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The New York Times | Una rehén israelí liberada contó que fue agredida sexualmente y torturada en la Franja de Gaza

Amit Soussana es la primera rehén que dice públicamente que sufrió abusos sexuales mientras estaba secuestrada. Un informe de la ONU afirmó haber encontrado «información clara y convincente» de que algunos rehenes sufrieron «violencia sexual relacionada con el conflicto».

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Amit Soussana en Israel en marzo, tras ser liberada por Hamás. Foto: Avishag Shaar-Yashuv para The New York Times

Agencia AJN.- (Patrick Kingsley y Ronen Bergman – The New York Times -NYT-) Los periodistas del NYT entrevistaron durante ocho horas a Amit Soussana y a los médicos con los que habló inmediatamente después de su liberación. También revisaron historiales médicos, videos, mensajes de texto y fotografías.

Amit Soussana, abogada israelí, fue secuestrada en su domicilio el 7 de octubre, golpeada y arrastrada a Gaza por al menos 10 hombres, algunos de ellos armados. Varios días después de su cautiverio, explicó, su guardia comenzó a preguntarle sobre su vida sexual.

Soussana señaló que estaba recluida sola en un dormitorio infantil, encadenada por el tobillo izquierdo. A veces, el guardia entraba, se sentaba a su lado en la cama, le levantaba la camisa y la tocaba, dijo.

También le preguntaba repetidamente cuándo tenía que venirle la regla. Cuando su periodo menstrual finalizó. hacia el 18 de octubre, trató de disuadirlo fingiendo que sangraba durante casi una semana, recordó.

Alrededor del 24 de octubre, el guardia, que se hacía llamar Muhammad, la agredió.

A primera hora de la mañana, Muhammad le quitó la cadena y la dejó en el baño. Después de que ella se desnudara y empezara a lavarse en la bañadera, Muhammad regresó y se quedó en la puerta con una pistola en la mano.

«Vino hacia mí y me puso la pistola en la frente», recordó Soussana al NYT a mediados de marzo. Tras golpear a Amit y obligarla a quitarse la toalla, Muhammad la manoseó, la sentó en el borde de la bañadera y volvió a golpearla, dijo.

Después la arrastró a punta de pistola de vuelta al dormitorio, una habitación cubierta de imágenes del personaje de dibujos animados Bob Esponja, recordó.

«Luego, con la pistola apuntándome, me obligó a cometer un acto sexual con él», relató Soussana.

Soussana, de 40 años, es la primera israelí que habla públicamente de haber sido agredida sexualmente durante su cautiverio tras la incursión dirigida por Hamás en el sur de Israel. En su entrevista con el NYT, realizadas en su mayor parte en inglés, dio amplios detalles de la violencia sexual y de otro tipo que sufrió durante los 55 días que duró su calvario.

El relato personal de Soussana sobre su experiencia en cautiverio coincide con lo que dijo a dos médicos y a una trabajadora social menos de 24 horas después de ser liberada el 30 de noviembre. En sus informes sobre su relato se indica la naturaleza del acto sexual, que el NYT acordó no revelar los detalles.

Soussana describió su detención en aproximadamente media docena de lugares, incluidos domicilios particulares, una oficina y un túnel subterráneo.

Durante meses, Hamás y sus partidarios negaron que sus miembros abusaran sexualmente de personas en cautiverio o durante el atentado terrorista del 7 de octubre. Este mes, un informe de Naciones Unidas afirmaba que existía «información clara y convincente» de que algunos rehenes habían sufrido violencia sexual y que había «motivos razonables» para creer que se produjeron actos de violencia sexual durante el asalto, aunque reconocía los «retos y limitaciones» de examinar la cuestión.

Tras ser liberada junto con otros 105 rehenes durante un alto el fuego a finales de noviembre, Amit sólo habló públicamente en términos vagos sobre el trato que recibió en la Franja de Gaza, evitando relatar una experiencia tan traumática. Cuando Hamás la filmó minutos antes de liberarla, recordó, fingió que la habían tratado bien para no poner en peligro su liberación.

Soussana mencionó que había decidido hablar ahora para concientizar sobre la difícil situación de los rehenes que siguen en el enclave costero palestino, cuyo número se cifró en más de 100, mientras fracasan las negociaciones para un alto el fuego.

Horas después de su liberación, Soussana habló con una ginecóloga israelí de alto nivel, la Dra. Julia Barda, y con una trabajadora social, Valeria Tsekhovsky, sobre la agresión sexual, señalaron las dos mujeres sus entrevistas separadas con el NYT.  Un informe médico presentado conjuntamente por ellas, y revisado por el NYT, resume brevemente su relato.

«Amit habló inmediatamente, con fluidez y en detalle, no sólo de su agresión sexual, sino también de las muchas otras penurias que vivió», expresó la doctora Barda.

Al día siguiente, el 1° de diciembre, la Soussana compartió su experiencia con un médico del Centro Nacional de Medicina Forense de Israel, según el informe médico del centro, revisado por el NYT.

Siegal Sadetzki, ex alta funcionaria de la salud israelí y profesora de la Facultad de Medicina de la Universidad de Tel Aviv que está ayudando y asesorando a la familia de Amit como voluntaria, describió cómo le habló Soussana por primera vez de la agresión sexual a los pocos días de su liberación. Sadetzki remarcó que los relatos de la víctima fueron coherentes.

Un portavoz de Hamás, Basem Naim, dijo en una respuesta de 1.300 palabras al NYT que era esencial para el grupo investigar las acusaciones de Soussana, pero que tal investigación era imposible en «las circunstancias actuales».

El Sr. Naim puso en duda el relato de Soussana, cuestionando por qué no había hablado públicamente sobre el alcance de sus malos tratos. Naim agregó que el nivel de detalle en su relato hace «difícil creer la historia, a menos que haya sido diseñada por algunos agentes de seguridad».

«Para nosotros, el cuerpo humano, y especialmente el de la mujer, es sagrado», expresó Naim, y añadió que las creencias religiosas de Hamás «prohíben cualquier maltrato a cualquier ser humano, independientemente de su sexo, religión u origen étnico».

El Sr. Naim criticó al NYT por la insuficiente cobertura del sufrimiento palestino, incluidos los informes de agresiones sexuales de soldados israelíes a mujeres palestinas, que fueron objeto de investigaciones por parte de funcionarios de la ONU, grupos de derechos y otros.

También afirmó que «los rehenes civiles no eran el objetivo» de la incursión y que «desde el primer momento declaramos nuestra disposición a liberarlos».

Un documento de planificación de Hamás encontrado en un pueblo poco después de la incursión del 7 de octubre, que fue revisado por el NYT, decía: «Tomar soldados y civiles como prisioneros y rehenes con los que negociar». Un video del 7 de octubre muestra a militantes uniformados de Hamás secuestrando a civiles.

Amit vivía sola en una estrecha casa de una sola planta en la parte occidental del kibbutz (c0muna agrícola) Kfar Azza. Después de escuchar las sirenas que advertían de ataques con cohetes el 7 de octubre, dijo, se refugió en su dormitorio, que también era una habitación de seguridad reforzada. Desde su habitación, la Sra. Soussana escuchó cómo se acercaban los disparos de los atacantes.

El pequeño kibbutz se encuentra a unos 2 kilómetros de la Franja y fue uno de los más de 20 pueblos, ciudades y bases militares israelíes invadidos ese día por miles de personas que cruzaron la frontera de Gaza poco después del amanecer. Según las autoridades israelíes, ese día murieron unas 1.200 personas y unas 250 fueron secuestradas, lo que desencadenó una guerra que, según las autoridades sanitarias locales, causó la muerte de al menos 31.000 palestinos.

Soussana se encontraba en el kibbutz casi por casualidad. Estaba con fiebre y se había estado recuperando el día anterior en la cercana ciudad de Sderot, con su madre, Mira, que la presionó para que se quedara a pasar la noche. Pero Soussana condujo hasta su casa en Kfar Azza para alimentar a sus tres gatos, recordó.

Soussana, la menor de tres hermanas, había crecido en Sderot. Obtuvo el título de abogada en una universidad local y trabajó para un estudio especializado en propiedad intelectual. Sus colegas la consideraban una persona diligente, callada y reservada que mantenía las distancias, dijo su supervisor, Oren Mendler, en una entrevista con el NYT. En Kfar Azza, explicó Amit, inusualmente se involucraba en la vida del pueblo y no formaba parte de los grupos locales de WhatsApp, lo que la dejó al margen del alcance del ataque en el kibbutz.

Ese día, a las 9:46 de la mañana, escuchó a unos hombres armados en el exterior, lo que la llevó a esconderse en el armario de su habitación, según los mensajes de su grupo familiar de WhatsApp revisados por el NYT. Veinte minutos después, su teléfono se apagó.

Momentos después, «oí una explosión, una explosión enorme. Y al segundo siguiente, alguien abrió la puerta del armario», expresó.

Arrastrada fuera del armario, vio a unos 10 hombres desvalijando sus pertenencias, armados con fusiles de asalto, un lanzagranadas y un machete. Parte de la casa estaba ardiendo, un incendio que acabaría arruinando el edificio.

Durante la hora siguiente, el grupo la arrastró por un campo cercano hacia Gaza. Las imágenes de seguridad de una granja solar cercana al kibbutz, que circularon ampliamente online, muestran al grupo tirándola en reiteradas ocasiones al suelo mientras luchaban por retenerla.

«No quería dejar que me llevaran a Gaza como un objeto, sin luchar. Seguía creyendo que alguien vendría a rescatarme», afirmó.

Los secuestradores intentaron retenerla golpeándola y envolviéndola en una tela blanca, según muestra el video. Al no poder someterla, los agresores intentaron, sin conseguirlo, llevarla en bicicleta, relató. Finalmente, le ataron los pies y las manos y la arrastraron por las tierras de cultivo llenas de baches hasta la Franja.

Estaba gravemente herida, sangraba mucho y tenía el labio partido. El informe hospitalario elaborado poco después de su liberación indicaba que había regresado a Israel con fracturas en la cuenca del ojo derecho, el cachete, la rodilla y la nariz, y graves hematomas en la rodilla y la espalda. Además, el informe indicaba que varias lesiones estaban relacionadas con su secuestro el 7 de octubre, incluidos golpes en el ojo derecho.

Según Soussana, tras llegar a las afueras del enclave, la metieron en un auto que la esperaba y la condujeron unos cientos de metros hasta las afueras de la ciudad de Gaza. La desataron, la vistieron con un uniforme paramilitar y la trasladaron a otro vehículo lleno de militantes uniformados. Le colocaron una capucha sobre la cabeza, aunque pudo vislumbrar lo que la rodeaba desde debajo de ella, según relató. Tras un breve trayecto en coche, la subieron rápidamente por una escalera y la llevaron a la terraza.

Cuando le sacaron la capucha, se encontró en una pequeña estructura construida en el tejado de lo que más tarde se daría cuenta que era una casa privada de lujo. Recordó que los militantes estaban ocupados sacando más armas de una caja. Después, los terroristas bajaron lo más rápido posible y ella se quedó sola, frente a una pared, con un hombre que dijo ser el dueño de la casa y se hacía llamar Mahmoud.

«Después de un par de minutos, me dijo que podía darme la vuelta. Y me quedé de piedra. Me encuentro sentada en una casa de Gaza», relató Amit.

Soussana explicó que a Mahmoud pronto se le unió un hombre más joven, Muhammad. Recuerda a Muhammad como un hombre corpulento, calvo, de estatura media y nariz ancha.

Más tarde, ese mismo día, la vistieron con una gruesa prenda marrón que le cubría el cuerpo. Le dieron tres pastillas, que dijeron que eran analgésicos. Es la única vez que recuerda haber recibido algún tipo de medicina en Gaza, por no hablar de tratamiento médico.

La habitación, equipada con un ventilador y un televisor, parecía haber sido preparada para su llegada. Había tres colchones, agregó, uno para ella y dos para los guardias.

Al principio de su cautiverio, los guardias le encadenaron el tobillo al marco de la ventana. Alrededor del 11 de octubre, explicó, la llevaron por la cadena a un dormitorio de la planta baja. Entendió que pertenecía a uno de los hijos de Mahmoud, y que su familia había sido trasladada a otro lugar.

La cadena estaba enganchada a la manija de la puerta, junto a un espejo. Por primera vez desde su captura, pudo ver su aspecto.

«Vi las cadenas y vi que tenía la cara hinchada y azul. Y empecé a llorar. Fue uno de los momentos más bajos de mi vida», concluyó.

 

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Israel advirtió a Egipto que da una ‘‘última oportunidad’’ al acuerdo sobre los rehenes antes de lanzar la operación en Rafah

Las autoridades dicen que Israel está dispuesto a hacer más concesiones generalizadas para garantizar un acuerdo, pero no permitirá que Hamás prolongue las conversaciones en un intento de evitar la operación al sur de la Franja de Gaza.

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Israelíes marchan durante una protesta de los familiares de los rehenes retenidos en Gaza por terroristas palestinos, frente a la sede del Ministerio de Defensa en Tel Aviv el 25 de abril de 2024, para pedir la acción del gobierno para liberar a los rehenes. (Jack Guez/AFP)

Agencia AJN.- Las conversaciones entre funcionarios israelíes y una delegación egipcia de alto nivel enviada para discutir la inminente ofensiva israelí en Rafah y los esfuerzos para llegar a un acuerdo con Hamás sobre los rehenes terminaron el viernes, con Israel advirtiendo, según se informa en los medios hebreos, que ésta era la ‘‘última oportunidad’’ para un acuerdo de tregua antes del comienzo de la operación al sur de Gaza planeada desde hace tiempo.

Un alto funcionario israelí, que prefirió permanecer anónimo, señaló a los medios hebreos que las conversaciones fueron ‘‘muy buenas, centradas, celebradas con buen ánimo y progresaron en todos los parámetros’’.

El funcionario agregó que los egipcios parecen dispuestos a presionar a Hamás para que llegue a un acuerdo y que ‘‘en el fondo, hay intenciones muy serias de Israel de avanzar en Rafah’’.

Además, Israel avisó a Hamás, en particular su líder en la Franja, Yahya Sinwar, que se trata de ‘‘la última oportunidad antes de que entremos en Rafah’’.

Se trata de ‘‘o un acuerdo en un futuro próximo, o Rafah’’, expresó la fuente.

Se cree que Sinwar, el arquitecto de la masacre del 7 de octubre, se esconde en la red de túneles de Hamás en la zona de Rafah, con rehenes muy cerca como escudos humanos.

El funcionario confirmó que Jerusalem está dispuesto a aceptar la liberación de menos de los 40 rehenes vivos propuestos anteriormente, pero también que no aceptará la liberación de sólo 20 rehenes, como al parecer sugirió Hamás en recientes contactos indirectos.

En la misma línea, según los reportes, Israel cree que Hamás tiene 33 rehenes vivos que cumplen la denominada designación ‘‘humanitaria’’, es decir mujeres, niños, hombres mayores de 50 años y enfermos, e insiste en que todos ellos sean liberados.

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La ONU cierra un caso y suspende tres investigaciones de los trabajadores de la UNRWA acusados de participar en el ataque del 7 de octubre

El portavoz de la ONU, Stephane Dujarric, remarcó que el caso cerrado se debe a que ‘‘Israel no aportó ninguna prueba que apoyara las acusaciones contra el funcionario’’, mientras que las tres investigaciones fueron suspendidas porque ‘‘la información proporcionada por Israel no es suficiente para que se proceda con una investigación’’.

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Un trabajador de la UNRWA conduciendo un jeep blanco de la ONU y secuestrando el cuerpo de Jonathan Samerano, asesinado por terroristas de Hamás el 7 de octubre. (Captura de pantalla)

Agencia AJN.- Los investigadores de la ONU que examinan las acusaciones israelíes de que 12 miembros del personal de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA), participaron en los atentados del 7 de octubre de Hamás, cerraron un caso por falta de pruebas de Israel y suspendieron otros tres, informó este viernes el portavoz de la ONU, Stephane Dujarric.

Dujarric agregó que la investigación de la Oficina de Servicios de Supervisión Interna (OIOS, por sus siglas en inglés) continúa en los ocho casos restantes.

En el caso cerrado, Dujarric expresó que ‘‘Israel no aportó ninguna prueba que apoyara las acusaciones contra el funcionario’’ y que la ONU está ‘‘estudiando las medidas administrativas correctivas que deben adoptarse en el caso de esa persona’’.

Además, el portavoz señaló que tres casos fueron suspendidos ‘‘ya que la información proporcionada por Israel no es suficiente para que la OIOS proceda con una investigación’’.

Tras los 12 casos iniciales planteados por el gobierno israelí a finales de enero, otros siete fueron puestos en conocimiento de la ONU en marzo y abril, según Dujarric.

Uno de esos casos fue suspendido a la espera de recibir pruebas adicionales, añadió el funcionario de la ONU, mientras que las seis investigaciones restantes continúan.

La UNRWA proporciona educación, salud y ayuda a millones de palestinos en la Franja de Gaza, Cisjordania, Jordania, Líbano y Siria.

Las acusaciones se hicieron públicas en enero, cuando la UNRWA, que emplea a unas 13.000 personas en el enclave costero palestino, anunció que había despedido a parte del personal y que había sido informada por Israel.

De los 12 acusados inicialmente por Israel, la UNRWA despidió a 10 personas y detalló que las dos restantes habían muerto.

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