serio en reamarse. La degradación organizacional y material que ha sufrido el ejército ruso durante dos años de combates intensos en Ucrania, junto con el riesgo de que una movilización a plena escala a favor de una guerra con la OTAN pudiera desestabilizar a su régimen, probablemente disuadan a Putin de embarcarse en campañas militares adicionales en el futuro previsible.

Si los logros de Rusia en Ucrania se limitan a sus actuales líneas defensivas sin una victoria decisiva -un resultado ligado al respaldo occidental a Ucrania-, el apetito de Putin de mayores aventuras en el Báltico se reduciría marcadamente. De todos modos, esto no le impediría intentar desestabilizar a Moldavia, Georgia, el Cáucaso meridional, los Balcanes Occidentales y hasta Francia y el Reino Unido, y tampoco limitaría las operaciones de sus fuerzas militares privadas en África.

Pero las amenazas nucleares de Putin reflejan la incapacidad de Rusia de competir con la OTAN en una carrera armamentista convencional del tipo que mutiló a la Unión Soviética en los años 1980. Aunque los países europeos todavía gasten menos en defensa que la meta del 2% del PIB de la OTAN, Rusia no puede igualar el presupuesto de defensa combinado de los estados miembro de la OTAN, aún sin Estados Unidos. Pero si bien impulsar el gasto militar podría impedir que Rusia atacara a los países europeos, los mayores presupuestos de defensa por sí solos no resolverán los problemas estratégicos del continente. Para defenderse, Europa también debe mejorar la integración e interoperabilidad de sus diversas culturas militares y sistemas de armamentos.

Dicho esto, aun si Europa mejorara sus capacidades de disuasión, no sería sensato suponer que los líderes necesariamente toman decisiones racionales. En su libro de 1984 La marcha de la locura, la historiadora Barbara Tuchman observa que los líderes políticos frecuentemente actúan en contra de sus propios intereses.

Las guerras desastrosas de Estados Unidos en Oriente Medio, la campaña fallida de la Unión Soviética en Afganistán y la guerra de odio enceguecido en curso entre Israel y Hamas en Gaza, con su potencial de escalar y convertirse en un conflicto regional mayor, son excelentes ejemplos de este tipo de traspiés. Como observa Tuchman, la marcha de la locura es interminable. Esa es, precisamente, la razón por la cual Europa debe prepararse para una era de vigilancia acentuada.

*Ex ministro israelí de Asuntos Exteriores, vicepresidente del Centro Internacional de Toledo para la Paz y autor del libro «Cicatrices de guerra», heridas de paz: la tragedia árabe-israelí».

Fuente: Clarín

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