Agencia AJN.- En su lucha contra la pandemia del coronavirus comenzada en marzo, Israel ha estado en varios momentos en el centro de la escena mundial. Por momentos fue por sus excelentes resultados en la primera ola de infecciones, que le permitieron reanudar por completo sus actividades en una aparente victoria contra la enfermedad. En otra etapa, fueron los avances científicos y tecnológicos, con sus desarrollos para alcanzar una posible vacuna, como la creación de rápidos e innovadores sistemas de testeos para hacer más fácil la «nueva normalidad».

Pasados ocho meses, queda claro que Israel ha sido, hasta el momento, derrotado por el coronavirus, y que lo que lo hace captar las miradas globales hoy en día son las consecuencias de una segunda ola de contagios, que se encuentra entre las más duras de todo planeta.

Con ese panorama, una tenue luz de esperanza comenzó a encenderse en las últimas horas, tras llegar a seis días consecutivos de una tasa de positividad con tendencia decreciente en las pruebas que diariamente se realizan en Israel: de un temible 15% de la semana pasada, donde se alcanzó un máximo de casos diarios de casi 10.000 infecciones el pasado miércoles, a un 11% aparentemente estable. Los casos diarios, consecuencia de un sustancialmente menor número de pruebas realizadas cada día, también muestran un marcado descenso.

«Llama la atención como apenas comenzaron las buenas señales desde el propio gobierno, que ha admitido su error de abrir demasiado rápido la economía, ya se esté proponiendo suavizar algunas restricciones», opina Martin Klajnberg, corresponsal de la Agencia AJN en Israel, en su informe desde Tel Aviv. Lo cierto es que, a menos de diez días de reforzadas las medidas de cierre nacional, miembros del llamado «gabinete del coronavirus» están proponiendo levantar algunas prohibiciones vigentes hasta el momento.

Mientras tanto, el sector ultraortodoxo volvió a ser el foco de las miradas a nivel nacional: decenas de violaciones a las normativas fueron reportadas, y en algunos casos televisadas y reflejadas en las redes sociales, durante el fin de semana. Desde el funcionamiento de sinagogas que operaban clandestinamente, hasta la muestra de un funeral masivo este mismo lunes, pasando por enfrentamientos con la policía y cientos de multas repartidas, la comunidad ultraortodoxa de Israel parece decidida a ignorar las directrices del Ministerio de Salud.

Con casi el 40% de las infecciones nacionales, siendo el 12% de la población, los ultraortodoxos han quedado marcados como la principal fuente de propagación de la enfermedad. Debido a estos datos, el sector secular de la población israelí pide que se adopten medidas al interior de la comunidad religiosa, liberando de esta forma al resto de los ciudadanos, que parecen presentar un escenario menos crítico de propagación del virus.

A nivel político, tanto el primer ministro Benjamín Netanyahu como su socio de coalición, el ministro de Defensa Benny Gantz, han admitido el fracaso de su gobierno en el manejo de la pandemia. Cauteloso ante las voces de ministros que piden por el levantamiento de algunas de las medidas de cierre, Netanyahu anunció que no habrían cambios hasta el día jueves, cuando se espera que el gabinete decida, después de unos días de discusión, los próximos pasos.

El futuro de Israel parece definirse en los próximos días: si los ministros optan por dirigir todos sus esfuerzos hacia el control definitivo de la pandemia y a dar aire a su sistema sanitario, o si la presión de una economía hundida y golpeada, con un desempleo galopante, termina por torcer la muñeca hacia una «nueva normalidad» menos restrictiva.