Opinión
New York Times. Cómo una reunión religiosa dividió a los judíos israelíes en su día más sagrado
El New York Times se hizo eco de la grave situación que atraviesa la sociedad israelí. Un enfrentamiento en Tel Aviv en el Día del Perdón forma parte de una batalla más amplia sobre el carácter de Israel, mientras el gobierno intenta debilitar el poder judicial.

Agencia AJN.- (Patrick Kingsley* – New York Times) El Día del Perdón (Iom Kipur), la fecha más solemne y sagrada del calendario judío, suele ser un día de unidad para los judíos israelíes. Las calles se vacían, los negocios cierran y las redes de transporte se paralizan, ya que los judíos no observantes muestran respeto a los devotos evitando trabajar y conducir.
Pero este año esa cohesión social no fue tal. Estallaron enfrentamientos en las calles de Tel Aviv cuando los judíos religiosos intentaron organizar las oraciones de Iom Kipur en las que se animaba a hombres y mujeres a rezar por separado, lo que enfureció a los residentes de la ciudad, mayoritariamente laica.
Los enfrentamientos conmocionaron a israelíes de todas las procedencias, y las consecuencias siguen resonando, por lo que muchos se preparan para enfrentamientos similares en los próximos días, con más festividades judías este fin de semana y el siguiente. Este jueves, la Municipalidad de Tel Aviv canceló el permiso para otro acto religioso al aire libre este fin de semana, alegando la posibilidad de desórdenes públicos.
El ministro de Seguridad Nacional del Estado judío, Itamar Ben-Gvir -de extrema derecha-, expresó que celebraría su propia reunión de oración segregada en el mismo lugar el jueves por la noche, antes de dar marcha atrás. Los críticos del ministro Ben-Gvir siguieron adelante con un servicio de oración mixto en las inmediaciones, en lo que se había concebido como una contraprotesta.
Yair Lapid, ex primer ministro de Israel, líder de la oposición y residente laico en Tel Aviv, afirmó que los activistas religiosos habían «decidido traernos la guerra». Y el presidente Isaac Herzog advirtió de que las divisiones sociales suponían «un peligro real para la sociedad israelí y la seguridad del Estado de Israel».
El enfrentamiento de Tel Aviv remarcó las enormes -y cada vez mayores- divisiones entre muchos israelíes religiosos y laicos, que se vieron exacerbadas por la agitación política que se apoderó del país desde que la coalición de derecha del primer ministro Benjamín Netanyahu asumió el poder a finales del año pasado.
Este fue el último ejemplo de cómo la polarizadora campaña de su gobierno para reducir el poder del Tribunal Supremo israelí se convirtió en una disputa más amplia y existencial sobre el papel del judaísmo en la vida pública del país.
Las raíces de la confusión: Una polémica reforma judicial sumió a Israel en el caos político. La crisis se remonta a la exagerada personalidad de Benjamín Netanyahu, el primer ministro que más tiempo lleva en el cargo.
Una nación fracturada: Los israelíes están profundamente divididos sobre qué tipo de país debe ser Israel. Cuatro encuentros en cuatro protestas recientes muestran cómo se manifiesta esa división en la vida cotidiana.
Canal 14: El canal de televisión pro-Netanyahu, antes pequeño y especializado, se transformó rápidamente en uno de los principales influyentes en el discurso público de un país en crisis.
Para los israelíes laicos, el Tribunal es un garante de sus derechos. El esfuerzo por debilitarlo fue impulsado en parte por los legisladores religiosos de la coalición, que al mismo tiempo intentan promover una mayor participación religiosa en la sociedad, incluido un plan para ampliar el papel de los rabinos en los niveles inferiores del sistema judicial.
Esto generó que los israelíes laicos se sientan cada vez más vulnerables, por lo que protestaron no sólo por los cambios en el tribunal, sino también por otras amenazas a su estilo de vida y sus libertades. Además, se multiplicaron las denuncias, por ejemplo, de incidentes en los que conductores y pasajeros religiosos obligan a las mujeres a sentarse separadas de los hombres en el transporte público.
El desencadenante concreto de los enfrentamientos del Día del Perdón en Tel Aviv, que se prolongaron desde la tarde del domingo hasta la noche del lunes, fue una ceremonia de oración en la plaza Dizengoff, una plaza que para muchos israelíes laicos encarna el corazón cosmopolita de la ciudad más laica del país.
Los judíos religiosos organizaron allí oraciones masivas al comienzo de cada Iom Kipur desde 2020. En el pasado, los organizadores alentaron suavemente -aunque no estrictamente o incluso con éxito- una separación entre hombres y mujeres, de acuerdo con la costumbre judía ortodoxa, y con poca objeción de los residentes seculares, señalaron los asistentes.
Pero este año, con las emociones a flor de piel, la ceremonia suscitó un escrutinio y una oposición inusuales por parte de activistas laicos. El municipio de Tel Aviv, dirigido por políticos laicos, prohibió que se levantaran barreras para dividir a hombres y mujeres en el acto, decisión confirmada por el Tribunal Supremo.
Para eludir la prohibición, los organizadores colgaron una hilera de banderas israelíes de un alambre colocado a lo largo de la plaza. Era un guiño simbólico a la separación de sexos y la policía lo permitió porque, en la práctica, no funcionaba como barrera.
Los organizadores afirmaron que su objetivo no era imponer la práctica religiosa a los judíos laicos, sino hacer que los judíos ortodoxos se sintieran más cómodos participando en una ceremonia dirigida a una parte menos observante de la población.
En relación a esto, la productora de televisión que ayudó a organizar el acto, Dikla Partoosh, aseguró que «no se obligó a nadie a separarse. La separación estaba allí para la gente que la quería».
Sin embargo, para los críticos del acto, los antecedentes del grupo que lo organizó, Rosh Yehudi, despertaron sospechas. El grupo forma parte de un creciente número de movimientos de derecha, muchos de ellos con raíces en los asentamientos israelíes de Cisjordania ocupada, cuyos miembros se trasladaron en masa a ciudades laicas, o con grandes minorías árabes, con la intención declarada de hacer una sociedad más judía.
Tel Aviv, expresó el líder de Rosh Yehudi, Israel Zeira, en una entrevista radiofónica, es una de las varias ciudades donde «es posible revolucionar al pueblo de Israel».
Cuando los miembros se encuentran con alguien del «mundo secular», agregó Zeira en otra entrevista, «tienes que estar pensando en tu cabeza: ¿Cómo lo cambias? ¿Cómo lo arreglas? ¿Cómo te haces amigo de él, no sólo con fines de amistad, sino con fines de influencia?».
Declaraciones como ésta son las que llevaron a los israelíes laicos a reprobar las actitudes de los miembros de Rosh Yehudi cuando empezaron a reunirse al atardecer del domingo y, en última instancia, a interrumpir las oraciones.
Para los religiosos, los abucheos fueron «extremadamente dolorosos y desgarradores. Nunca imaginé que la gente tuviera la audacia y la extrema falta de sensibilidad de hacer algo así en el día más sagrado del año judío», lamentó Partoosh, la organizadora.
Hila Tov, una de las personas que obstruyeron los rezos, explicó que la protesta era una intervención largamente esperada contra la progresiva apropiación del espacio público.
«Dicen que somos hermanos, que debemos conocernos, que debemos rezar juntos, que todos somos judíos», añadió Tov, propietaria de una empresa de medios de comunicación de izquierda.
Pero los judíos laicos no lo ven como una mera cuestión de un acto de oración anual para Iom Kipur.
«Sabemos que su intención no es ésa: en realidad vienen a ocupar nuestro territorio. Cerramos los ojos todos estos años y los dejamos hacer algunas cosas bajo el título de pluralismo y democracia. Pero ustedes lo interpretaron de una manera fea y lo llevaron a lugares nuevos y feos», concluyó Tov.
Los enfrentamientos pusieron de manifiesto las fuertes divisiones de la sociedad israelí. Tres encuestas independientes encargadas por las tres principales cadenas de televisión israelíes revelaron que casi la mitad de los israelíes apoyaban el concepto de separación de sexos durante la oración, mientras que entre el 34% y el 42% se oponían.
Pero entre ambos bandos hubo muchos que criticaron las acciones de su propio bando: Algunos judíos religiosos advirtieron contra el uso de la oración como provocación, y algunos judíos laicos criticaron el enfoque de confrontación de los activistas laicos.
Sobre todo, la situación aumentó la alarma sobre la cohesión de la sociedad israelí.
«Dentro de 50 años, los historiadores y los dirigentes analizarán estos días y verán el terrible precio que nos costó esta ruptura, Y esos historiadores se preguntarán, ¿cómo no comprendieron la magnitud del peligro y la profundidad del abismo? Después de todo, lo tenían delante de los ojos», concluyó el Presidente Herzog en un discurso.
*Patrick Kingsley es el jefe de la oficina de Jerusalem y cubre Israel y los territorios ocupados. Informó desde más de 40 países, escribió dos libros y cubrió anteriormente la migración y Medio Oriente para The Guardian.
Opinión
Análisis: Mientras Israel lucha contra Irán, ¿dónde están los aliados terroristas de Teherán en su momento de necesidad?
Teherán desarrolló una red terrorista regional para aislarse de la guerra, pero ahora que está bajo ataque, Hezbollah y otros se sienten demasiado débiles o demasiado intimidados para unirse a la batalla.

Por Nurit Yohanan
Cuando Israel anunció la Operación «León Ascendente» en la madrugada del viernes, marcó la primera vez en más de 50 años que el país declaraba la guerra contra un Estado soberano, en lugar de contra una organización terrorista que opera desde territorio extranjero, Cisjordania o Gaza. Un número considerable de estas organizaciones a las que Israel se ha enfrentado a lo largo de los años fueron y son apoyadas, financiadas o incluso controladas directamente por Irán, el país que ahora se encuentra en la mira de Israel.
Desde la Revolución iraní, el régimen de Teherán ha invertido importantes esfuerzos en difundir su ideología entre las poblaciones chiítas de Medio Oriente, a la vez que ha construido una red de organizaciones terroristas en toda la región, incluyendo grupos suníes.
La Fuerza Quds, una unidad especial del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán, se ha centrado en las últimas décadas en apoyar a estas organizaciones mediante ayuda financiera, el suministro de armas y municiones, e incluso entrenamiento, a veces realizado en territorio iraní.
Para Irán, la red terrorista era tanto una proyección de poder como un escudo: los grupos hostigaban continuamente a los dos mayores enemigos de la República Islámica, Estados Unidos e Israel, mientras que este se mantenía aislado de las represalias. Y la existencia de una liga de ejércitos de apoyo, listos para defenderse en caso de guerra, ayudó a disuadir cualquier idea occidental de invasión o cambio de régimen.
Después del 7 de octubre de 2023, cuando Hamás lanzó un ataque devastador contra Israel, desencadenando la guerra en Gaza, la amplitud del arsenal iraní quedó en evidencia, con grupos respaldados por Teherán, desde el Líbano hasta Yemen, atacando a Israel en lo que el entonces ministro de defensa israelí, Yoav Gallant, denominó una guerra de siete frentes.
Pero ahora que el poder de fuego de Israel se dirige contra el propio Irán, esos aliados desaparecen repentinamente. Algunos, como Hezbollah, se han visto gravemente debilitados por Israel debido a los intentos de respaldar a Hamás. Otros parecen haber sido convencidos por sus países anfitriones para mantenerse al margen de la lucha.
Irán se encuentra ahora en una posición sumamente inusual e incluso peligrosa, obligado a depender principalmente de su propio poder militar en territorio iraní. Hasta ahora, esto ha consistido principalmente en sucesivas rondas de misiles balísticos disparados por la fuerza aérea del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica, que han causado gran destrucción, pero han hecho poco por debilitar la potencia de fuego de Israel.
Mientras tanto, Irán ha visto cómo su territorio se ha convertido en un campo de batalla al intentar hacer frente a los ataques israelíes desde Teherán hasta Tabriz, lo que representa una vulnerabilidad estratégica para un país que prefiere dejar que sus aliados hagan el trabajo sucio en territorio extranjero.
Hezbollah, en la cuerda floja
El apoyo de Irán a grupos terroristas en el extranjero se estima en miles de millones de dólares anuales provenientes de las arcas estatales. Esta ayuda ha continuado en los últimos años a pesar de la grave situación económica de Irán, que incluye una devaluación sostenida de la moneda y escasez de energía.
Una buena parte de ese dinero ha ido a parar al grupo terrorista libanés Hezbollah, el principal cliente de Irán.
Sin embargo, tras sufrir grandes pérdidas y una creciente oposición en el Líbano, ahora se encuentra gravemente debilitado y reacio a enfrentarse a Israel.
Hezbollah, fundado en 1983 con el respaldo de Irán, ha sido durante las últimas dos décadas la principal herramienta militar de Irán contra Israel, armado con misiles de largo alcance e incluso armas guiadas de precisión.
Sin embargo, desde que Israel comenzó a atacar dentro de Irán el viernes, lo único que ha lanzado Hezbollah han sido palabras. Esta moderación es aparentemente una consecuencia directa de su guerra con Israel, durante la cual el grupo lanzó ataques casi diarios contra Israel desde octubre de 2023 hasta que acordó un alto el fuego en noviembre de 2024.
En los últimos seis meses de la guerra, y en particular a partir de septiembre, el grupo sufrió importantes reveses militares. Casi todo su alto mando fue eliminado por Israel, incluyendo al líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah.
Justo antes, los ataques israelíes con buscapersonas y walkie-talkies explosivos causaron daños físicos y psicológicos generalizados entre las fuerzas terrestres del grupo. Unas 4.000 personas resultaron heridas en la operación encubierta, según informes libaneses, la gran mayoría de ellas miembros de Hezbollah.
El otrora formidable arsenal de misiles del grupo parece haberse agotado o destruido en gran medida, y Siria ya no es una ruta conveniente para el contrabando.
En octubre de 2024, las Fuerzas de Defensa de Israel estimaron que Hezbollah conservaba menos del 30 por ciento de su potencia de fuego anterior a la guerra.
Incluso después de la firma del alto el fuego, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) han continuado sus operaciones regularmente en el Líbano, atacando a operativos de Hezbollah, principalmente en el sur del país. Israel ha atacado edificios en el distrito de Dahiyeh, en Beirut, en dos ocasiones, donde se encuentran plantas de fabricación y almacenamiento de drones, según las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI).
Como resultado, Hezbollah se encuentra significativamente debilitado y su capacidad para representar una amenaza para Israel es mucho menor. La organización también se enfrenta a una creciente presión política interna, mientras el país aún se recupera de los fuertes ataques israelíes dirigidos a poner fin a los ataques de Hezbollah.
En los últimos seis meses, dos de los tres principales puestos de liderazgo del Líbano han sido ocupados por figuras consideradas «anti-Hezbollah», entre ellas el primer ministro Nawaf Salam y el presidente Joseph Aoun. Ambos han declarado su intención de desarmar a Hezbollah y afirman que la decisión de ir a la guerra debe recaer en el Estado.
En un discurso reciente con motivo de los primeros 100 días de su gobierno, Salam señaló que el Ejército libanés había desmantelado más de 500 depósitos de armas en el sur del país. Si bien no especificó a quién pertenecían, se cree que eran de Hezbollah
El viernes, horas después del inicio de la operación israelí, Hezbollah emitió un extenso comunicado condenando enérgicamente los ataques israelíes contra Irán, afirmando que Israel “solo entiende el lenguaje de la muerte, el fuego y la destrucción”.
El comunicado no mencionó si respondería ni cuándo, pero un funcionario de Hezbollah declaró a Reuters ese mismo día que el grupo no tomaría represalias por los ataques en Irán.
Las milicias iraquíes ceden ante la presión
Desde la invasión estadounidense de Irak en 2003, Irán ha reforzado las milicias proiraníes y chiítas en el país para profundizar su influencia. Estos grupos atacaron principalmente a Estados Unidos, pero también apuntaron sus armas contra Israel después del 7 de octubre.
La creciente presión interna y externa ha paralizado estas operaciones.
Desde 2014, las milicias en Irak han operado bajo una organización paraguas conocida como las Fuerzas de Movilización Popular, disparando misiles contra las tropas estadounidenses estacionadas en la región y combatiendo al grupo terrorista Estado Islámico cuando esta organización yihadista tomó el control de partes de Irak.
Sin embargo, desde el 7 de octubre, las milicias también han participado en la guerra regional en múltiples frentes contra Israel, aparentemente con el respaldo de Irán. A lo largo de 2023 y 2024, lanzaron drones hacia Israel, principalmente contra los Altos del Golán y, en una ocasión, contra Eilat, al tiempo que atacaban bases estadounidenses en Irak. En octubre de 2024, dos soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel murieron en un ataque con drones lanzado por milicias proiraníes en el norte de los Altos del Golán.
Sin embargo, incluso antes del segundo alto el fuego entre Israel y Hamás en diciembre de 2024, las milicias proiraníes de Irak acordaron detener los ataques contra Estados Unidos e Israel.
Fuente: Times of Israel
Opinión
Israel-Irán: Democracia bajo fuego, dictadura al desnudo

Por Ariel B. Goldgewicht
¿Qué sucede cuando una democracia liberal enfrenta a una dictadura fundamentalista?
No estamos ante una guerra convencional, sino ante un choque de civilizaciones: entre quienes santifican la vida y quienes anhelan la muerte. La guerra entre Israel y el régimen iraní ‘ denominada ´León Ascendente´, no empezó esta semana, pero ahora ha alcanzado un nivel nuevo, un punto de no retorno.
Desde la Revolución Islámica de 1979, Irán ha declarado abiertamente su hostilidad hacia Israel. Durante décadas, ha dirigido esta guerra por medio de terceros (Proxy) el eje chiita: Hezbollah en Líbano, Hamás en Gaza, los hutíes en Yemen, milicias en Siria e Irak, entre otros. Irán ha sido el gran arquitecto del terrorismo moderno en el Medio Oriente, financiado con las inconmensurables riquezas de su petróleo. Su régimen de dictadura absoluta, liderado por los ayatolás, ha sido cómplice de atentados desde Buenos Aires hasta Beirut, dejando una estela de sangre y caos.
Hoy, sin embargo, algo ha cambiado. Por primera vez en la historia, Israel ha atacado directamente a Teherán. ¿Por qué ahora?
La respuesta está en una conjunción de factores. La caída de Hamás y la Yihad Islámica en Gaza, el debilitamiento de Hezbollah en el norte, la caída del régimen de Assad en Siria, el retroceso de los hutíes en Yemen: todos son frentes que el régimen iraní consideraba parte de su estrategia regional de expansión y dominación. Y todos han sido golpeados con fuerza por Israel en los últimos meses.
A esto se suma la presión internacional, el estancamiento ruso en Ucrania —que limita el apoyo logístico de Moscú a Teherán—, y el regreso de una política exterior estadounidense menos indulgente con Irán. La reciente advertencia del Presidente Trump, que impuso un plazo de 60 días para frenar el programa nuclear iraní, coincidió con el momento en que Israel decidió actuar: al día 61, los ataques comenzaron.
Israel no está reaccionando por impulsos ni venganza. Está respondiendo a una amenaza existencial. Porque si el 7 de octubre vimos de lo que es capaz un grupo terrorista armado con cohetes y fusiles, imaginemos lo que podría ocurrir si Irán —un régimen que ejecuta homosexuales, encarcela mujeres por no cubrirse la cabeza, y asesina opositores sin juicio— accediera a armas nucleares. Esa es la línea roja.
En estas horas, Israel vive bajo amenaza constante. El espacio aéreo cerrado, el sistema educativo paralizado, cientos de miles de ciudadanos atrapados fuera del país o confinados en refugios. El Domo de Hierro protege, pero no es infalible. Con un 95% de efectividad, basta una pequeña brecha para que un misil balístico impacte y cause destrucción. Ya lo hemos visto: muertos, heridos y un país en vilo. Pero, imagínese ¿y si esos misiles llevarán cabezas nucleares?
A pesar de todo, Israel no responde con barbarie. Tiene superioridad militar absoluta sobre los cielos de Irán, pero no ataca civiles. Ataca centrifugadoras nucleares, bases militares, centros de comando. Mientras el régimen iraní lanza misiles sobre poblaciones israelíes, Israel busca evitar víctimas inocentes. Porque los ciudadanos iraníes no son enemigos: son rehenes de una teocracia que lleva décadas reprimiéndolos. En esta guerra buscamos aniquilar el proyecto nuclear, pero los ciudadanos civiles inocentes de irán tiene otras esperanzas de este conflicto. Ellos esperan libertad.
En Irán, hoy se cuentan chistes oscuros: “Nadie sabe dónde está el ayatolá!!, excepto Israel”. Y no es sólo humor negro: es símbolo de un régimen que tiembla. La resistencia israelí no busca cambiar el régimen, ni interferir en la autodeterminación de los pueblos. Su único objetivo es impedir que un régimen fundamentalista con aspiraciones mesiánicas tenga capacidad nuclear.
Durante más de dos décadas, Irán ha invertido en cuatro pilares esenciales:
1. Desarrollo nuclear
2. Expansión militar y terrorista del eje chiita
3. Represión social interna —especialmente contra mujeres—
4. Hostilidad contra Israel
Muy poco en salud pública, ni educación, ni infraestructura. Un Estado que produce petróleo como si fuera agua, pero cuyas ciudades sufren apagones diarios, escasez de agua potable y servicios básicos. Toda su riqueza, volcada a la represión y la destrucción con el objetivo principal de consolidar su poder a la fuerza.
Lo que vemos hoy es el colapso de esa estrategia. Un castillo de naipes que se derrumba desde dentro. Como el viejo proverbio del efecto mariposa, la ola de terror del 7 de octubre encendió una cadena de reacciones que ha llevado a la desestabilización de todos los brazos armados de Irán en la región. Aún falta mucho para el final, y el sufrimiento no ha terminado, pero cuando caiga el telón, el mundo podría ser un lugar más seguro. Especialmente para los pueblos que hoy viven oprimidos por dictaduras fundamentalistas.
En pleno siglo XXI, no hay lugar para los extremismos. La historia ha demostrado —y está claro— que cuando las democracias se unen, pueden frenar incluso a las peores amenazas. Que no haya que esperar otro 7 de octubre para despertar. El momento de elegir entre luz y oscuridad, entre libertad y opresión, es ahora.
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