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The Jerusalem Post | Opinión: El pueblo de Yemen sigue soportando la carga de la militarización de los Hutíes

Los hutíes son un grupo chiita fundamentalista. El expresidente Saleh, a pesar de ser un musulmán sunita, decidió colaborar con ellos en un intento por regresar al poder.

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El portavoz militar de los Hutíes, Yahya Saree, hace una declaración durante una manifestación en solidaridad con los palestinos de Gaza, en Sanaa, Yemen, a principios de este mes. (Crédito de la foto: KHALED ABDULLAH/REUTERS)

Agencia AJN.- (Neville Teller* – The Jerusalem Post) Yemen se encuentra en el epicentro de intereses nacionales e internacionales enfrentados, en lucha por la supremacía. En el corazón del conflicto está Irán, financiando y armando a los hutíes con el fin de establecer una fuerte presencia chiita en la península arábiga y abrir un nuevo frente contra Israel, para sustituir a los debilitados Hezbollah y Hamás. La carga de este sufrimiento recayó sobre el indefenso pueblo yemení, que sigue pagando el costo humano.

La catástrofe actual comenzó con los levantamientos de la tristemente mal llamada «Primavera Árabe» en 2011. En Yemen, esto tomó la forma de protestas masivas contra el largo gobierno dictatorial del presidente Ali Abdullah Saleh, que fue obligado a ceder el poder a su vicepresidente, Abed Rabbo Mansour Hadi. En 2015, Hadi propuso una nueva constitución que planteaba un sistema federal entre el norte y el sur del país, pero los rebeldes hutíes, respaldados por Irán, la rechazaron.

Los hutíes son un grupo chiita fundamentalista. El expresidente Saleh, aunque musulmán sunita, decidió colaborar con ellos para volver al poder. Gracias a Saleh, los hutíes lograron tomar el control de gran parte del ejército yemení, incluida su fuerza aérea. Con apoyo militar de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC) de Irán, conquistaron amplias zonas del país, incluida la capital, Saná.

Arabia Saudita, por su parte, decidida a evitar que Teherán consolidara su presencia en la península arábiga, formó una coalición en apoyo del gobierno de Hadi e intervino en marzo de 2015 para frenar a los hutíes. Desde entonces, la lucha interna por el poder está presente.

Un momento clave llegó en abril de 2020, cuando un grupo llamado Consejo de Transición del Sur (STC, por sus siglas en inglés) declaró que el sur de Yemen se separaba del gobierno nacional y se gobernaría por sí mismo.

Desde entonces, se logró una tregua promovida por la ONU, pero nunca fue renovada. Yemen siguió adelante como pudo, con gran parte de su población viviendo en la pobreza extrema.

Tres grupos principales luchan entre sí: los hutíes, el gobierno reconocido internacionalmente y el STC. Sin embargo, también participan otros actores menores, como milicias locales, fuerzas tribales, remanentes de Al Qaeda en la Península Arábiga (AQAP) y el ISIS.

Desde la masacre de Hamás contra Israel del 7 de octubre de 2023, Yemen se convirtió en base de operaciones militares de los hutíes en apoyo a Hamás. Por orden de Irán, los hutíes virtualmente declararon la guerra el 19 de octubre de 2023, al lanzar misiles y drones armados contra Israel. Desde entonces, atacaron decenas de barcos mercantes y navales en el Mar Rojo, alegando, muchas veces erróneamente, que tienen vínculos con el Estado judío.

Los bombardeos de represalia —con drones y misiles por parte de Estados Unidos, el Reino Unido y otras fuerzas— contra instalaciones hutíes solo aumentaron la miseria de la población. Desde el 15 de marzo de 2025, Estados Unidos llevó  a cabo más de 200 ataques, causando importantes bajas entre los hutíes y, lamentablemente, también daños colaterales a la población civil.

El presidente Trump intensificó recientemente su retórica y acciones contra los hutíes. El 4 de abril de 2025, compartió imágenes de un dron en su plataforma Truth Social que mostraban un ataque aéreo de Estados Unidos contra unos 70 individuos identificados como militantes hutíes. Trump declaró que el grupo se preparaba para atacar barcos comerciales y afirmó: “¡Nunca volverán a hundir nuestros barcos!”.

Yemen al borde de la catástrofe

El 25 de marzo, UNICEF señaló con precisión esta zona costera occidental de Yemen, controlada por los hutíes, como al borde de una catástrofe por la falta de alimentos y agua.

“La mitad de todos los niños menores de cinco años están gravemente desnutridos. De ellos, más de 537,000 sufren de desnutrición aguda severa, una condición agonizante. Igualmente alarmante, 1.4 millones de mujeres embarazadas y lactantes están desnutridas, perpetuando un ciclo de sufrimiento intergeneracional”, expresó Peter Hawkins, funcionario de UNICEF.

Al día siguiente, el Comité Internacional de Rescate (IRC) advirtió sobre la creciente brecha entre las crecientes necesidades humanitarias y la financiación necesaria para atenderlas.

El IRC, fundado en 1933 a petición de Albert Einstein, es una organización humanitaria global que brinda ayuda de emergencia, asistencia a largo plazo y apoyo a refugiados y desplazados. Esta organización estima que en 2025 unos 19.5 millones de personas en Yemen necesitarán asistencia y protección humanitaria, un 7% más que en 2024.

No obstante, el IRC enfatiza que la respuesta humanitaria está críticamente subfinanciada. El presupuesto estimado de $2.47 mil millones solo financió un 5% hasta el momento.

En 2024, poco más de la mitad de lo requerido fue entregado, lo que obligó a las agencias de ayuda a reducir la distribución de alimentos y limitar el acceso al agua potable y otros servicios básicos.

En ese sentido, la directora del IRC en Yemen, Caroline Sekyewa, afirmó: “Durante 10 años, los yemeníes soportaron un conflicto implacable, colapso económico y un acceso muy limitado a servicios vitales de salud y nutrición. La ayuda humanitaria fue su salvavidas. Que los gobiernos donantes consideren reducir ese apoyo no solo habla de la poca visión, sino que pone en riesgo a millones de vidas”.

“Después de una década de crisis, se necesitan más que nunca soluciones políticas y recuperación económica para lograr estabilidad a largo plazo. Pero la realidad es que hoy, la ayuda es lo único que separa la vida de la muerte para millones”, agregó Sekyewa.

Debito a esto, el IRC está haciendo un llamado renovado al apoyo de donantes para que corresponda con la magnitud de las necesidades.

“2025 debe ser un punto de inflexión en esta crisis. Con las necesidades aumentando constantemente, hacemos un llamado a todos los donantes para que intensifiquen su apoyo y aseguren que el plan de respuesta humanitaria de este año se financie por completo”, aseveró la directora del IRC en Yemen.

Mientras tanto, el enviado especial de la ONU para Yemen, Hans Grundberg, continúa sus esfuerzos por establecer un alto el fuego duradero. En enero de 2025, su oficina realizó una serie de diálogos políticos en Adén (Yemen) con representantes de la sociedad civil, partidos políticos y otros actores, para fomentar un proceso de paz inclusivo. Sin embargo, no se logró nada sustancial.

Asimismo, en enero de 2024 el Consejo de Seguridad de la ONU emitió una resolución exigiendo a los hutíes que cesaran sus ataques contra la navegación internacional en el Mar Rojo. Tras continuas violaciones, Grundberg instó al Consejo en octubre de 2024 a unirse para detener los ataques. Una segunda resolución fue emitida en enero de 2025. Ambas fueron ignoradas.

Yemen, un país ubicado en la base de la península arábiga, fue descripto por los romanos como “Arabia Felix” —Arabia feliz y afortunada—, un epíteto que ciertamente no se aplica en tiempos modernos. Su situación actual, y la de su población, es desesperada. A pesar de esto, la atención del mundo parece estar enfocada en otros lugares.

*El autor del artículo es corresponsal de Medio Oriente para Eurasia Review.

Opinión

Análisis: Mientras Israel lucha contra Irán, ¿dónde están los aliados terroristas de Teherán en su momento de necesidad?

Teherán desarrolló una red terrorista regional para aislarse de la guerra, pero ahora que está bajo ataque, Hezbollah y otros se sienten demasiado débiles o demasiado intimidados para unirse a la batalla.

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Foto: Una bandera iraní yace en el suelo a la entrada de la embajada iraní, que fue dañada por combatientes de la oposición en Damasco, Siria, el 8 de diciembre de 2024. (AP/Hussein Malla)

Por Nurit Yohanan

Cuando Israel anunció la Operación «León Ascendente» en la madrugada del viernes, marcó la primera vez en más de 50 años que el país declaraba la guerra contra un Estado soberano, en lugar de contra una organización terrorista que opera desde territorio extranjero, Cisjordania o Gaza. Un número considerable de estas organizaciones a las que Israel se ha enfrentado a lo largo de los años fueron y son apoyadas, financiadas o incluso controladas directamente por Irán, el país que ahora se encuentra en la mira de Israel.

Desde la Revolución iraní, el régimen de Teherán ha invertido importantes esfuerzos en difundir su ideología entre las poblaciones chiítas de Medio Oriente, a la vez que ha construido una red de organizaciones terroristas en toda la región, incluyendo grupos suníes.

La Fuerza Quds, una unidad especial del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán, se ha centrado en las últimas décadas en apoyar a estas organizaciones mediante ayuda financiera, el suministro de armas y municiones, e incluso entrenamiento, a veces realizado en territorio iraní.

Para Irán, la red terrorista era tanto una proyección de poder como un escudo: los grupos hostigaban continuamente a los dos mayores enemigos de la República Islámica, Estados Unidos e Israel, mientras que este se mantenía aislado de las represalias. Y la existencia de una liga de ejércitos de apoyo, listos para defenderse en caso de guerra, ayudó a disuadir cualquier idea occidental de invasión o cambio de régimen.

Después del 7 de octubre de 2023, cuando Hamás lanzó un ataque devastador contra Israel, desencadenando la guerra en Gaza, la amplitud del arsenal iraní quedó en evidencia, con grupos respaldados por Teherán, desde el Líbano hasta Yemen, atacando a Israel en lo que el entonces ministro de defensa israelí, Yoav Gallant, denominó una guerra de siete frentes.

Pero ahora que el poder de fuego de Israel se dirige contra el propio Irán, esos aliados desaparecen repentinamente. Algunos, como Hezbollah, se han visto gravemente debilitados por Israel debido a los intentos de respaldar a Hamás. Otros parecen haber sido convencidos por sus países anfitriones para mantenerse al margen de la lucha.

Irán se encuentra ahora en una posición sumamente inusual e incluso peligrosa, obligado a depender principalmente de su propio poder militar en territorio iraní. Hasta ahora, esto ha consistido principalmente en sucesivas rondas de misiles balísticos disparados por la fuerza aérea del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica, que han causado gran destrucción, pero han hecho poco por debilitar la potencia de fuego de Israel.

Mientras tanto, Irán ha visto cómo su territorio se ha convertido en un campo de batalla al intentar hacer frente a los ataques israelíes desde Teherán hasta Tabriz, lo que representa una vulnerabilidad estratégica para un país que prefiere dejar que sus aliados hagan el trabajo sucio en territorio extranjero.

Hezbollah, en la cuerda floja

El apoyo de Irán a grupos terroristas en el extranjero se estima en miles de millones de dólares anuales provenientes de las arcas estatales. Esta ayuda ha continuado en los últimos años a pesar de la grave situación económica de Irán, que incluye una devaluación sostenida de la moneda y escasez de energía.

Una buena parte de ese dinero ha ido a parar al grupo terrorista libanés Hezbollah, el principal cliente de Irán.

Sin embargo, tras sufrir grandes pérdidas y una creciente oposición en el Líbano, ahora se encuentra gravemente debilitado y reacio a enfrentarse a Israel.

Hezbollah, fundado en 1983 con el respaldo de Irán, ha sido durante las últimas dos décadas la principal herramienta militar de Irán contra Israel, armado con misiles de largo alcance e incluso armas guiadas de precisión.

Sin embargo, desde que Israel comenzó a atacar dentro de Irán el viernes, lo único que ha lanzado Hezbollah han sido palabras. Esta moderación es aparentemente una consecuencia directa de su guerra con Israel, durante la cual el grupo lanzó ataques casi diarios contra Israel desde octubre de 2023 hasta que acordó un alto el fuego en noviembre de 2024.

En los últimos seis meses de la guerra, y en particular a partir de septiembre, el grupo sufrió importantes reveses militares. Casi todo su alto mando fue eliminado por Israel, incluyendo al líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah.

Justo antes, los ataques israelíes con buscapersonas y walkie-talkies explosivos causaron daños físicos y psicológicos generalizados entre las fuerzas terrestres del grupo. Unas 4.000 personas resultaron heridas en la operación encubierta, según informes libaneses, la gran mayoría de ellas miembros de Hezbollah.

El otrora formidable arsenal de misiles del grupo parece haberse agotado o destruido en gran medida, y Siria ya no es una ruta conveniente para el contrabando.

En octubre de 2024, las Fuerzas de Defensa de Israel estimaron que Hezbollah conservaba menos del 30 por ciento de su potencia de fuego anterior a la guerra.

Incluso después de la firma del alto el fuego, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) han continuado sus operaciones regularmente en el Líbano, atacando a operativos de Hezbollah, principalmente en el sur del país. Israel ha atacado edificios en el distrito de Dahiyeh, en Beirut, en dos ocasiones, donde se encuentran plantas de fabricación y almacenamiento de drones, según las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI).

Como resultado, Hezbollah se encuentra significativamente debilitado y su capacidad para representar una amenaza para Israel es mucho menor. La organización también se enfrenta a una creciente presión política interna, mientras el país aún se recupera de los fuertes ataques israelíes dirigidos a poner fin a los ataques de Hezbollah.

En los últimos seis meses, dos de los tres principales puestos de liderazgo del Líbano han sido ocupados por figuras consideradas «anti-Hezbollah», entre ellas el primer ministro Nawaf Salam y el presidente Joseph Aoun. Ambos han declarado su intención de desarmar a Hezbollah y afirman que la decisión de ir a la guerra debe recaer en el Estado.

En un discurso reciente con motivo de los primeros 100 días de su gobierno, Salam señaló que el Ejército libanés había desmantelado más de 500 depósitos de armas en el sur del país. Si bien no especificó a quién pertenecían, se cree que eran de Hezbollah

El viernes, horas después del inicio de la operación israelí, Hezbollah emitió un extenso comunicado condenando enérgicamente los ataques israelíes contra Irán, afirmando que Israel “solo entiende el lenguaje de la muerte, el fuego y la destrucción”.

El comunicado no mencionó si respondería ni cuándo, pero un funcionario de Hezbollah declaró a Reuters ese mismo día que el grupo no tomaría represalias por los ataques en Irán.

Las milicias iraquíes ceden ante la presión

Desde la invasión estadounidense de Irak en 2003, Irán ha reforzado las milicias proiraníes y chiítas en el país para profundizar su influencia. Estos grupos atacaron principalmente a Estados Unidos, pero también apuntaron sus armas contra Israel después del 7 de octubre.

La creciente presión interna y externa ha paralizado estas operaciones.

Desde 2014, las milicias en Irak han operado bajo una organización paraguas conocida como las Fuerzas de Movilización Popular, disparando misiles contra las tropas estadounidenses estacionadas en la región y combatiendo al grupo terrorista Estado Islámico cuando esta organización yihadista tomó el control de partes de Irak.

Sin embargo, desde el 7 de octubre, las milicias también han participado en la guerra regional en múltiples frentes contra Israel, aparentemente con el respaldo de Irán. A lo largo de 2023 y 2024, lanzaron drones hacia Israel, principalmente contra los Altos del Golán y, en una ocasión, contra Eilat, al tiempo que atacaban bases estadounidenses en Irak. En octubre de 2024, dos soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel murieron en un ataque con drones lanzado por milicias proiraníes en el norte de los Altos del Golán.

Sin embargo, incluso antes del segundo alto el fuego entre Israel y Hamás en diciembre de 2024, las milicias proiraníes de Irak acordaron detener los ataques contra Estados Unidos e Israel.

Fuente: Times of Israel

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Israel-Irán: Democracia bajo fuego, dictadura al desnudo

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Por Ariel B. Goldgewicht

¿Qué sucede cuando una democracia liberal enfrenta a una dictadura fundamentalista?

No estamos ante una guerra convencional, sino ante un choque de civilizaciones: entre quienes santifican la vida y quienes anhelan la muerte. La guerra entre Israel y el régimen iraní ‘ denominada ´León Ascendente´, no empezó esta semana, pero ahora ha alcanzado un nivel nuevo, un punto de no retorno.

Desde la Revolución Islámica de 1979, Irán ha declarado abiertamente su hostilidad hacia Israel. Durante décadas, ha dirigido esta guerra por medio de terceros (Proxy) el eje chiita: Hezbollah en Líbano, Hamás en Gaza, los hutíes en Yemen, milicias en Siria e Irak, entre otros. Irán ha sido el gran arquitecto del terrorismo moderno en el Medio Oriente, financiado con las inconmensurables riquezas de su petróleo. Su régimen de dictadura absoluta, liderado por los ayatolás, ha sido cómplice de atentados desde Buenos Aires hasta Beirut, dejando una estela de sangre y caos.

Hoy, sin embargo, algo ha cambiado. Por primera vez en la historia, Israel ha atacado directamente a Teherán. ¿Por qué ahora?

La respuesta está en una conjunción de factores. La caída de Hamás y la Yihad Islámica en Gaza, el debilitamiento de Hezbollah en el norte, la caída del régimen de Assad en Siria, el retroceso de los hutíes en Yemen: todos son frentes que el régimen iraní consideraba parte de su estrategia regional de expansión y dominación. Y todos han sido golpeados con fuerza por Israel en los últimos meses.

A esto se suma la presión internacional, el estancamiento ruso en Ucrania —que limita el apoyo logístico de Moscú a Teherán—, y el regreso de una política exterior estadounidense menos indulgente con Irán. La reciente advertencia del Presidente Trump, que impuso un plazo de 60 días para frenar el programa nuclear iraní, coincidió con el momento en que Israel decidió actuar: al día 61, los ataques comenzaron.

Israel no está reaccionando por impulsos ni venganza. Está respondiendo a una amenaza existencial. Porque si el 7 de octubre vimos de lo que es capaz un grupo terrorista armado con cohetes y fusiles, imaginemos lo que podría ocurrir si Irán —un régimen que ejecuta homosexuales, encarcela mujeres por no cubrirse la cabeza, y asesina opositores sin juicio— accediera a armas nucleares. Esa es la línea roja.

En estas horas, Israel vive bajo amenaza constante. El espacio aéreo cerrado, el sistema educativo paralizado, cientos de miles de ciudadanos atrapados fuera del país o confinados en refugios. El Domo de Hierro protege, pero no es infalible. Con un 95% de efectividad, basta una pequeña brecha para que un misil balístico impacte y cause destrucción. Ya lo hemos visto: muertos, heridos y un país en vilo. Pero, imagínese ¿y si esos misiles llevarán cabezas nucleares?

A pesar de todo, Israel no responde con barbarie. Tiene superioridad militar absoluta sobre los cielos de Irán, pero no ataca civiles. Ataca centrifugadoras nucleares, bases militares, centros de comando. Mientras el régimen iraní lanza misiles sobre poblaciones israelíes, Israel busca evitar víctimas inocentes. Porque los ciudadanos iraníes no son enemigos: son rehenes de una teocracia que lleva décadas reprimiéndolos. En esta guerra buscamos aniquilar el proyecto nuclear, pero los ciudadanos civiles inocentes de irán tiene otras esperanzas de este conflicto. Ellos esperan libertad.

En Irán, hoy se cuentan chistes oscuros: “Nadie sabe dónde está el ayatolá!!, excepto Israel”. Y no es sólo humor negro: es símbolo de un régimen que tiembla. La resistencia israelí no busca cambiar el régimen, ni interferir en la autodeterminación de los pueblos. Su único objetivo es impedir que un régimen fundamentalista con aspiraciones mesiánicas tenga capacidad nuclear.

Durante más de dos décadas, Irán ha invertido en cuatro pilares esenciales:

1. Desarrollo nuclear

2. Expansión militar y terrorista del eje chiita

3. Represión social interna —especialmente contra mujeres—

4. Hostilidad contra Israel

Muy poco en salud pública, ni educación, ni infraestructura. Un Estado que produce petróleo como si fuera agua, pero cuyas ciudades sufren apagones diarios, escasez de agua potable y servicios básicos. Toda su riqueza, volcada a la represión y la destrucción con el objetivo principal de consolidar su poder a la fuerza.

Lo que vemos hoy es el colapso de esa estrategia. Un castillo de naipes que se derrumba desde dentro. Como el viejo proverbio del efecto mariposa, la ola de terror del 7 de octubre encendió una cadena de reacciones que ha llevado a la desestabilización de todos los brazos armados de Irán en la región. Aún falta mucho para el final, y el sufrimiento no ha terminado, pero cuando caiga el telón, el mundo podría ser un lugar más seguro. Especialmente para los pueblos que hoy viven oprimidos por dictaduras fundamentalistas.

En pleno siglo XXI, no hay lugar para los extremismos. La historia ha demostrado —y está claro— que cuando las democracias se unen, pueden frenar incluso a las peores amenazas. Que no haya que esperar otro 7 de octubre para despertar. El momento de elegir entre luz y oscuridad, entre libertad y opresión, es ahora.

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