La nota original es autoría de Efrat Lachter Traducción al español por Fernando Olschansky
Agencia AJN.- Un informe del canal 12 de la televisión israelí dio a conocer un pueblo en Siria donde todo es manejado por mujeres. Víctimas de la guerra, sobrevivientes de la explotación sexual por parte del Estado Islámico y de otros vejamenes, ellas decidieron luchar y comenzar una nueva vida.

La guerra contra Daesh (ISIS) en Siria lleva ya varios años aunque ésta no se vea reflejada en los principales medios de comunicación occidentales. Una de las ramificaciones del conflicto en Siria es la base YPG (Unión de Protección Popular, Yekîneyên Parastina Gel, en su idioma original), donde las armas son portadas por mujeres y hombres por igual, ya que eso es lo que se necesita y no importa el sexo. Además, se fundó la aldea Rojava, justamente, en uno de los lugares donde menos se respetan los derechos humanos, ellas lograron establecer un pueblo exclusivamente para mujeres.

Dalbrin, combatiente en la base de YPG, tenía solo 16 años cuando terroristas de Daesh ingresaron a su hogar en la zona de a-Zour. Ella cuenta: «Secuestraron a nuestras niñas, las violaron y las masacraron junto a los niños. A los hombres les hicieron lo mismo». «No pudimos hacer nada. Le temíamos a Daesh», indicó. Tras la muerte de su hermano, ella decidió incorporarse y vengar su muerte.

La guerra estalló en 2014 cuando ISIS comenzó a ocupar más y más territorios en Iraq y Siria e impuso sobre ellos la ley de la Sharia y el satánico califato islámico.

Según el informe del canal 12 de la televisión israelí, el presidente sirio, Bashar al Assad abandonó o renunció al control de la zona, y los kurdos juntos a una coalición liderada por Estados Unidos, lucharon contra Daesh durante cinco años. En los territorios reconquistados los kurdos crearon una federación democrática laica e igualitaria que no discrimina entre kurdos, árabes y cristianos. Su nombre es Rojava.

Entre las pioneras de la aldea se encuentra Rukan y para ella, la guerra, fue la oportunidad para liberarse. Según cuenta, odiaba la vida que su familia había elegido por y para ella. Es decir, casamiento arreglado a temprana edad y ser la sirvienta de su esposo. Cuando la revolución comenzó, ella escapó de su hogar en dirección al frente de combate. «Me uní a YPG, porque siempre se negaron los derechos de las mujeres en mi país», expresó.

Desde que se unió, luchó en innumerables batallas, pero un momento quedará grabado en su memoria para siempre. «Tengo muchos recuerdos de Arqa y Dir a-Zour, de cuando liberamos mujeres yazidis del cautiverio de Daesh. Cuando ellos se rindieron- por ISIS- eso me dio muchas fuerzas para continuar luchando», contó.

«Mi objetivo en la vida es que donde hay una mujer en cautiverio o que sufra torturas poder estar ahí para salvarlas», explicó.

Del infierno, estas mujeres se levantaron y construyeron un mundo nuevo en el pueblo femenino de Gennauer en Siria. No hay otro así en el mundo. Habitado únicamente por mujeres que huyeron del infierno de Daesh y hombres golpeadores. Es aquí que crearon una comunidad única donde ellas viven y administran todo. Ocupándose de su seguridad y alimentos. alimentos.

Otra de las entrevistadas en el informe del canal 12 fue Najeen, que con sus 27 años llegó de Alemania y vive en el país árabe desde hace dos años. «Creo que muchas personas pueden venir y aprender algo de esto», explicó. «Para mí fue divertido, me llenó de inspiración y también quise, en la medida de lo posible, participar», añadió.

Todo fue construido por trabajo femenino y hay todo lo que ellas y sus hijos necesitan: enfermería, escuela y terrenos para cultivar sus propios alimentos.

Quien se encarga de cocinar para todos es Zinab, que tenía solo 15 años cuando la obligaron a contraer matrimonio con un hombre mayor que ella y que era muy violento.

«Mi marido era una mala persona, me hizo mucho daño», cuenta. «Me escapé de él hacia la zona kurda y estuve como refugiada durante diez años hasta que se fundó la aldea de mujeres y decidí que esta era mi oportunidad para una nueva vida. Mi esposo me pidió volver y le dije que no había posibilidad alguna. Él piensa que las mujeres somos ovejas y él el pastor, pero yo no volveré a ser oveja, no de él ni de ningún otro hombre», aseguró.

Esta aldea es otra expresión de la revolución femenina y democrática que tiene lugar en la federación llamada Rojava. No se puede subestimar lo que ocurre en el país. Si bien es Siria, todo se rige por leyes igualitarias. Las mujeres ocupan los cargos más altos de Gobierno, el Ejército, en la sociedad e incluso en la academia, donde crearon una facultad de Ciencias de la Mujer.

«Después de terminar esta cruenta guerra tenemos otro objetivo: eliminar el Gobierno de los hombres. Después de miles de años, pondremos fin a la opresión y esclavitud de las mujeres y seremos libres», revela Rukan. «Continuaremos el camino de nuestras amigas que murieron en la guerra», añade.

Todas las familias en Rojava perdieron a alguien en la guerra por la independencia y el sufrimiento aún está lejos de su fin. Los Estados Unidos anunciaron que pronto abandonarán a los kurdos y éstos quedarán librados a su suerte frente a un Bashar al Assad que se refortalece, así como de Turquía.

La pregunta que resta formularse es si después de una vez finalizada la guerra, la revolución femenina desparecerá junto a ésta.