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Opinión: A pesar de los riesgos, Israel puede hacer más para ayudar a Ucrania

Nuestros lazos con Moscú se basan en hechos fríos y principalmente en el conocimiento de que podemos infligir dolores a los rusos de la misma manera que ellos. Esto nos deja mucho espacio para ayudar a Ucrania.

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Editorial publicada por Michael Horowitz en The Jerusalem Post.

Agencia AJN.- Los miembros de la Knesset (el parlamento israelí) parecían silenciosamente sorprendidos cuando escucharon las críticas implícitas que el presidente Volodymyr Zelensky dirigió a Israel en su discurso ante el parlamento. La narrativa, hasta entonces, había sido que Israel estaba ayudando a Ucrania, en coordinación con varios países occidentales, incluido Estados Unidos, e incluso a petición de Kiev. La mayoría de ellos probablemente no eran conscientes de los sutiles signos que mostraban que, detrás de la fachada, Kiev estaba cada vez más frustrado con Israel. Pero estaban ahí y Zelensky los puso al descubierto de forma honesta, aunque a veces poco ceremoniosa e históricamente cuestionable. Tiene razón al llamarnos la atención.

Sin duda, la cuestión de si Israel debe o no apoyar a Ucrania y en qué medida no es fácil. Aquellos que insensiblemente dejan de lado las preocupaciones de Israel o, peor aún, no parecen entender que puede haber consecuencias si Israel se pone del lado de Ucrania, están mostrando su desprecio por la seguridad de Israel o su propia ignorancia.

Desde 2015, Israel comparte una frontera de facto con Rusia. Sus operaciones contra el traslado de misiles y kits guiados de precisión a través de Siria y hacia el Líbano pueden verse afectadas por una posible respuesta rusa. Si Rusia decide intentar detener la «campaña entre la guerra» israelí contra Irán, los israelíes pueden acabar muriendo. Estos ataques israelíes pretenden limitar la capacidad de Hezbollah para llevar a cabo ataques puntuales contra infraestructuras críticas.

También pretenden impedir el establecimiento de una réplica del «Sur del Líbano» de Hezbollah en el sur de Siria. Cada día que el ejército israelí no puede o tiene limitada su capacidad de operar en Siria, es un día que Irán y Hezbollah utilizan para acumular misiles que algún día puedan ser disparados contra Israel. Los principios deben guiar la política, pero los hechos geopolíticos no pueden ser ignorados.

A pesar de esto la idea de que Israel no tiene espacio para maniobrar y que en el momento en que critique a Rusia, empezarán a caer aviones del cielo es errónea. Hay una razón por la que, desde el principio, Rusia se comprometió con Israel y trató de evitar los conflictos con Jerusalém, El ejército israelí es una potencia que cuenta y evitar conflictos es tan útil para Moscú como para Israel.

En ocasiones, Israel presionó indirectamente a Rusia llevando a cabo ataques aéreos contra bases sirias utilizadas tanto por Rusia como por Assad. Más recientemente, golpeó el puerto de Latakia -a pocos kilómetros de la principal base aérea rusa en Siria- en múltiples ocasiones. No nos engañemos pensando que de repente estamos indefensos y desconcertados ante el poderío militar ruso, sobre todo porque el mito del poderío ruso se está desmoronando ante nuestros ojos en Ucrania.

También hay pocas o ninguna razón para creer que Moscú realmente ayudará cuando se trata del atrincheramiento de Irán en Siria. Un acuerdo de 2018 que supuestamente debía conducir a la retirada de los apoderados iraníes del sur de Siria tuvo un impacto nulo en la situación. Rusia desplegó varias unidades de policía militar frente al Golán israelí y no hizo mucho por reducir la capacidad de Irán y Hezbollah para operar desde allí. Incluso si Moscú quisiera eliminar a Irán de nuestra frontera, lo que no es ni mucho menos seguro, ¿pueden unos pocos cientos de soldados impedir realmente el atrincheramiento iraní?

Teniendo en cuenta el impacto tan limitado que tuvieron los miles de soldados desplegados como parte de la Fuerza Interina de las Naciones Unidas en el Líbano (FINUL) en el sur del país sobre el propio atrincheramiento de Hezbollah, es difícil imaginar que unos pocos cientos de soldados rusos vayan a hacer más en el sur de Siria. Lo poco que hizo Rusia para intentar frenar la influencia de Irán en Siria, principalmente tratando de apuntalar a las fuerzas regulares sirias, lo hizo en beneficio de sus propios intereses. Rusia no nos está haciendo ningún favor.

En el otro lado de la balanza está nuestra asociación estratégica con Estados Unidos. También en este caso, las cosas no están tan claras como pueden pensar algunos de los críticos de Israel en DC. En Washington debería hacerse un serio replanteo estratégico. Hay una razón por la que los aliados tradicionales de EE.UU., incluso en el Golfo, no están siguiendo la línea estadounidense. El apaciguamiento de Washington hacia Irán y Asia tuvo un coste y parte de él puede pagarlo Israel.

Pero, el balance de Israel sobre Ucrania no está ayudando. No se trata de una pequeña crisis ni de un mero conflicto fronterizo, ni tampoco se trata sólo de Ucrania o de los ucranianos, cuya valentía deberíamos admirar con razón. Se trata de un momento decisivo.

En este momento histórico, no debería haber ninguna duda de que Israel está del lado de Washington. No establezcamos un precedente que haga pensar a las aspirantes a grandes potencias que pueden desplegar un par de docenas de aviones en un Estado fallido cercano y que nos haga cuestionar nuestra asociación con nuestro aliado histórico.

La elección debería ser aún más fácil por el hecho de que los ucranianos desafiaron las expectativas y que están forzando a Rusia a un estancamiento mortal. La vacilación es comprensible al principio de un conflicto. Pero un mes más tarde, el panorama se está aclarando y las razones que motivaron el silenciado apoyo de Israel a Ucrania son menos relevantes. Occidente está despertando lentamente a un mundo difícil, en el que Israel siempre vivió. Tardó en ponerse al día con la historia -esa cosa que algunos decían que había terminado hace tiempo-, pero se está calentando. No nos enfrentemos a la creciente determinación occidental con vacilaciones.

Hay espacio para un apoyo más claro de Israel a Ucrania. Como punto de partida, nuestras declaraciones deberían mencionar quién es el responsable de esta crisis. Deberíamos mantener una línea abierta con Putin, pero sin dejarnos llevar por la apariencia de que nos estamos arrimando a él.

Incluso hay espacio para que los sistemas defensivos israelíes sean transferidos a Ucrania. En 2020, se utilizaron armas israelíes contra un aliado ruso en el conflicto de Nagorno-Karabaj. Israel no puede esperar la misma respuesta silenciosa de Rusia si entrega ayuda letal a Ucrania, que puede acabar matando a soldados rusos. Sin embargo, tiene suficiente espacio y capacidad de influencia para enviar armas defensivas, reservándose el derecho de enviar más si Moscú siente la necesidad de responder, lo que probablemente no hará. Ucrania es un punto de presión para Rusia tanto como Siria lo es para Israel.

Nuestros lazos con Moscú no se basan en el intercambio de cumplidos. Se basan en hechos fríos y principalmente en el conocimiento de que podemos infligir dolores a los rusos de la misma manera que ellos. Esto nos deja mucho espacio para ayudar a Ucrania y ponernos del lado de nuestro socio histórico.

Opinión

Análisis: Mientras Israel lucha contra Irán, ¿dónde están los aliados terroristas de Teherán en su momento de necesidad?

Teherán desarrolló una red terrorista regional para aislarse de la guerra, pero ahora que está bajo ataque, Hezbollah y otros se sienten demasiado débiles o demasiado intimidados para unirse a la batalla.

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Foto: Una bandera iraní yace en el suelo a la entrada de la embajada iraní, que fue dañada por combatientes de la oposición en Damasco, Siria, el 8 de diciembre de 2024. (AP/Hussein Malla)

Por Nurit Yohanan

Cuando Israel anunció la Operación «León Ascendente» en la madrugada del viernes, marcó la primera vez en más de 50 años que el país declaraba la guerra contra un Estado soberano, en lugar de contra una organización terrorista que opera desde territorio extranjero, Cisjordania o Gaza. Un número considerable de estas organizaciones a las que Israel se ha enfrentado a lo largo de los años fueron y son apoyadas, financiadas o incluso controladas directamente por Irán, el país que ahora se encuentra en la mira de Israel.

Desde la Revolución iraní, el régimen de Teherán ha invertido importantes esfuerzos en difundir su ideología entre las poblaciones chiítas de Medio Oriente, a la vez que ha construido una red de organizaciones terroristas en toda la región, incluyendo grupos suníes.

La Fuerza Quds, una unidad especial del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán, se ha centrado en las últimas décadas en apoyar a estas organizaciones mediante ayuda financiera, el suministro de armas y municiones, e incluso entrenamiento, a veces realizado en territorio iraní.

Para Irán, la red terrorista era tanto una proyección de poder como un escudo: los grupos hostigaban continuamente a los dos mayores enemigos de la República Islámica, Estados Unidos e Israel, mientras que este se mantenía aislado de las represalias. Y la existencia de una liga de ejércitos de apoyo, listos para defenderse en caso de guerra, ayudó a disuadir cualquier idea occidental de invasión o cambio de régimen.

Después del 7 de octubre de 2023, cuando Hamás lanzó un ataque devastador contra Israel, desencadenando la guerra en Gaza, la amplitud del arsenal iraní quedó en evidencia, con grupos respaldados por Teherán, desde el Líbano hasta Yemen, atacando a Israel en lo que el entonces ministro de defensa israelí, Yoav Gallant, denominó una guerra de siete frentes.

Pero ahora que el poder de fuego de Israel se dirige contra el propio Irán, esos aliados desaparecen repentinamente. Algunos, como Hezbollah, se han visto gravemente debilitados por Israel debido a los intentos de respaldar a Hamás. Otros parecen haber sido convencidos por sus países anfitriones para mantenerse al margen de la lucha.

Irán se encuentra ahora en una posición sumamente inusual e incluso peligrosa, obligado a depender principalmente de su propio poder militar en territorio iraní. Hasta ahora, esto ha consistido principalmente en sucesivas rondas de misiles balísticos disparados por la fuerza aérea del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica, que han causado gran destrucción, pero han hecho poco por debilitar la potencia de fuego de Israel.

Mientras tanto, Irán ha visto cómo su territorio se ha convertido en un campo de batalla al intentar hacer frente a los ataques israelíes desde Teherán hasta Tabriz, lo que representa una vulnerabilidad estratégica para un país que prefiere dejar que sus aliados hagan el trabajo sucio en territorio extranjero.

Hezbollah, en la cuerda floja

El apoyo de Irán a grupos terroristas en el extranjero se estima en miles de millones de dólares anuales provenientes de las arcas estatales. Esta ayuda ha continuado en los últimos años a pesar de la grave situación económica de Irán, que incluye una devaluación sostenida de la moneda y escasez de energía.

Una buena parte de ese dinero ha ido a parar al grupo terrorista libanés Hezbollah, el principal cliente de Irán.

Sin embargo, tras sufrir grandes pérdidas y una creciente oposición en el Líbano, ahora se encuentra gravemente debilitado y reacio a enfrentarse a Israel.

Hezbollah, fundado en 1983 con el respaldo de Irán, ha sido durante las últimas dos décadas la principal herramienta militar de Irán contra Israel, armado con misiles de largo alcance e incluso armas guiadas de precisión.

Sin embargo, desde que Israel comenzó a atacar dentro de Irán el viernes, lo único que ha lanzado Hezbollah han sido palabras. Esta moderación es aparentemente una consecuencia directa de su guerra con Israel, durante la cual el grupo lanzó ataques casi diarios contra Israel desde octubre de 2023 hasta que acordó un alto el fuego en noviembre de 2024.

En los últimos seis meses de la guerra, y en particular a partir de septiembre, el grupo sufrió importantes reveses militares. Casi todo su alto mando fue eliminado por Israel, incluyendo al líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah.

Justo antes, los ataques israelíes con buscapersonas y walkie-talkies explosivos causaron daños físicos y psicológicos generalizados entre las fuerzas terrestres del grupo. Unas 4.000 personas resultaron heridas en la operación encubierta, según informes libaneses, la gran mayoría de ellas miembros de Hezbollah.

El otrora formidable arsenal de misiles del grupo parece haberse agotado o destruido en gran medida, y Siria ya no es una ruta conveniente para el contrabando.

En octubre de 2024, las Fuerzas de Defensa de Israel estimaron que Hezbollah conservaba menos del 30 por ciento de su potencia de fuego anterior a la guerra.

Incluso después de la firma del alto el fuego, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) han continuado sus operaciones regularmente en el Líbano, atacando a operativos de Hezbollah, principalmente en el sur del país. Israel ha atacado edificios en el distrito de Dahiyeh, en Beirut, en dos ocasiones, donde se encuentran plantas de fabricación y almacenamiento de drones, según las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI).

Como resultado, Hezbollah se encuentra significativamente debilitado y su capacidad para representar una amenaza para Israel es mucho menor. La organización también se enfrenta a una creciente presión política interna, mientras el país aún se recupera de los fuertes ataques israelíes dirigidos a poner fin a los ataques de Hezbollah.

En los últimos seis meses, dos de los tres principales puestos de liderazgo del Líbano han sido ocupados por figuras consideradas «anti-Hezbollah», entre ellas el primer ministro Nawaf Salam y el presidente Joseph Aoun. Ambos han declarado su intención de desarmar a Hezbollah y afirman que la decisión de ir a la guerra debe recaer en el Estado.

En un discurso reciente con motivo de los primeros 100 días de su gobierno, Salam señaló que el Ejército libanés había desmantelado más de 500 depósitos de armas en el sur del país. Si bien no especificó a quién pertenecían, se cree que eran de Hezbollah

El viernes, horas después del inicio de la operación israelí, Hezbollah emitió un extenso comunicado condenando enérgicamente los ataques israelíes contra Irán, afirmando que Israel “solo entiende el lenguaje de la muerte, el fuego y la destrucción”.

El comunicado no mencionó si respondería ni cuándo, pero un funcionario de Hezbollah declaró a Reuters ese mismo día que el grupo no tomaría represalias por los ataques en Irán.

Las milicias iraquíes ceden ante la presión

Desde la invasión estadounidense de Irak en 2003, Irán ha reforzado las milicias proiraníes y chiítas en el país para profundizar su influencia. Estos grupos atacaron principalmente a Estados Unidos, pero también apuntaron sus armas contra Israel después del 7 de octubre.

La creciente presión interna y externa ha paralizado estas operaciones.

Desde 2014, las milicias en Irak han operado bajo una organización paraguas conocida como las Fuerzas de Movilización Popular, disparando misiles contra las tropas estadounidenses estacionadas en la región y combatiendo al grupo terrorista Estado Islámico cuando esta organización yihadista tomó el control de partes de Irak.

Sin embargo, desde el 7 de octubre, las milicias también han participado en la guerra regional en múltiples frentes contra Israel, aparentemente con el respaldo de Irán. A lo largo de 2023 y 2024, lanzaron drones hacia Israel, principalmente contra los Altos del Golán y, en una ocasión, contra Eilat, al tiempo que atacaban bases estadounidenses en Irak. En octubre de 2024, dos soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel murieron en un ataque con drones lanzado por milicias proiraníes en el norte de los Altos del Golán.

Sin embargo, incluso antes del segundo alto el fuego entre Israel y Hamás en diciembre de 2024, las milicias proiraníes de Irak acordaron detener los ataques contra Estados Unidos e Israel.

Fuente: Times of Israel

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Israel-Irán: Democracia bajo fuego, dictadura al desnudo

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Por Ariel B. Goldgewicht

¿Qué sucede cuando una democracia liberal enfrenta a una dictadura fundamentalista?

No estamos ante una guerra convencional, sino ante un choque de civilizaciones: entre quienes santifican la vida y quienes anhelan la muerte. La guerra entre Israel y el régimen iraní ‘ denominada ´León Ascendente´, no empezó esta semana, pero ahora ha alcanzado un nivel nuevo, un punto de no retorno.

Desde la Revolución Islámica de 1979, Irán ha declarado abiertamente su hostilidad hacia Israel. Durante décadas, ha dirigido esta guerra por medio de terceros (Proxy) el eje chiita: Hezbollah en Líbano, Hamás en Gaza, los hutíes en Yemen, milicias en Siria e Irak, entre otros. Irán ha sido el gran arquitecto del terrorismo moderno en el Medio Oriente, financiado con las inconmensurables riquezas de su petróleo. Su régimen de dictadura absoluta, liderado por los ayatolás, ha sido cómplice de atentados desde Buenos Aires hasta Beirut, dejando una estela de sangre y caos.

Hoy, sin embargo, algo ha cambiado. Por primera vez en la historia, Israel ha atacado directamente a Teherán. ¿Por qué ahora?

La respuesta está en una conjunción de factores. La caída de Hamás y la Yihad Islámica en Gaza, el debilitamiento de Hezbollah en el norte, la caída del régimen de Assad en Siria, el retroceso de los hutíes en Yemen: todos son frentes que el régimen iraní consideraba parte de su estrategia regional de expansión y dominación. Y todos han sido golpeados con fuerza por Israel en los últimos meses.

A esto se suma la presión internacional, el estancamiento ruso en Ucrania —que limita el apoyo logístico de Moscú a Teherán—, y el regreso de una política exterior estadounidense menos indulgente con Irán. La reciente advertencia del Presidente Trump, que impuso un plazo de 60 días para frenar el programa nuclear iraní, coincidió con el momento en que Israel decidió actuar: al día 61, los ataques comenzaron.

Israel no está reaccionando por impulsos ni venganza. Está respondiendo a una amenaza existencial. Porque si el 7 de octubre vimos de lo que es capaz un grupo terrorista armado con cohetes y fusiles, imaginemos lo que podría ocurrir si Irán —un régimen que ejecuta homosexuales, encarcela mujeres por no cubrirse la cabeza, y asesina opositores sin juicio— accediera a armas nucleares. Esa es la línea roja.

En estas horas, Israel vive bajo amenaza constante. El espacio aéreo cerrado, el sistema educativo paralizado, cientos de miles de ciudadanos atrapados fuera del país o confinados en refugios. El Domo de Hierro protege, pero no es infalible. Con un 95% de efectividad, basta una pequeña brecha para que un misil balístico impacte y cause destrucción. Ya lo hemos visto: muertos, heridos y un país en vilo. Pero, imagínese ¿y si esos misiles llevarán cabezas nucleares?

A pesar de todo, Israel no responde con barbarie. Tiene superioridad militar absoluta sobre los cielos de Irán, pero no ataca civiles. Ataca centrifugadoras nucleares, bases militares, centros de comando. Mientras el régimen iraní lanza misiles sobre poblaciones israelíes, Israel busca evitar víctimas inocentes. Porque los ciudadanos iraníes no son enemigos: son rehenes de una teocracia que lleva décadas reprimiéndolos. En esta guerra buscamos aniquilar el proyecto nuclear, pero los ciudadanos civiles inocentes de irán tiene otras esperanzas de este conflicto. Ellos esperan libertad.

En Irán, hoy se cuentan chistes oscuros: “Nadie sabe dónde está el ayatolá!!, excepto Israel”. Y no es sólo humor negro: es símbolo de un régimen que tiembla. La resistencia israelí no busca cambiar el régimen, ni interferir en la autodeterminación de los pueblos. Su único objetivo es impedir que un régimen fundamentalista con aspiraciones mesiánicas tenga capacidad nuclear.

Durante más de dos décadas, Irán ha invertido en cuatro pilares esenciales:

1. Desarrollo nuclear

2. Expansión militar y terrorista del eje chiita

3. Represión social interna —especialmente contra mujeres—

4. Hostilidad contra Israel

Muy poco en salud pública, ni educación, ni infraestructura. Un Estado que produce petróleo como si fuera agua, pero cuyas ciudades sufren apagones diarios, escasez de agua potable y servicios básicos. Toda su riqueza, volcada a la represión y la destrucción con el objetivo principal de consolidar su poder a la fuerza.

Lo que vemos hoy es el colapso de esa estrategia. Un castillo de naipes que se derrumba desde dentro. Como el viejo proverbio del efecto mariposa, la ola de terror del 7 de octubre encendió una cadena de reacciones que ha llevado a la desestabilización de todos los brazos armados de Irán en la región. Aún falta mucho para el final, y el sufrimiento no ha terminado, pero cuando caiga el telón, el mundo podría ser un lugar más seguro. Especialmente para los pueblos que hoy viven oprimidos por dictaduras fundamentalistas.

En pleno siglo XXI, no hay lugar para los extremismos. La historia ha demostrado —y está claro— que cuando las democracias se unen, pueden frenar incluso a las peores amenazas. Que no haya que esperar otro 7 de octubre para despertar. El momento de elegir entre luz y oscuridad, entre libertad y opresión, es ahora.

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