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Se cumplen 60 años de la captura de Adolf Eichmann en Argentina

Agencia AJN.- El secuestro del jerarca nazi pudo generar una ruptura diplomática entre Argentina e Israel, lo que se evitó gracias a la intervención de la canciller israelí Golda Meir, quien envió una carta personal al presidente Frondizi para normalizar las relaciones.

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Agencia AJN.- El 11 de mayo de 1960 fue capturado en Argentina el funcionario nazi Adolf Eichmann, quien desde la conferencia de Wannsee, el 21 de enero de 1942, hasta la derrota de la Alemania nazi, planificó y controló el traslado de los judíos a los campos de exterminio. Eichmann se encontraba en el país desde 1950 con un pasaporte falso que llevaba el nombre ficticio de Ricardo Klement.

Eichmann había sido detenido por tropas estadounidenses al finalizar la Segunda Guerra Mundial, pero poco tiempo después logró escapar. Cuando se supo la gravedad de sus actos y su participación crucial en la matanza de seis millones de judíos, el criminal nazi huyó a Sudamérica gracias a las redes que ayudaban a los alemanes a escapar de Europa, en lo que se conoció como «la ruta de las ratas».

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El pasaporte falso con el que Eichmann logró escapar de Europa y radicarse en Sudamérica.

Es así como Eichman llega a la Argentina en 1950, con un pasaporte de la Cruz Roja, emitido en Italia, mediante la gestión del Obispo Alois Hudal. Comenzó a trabajar en empresas de capitales alemanes, y al poco tiempo se trasladó a la provincia de Tucumán, donde se reunió con su familia. Promediando la década del 50′, regresó a Buenos Aires y comenzó a trabajar en la empresa Mercedes Benz Argentina como electricista. Se instaló en una zona poco poblada de San Fernando, en una casa que no tenía agua corriente ni luz eléctrica en la calle Garibaldi.

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Eichmann vestido de «gaucho» en 1955.

Uno de sus hijos, que también había adoptado el apellido Klement, comenzó a salir con la hija de una sobreviviente del Holocausto, a quien le confesó que su apellido real no era ese sino Eichmann. Lothar Hermann, el padre de la chica, supo de quien se trataba, y acudió a la fiscalía alemana que se ocupaba de los criminales de guerra, la que le hizo llegar la información a “buscadores de nazis” y a funcionarios israelíes.

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Lothar Hermann.

Al oir la noticia, los servicios de inteligencia israelíes envían miembros a Buenos Aires, que confirman que Ricardo Klement es nada menos que Adolf Eichmann. Tras informar a las autoridades, el por aquel entonces director del Mossad, Isser Harel, recibió la orden directa del primer ministro israelí, David Ben Gurión, de capturarlo y trasladarlo a Israel, en absoluto secreto.

Harel envía a un grupo de agentes a Buenos Aires entre fines de abril y principios de mayo que comienzan a vigilar a Eichmann, un hombre muy meticuloso que diariamente regresaba a su domicilio a las 18, viajando en transporte público, del que se bajaba y caminaba hacia su hogar.

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Un documento otorgado a Eichmann en Tucumán con el nombre de Ricardo Klement.

El 11 de mayo, pasadas las 18, Klement/Eichmann desciende del vehículo de transporte público, y cuando comienza a caminar hacía su casa es enfrentado por uno de los agentes del Mossad, que lo llama Eichmann. Como este intenta escapar, forcejean e intervienen otros agentes que lo introducen en un automóvil y lo llevan a un departamento acondicionado para su cautiverio, en donde es interrogado y acepta ser Eichmann, bajo un estricto control médico.

Díez días después, mediante un ardid, y disfrazado como un miembro de la tripulación del avión de El Al dormido por estar borracho, Eichmann es introducido a la aeronave, que sin problemas despega y llega a Israel. Poco después, fue el mismo Harel quien informó a Ben Gurión del éxito de la operación, y a su vez fue este último quien comunicó al Parlamento y a toda la población que un grupo especial capturó a uno de los comandantes nazis que planificaron y ejecutaron la Solución Final, la operación que determinó el asesinato de millones de judíos.

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El juicio a Eichmann, realizado en Israel en 1961.

La captura de Eichmann generó un gran debate en la Argentina, poniendo en una posición muy dificultosa al presidente Arturo Frondizi, quien había sido un ferviente antinazi, y debía reclamar al estado judío que devolviera a un criminal de guerra alemán, sabiendo que cuando Alemania había solicitado la extradición de otros nazis identificados que vivían en la Argentina, el proceso judicial se había vuelto tan engorroso que los acusados habían logrado escapar, como había sido el caso de Joseph Menguele.

El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas emitió el 23 de junio de 1960 la Resolución 138 diciendo que la transferencia de Adolf Eichmann a Israel había sido “una violación a la soberanía” de Argentina, y que “si fuesen repetidos, podrían poner en peligro la paz internacional y la seguridad». Por esto, se solicitó a Israel la reparación adecuada «en concordancia con la Carta de las Naciones Unidas y las reglas de la ley internacional”.

Por su parte, el gobierno israelí sostuvo que el tema no era de incumbencia del Consejo de Seguridad y que debía solucionarse mediante negociaciones bilaterales directas, que fue lo que finalmente sucedió.

Si bien originalmente el gobierno argentino planteó la posibilidad de ruptura de las relaciones diplomáticas, y declaró “persona no grata” al embajador Arieh Levavi, tiempo después la canciller israelí, Golda Meier, envió una carta personal al presidente Frondizi, y las relaciones diplomáticas se normalizaron.

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Kristallnacht. Para el sobreviviente Pedro Schmoller, «lo acontecido debe quedar grabado en la memoria de la humanidad»

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Agencia AJN/Itongadol.- Se cumple hoy un nuevo aniversario de la «Noche de los Cristales Rotos» y recordamos el diálogo mantenido en 2013 con Pedro Schmoller, sobreviviente del pogrom denominado «Kristallnacht», quien aseguró: «Agradezco su interés y su espacio. Con mis 93 años encima, es bueno saber que mis recuerdos no desaparecerán cuando no esté más presente en este mundo, y solo así, a través de la memoria mantendrán su vida por algún tiempo más».

La Kristallnacht dio inicio al Holocausto, diez meses antes de la Segunda Guerra Mundial. Schmoller contó en 2013 que él y su familia lograron salvarse de aquella trágica noche gracias a la secretaria de su padre que les ofreció refugio en su casa. «Nos escondimos en el pequeño departamento de la secretaria de mi padre, que era de fe protestante. Ella arriesgó su vida al darnos albergue ya que convivir con judíos era castigado con la pena de muerte», contó.

«Nos quedamos allí unos días hasta que volvió una relativa calma», relató y agregó: «Permanecimos encerrados en un ambiente muy chico, y en constante tensión. Llegué a fumar hasta 60 cigarrillos por día. Desde ese entonces no probé cigarrillo», añadió a modo de quiebre con su pasado oscuro. «Solo un mes y medio después pudimos escapar con destino Argentina», agregó.

El sobreviviente recordó que en su infancia vivió en «Berlín en un barrio de clase media alta y que actualmente sigue existiendo, Charlottenburg». «Recuerdo que en la planta baja de la casa de departamentos donde vivíamos había una librería que pertenecía a una familia judía, la misma fue totalmente destruida por una horda organizada. En la Kristallnacht, solo en Berlín, fueron incendiados una veintena de templos, y seguramente una centena en todo el país, junto con unos centenares de rollos de la Torá. En el caso de nuestro templo, el Friedenstempel, había más de 10 rollos, cada una con sus hermosos adornos artesanales», recordó.

Siempre en diálogo con la Agencia AJN, Schmoller expresó su deseo de contar una historia gratificante ante tanto horror, «se trata del arribo al templo NCI Emanu El de un rollo de la Torá, el mismo fue reconstruido y salvado en algún lugar de Europa». «Resulta que en uno de mis viajes a Londres, por casualidad me enteré de que existía un Comité de Reconstrucción de Torot (plural de Torá), donde escribas profesionales se dedicaban a reescribir las partes dañadas, para que puedan ser nuevamente usadas y enviados a países del tercer mundo a nuevos templos que carecían de rollos, o donde había pocos». Schmoller contó que «para solventar los gastos del Comité, buscaron donantes por sumas-no tan pequeñas- que tenían el privilegio de elegir el lugar, donde las Torot podían ser nuevamente usadas». Fue así que «juntando los ahorros de mi padre, mi hermano y los míos, pudimos donar la suma necesaria, y así llegó, por vía diplomática, una Torá a la Embajada de Israel en Argentina, y de allí partió al templo de Emanu El». «En un solemne servicio religioso, llevado por mi padre, y franqueado por mi hermano y por mí, la Torá fue introducida a su nuevo destino y hoy sigue estando en el templo de la calle Arcos, en la Ciudad de Buenos Aires».

En su relato, Schmoller no quiso dejar de mencionar a su padre quien, como muchos otros judíos alemanes, combatió durante la Primera Guerra Mundial en el ejército alemán y pese a haber sido condecorado con la Cruz de Hierro, años más tarde sería considerado un enemigo por el mismo país que le había reconocido su valor en el combate.

Respecto al negacionismo del Holocausto, Schmoller opinó: «Sólo un malvado, lleno de odio y resentimiento puede ignorar o negar lo ocurrido. Existen un sinfín de pruebas, fotos, películas y testimonios de sobrevivientes que no dejan duda alguna». Tras contar que en una visita a Berlín pudo ubicar la tumba de su bisabuelo en un cementerio, Schmoller expresó: «Los que niegan a la Shoá (Holocausto) son unos necios mentirosos. Es gente llena de un odio enfermizo». «Lo acontecido debe quedar grabado en la memoria de la humanidad, para que nunca vuelva a acontecer», dijo con un fuerte acento alemán.

Consultado sobre el genocida fallecido, Erich Priebke, el sobreviviente opinó que «debe dejarse de hablar de él». «Que no quede recuerdo alguno de sus hazañas criminales. Que quede totalmente olvidado. Que haya un total silencio. Como si nunca hubiera existido», puntualizó.

En la noche del 9 al 10 de noviembre de 1938, hordas nazis llevaron a cabo, con la anuencia de las autoridades alemanas y austríacas y ante la total inacción policial, el pogrom denominado “Kristallnacht”. Sobre esos días, Schmoller reflexionó: «Cada año hay menos gente que lo haya vivenciado en forma consciente».

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Por Mario Sinay. El Tranvía del Gueto de Varsovia fue completamente restaurado para convertirse en un objeto central del nuevo Museo

Montados con una estrella de David sobre la cabina del conductor en lugar de la línea de la ruta, la vista de estos vagones rodando por las calles llenas de gente se convirtió en uno de los recuerdos perdurables del Gueto.

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Agencia AJN.- “Trato de imaginar a las personas por las que este tranvía habría pasado alguna vez en el gueto y simplemente no puedo. Todos los días, este tranvía fue testigo de un enorme sufrimiento y una inmensa tragedia”.

Reconocido como el único de su tipo en el mundo, el tranvía de antes de la guerra que alguna vez recorrió el Gueto de Varsovia ha sido completamente restaurado y actuará como uno de los elementos centrales del futuro Museo del Gueto de Varsovia.

Se cree que el tranvía, data de 1907, construido en Alemania, se construyó originalmente en un momento en que Varsovia dependía de los tranvías tirados por caballos.

La introducción de este tranvía en la ciudad se produciría después de que Varsovia electrificara su transporte público.

Sin embargo, fue el tiempo de guerra lo que finalmente elevaría la importancia de este modelo de tranvía Tipo A.

Aunque la población judía de Varsovia se encontró encerrada en el Gueto en noviembre de 1940, la inmensidad del área exigía que fuera atendida por sus propias líneas de tranvía.

Montados con una estrella de David sobre la cabina del conductor en lugar de la línea de la ruta, la vista de estos vagones rodando por las calles llenas de gente se convirtió en uno de los recuerdos perdurables del Gueto.

Partiendo desde la plaza Muranowska, sus paradas programadas cubrían Muranowska, Dzika, Dzielna, Karmelicka, Leszno, Żelazna y Chłodna.

Sin embargo, la brutalidad de la represión del Levantamiento del Ghetto, junto con su posterior destrucción metódica, significó que pocos de estos vehículos sobrevivieran; de hecho, solo se sabe que uno ha sobrevivido hasta el día de hoy.

Indiscutible en su valor histórico, los historiadores creen que la última vez que este tranvía habría funcionado habría sido en julio de 1942; lo más probable, habría sido utilizado para transportar judíos a la Umschlagplatz mientras esperaban la deportación a las cámaras de gas de Treblinka.

Después de la guerra, los historiadores han teorizado que se utilizó para almacenar materiales necesarios para la reparación de tranvías. En años posteriores, quedó simplemente abandonado en medio de una maleza enmarañada.

Ahora que recibe una segunda vida, el trabajo de restauración se llevó a cabo por primera vez el año pasado. El proyecto, que involucró a 100 personas y costó 250.000 Zlotys, se llevó a cabo siguiendo una documentación de diseño que data de más de un siglo.

Además, los ingenieros que trabajaron en el chasis utilizaron las mismas técnicas que habrían estado disponibles para los trabajadores en ese período.

Llevado a cabo en la planta de reparación T3 de Varsovia, el óxido se eliminó minuciosamente mientras que los elementos faltantes se reemplazaron utilizando exactamente el mismo tipo de materiales que se habrían utilizado anteriormente.

Además, el tranvía se pintó de rojo y se adornó con una bocina de Varsovia en su exterior.

Financiado por el Ayuntamiento de Varsovia y la autoridad local de tranvías, el tranvía se colocará frente al Museo del Gueto de Varsovia una vez que se inaugure.

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