Opinión
Opinión | Un octubre negro que debe hacernos despertar

Por Adriana Camisar*
Lo que ocurrió el pasado 7 de octubre en Israel, debería ser un llamado de atención para el mundo entero.
La barbarie de los terroristas de Hamas traspasó todos los límites morales posibles, desnudando su sangrienta y peligrosa ideología.
Lo que ocurrió es espantoso y desgarrador. Pero más desgarrador aún es el feroz antisemitismo que vimos resurgir con fuerza en distintos rincones del planeta, incluso antes de que comience la acción de defensa del ejército israelí.
Hemos sido testigos de marchas en todo el mundo en apoyo a Hamas, con slogans antisemitas como: “judíos a las cámaras de gas” o “globaliza la intifada” (que no es otra cosa que un llamado a la libre matanza de judíos).
Hubo innumerables ataques contra sinagogas e individuos judíos, y muchas universidades en Occidente se convirtieron en lugares inseguros para sus estudiantes judíos.
Además de estas manifestaciones abiertamente antisemitas, hubo otras aún más peligrosas, porque vinieron de organismos normalmente considerados respetables. Agencias de noticias como la CNN o MSNBC dieron credibilidad a reportes falsos de Hamas sobre el accionar del ejército israelí; la Cruz Roja Internacional no se preocupó inicialmente por los israelíes secuestrados; UNICEF no demandó la liberación de los niños y bebés israelíes cruelmente separados de sus familias; y UN Women (la organización de la ONU que debe velar por los derechos de las mujeres) no dijo una palabra sobre las mujeres israelíes violadas, torturadas, secuestradas y quemadas vivas.
Entonces es imposible no preguntarse lo siguiente: existe acaso algo que pueda hacer que el mundo se solidaricen con Israel y los judíos? Si algo como esto, que es la manifestación más acabada del mal, no hace que las personas se conmuevan por las víctimas judías, quizás nada lo hará.
Pero más allá de la amenaza para las comunidades judías de todo el mundo, si algo nos enseñó la historia, es que algo muy serio ocurre en aquellas sociedades en las que se permite que el antisemitismo florezca. Se trata de sociedades enfermas que pierden la capacidad de distinguir entre el bien y el mal, lo que finalmente repercute en contra de ellas mismas.
De hecho, los prejuicios antisemitas que salieron a la superficie, nublaron la visión de muchos, impidiendo un correcto diagnóstico del mal al que nos enfrentamos. Estos prejuicios también impidieron (y aún impiden) una correcta evaluación del accionar del ejército Israelí, al que se demoniza, aún sin tener toda la información necesaria para hacer una evaluación correcta; y al que se somete a un estándar diferente al que se sometería a cualquier otro ejército, en circunstancias similares. En la práctica, esto implica negarle a los israelíes el derecho a defenderse.
En estos días, proliferan las expresiones que buscan “contextualizar” lo ocurrido, e incluso justificarlo, con argumentos que no resisten un análisis serio.
Es cierto que la masacre del 7 de octubre no ocurrió en “un vacío”, como afirmó recientemente, en un muy desafortunado comentario, el Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres. Pero sus conclusiones acerca de las causas primarias de lo ocurrido son profundamente erróneas. Y siendo él, el “principal diplomático del mundo”, su diagnóstico equivocado es extremadamente serio.
Ninguna política israelí puede justificar lo ocurrido. De hecho, Israel no tiene presencia alguna en la Franja de Gaza desde el año 2005. Y el enclave recibe millones de dólares de ayuda humanitaria todos los años por parte de la comunidad internacional, ayuda que en vez de utilizarse para desarrollar Gaza, se utilizó para construir misiles, túneles y demás infraestructura del terror. Es cierto que Israel mantenía un bloqueo para evitar que ingresen materiales que puedan utilizarse para construir esa infraestructura. Pero si algo demostró la masacre perpetrada, es que el bloqueo debería haber sido aún más estricto.
La verdadera causa de esta barbarie es la ideología de odio con la que generaciones de palestinos han sido adoctrinados durante años. En las escuelas, que dicho sea de paso son administradas por una agencia de la ONU (la Agencia para los Refugiados Palestinos o UNRWA), los libros de texto glorifican a los “mártires” que asesinan judíos; demonizan al Estado de Israel; y replican teorías conspirativas de neto corte antisemita. Muchos de los maestros tienen conexiones con organizaciones terroristas. Y tanto las escuelas, como las mezquitas y los hospitales, son utilizadas para esconder armas y cuarteles del terror.
La ONU, por lo tanto, tiene una enorme responsabilidad en el sostenimiento y la promoción de esta ideología de odio.
Desde chicos, a los habitantes tanto de Gaza como de Cisjordania se les enseña que el Estado de Israel no tiene derecho a existir, que los judíos son impostores en esa tierra (a pesar de los 4.000 años de presencia judía ininterrumpido en esa región), y que la razón de la existencia de cada uno de ellos es luchar, no por la construcción de un estado palestino, sino por la destrucción de Israel. Y de hacerlo en forma violenta.
Convertirse en un “mártir” es el mayor orgullo al que estos niños pueden aspirar, en abierta violación a los derechos del niño. Las familias de los terroristas que asesinan a judíos reciben altos salarios de por vida, lo que funciona como un excelente incentivo. Esto es conocido como la política de “pagar para matar.” Todo en nombre de la interpretación más radical y fundamentalista del Islam.
Entender esta realidad es importante porque cuando la guerra acabe, será necesario tomar las decisiones adecuadas, para que algo como esto no vuelva a ocurrir jamás.
Aún cuando Israel logre eliminar a los terroristas de Hamas y a su capacidad bélica, la ideología subyacente seguirá tristemente reinando entre los palestinos. Y en cualquier momento surgirá un grupo similar, con otro nombre, pero con la misma ideología extrema.
Entonces, lo que debe comenzar a analizarse desde ahora, es cómo combatir esa ideología, mediante un enorme trabajo de re-educación que implique el rechazo absoluto al extremismo. Esta no será una tarea fácil, y llevará generaciones. Pero es una tarea absolutamente necesaria e impostergable. Algunos analistas indican, con razón, que los ejemplos de Alemania y Japón, luego de la segunda guerra mundial, podrían ser buenos modelos a seguir.
El Islam radical no es solo un problema de Israel y del mundo judío. Es una amenaza para la sociedad occidental en su conjunto, ya que su fin último es el establecimiento de un califato global, y la eliminación de todos los “infieles.” Si la comunidad internacional no despierta y frena el avance de esta atroz forma de totalitarismo, sufrirá tarde o temprano terribles consecuencias.
*Asesora especial para Asuntos Latinoamericanos y de la ONU de B’nai B’rith Internacional, la organización judía más antigua del mundo, con sede en Washington DC.
Es además la directora adjunta del Instituto Americano-Judío de Relaciones Internacionales (AJIRI).
Opinión
Análisis: Mientras Israel lucha contra Irán, ¿dónde están los aliados terroristas de Teherán en su momento de necesidad?
Teherán desarrolló una red terrorista regional para aislarse de la guerra, pero ahora que está bajo ataque, Hezbollah y otros se sienten demasiado débiles o demasiado intimidados para unirse a la batalla.

Por Nurit Yohanan
Cuando Israel anunció la Operación «León Ascendente» en la madrugada del viernes, marcó la primera vez en más de 50 años que el país declaraba la guerra contra un Estado soberano, en lugar de contra una organización terrorista que opera desde territorio extranjero, Cisjordania o Gaza. Un número considerable de estas organizaciones a las que Israel se ha enfrentado a lo largo de los años fueron y son apoyadas, financiadas o incluso controladas directamente por Irán, el país que ahora se encuentra en la mira de Israel.
Desde la Revolución iraní, el régimen de Teherán ha invertido importantes esfuerzos en difundir su ideología entre las poblaciones chiítas de Medio Oriente, a la vez que ha construido una red de organizaciones terroristas en toda la región, incluyendo grupos suníes.
La Fuerza Quds, una unidad especial del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán, se ha centrado en las últimas décadas en apoyar a estas organizaciones mediante ayuda financiera, el suministro de armas y municiones, e incluso entrenamiento, a veces realizado en territorio iraní.
Para Irán, la red terrorista era tanto una proyección de poder como un escudo: los grupos hostigaban continuamente a los dos mayores enemigos de la República Islámica, Estados Unidos e Israel, mientras que este se mantenía aislado de las represalias. Y la existencia de una liga de ejércitos de apoyo, listos para defenderse en caso de guerra, ayudó a disuadir cualquier idea occidental de invasión o cambio de régimen.
Después del 7 de octubre de 2023, cuando Hamás lanzó un ataque devastador contra Israel, desencadenando la guerra en Gaza, la amplitud del arsenal iraní quedó en evidencia, con grupos respaldados por Teherán, desde el Líbano hasta Yemen, atacando a Israel en lo que el entonces ministro de defensa israelí, Yoav Gallant, denominó una guerra de siete frentes.
Pero ahora que el poder de fuego de Israel se dirige contra el propio Irán, esos aliados desaparecen repentinamente. Algunos, como Hezbollah, se han visto gravemente debilitados por Israel debido a los intentos de respaldar a Hamás. Otros parecen haber sido convencidos por sus países anfitriones para mantenerse al margen de la lucha.
Irán se encuentra ahora en una posición sumamente inusual e incluso peligrosa, obligado a depender principalmente de su propio poder militar en territorio iraní. Hasta ahora, esto ha consistido principalmente en sucesivas rondas de misiles balísticos disparados por la fuerza aérea del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica, que han causado gran destrucción, pero han hecho poco por debilitar la potencia de fuego de Israel.
Mientras tanto, Irán ha visto cómo su territorio se ha convertido en un campo de batalla al intentar hacer frente a los ataques israelíes desde Teherán hasta Tabriz, lo que representa una vulnerabilidad estratégica para un país que prefiere dejar que sus aliados hagan el trabajo sucio en territorio extranjero.
Hezbollah, en la cuerda floja
El apoyo de Irán a grupos terroristas en el extranjero se estima en miles de millones de dólares anuales provenientes de las arcas estatales. Esta ayuda ha continuado en los últimos años a pesar de la grave situación económica de Irán, que incluye una devaluación sostenida de la moneda y escasez de energía.
Una buena parte de ese dinero ha ido a parar al grupo terrorista libanés Hezbollah, el principal cliente de Irán.
Sin embargo, tras sufrir grandes pérdidas y una creciente oposición en el Líbano, ahora se encuentra gravemente debilitado y reacio a enfrentarse a Israel.
Hezbollah, fundado en 1983 con el respaldo de Irán, ha sido durante las últimas dos décadas la principal herramienta militar de Irán contra Israel, armado con misiles de largo alcance e incluso armas guiadas de precisión.
Sin embargo, desde que Israel comenzó a atacar dentro de Irán el viernes, lo único que ha lanzado Hezbollah han sido palabras. Esta moderación es aparentemente una consecuencia directa de su guerra con Israel, durante la cual el grupo lanzó ataques casi diarios contra Israel desde octubre de 2023 hasta que acordó un alto el fuego en noviembre de 2024.
En los últimos seis meses de la guerra, y en particular a partir de septiembre, el grupo sufrió importantes reveses militares. Casi todo su alto mando fue eliminado por Israel, incluyendo al líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah.
Justo antes, los ataques israelíes con buscapersonas y walkie-talkies explosivos causaron daños físicos y psicológicos generalizados entre las fuerzas terrestres del grupo. Unas 4.000 personas resultaron heridas en la operación encubierta, según informes libaneses, la gran mayoría de ellas miembros de Hezbollah.
El otrora formidable arsenal de misiles del grupo parece haberse agotado o destruido en gran medida, y Siria ya no es una ruta conveniente para el contrabando.
En octubre de 2024, las Fuerzas de Defensa de Israel estimaron que Hezbollah conservaba menos del 30 por ciento de su potencia de fuego anterior a la guerra.
Incluso después de la firma del alto el fuego, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) han continuado sus operaciones regularmente en el Líbano, atacando a operativos de Hezbollah, principalmente en el sur del país. Israel ha atacado edificios en el distrito de Dahiyeh, en Beirut, en dos ocasiones, donde se encuentran plantas de fabricación y almacenamiento de drones, según las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI).
Como resultado, Hezbollah se encuentra significativamente debilitado y su capacidad para representar una amenaza para Israel es mucho menor. La organización también se enfrenta a una creciente presión política interna, mientras el país aún se recupera de los fuertes ataques israelíes dirigidos a poner fin a los ataques de Hezbollah.
En los últimos seis meses, dos de los tres principales puestos de liderazgo del Líbano han sido ocupados por figuras consideradas «anti-Hezbollah», entre ellas el primer ministro Nawaf Salam y el presidente Joseph Aoun. Ambos han declarado su intención de desarmar a Hezbollah y afirman que la decisión de ir a la guerra debe recaer en el Estado.
En un discurso reciente con motivo de los primeros 100 días de su gobierno, Salam señaló que el Ejército libanés había desmantelado más de 500 depósitos de armas en el sur del país. Si bien no especificó a quién pertenecían, se cree que eran de Hezbollah
El viernes, horas después del inicio de la operación israelí, Hezbollah emitió un extenso comunicado condenando enérgicamente los ataques israelíes contra Irán, afirmando que Israel “solo entiende el lenguaje de la muerte, el fuego y la destrucción”.
El comunicado no mencionó si respondería ni cuándo, pero un funcionario de Hezbollah declaró a Reuters ese mismo día que el grupo no tomaría represalias por los ataques en Irán.
Las milicias iraquíes ceden ante la presión
Desde la invasión estadounidense de Irak en 2003, Irán ha reforzado las milicias proiraníes y chiítas en el país para profundizar su influencia. Estos grupos atacaron principalmente a Estados Unidos, pero también apuntaron sus armas contra Israel después del 7 de octubre.
La creciente presión interna y externa ha paralizado estas operaciones.
Desde 2014, las milicias en Irak han operado bajo una organización paraguas conocida como las Fuerzas de Movilización Popular, disparando misiles contra las tropas estadounidenses estacionadas en la región y combatiendo al grupo terrorista Estado Islámico cuando esta organización yihadista tomó el control de partes de Irak.
Sin embargo, desde el 7 de octubre, las milicias también han participado en la guerra regional en múltiples frentes contra Israel, aparentemente con el respaldo de Irán. A lo largo de 2023 y 2024, lanzaron drones hacia Israel, principalmente contra los Altos del Golán y, en una ocasión, contra Eilat, al tiempo que atacaban bases estadounidenses en Irak. En octubre de 2024, dos soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel murieron en un ataque con drones lanzado por milicias proiraníes en el norte de los Altos del Golán.
Sin embargo, incluso antes del segundo alto el fuego entre Israel y Hamás en diciembre de 2024, las milicias proiraníes de Irak acordaron detener los ataques contra Estados Unidos e Israel.
Fuente: Times of Israel
Opinión
Israel-Irán: Democracia bajo fuego, dictadura al desnudo

Por Ariel B. Goldgewicht
¿Qué sucede cuando una democracia liberal enfrenta a una dictadura fundamentalista?
No estamos ante una guerra convencional, sino ante un choque de civilizaciones: entre quienes santifican la vida y quienes anhelan la muerte. La guerra entre Israel y el régimen iraní ‘ denominada ´León Ascendente´, no empezó esta semana, pero ahora ha alcanzado un nivel nuevo, un punto de no retorno.
Desde la Revolución Islámica de 1979, Irán ha declarado abiertamente su hostilidad hacia Israel. Durante décadas, ha dirigido esta guerra por medio de terceros (Proxy) el eje chiita: Hezbollah en Líbano, Hamás en Gaza, los hutíes en Yemen, milicias en Siria e Irak, entre otros. Irán ha sido el gran arquitecto del terrorismo moderno en el Medio Oriente, financiado con las inconmensurables riquezas de su petróleo. Su régimen de dictadura absoluta, liderado por los ayatolás, ha sido cómplice de atentados desde Buenos Aires hasta Beirut, dejando una estela de sangre y caos.
Hoy, sin embargo, algo ha cambiado. Por primera vez en la historia, Israel ha atacado directamente a Teherán. ¿Por qué ahora?
La respuesta está en una conjunción de factores. La caída de Hamás y la Yihad Islámica en Gaza, el debilitamiento de Hezbollah en el norte, la caída del régimen de Assad en Siria, el retroceso de los hutíes en Yemen: todos son frentes que el régimen iraní consideraba parte de su estrategia regional de expansión y dominación. Y todos han sido golpeados con fuerza por Israel en los últimos meses.
A esto se suma la presión internacional, el estancamiento ruso en Ucrania —que limita el apoyo logístico de Moscú a Teherán—, y el regreso de una política exterior estadounidense menos indulgente con Irán. La reciente advertencia del Presidente Trump, que impuso un plazo de 60 días para frenar el programa nuclear iraní, coincidió con el momento en que Israel decidió actuar: al día 61, los ataques comenzaron.
Israel no está reaccionando por impulsos ni venganza. Está respondiendo a una amenaza existencial. Porque si el 7 de octubre vimos de lo que es capaz un grupo terrorista armado con cohetes y fusiles, imaginemos lo que podría ocurrir si Irán —un régimen que ejecuta homosexuales, encarcela mujeres por no cubrirse la cabeza, y asesina opositores sin juicio— accediera a armas nucleares. Esa es la línea roja.
En estas horas, Israel vive bajo amenaza constante. El espacio aéreo cerrado, el sistema educativo paralizado, cientos de miles de ciudadanos atrapados fuera del país o confinados en refugios. El Domo de Hierro protege, pero no es infalible. Con un 95% de efectividad, basta una pequeña brecha para que un misil balístico impacte y cause destrucción. Ya lo hemos visto: muertos, heridos y un país en vilo. Pero, imagínese ¿y si esos misiles llevarán cabezas nucleares?
A pesar de todo, Israel no responde con barbarie. Tiene superioridad militar absoluta sobre los cielos de Irán, pero no ataca civiles. Ataca centrifugadoras nucleares, bases militares, centros de comando. Mientras el régimen iraní lanza misiles sobre poblaciones israelíes, Israel busca evitar víctimas inocentes. Porque los ciudadanos iraníes no son enemigos: son rehenes de una teocracia que lleva décadas reprimiéndolos. En esta guerra buscamos aniquilar el proyecto nuclear, pero los ciudadanos civiles inocentes de irán tiene otras esperanzas de este conflicto. Ellos esperan libertad.
En Irán, hoy se cuentan chistes oscuros: “Nadie sabe dónde está el ayatolá!!, excepto Israel”. Y no es sólo humor negro: es símbolo de un régimen que tiembla. La resistencia israelí no busca cambiar el régimen, ni interferir en la autodeterminación de los pueblos. Su único objetivo es impedir que un régimen fundamentalista con aspiraciones mesiánicas tenga capacidad nuclear.
Durante más de dos décadas, Irán ha invertido en cuatro pilares esenciales:
1. Desarrollo nuclear
2. Expansión militar y terrorista del eje chiita
3. Represión social interna —especialmente contra mujeres—
4. Hostilidad contra Israel
Muy poco en salud pública, ni educación, ni infraestructura. Un Estado que produce petróleo como si fuera agua, pero cuyas ciudades sufren apagones diarios, escasez de agua potable y servicios básicos. Toda su riqueza, volcada a la represión y la destrucción con el objetivo principal de consolidar su poder a la fuerza.
Lo que vemos hoy es el colapso de esa estrategia. Un castillo de naipes que se derrumba desde dentro. Como el viejo proverbio del efecto mariposa, la ola de terror del 7 de octubre encendió una cadena de reacciones que ha llevado a la desestabilización de todos los brazos armados de Irán en la región. Aún falta mucho para el final, y el sufrimiento no ha terminado, pero cuando caiga el telón, el mundo podría ser un lugar más seguro. Especialmente para los pueblos que hoy viven oprimidos por dictaduras fundamentalistas.
En pleno siglo XXI, no hay lugar para los extremismos. La historia ha demostrado —y está claro— que cuando las democracias se unen, pueden frenar incluso a las peores amenazas. Que no haya que esperar otro 7 de octubre para despertar. El momento de elegir entre luz y oscuridad, entre libertad y opresión, es ahora.
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