Opinión
La lucha pionera de un pueblo para sobrevivir
Agencia AJN.- En la historia de la humanidad hubo momentos de luz y momentos de sombra. En ese laberinto se desarrolló una inesperada epopeya. La llevó a cabo uno de los pueblos más antiguos del mundo, que acumula 3500 años de historia, escribió libros que se convirtieron en patrimonio universal, generó las tres religiones monoteístas más gravitantes del planeta y acunó a filósofos, científicos y artistas en una cantidad desproporcionada para su número. Pero, al mismo tiempo, fue objeto de prejuicios, matanzas y discriminaciones que llenan enciclopedias.

Agencia AJN.- En diversas circunstancias se intentó corregir semejantes injusticias. Nunca alcanzaron los remedios. Hasta que la serpiente del Mal exigió eliminar hasta el último miembro de ese pueblo. Esa serpiente tenía la musculatura del delirio. Contra su propósito lucharon millones de seres humanos que no pertenecían al pueblo judío. Pero no consiguieron impedir que se consumara la mayor matanza planificada y entusiasta de la historia.
Después de la Segunda Guerra Mundial el pueblo judío no recibió suficiente apoyo para curar sus heridas ni impedir que volviera a repetirse la pulsión de exterminarlo. Había antisemitismo por doquier, incluso entre los Aliados. Los sobrevivientes de la mayor matanza organizada que registra la historia no tenían adónde ir. Hasta les impedían refugiarse en su patria milenaria, con debates y argumentos vergonzosos.
Pero décadas antes de las Guerras Mundiales había nacido un movimiento redentorista ejemplar llamado sionismo. No se basaba en la venganza ni el odio, sino en la construcción. Solo una parte de judíos y no judíos advirtieron su potencia. Ese movimiento quería resucitar el solar del que los judíos habían sido expulsados por los antiguos romanos. Se dedicó a crear canciones y poemas, a danzar, a darle vida a la rica historia, los mitos y las leyendas, a fertilizar la tierra, producir naranjas, desalinizar el mar Muerto, fortalecer la esperanza. En ese tiempo, las antiguas Judea, Samaria y Galilea sufrían extremo abandono y vacuidad. Algunos testimonios, como un viaje de Mark Twain a mediados del siglo XIX, son documentos que lo confirman. Como esos idealistas no tenían suficiente fuerza ni recursos para vencer la malaria, el hambre y la sequía, se unieron para fundar colonias colectivas que llamaron kibutz. Fueron las únicas colonias socialistas democráticas y realmente igualitarias que registra esa ideología. También fundaron nuevas aldeas. Durante la Primera Guerra Mundial, pese a sus débiles recursos, ayudaron a liberar el país del yugo otomano, que se extendía por todo el Medio Oriente.
Su colaboración fue notable y las potencias vencedoras -Gran Bretaña y Francia- acordaron la Declaración Balfour de 1917 que reconocía el derecho del pueblo judío a recuperar su hogar. Para conseguir ese propósito, se estableció un mandato inglés sobre toda Palestina. Hubo generalizados acuerdos, incluso de los árabes, como testimonian fotos y documentos de la época.
Pero Gran Bretaña, para ayudar al imán de La Meca, entonces amenazado por la tribu Saudita, le amputó dos tercios a Palestina para crear el Reino Hashemita de Transjordania. Los únicos que protestaron fueron los judíos, que pretendían la independencia de todo el país. Su insolencia recibió como castigo la increíble prohibición de ingresar en ese artificial reino. Solo los judíos no podían pisarlo. El antisemitismo funcionaba sin pudor.
Los judíos no se limitaron a protestar: los obsesionaba la reconstrucción. Multiplicaron los kibutzim, las aldeas semicolectivas y las completamente liberales. En la década de 1920 Fundaron la Universidad Hebrea de Jerusalén, que contó con la presencia de destacadas personalidades, entre las que se destacaba Albert Einstein, fervoroso sionista. Casi al día siguiente se creó la primera Orquesta Sinfónica del Medio Oriente, cuyo concierto inaugural fue dirigido por Arturo Toscanini. Surgió el primer gran diario de la región, llamado Palestine Post, que funciona ahora como Jerusalén Post. La ciudad de Tel Aviv fue fundada sobre arenas, algo que se calificó entonces como una «empresa de locos». En 1912, se funda el Instituto Tecnológico (Technion), el principal y más antiguo instituto científico y tecnológico israelí. Quienes observaban este curioso fenómeno de desarrollo múltiple, no lo podían entender. Era demasiado para los usos y costumbres en boga.
La codicia imperial y el inconsciente antisemita le impedía a Gran Bretaña conferir a los judíos la soberanía sobre el país que habían resucitado. Durante la Segunda Guerra Mundial no permitieron la inmigración de los perseguidos en Europa. Y cuando finalizó la contienda, impidieron el desembarco de los refugiados que se salvaron del Holocausto.
La ONU, tras duras negociaciones, acordó dividir el territorio en dos Estados: uno árabe y otro judío. La parte más estéril fue cedida a los judíos. A pesar de esta desventaja, los judíos aceptaron enseguida. No los árabes. Gran Bretaña debía retirarse el 14 de mayo de 1948, hace 70 años exactamente. Lo hizo con disgusto.
Los judíos celebraron el acontecimiento. La Liga Arabe y los países que la componen, en cambio, amenazaron públicamente con ahogar a los judíos en el mar. El 14 de mayo de 1948 los judíos proclamaron el Estado de Israel y reafirmaron su deseo de convivir en paz con todos los vecinos árabes. Pero los árabes que lo rodeaban, incluso los que estaban lejos, iniciaron una irresponsable invasión y la expulsión de sus antiguas comunidades. Basta leer los titulares de la época, donde no se menciona la palabra Israel, pero sí que los árabes iniciaron la invasión de Palestina. La lucha fue desigual, porque el flamante Estado no tenía fuerzas armadas bien constituidas y el mundo entero se negó a proporcionarle armas. El antisemitismo se desenmascaraba con impudicia. Pese a ello, milagrosamente, el naciente y desesperado Israel, con una enorme cantidad de caídos, pudo lograr vencer, imponiéndose en las tierras que le había concedido la resolución de la ONU.
Los árabes de Palestina aprendieron del movimiento sionista su nacionalismo. Pero en lugar de dedicarse a construir, en su mayor parte prefirieron las hostilidades. Por eso, mientras Israel se sigue desarrollando, los ahora llamados palestinos se debaten en el odio y el estancamiento.
Día tras día, año tras año, el Estado de Israel debió seguir luchando para sobrevivir. Varias guerras intentaron -e intentan- barrerlo del mapa. Pero cada que vez que surgió una propuesta sincera de paz, hubo paz. Así ocurrió con Egipto y Jordania. Mientras, la obsesiva voluntad de construcción se multiplicaba, hasta convertir a Israel en uno de los países más poderosos del mundo en materia artística y científica. Mantiene su condición de única democracia en un océano dictatorial, al extremo de incluir ciudadanos árabes en su Parlamento, Corte suprema, cuerpo diplomático, ministerios y municipalidades. Es objeto de acusaciones con alta dosis de antisemitismo. Pese a ello, celebra 70 años de independencia y sigue mirando el futuro con optimismo. Dibujó una epopeya ejemplar.
Por Marcos Aguinis
Fuente: La Nación
Opinión
Análisis: Mientras Israel lucha contra Irán, ¿dónde están los aliados terroristas de Teherán en su momento de necesidad?
Teherán desarrolló una red terrorista regional para aislarse de la guerra, pero ahora que está bajo ataque, Hezbollah y otros se sienten demasiado débiles o demasiado intimidados para unirse a la batalla.

Por Nurit Yohanan
Cuando Israel anunció la Operación «León Ascendente» en la madrugada del viernes, marcó la primera vez en más de 50 años que el país declaraba la guerra contra un Estado soberano, en lugar de contra una organización terrorista que opera desde territorio extranjero, Cisjordania o Gaza. Un número considerable de estas organizaciones a las que Israel se ha enfrentado a lo largo de los años fueron y son apoyadas, financiadas o incluso controladas directamente por Irán, el país que ahora se encuentra en la mira de Israel.
Desde la Revolución iraní, el régimen de Teherán ha invertido importantes esfuerzos en difundir su ideología entre las poblaciones chiítas de Medio Oriente, a la vez que ha construido una red de organizaciones terroristas en toda la región, incluyendo grupos suníes.
La Fuerza Quds, una unidad especial del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán, se ha centrado en las últimas décadas en apoyar a estas organizaciones mediante ayuda financiera, el suministro de armas y municiones, e incluso entrenamiento, a veces realizado en territorio iraní.
Para Irán, la red terrorista era tanto una proyección de poder como un escudo: los grupos hostigaban continuamente a los dos mayores enemigos de la República Islámica, Estados Unidos e Israel, mientras que este se mantenía aislado de las represalias. Y la existencia de una liga de ejércitos de apoyo, listos para defenderse en caso de guerra, ayudó a disuadir cualquier idea occidental de invasión o cambio de régimen.
Después del 7 de octubre de 2023, cuando Hamás lanzó un ataque devastador contra Israel, desencadenando la guerra en Gaza, la amplitud del arsenal iraní quedó en evidencia, con grupos respaldados por Teherán, desde el Líbano hasta Yemen, atacando a Israel en lo que el entonces ministro de defensa israelí, Yoav Gallant, denominó una guerra de siete frentes.
Pero ahora que el poder de fuego de Israel se dirige contra el propio Irán, esos aliados desaparecen repentinamente. Algunos, como Hezbollah, se han visto gravemente debilitados por Israel debido a los intentos de respaldar a Hamás. Otros parecen haber sido convencidos por sus países anfitriones para mantenerse al margen de la lucha.
Irán se encuentra ahora en una posición sumamente inusual e incluso peligrosa, obligado a depender principalmente de su propio poder militar en territorio iraní. Hasta ahora, esto ha consistido principalmente en sucesivas rondas de misiles balísticos disparados por la fuerza aérea del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica, que han causado gran destrucción, pero han hecho poco por debilitar la potencia de fuego de Israel.
Mientras tanto, Irán ha visto cómo su territorio se ha convertido en un campo de batalla al intentar hacer frente a los ataques israelíes desde Teherán hasta Tabriz, lo que representa una vulnerabilidad estratégica para un país que prefiere dejar que sus aliados hagan el trabajo sucio en territorio extranjero.
Hezbollah, en la cuerda floja
El apoyo de Irán a grupos terroristas en el extranjero se estima en miles de millones de dólares anuales provenientes de las arcas estatales. Esta ayuda ha continuado en los últimos años a pesar de la grave situación económica de Irán, que incluye una devaluación sostenida de la moneda y escasez de energía.
Una buena parte de ese dinero ha ido a parar al grupo terrorista libanés Hezbollah, el principal cliente de Irán.
Sin embargo, tras sufrir grandes pérdidas y una creciente oposición en el Líbano, ahora se encuentra gravemente debilitado y reacio a enfrentarse a Israel.
Hezbollah, fundado en 1983 con el respaldo de Irán, ha sido durante las últimas dos décadas la principal herramienta militar de Irán contra Israel, armado con misiles de largo alcance e incluso armas guiadas de precisión.
Sin embargo, desde que Israel comenzó a atacar dentro de Irán el viernes, lo único que ha lanzado Hezbollah han sido palabras. Esta moderación es aparentemente una consecuencia directa de su guerra con Israel, durante la cual el grupo lanzó ataques casi diarios contra Israel desde octubre de 2023 hasta que acordó un alto el fuego en noviembre de 2024.
En los últimos seis meses de la guerra, y en particular a partir de septiembre, el grupo sufrió importantes reveses militares. Casi todo su alto mando fue eliminado por Israel, incluyendo al líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah.
Justo antes, los ataques israelíes con buscapersonas y walkie-talkies explosivos causaron daños físicos y psicológicos generalizados entre las fuerzas terrestres del grupo. Unas 4.000 personas resultaron heridas en la operación encubierta, según informes libaneses, la gran mayoría de ellas miembros de Hezbollah.
El otrora formidable arsenal de misiles del grupo parece haberse agotado o destruido en gran medida, y Siria ya no es una ruta conveniente para el contrabando.
En octubre de 2024, las Fuerzas de Defensa de Israel estimaron que Hezbollah conservaba menos del 30 por ciento de su potencia de fuego anterior a la guerra.
Incluso después de la firma del alto el fuego, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) han continuado sus operaciones regularmente en el Líbano, atacando a operativos de Hezbollah, principalmente en el sur del país. Israel ha atacado edificios en el distrito de Dahiyeh, en Beirut, en dos ocasiones, donde se encuentran plantas de fabricación y almacenamiento de drones, según las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI).
Como resultado, Hezbollah se encuentra significativamente debilitado y su capacidad para representar una amenaza para Israel es mucho menor. La organización también se enfrenta a una creciente presión política interna, mientras el país aún se recupera de los fuertes ataques israelíes dirigidos a poner fin a los ataques de Hezbollah.
En los últimos seis meses, dos de los tres principales puestos de liderazgo del Líbano han sido ocupados por figuras consideradas «anti-Hezbollah», entre ellas el primer ministro Nawaf Salam y el presidente Joseph Aoun. Ambos han declarado su intención de desarmar a Hezbollah y afirman que la decisión de ir a la guerra debe recaer en el Estado.
En un discurso reciente con motivo de los primeros 100 días de su gobierno, Salam señaló que el Ejército libanés había desmantelado más de 500 depósitos de armas en el sur del país. Si bien no especificó a quién pertenecían, se cree que eran de Hezbollah
El viernes, horas después del inicio de la operación israelí, Hezbollah emitió un extenso comunicado condenando enérgicamente los ataques israelíes contra Irán, afirmando que Israel “solo entiende el lenguaje de la muerte, el fuego y la destrucción”.
El comunicado no mencionó si respondería ni cuándo, pero un funcionario de Hezbollah declaró a Reuters ese mismo día que el grupo no tomaría represalias por los ataques en Irán.
Las milicias iraquíes ceden ante la presión
Desde la invasión estadounidense de Irak en 2003, Irán ha reforzado las milicias proiraníes y chiítas en el país para profundizar su influencia. Estos grupos atacaron principalmente a Estados Unidos, pero también apuntaron sus armas contra Israel después del 7 de octubre.
La creciente presión interna y externa ha paralizado estas operaciones.
Desde 2014, las milicias en Irak han operado bajo una organización paraguas conocida como las Fuerzas de Movilización Popular, disparando misiles contra las tropas estadounidenses estacionadas en la región y combatiendo al grupo terrorista Estado Islámico cuando esta organización yihadista tomó el control de partes de Irak.
Sin embargo, desde el 7 de octubre, las milicias también han participado en la guerra regional en múltiples frentes contra Israel, aparentemente con el respaldo de Irán. A lo largo de 2023 y 2024, lanzaron drones hacia Israel, principalmente contra los Altos del Golán y, en una ocasión, contra Eilat, al tiempo que atacaban bases estadounidenses en Irak. En octubre de 2024, dos soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel murieron en un ataque con drones lanzado por milicias proiraníes en el norte de los Altos del Golán.
Sin embargo, incluso antes del segundo alto el fuego entre Israel y Hamás en diciembre de 2024, las milicias proiraníes de Irak acordaron detener los ataques contra Estados Unidos e Israel.
Fuente: Times of Israel
Opinión
Israel-Irán: Democracia bajo fuego, dictadura al desnudo

Por Ariel B. Goldgewicht
¿Qué sucede cuando una democracia liberal enfrenta a una dictadura fundamentalista?
No estamos ante una guerra convencional, sino ante un choque de civilizaciones: entre quienes santifican la vida y quienes anhelan la muerte. La guerra entre Israel y el régimen iraní ‘ denominada ´León Ascendente´, no empezó esta semana, pero ahora ha alcanzado un nivel nuevo, un punto de no retorno.
Desde la Revolución Islámica de 1979, Irán ha declarado abiertamente su hostilidad hacia Israel. Durante décadas, ha dirigido esta guerra por medio de terceros (Proxy) el eje chiita: Hezbollah en Líbano, Hamás en Gaza, los hutíes en Yemen, milicias en Siria e Irak, entre otros. Irán ha sido el gran arquitecto del terrorismo moderno en el Medio Oriente, financiado con las inconmensurables riquezas de su petróleo. Su régimen de dictadura absoluta, liderado por los ayatolás, ha sido cómplice de atentados desde Buenos Aires hasta Beirut, dejando una estela de sangre y caos.
Hoy, sin embargo, algo ha cambiado. Por primera vez en la historia, Israel ha atacado directamente a Teherán. ¿Por qué ahora?
La respuesta está en una conjunción de factores. La caída de Hamás y la Yihad Islámica en Gaza, el debilitamiento de Hezbollah en el norte, la caída del régimen de Assad en Siria, el retroceso de los hutíes en Yemen: todos son frentes que el régimen iraní consideraba parte de su estrategia regional de expansión y dominación. Y todos han sido golpeados con fuerza por Israel en los últimos meses.
A esto se suma la presión internacional, el estancamiento ruso en Ucrania —que limita el apoyo logístico de Moscú a Teherán—, y el regreso de una política exterior estadounidense menos indulgente con Irán. La reciente advertencia del Presidente Trump, que impuso un plazo de 60 días para frenar el programa nuclear iraní, coincidió con el momento en que Israel decidió actuar: al día 61, los ataques comenzaron.
Israel no está reaccionando por impulsos ni venganza. Está respondiendo a una amenaza existencial. Porque si el 7 de octubre vimos de lo que es capaz un grupo terrorista armado con cohetes y fusiles, imaginemos lo que podría ocurrir si Irán —un régimen que ejecuta homosexuales, encarcela mujeres por no cubrirse la cabeza, y asesina opositores sin juicio— accediera a armas nucleares. Esa es la línea roja.
En estas horas, Israel vive bajo amenaza constante. El espacio aéreo cerrado, el sistema educativo paralizado, cientos de miles de ciudadanos atrapados fuera del país o confinados en refugios. El Domo de Hierro protege, pero no es infalible. Con un 95% de efectividad, basta una pequeña brecha para que un misil balístico impacte y cause destrucción. Ya lo hemos visto: muertos, heridos y un país en vilo. Pero, imagínese ¿y si esos misiles llevarán cabezas nucleares?
A pesar de todo, Israel no responde con barbarie. Tiene superioridad militar absoluta sobre los cielos de Irán, pero no ataca civiles. Ataca centrifugadoras nucleares, bases militares, centros de comando. Mientras el régimen iraní lanza misiles sobre poblaciones israelíes, Israel busca evitar víctimas inocentes. Porque los ciudadanos iraníes no son enemigos: son rehenes de una teocracia que lleva décadas reprimiéndolos. En esta guerra buscamos aniquilar el proyecto nuclear, pero los ciudadanos civiles inocentes de irán tiene otras esperanzas de este conflicto. Ellos esperan libertad.
En Irán, hoy se cuentan chistes oscuros: “Nadie sabe dónde está el ayatolá!!, excepto Israel”. Y no es sólo humor negro: es símbolo de un régimen que tiembla. La resistencia israelí no busca cambiar el régimen, ni interferir en la autodeterminación de los pueblos. Su único objetivo es impedir que un régimen fundamentalista con aspiraciones mesiánicas tenga capacidad nuclear.
Durante más de dos décadas, Irán ha invertido en cuatro pilares esenciales:
1. Desarrollo nuclear
2. Expansión militar y terrorista del eje chiita
3. Represión social interna —especialmente contra mujeres—
4. Hostilidad contra Israel
Muy poco en salud pública, ni educación, ni infraestructura. Un Estado que produce petróleo como si fuera agua, pero cuyas ciudades sufren apagones diarios, escasez de agua potable y servicios básicos. Toda su riqueza, volcada a la represión y la destrucción con el objetivo principal de consolidar su poder a la fuerza.
Lo que vemos hoy es el colapso de esa estrategia. Un castillo de naipes que se derrumba desde dentro. Como el viejo proverbio del efecto mariposa, la ola de terror del 7 de octubre encendió una cadena de reacciones que ha llevado a la desestabilización de todos los brazos armados de Irán en la región. Aún falta mucho para el final, y el sufrimiento no ha terminado, pero cuando caiga el telón, el mundo podría ser un lugar más seguro. Especialmente para los pueblos que hoy viven oprimidos por dictaduras fundamentalistas.
En pleno siglo XXI, no hay lugar para los extremismos. La historia ha demostrado —y está claro— que cuando las democracias se unen, pueden frenar incluso a las peores amenazas. Que no haya que esperar otro 7 de octubre para despertar. El momento de elegir entre luz y oscuridad, entre libertad y opresión, es ahora.
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