Opinión
Por Mattanya Cohen*. Incitar, atacar, repetir: violencia premeditada en Jerusalem y más allá
*Mattanya Cohen es un diplomático israelí. Fue embajador de Israel en Guatemala, Honduras, El Salvador y Belice.


Agencia AJN.- Las teorías conspirativas funcionan. No solamente como señuelo, sino como instrumento político. Y cuando las mentiras generan violencia y recompensan a sus propagadores, los fanáticos, como la organización terrorista Hamás, las instalan una y otra vez.
Si alguien todavía se pregunta acerca de cuáles son las consecuencias de la utilización de mentiras para incitar al terrorismo, sólo debe contemplar los horrendos ataques del último viernes. Dos israelíes nacidas en Londres, Rina de 15 años y su hermana mayor Maia, de 20 años, fueron asesinadas, y su madre Lucy, resultó gravemente herida, cuando terroristas palestinos rociaron con balas el auto familiar. Esa misma noche, un atentado con embestida en el paseo marítimo de Tel Aviv, mató a Alessandro Parini, un abogado romano de 35 años, e hirió a siete peatones, todos ellos, turistas de Italia y el Reino Unido.
Está claro que la incitación por parte de Hamás y otras fuentes palestinas, puede tener consecuencias que van mucho más allá de la trágica pérdida de estas vidas inocentes. En ningún lugar, este fenómeno es más evidente que en Jerusalén, específicamente en relación con el Monte del Templo. Este sitio sagrado, donde se erigieran el primer y segundo Gran Templo, y a posteriori, se construyeron el Domo de la Roca y la Mezquita de Al Aqsa, tiene una larga historia, como punto álgido de enfrentamientos, que pueden derivar en conflictos más amplios.
Durante más de un siglo, han sido utilizadas acusaciones infundadas alusivas al Monte del Templo, como pretexto para desencadenar la violencia antijudía, comenzando por el Muftí de Jerusalén. En la década del ’20, la mentira de Haj Amin al-Husseini, acerca de que la mezquita de Al-Aqsa estaba en peligro, desencadenó una serie de disturbios árabes que derivaron en cientos de muertos, y perversamente, fueron impuestas restricciones a la inmigración judía por parte de las autoridades británicas, en un intento de apaciguar a las turbas.
Desde entonces, los dirigentes palestinos y las figuras religiosas han fabricado amenazas contra la mezquita-considerada por los musulmanes como su tercer lugar más sagrado- a fin de incitar al terrorismo, inspirar levantamientos, desencadenar hostilidades armadas y lograr objetivos políticos.
Este modelo de conducta, ha vuelto a asomar su fea cabeza. El martes pasado, la noche previa al inicio de la festividad judía de Pésaj, activistas de Hamás y sus adeptos, se atrincheraron dentro de la mezquita de Al-Aqsa. Armados con fuegos artificiales y elementos contundentes como piedras pesadas, obligaron a la policía a reaccionar, con el fin de evitar ataques contra los fieles judíos en el Muro Occidental y permitir que los pacíficos fieles musulmanes eleven sus plegarias en la mezquita.
Con la excusa de que Al-Aqsa estaba en peligro -cuando en realidad, el único peligro era el creado por los radicales islamistas que disparaban masivas cantidades de fuegos artificiales dentro de la propia mezquita- Hamás amplió luego su ofensiva a otros frentes. Fueron lanzados 34 cohetes desde el Líbano, con la anuencia de Hezbollah, respaldada por Irán, contra comunidades israelíes de la Galilea Occidental. Luego, tras la respuesta mesurada de Israel contra las instalaciones militares de Hamás, fueron lanzados misiles desde Gaza contra civiles israelíes que residen cerca de la frontera sur y aumentó la frecuencia de los atentados terroristas fatales.
Las invocaciones de una amenaza judía ficticia contra Al-Aqsa, son un pequeño, aunque sumamente poderoso componente de la más amplia campaña de incitación que se libra contra Israel. Durante décadas, la incitación ha sido utilizada para motivar a los palestinos a asesinar israelíes y perpetuar el conflicto.
En los últimos años, se ha observado otro componente de la incitación relacionada con Al-Aqsa que tiene el propósito de poner fin a las visitas de los judíos, a su sitio más sagrado, el Monte del Templo. Los visitantes judíos, son descritos, inevitablemente, como “asaltantes” y “profanadores” del Monte, y se adoctrina a los jóvenes palestinos para que crean que es su deber religioso defender Al-Aqsa, contra las agresiones israelíes inventadas.
De hecho, las visitas de los judíos, se llevan a cabo de una manera respetuosa y acorde a las limitaciones impuestas a todos los no musulmanes; sólo pueden visitar el Monte del Templo en horarios fijos, no ingresan a la mezquita de Al-Aqsa, y los judíos no tienen permitido rezar públicamente en su sitio más sagrado. Por lo general, las visitas de los grupos judíos consisten en una caminata pacífica a través de los inmensos espacios abiertos de esta explanada de 36 acres, mientras son protegidos por la policía, del acoso de los extremistas islámicos. Por el contrario, las restricciones impuestas a los fieles musulmanes, se limitan a las necesarias, a fin de garantizar la seguridad pública.
Las estadísticas que comparan ambas poblaciones, son inequívocas. El año pasado, aproximadamente 1.250.000 musulmanes ingresaron al Monte del Templo para practicar su culto durante el mes de observancia del Ramadán. Además, el número de asistentes ha aumentado considerablemente, este año. En contraste, el número de visitantes judíos durante todo el 2022, fue inferior al de los fieles musulmanes durante un solo viernes del Ramadán.
Las restricciones impuestas a los visitantes judíos y a otros no musulmanes, derivan de una decisión adoptada por Israel, tras la reunificación de Jerusalén, en 1967, para mantener el Statu Quo en el Monte del Templo y permitir que el Waqf continúe administrando el sitio sagrado.
El respeto de Israel por las creencias musulmanas es coherente con el compromiso del Estado judío de salvaguardar los sitios sagrados de todas las religiones y mantener la libertad de culto. Estos compromisos están consagrados, entre otras cosas, en la Declaración de la Independencia de Israel, que declara que Israel “garantizará la completa igualdad de derechos sociales y políticos a todos sus habitantes, independientemente de su religión… garantizará la libertad de culto… (y) salvaguardará los sitios sagrados de todas las religiones…”.
Mucho se ha hablado en los medios de comunicación sobre la coincidencia del Ramadán con la festividad de Pésaj, que se celebra durante siete días. No obstante, resulta evidente que la violencia en el Monte del Templo, no fue consecuencia de una coincidencia cronológica.
Además, contrariamente a la narrativa sostenida por Hamás y por los activistas anti israelíes, los disturbios no son, en absoluto, una reacción espontánea a una supuesta afrenta a la sensibilidad musulmana. Por el contrario, siguen el modelo de brotes anteriores, en los cuales Hamás maneja deliberadamente provocaciones violentas que se programan para aprovechar el sensible periodo del Ramadán.
Como es habitual, estos actos provocativos son principalmente impulsados por la agenda política de Hamás, ya sea relacionada con rivalidades internas palestinas, asuntos entre árabes, su percepción de que Israel es vulnerable, o situaciones en el ámbito internacional.
Un análisis imparcial e informado de los incidentes actuales y pasados, establecería sin duda, que los disturbios y otros hechos de violencia instigados por Hamás, son parte inherente de una estrategia cuidadosamente calculada. Dicha estrategia ha demostrado ser exitosa desde la época del Muftí, beneficiando a los extremistas tanto internamente en la esfera palestina como internacionalmente, en los medios de comunicación y círculos políticos.
Lo único que Israel desea es, que la calma sea mantenida en beneficio de todos aquellos que desean vivir y rezar en paz. Sin embargo, mientras se condene injustamente a Israel y se recompense a los terroristas, estamos condenados a ver cómo la violencia recrudece ahora y se repite en el futuro, siempre que sea conveniente a los malvados planes de Hamás.
Fuente: Aurora.
Opinión
Israel I Opinión. La realidad israelí como consecuencia de las reformas judiciales
Todos los críticos profesionales del presupuesto 2023-2024 señalan que no aborda el problema del costo de la vida, aunque el primer ministro Netanyahu no deja de afirmar en los últimos días que ahora que se aprobó el presupuesto, se afrontará la cuestión.


Artículo publicado en The Jerusalem Post por Susan Hattis Rolef*.
Agencia AJN.- Desde que el presupuesto fue aprobado por la Knesset, el Parlamento israelí, en la madrugada del pasado miércoles, sentí un fuerte desánimo. No es que no esperara que el presupuesto más inapropiado jamás presentado en Israel fuera aprobado por la Knesset, era simplemente el hecho de que en el momento en el que se convirtiera en ley, nuestro gobierno en gran medida disfuncional podría seguir fracasando sin inmutarse al menos hasta finales de 2024.
La razón de mi abatimiento, y el de muchos otros israelíes, puede demostrarse mejor con una serie de escenas a las que todos estuvimos expuestos en los medios de comunicación justo antes, en el transcurso y justo después de que tuvieran lugar los debates sobre el presupuesto, además de todas las crisis reales y falsas dentro de la coalición que se resolvieron a un precio superfluo.
Cuando el presidente de la Comisión de Finanzas de la Knesset, Moshe Gafni, presentó el presupuesto y el proyecto de Ley de Arreglos Económicos a la Knesset, el pasado lunes, decidió justificar las enormes sumas concedidas a los partidos haredí (ultra ortodoxos) de forma incondicional para sus instituciones de enseñanza relatando la historia de una de sus hijas que está en alta tecnología, tras haber estudiado en una escuela femenina que imparte estudios básicos, pero que sólo recibe la mitad del presupuesto que reciben las escuelas equivalentes del sistema escolar nacional.
El problema con la transferencia de dinero a las instituciones haredíes de enseñanza para varones y otras formas de transferencias financieras (por ejemplo, tarjetas de alimentos para los pobres) es que, en el mejor de los casos, convierten a los beneficiarios de extremadamente pobres a muy pobres, sin abordar la cuestión de las razones de esta pobreza electiva.
Dado que los haredim naturalmente se resienten de los esfuerzos externos por obligarles a proporcionar a sus miembros masculinos un programa básico de estudios básicos no religiosos o por animarles a formar parte de la población activa general, quizá lo que Gafni debería abordar es la cuestión de cómo resolver esta anomalía fundamental de la sociedad haredi y su modo de vida elegido. El presupuesto actual no hace más que perpetuar el problema.
Todos los críticos profesionales del presupuesto 2023-2024 señalan que no aborda el problema del costo de la vida, aunque el primer ministro Netanyahu no deja de afirmar en los últimos días que ahora que se aprobó el presupuesto, se afrontará la cuestión. Cuando estudié economía -hace muchos años- me enseñaron que uno de los problemas que los presupuestos intentan abordar es la inflación, es decir, el descontrol del costo de la vida.
Aunque el presupuesto no abordó la cuestión, al parecer el ministro de Economía e Industria de Israel, Nir Barkat, está intentando atajar al menos un aspecto del problema: la cuestión de los monopolios en el sector alimentario, con sus mercados excesivamente centralizados. Además de intentar despedir el lunes pasado, hasta ahora sin éxito, al director general de la Autoridad Israelí de la Competencia, Michal Cohen, por supuesta incompetencia, Barkat se quejó de que lo amenazan por sus esfuerzos.
El presidente del Comité de Finanzas de Israel, Moshe Gafni, se dirige al pleno de la Knesset. (Crédito de la foto: YONATAN SINDEL/FLASH90)
Aún no está claro quién lo amenaza exactamente, como tampoco lo está si Barkat coopera con el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, en este asunto, a pesar de que a los pocos minutos de formarse este Gobierno ambos anunciaron que cooperarían.
La semana pasada, además de aprobar el presupuesto, el ministro Smotrich también hizo dos declaraciones políticas dignas de mención. La primera se refería a los planes para aumentar en medio millón la población judía de Judea y Samaria y la segunda, junto con otros miembros del Gobierno, consistía en cancelar un importante proyecto quinquenal de inversión para los árabes del este de Jerusalem, iniciado en 2018, que recibió un impulso del anterior Gobierno presidido por Naftali Bennett y Yair Lapid.
El gobierno de Estados Unidos y otros gobiernos extranjeros enviaron inmediatamente protestas por la primera cuestión y Netanyahu anunció que no había ningún plan gubernamental para ese aumento de población. Hubo menos revuelo sobre Jerusalem Este. Sin embargo, no cabe duda de que urge aclarar cuál es la política del Gobierno en estas y otras varias cuestiones.
Todo lo que está mal en el Gobierno y lo que representa
Otra escena que dejó una sensación de disgusto, y que representa otro aspecto de lo que está mal con este Gobierno y el presupuesto que presentó, fue la del ministro de Energía e Infraestructuras, Israel Katz, que representó al Gobierno en el pleno en el curso del debate presupuestario, el martes pasado.
El orador en el estrado era el líder del partido árabe Ra’am, Mansour Abbas, que pronunció un discurso de 30 minutos sobre la mentira de los 53.000 millones de shekels (NIS) que supuestamente le había dado el gobierno anterior para que los distribuyera según su elección. En primer lugar, se trataba de 30.000 millones de NIS en cinco años y todo el dinero estaba destinado a fines específicos, diseñados para revertir la discriminación a largo plazo, no como soborno. En el momento en que Abbas subió al podio, Katz se puso los auriculares en los oídos para no poder oír el discurso de Abbas.
Los ciudadanos árabes de Israel constituyen más del 20% de la población total y lo mínimo que Katz -como representante del gobierno en esta ocasión- tenía el deber de hacer era escuchar lo que Abbas tenía para decir. Teniendo en cuenta algunos de los recientes y embarazosos arrebatos verbales de Katz, si se hubiera molestado en escuchar a Abbas, podría haber aprendido un par de cosas que no sabía.
Por cierto, cuando se formó el gobierno, Yehuda Schlesinger, de Israel Hayom, informó de que el primer ministro Netanyahu había decidido continuar con los pagos de lo que quedaba de los 30.000 millones de NIS destinados a la comunidad árabe por el gobierno anterior. Y en una de las partidas aprobadas en el presupuesto del miércoles por la noche se mencionaban 26.500 millones de NIS sobrantes del plan quinquenal de 2021, que finalizará en 2026. ¿No conocía Katz esta partida del presupuesto?
*: La autora trabajó en el Parlamento israelí durante muchos años como investigadora y publicó numerosos artículos tanto periodísticos como académicos sobre temas de actualidad y política israelí. Su libro más reciente, Israel’s Knesset Members – A Comparative Study of an Undefined Job (Los diputados de la Knesset israelí: estudio comparativo de un empleo indefinido), fue publicado por el verano pasado.
Opinión
Israel I Opinión. Tras la aprobación del presupuesto en el Parlamento, la estabilidad resultante dará sus frutos
Con un presupuesto para dos años, el Gobierno israelí puede centrarse ahora en sus principales objetivos: Evitar un Irán nuclear, extender la paz en Medio Oriente e impulsar el crecimiento económico.


Agencia AJN.- La coalición de gobierno israelí no cedió y aprobó un presupuesto respaldado por sus 64 miembros. Quienes temen una nueva ronda de elecciones en el Estado judío pueden respirar tranquilos, ya que no es probable que se celebren elecciones en breve.
Con un presupuesto para dos años, el gobierno liderado por Netanyahu puede centrarse en sus principales objetivos: Evitar un Irán nuclear, extender la paz en Medio Oriente e impulsar el crecimiento económico en medio de la incertidumbre mundial.
También habrá margen para la reforma judicial. Aunque es evidente la necesidad de una reforma sustancial para lograr un mejor equilibrio de poder entre los distintos poderes del Estado, una legislación rápida y de gran alcance para revertir una toma de poder judicial gradual de 30 años resultó problemática.
El compromiso es crucial y aplicar las reformas necesarias llevará tiempo. Pero el impulso reformista no fue en vano y refleja claramente la voluntad del pueblo o, al menos, de una gran mayoría del pueblo. Para que se apruebe, también tendrá que garantizar los derechos individuales y de las minorías.
El presupuesto crea estabilidad y permite alcanzar objetivos nacionales generales
La estabilidad del gobierno allana el camino para el compromiso y las reformas legales, que establecen un sistema justo y equilibrado de controles y contrapesos dentro de la realidad política y la estructura democrática únicas de Israel. Aunque los avances pueden ser más graduales de lo previsto en un principio, quienes esperan estos cambios con ansiedad deberían recordar la sombría realidad de hace tan sólo unos meses.
Fieles a su costumbre, los medios de comunicación israelíes criticaron al gobierno y su presupuesto por ser sectorial y desairar el creciente costo de la vida en Israel. Sin duda, esto será una prueba para el gobierno en los próximos años, pero la mayoría de las críticas no reconocen cómo el presupuesto puede encabezar los objetivos nacionales generales que impulsarán la economía.
Una parte significativa del presupuesto se destina a agilizar el transporte y a proyectos de infraestructuras a gran escala que conectarán comunidades de todo el país y eliminarán disparidades. El término «periferia» puede quedar obsoleto en el pequeño Estado judío con mejores oportunidades de trabajo para más gente.
Además, el sistema ferroviario modernizado podrá conectar a los viajeros y, lo que es más importante, a la carga más allá de las fronteras de Israel, fomentando lazos más estrechos y promoviendo la paz con los países vecinos. Al sortear los cuellos de botella marítimos y la angustia de alta mar, en un futuro no muy lejano se podrán intercambiar eficazmente bienes y servicios por toda la región y más allá.
El primer ministro Netanyahu y miembros de su coalición celebran la aprobación de los presupuestos del Estado ayer (crédito: YONATAN SINDEL/FLASH90)
Tras cinco elecciones nacionales en dos años, la estabilidad es de vital importancia. Tanto los amigos como los enemigos del sexto gobierno del primer ministro Benjamín Netanyahu, dentro y fuera del país, son conscientes de que la estabilidad política está al alcance de la mano, y este gobierno llegó para quedarse.
La paz y la prosperidad son objetivos alcanzables
Las recientes invitaciones cursadas al primer ministro Netanyahu por el embajador de Emiratos Árabes Unidos en Israel, así como los llamamientos bipartidistas a una visita de Estado a Washington del presidente de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, de candidatos presidenciales republicanos y de destacados demócratas no son meras coincidencias.
El gobierno de Netanyahu se enfrentará a continuos desafíos por parte de actores políticos e influyentes grupos de intereses especiales. El retraso en la invitación del presidente Joe Biden al primer ministro para visitar la Casa Blanca es decepcionante. Algunos lo consideran una falta de respeto. Cualquiera que reconozca la importancia de la sólida alianza entre Estados Unidos e Israel reconoce también la importancia de la invitación. Con la estabilidad ya instaurada, hay razones de sobra para creer que la invitación está en camino.
La Casa Blanca, y en particular el Departamento de Estado, deben comprender que los vacíos geopolíticos no existen. Si Estados Unidos deja de liderar, otras potencias intervendrán rápidamente para llenar el vacío. Los recientes acuerdos negociados por China y Rusia entre Arabia Saudita e Irán son el mejor ejemplo de esta regla.
Como única democracia verdadera en Medio Oriente, Israel sigue siendo, como dijo una vez Alexander Haig, «el mayor portaaviones estadounidense del mundo que no se puede hundir». Estados Unidos sigue siendo la primera potencia mundial en un mundo bipolar cada vez más competitivo, en el que China pugna por el dominio. Aunque Estados Unidos debería liderar los esfuerzos de paz en Medio Oriente, las partes interesadas de la región no esperarán necesariamente a Estados Unidos.
Un acuerdo de paz, o incluso un proceso de paz transparente en el que participasen Israel, Arabia Saudita y otras naciones musulmanas, representaría un hito importante en la resolución del conflicto árabe-israelí y aliviaría las tensiones entre musulmanes y judíos. Esto beneficiaría a todas las personas amantes de la paz.
Poco después de que se aprobara el presupuesto, miles de musulmanes israelíes empezaron a reservar vuelos para la peregrinación del Hajj a La Meca (Arabia Saudita) el mes próximo. Esto era sencillamente inimaginable hasta ahora.
El potencial de paz y prosperidad es ilimitado. La estabilidad ayudará a hacer realidad sus frutos.
Artículo publicado por Yaron Schwartz (ex director de la oficina del Instituto Internacional de Lucha contra el Terrorismo en Washington y analista principal de Acumen Risk Ltd., una empresa de gestión de riesgos) en The Jerusalem Post.
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