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Opinión

The New York Times | La otra guerra: cómo busca Israel pistas sobre los rehenes en la Franja de Gaza

El rescate de cuatro israelíes en Gaza durante el fin de semana ofreció una visión de una ambiciosa operación de inteligencia destinada a traer a casa a los retenidos por Hamás.

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Un altar en memoria de las personas asesinadas y secuestradas el 7 de octubre en el lugar donde se celebró el festival de música Nova en Israel. Créditos: Avishag Shaar-Yashuv para The New York Times

Agencia AJN.- (Por Julián E. Barnes, Ronen Bergman, Eric Schmitt y Adam Entous – The New York Times -NYT-) Hamás traslada a los rehenes de un departamento a otro para ocultar su paradero, incluso se cree que algunos se encuentran en túneles subterráneos.

Mientras tanto, en una ‘‘célula de fusión’’ formada discretamente en Israel recientemente, los analistas militares y de inteligencia estadounidenses e israelíes comparten imágenes de aviones no tripulados y satélites, junto con interceptaciones de comunicaciones y cualquier otra información que les llegue y que pueda ofrecer pistas sobre la ubicación de los rehenes.

En la Franja de Gaza se libra más de una guerra

En su mayor parte, el mundo ve los ataques aéreos y la invasión terrestre, que según Israel busca desmantelar Hamás y reducir a escombros gran parte del territorio, desencadenando una crisis humanitaria. Pero el rescate del sábado de cuatro rehenes fue un recordatorio de que Israel y Hamás están librando otra batalla menos visible.

Los militantes palestinos están decididos a retener a los rehenes que tomaron durante la masacre del 7 de octubre para utilizarlos como moneda de cambio. Los israelíes están decididos a traerlos a casa.

Durante más de ocho meses, los militantes dominaron la situación.

Las autoridades israelíes y estadounidenses afirman desconocer dónde se encuentran retenidos muchos rehenes. Incluso cuando lo saben, en muchos casos no es posible llevar a cabo una misión de rescate.

Hasta el momento, Israel rescató a siete rehenes, pero la cruda realidad es que, desde que comenzó la guerra, murieron más rehenes, ya sea en los combates o a manos de Hamás. Israel recuperó muchos más cadáveres que rehenes vivos.

A pesar de las grandes celebraciones que los rescates del sábado provocaron en el Estado judío, funcionarios israelíes y estadounidenses afirman que la complejidad de la operación en sí y la violencia que la acompañó dejaron en claro los retos que genera encontrar y extraer rehenes. En la operación murió un soldado israelí, mientas que los comandos israelíes mataron a muchos combatientes de Hamás y muchos civiles murieron en el fuego cruzado. Hamás también aseguró que otros tres rehenes murieron por ataques aéreos israelíes, una afirmación negada por un portavoz de las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF).

Y no está claro cuántas oportunidades más habrá de realizar incursiones de rescate, al menos aéreas. Los rehenes que se salvaron hasta el momento solo fueron rescatados en departamentos. Ahora, según funcionarios israelíes y estadounidenses actuales y anteriores, es probable que Hamás cambie de táctica y trate de trasladar a más rehenes a los túneles y, potencialmente, fuera del alcance de las fuerzas de comandos.

La realidad, dicen los funcionarios estadounidenses e israelíes, es que las operaciones de rescate serán la excepción. Sólo por medios diplomáticos se podrá traer a casa a la mayoría de los rehenes restantes. Las autoridades estadounidenses están presionando a Israel y Hamás para que lleguen a un acuerdo que permita la devolución de los rehenes como parte de una tregua.

‘‘Hay que recordar que la liberación de los cuatro rehenes es, en última instancia, un logro táctico que no cambia el aspecto estratégico’’, expresó el teniente coronel de las reservas de las IDF, Avi Kalo, que en su momento dirigió un departamento de inteligencia militar que se ocupaba de prisioneros de guerra y desaparecidos.

Kalo agregó que ‘‘Hamás sigue teniendo docenas de rehenes, la gran mayoría de los cuales, si no todos, no serán liberados en operaciones, sino que sólo podrán ser rescatados como parte de un acuerdo de alto el fuego’’.

Si bien liberar a los rehenes ha sido una prioridad desde que comenzó la guerra, algunos funcionarios estadounidenses aseguran que el nivel de atención israelí a ese objetivo fue variando. El asesinato involuntario de tres rehenes en diciembre, cuando las IDF dispararon por error a tres hombres que habían escapado de sus captores al norte de Gaza, dejó en claro que las tropas israelíes no siempre estuvieron atentas a la caza de rehenes. Los militares aprendieron de ese error, dicen los funcionarios israelíes.

Además, funcionarios israelíes señalaron que se cree que 251 personas fueron capturadas durante los ataques terroristas del 7 de octubre. Un acuerdo entre Israel y Hamás el pasado noviembre permitió la liberación de 105 de ellos.

Desde entonces, 43 de los rehenes restantes fueron declarados oficialmente muertos; se cree que muchos de ellos, aunque no todos, murieron en cautiverio. Off the récord, funcionarios israelíes mencionaron que creen que menos de 60 siguen vivos. Funcionarios estadounidenses, por su parte, destacaron que hay cinco ciudadanos con doble nacionalidad en Gaza que siguen vivos, y tres cadáveres de estadounidenses retenidos por Hamás.

A lo largo de su historia, Israel hizo todo lo posible por traer a casa a los rehenes. El principio establecido desde hace tiempo es utilizar la fuerza militar como primera opción para intentar rescatar a un israelí. Si el rescate es imposible, Israel llega a un acuerdo: a veces entrega más de mil prisioneros palestinos por un solo soldado israelí capturado.

El seguimiento de los movimientos de los rehenes, una operación en la que Gran Bretaña también desempeña un papel importante, no consiste sólo en determinar su ubicación. Los militares y los servicios de inteligencia están buscando pautas, tratando de averiguar cuánto tiempo retiene Hamás a las personas en un lugar antes de trasladarlas a otro. Si pueden discernir un patrón, podrán determinar mejor el margen de tiempo para llevar a cabo una operación de rescate.

La información recopilada suele ser fragmentaria. Un indicio de que un rehén en particular sigue vivo, o una pista sobre qué grupo podría retener al cautivo, puede no revelar una ubicación exacta, pero podría dar una pista en relación a en qué parte de Gaza intensificar los esfuerzos de recopilación de información. Aunque nadie puede estar seguro de la calidad de esa información, una vez que los israelíes fijan una ubicación con cierto grado de confianza, y creen que un rehén puede estar allí durante algún tiempo, comienza una intensa planificación.

Al principio de la guerra, algunos funcionarios de inteligencia creían que la mayoría de los rehenes estaban retenidos en túneles. Pero vivir bajo tierra resultó difícil para los comandantes de Hamás, siendo más sencillo mantener a los rehenes en departamentos de simpatizantes de la organización.

A medida que la guerra fue avanzando, la información israelí sobre los rehenes mejoró notablemente, gracias a los documentos capturados y a los interrogatorios de combatientes de Hamás detenidos, así como a la ayuda estadounidense y británica.

Funcionarios israelíes y estadounidenses creen que algunos rehenes pueden estar moviéndose más ahora que al principio de la guerra. Pero teniendo en cuenta el devastador bombardeo israelí sobre el minúsculo territorio y que las zonas en las que Hamás puede esconder rehenes se redujeron, las oportunidades de detectarlos aumentaron, dijeron funcionarios estadounidenses e israelíes.

Por otro lado, al dificultarse los movimientos en Gaza, se interrumpieron las comunicaciones entre las brigadas de Hamás y su dirección central, según funcionarios estadounidenses. Como consecuencia, algunos rehenes permanecieron más tiempo escondidos.

Aunque los funcionarios estadounidenses creen que Hamás tiene algo que ver en el trato dado a todos los rehenes, algunos no están en manos del grupo, sino de organizaciones militantes aliadas, como la Yihad Islámica Palestina (PIY). Debido a esto, los dirigentes de Hamás no parecen estar seguros de cuántos rehenes hay en Gaza, según funcionarios estadounidenses e israelíes, que están cada vez más preocupados por la salud de los rehenes, sometidos a abusos mentales y físicos durante su largo cautiverio.

‘‘Tras ocho meses de cautiverio, los rehenes se encuentran en un estado muy degradado mental y físicamente. Es posible que sus rescatadores ni siquiera puedan reconocerlos’’, declaró el general Richard D. Clarke, jefe retirado del Mando de Operaciones Especiales de Estados Unidos.

Por mucho que Israel busque a los rehenes, los dirigentes de Hamás se esfuerzan por mantenerlos ocultos, conscientes de que son su mejor opción para las conversaciones de alto el fuego.

Pero también cumplen otra función. Se cree que un pequeño grupo de rehenes están retenidos cerca de Yahya Sinwar, líder de Hamás en Gaza. Son escudos humanos y dificultan que Israel pueda atacarlo.

Los estadounidenses y los israelíes tuvieron problemas para determinar la ubicación exacta de Sinwar y de esos rehenes. El líder de Hamás se movió por toda Gaza, incluso se escondió bajo Rafah durante un tiempo, y ahora es probable que esté de nuevo bajo Khan Younis, la segunda ciudad más grande de la Franja, según los funcionarios estadounidenses. La red de túneles es enorme y ni Estados Unidos ni Israel fueron capaces de determinar su ubicación exacta, según un funcionario estadounidense.

Los dirigentes de Hamás también dieron órdenes permanentes a sus combatientes con rehenes de que, si creen que se acercan fuerzas israelíes, lo primero que deben hacer es disparar a los cautivos, según funcionarios israelíes. Si algunos rehenes murieron el sábado, como afirma Hamás, podría haber sido a manos de los militantes, no a causa de un ataque aéreo israelí. Sin embargo, por ahora, las autoridades israelíes y estadounidenses no pueden confirmar ni refutar los informes de Hamás.

Desde los primeros días luego de la masacre del 7 de octubre contra, el ejército estadounidense sobrevoló el enclave costero palestino con aviones no tripulados de vigilancia para ayudar en las tareas de rescate de rehenes, según informaron las autoridades estadounidenses. Al menos seis MQ-9 Reaper controlados por las fuerzas de Operaciones Especiales participaron en misiones de vuelo para vigilar en busca de señales de vida, dijeron los funcionarios.

Un alto funcionario israelí dijo que los drones británicos y estadounidenses proporcionaron información que los drones de Israel son incapaces de recoger. Los drones de vigilancia estadounidenses llevan a bordo prácticamente los mismos sensores que los británicos e israelíes, según explicaron oficiales militares estadounidenses, pero el gran número de aviones estadounidenses permite vigilar más territorio con mayor frecuencia y durante más tiempo.

Los aviones no tripulados no pueden cartografiar la vasta red de túneles subterráneos de Hamás.

Los drones no son capaces de hacerlo -Israel utiliza para ello sensores terrestres altamente clasificados-, pero su radar de infrarrojos puede detectar las señales de calor de los combatientes y otras personas que entran o salen de los túneles a la superficie, dijeron los funcionarios.

Inicialmente, el intercambio de inteligencia entre Washington y Jerusalem se centró en las labores de recuperación de rehenes, pero con el tiempo la colaboración se amplió, según afirmaron tres altos funcionarios estadounidenses actuales o anteriores.

‘‘Forman parte del mayor esfuerzo de inteligencia jamás realizado en Israel, y probablemente jamás realizado en general’’, concluyó el coronel Kalo, refiriéndose a los estadounidenses y los británicos.

Opinión

Análisis: Mientras Israel lucha contra Irán, ¿dónde están los aliados terroristas de Teherán en su momento de necesidad?

Teherán desarrolló una red terrorista regional para aislarse de la guerra, pero ahora que está bajo ataque, Hezbollah y otros se sienten demasiado débiles o demasiado intimidados para unirse a la batalla.

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Foto: Una bandera iraní yace en el suelo a la entrada de la embajada iraní, que fue dañada por combatientes de la oposición en Damasco, Siria, el 8 de diciembre de 2024. (AP/Hussein Malla)

Por Nurit Yohanan

Cuando Israel anunció la Operación «León Ascendente» en la madrugada del viernes, marcó la primera vez en más de 50 años que el país declaraba la guerra contra un Estado soberano, en lugar de contra una organización terrorista que opera desde territorio extranjero, Cisjordania o Gaza. Un número considerable de estas organizaciones a las que Israel se ha enfrentado a lo largo de los años fueron y son apoyadas, financiadas o incluso controladas directamente por Irán, el país que ahora se encuentra en la mira de Israel.

Desde la Revolución iraní, el régimen de Teherán ha invertido importantes esfuerzos en difundir su ideología entre las poblaciones chiítas de Medio Oriente, a la vez que ha construido una red de organizaciones terroristas en toda la región, incluyendo grupos suníes.

La Fuerza Quds, una unidad especial del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán, se ha centrado en las últimas décadas en apoyar a estas organizaciones mediante ayuda financiera, el suministro de armas y municiones, e incluso entrenamiento, a veces realizado en territorio iraní.

Para Irán, la red terrorista era tanto una proyección de poder como un escudo: los grupos hostigaban continuamente a los dos mayores enemigos de la República Islámica, Estados Unidos e Israel, mientras que este se mantenía aislado de las represalias. Y la existencia de una liga de ejércitos de apoyo, listos para defenderse en caso de guerra, ayudó a disuadir cualquier idea occidental de invasión o cambio de régimen.

Después del 7 de octubre de 2023, cuando Hamás lanzó un ataque devastador contra Israel, desencadenando la guerra en Gaza, la amplitud del arsenal iraní quedó en evidencia, con grupos respaldados por Teherán, desde el Líbano hasta Yemen, atacando a Israel en lo que el entonces ministro de defensa israelí, Yoav Gallant, denominó una guerra de siete frentes.

Pero ahora que el poder de fuego de Israel se dirige contra el propio Irán, esos aliados desaparecen repentinamente. Algunos, como Hezbollah, se han visto gravemente debilitados por Israel debido a los intentos de respaldar a Hamás. Otros parecen haber sido convencidos por sus países anfitriones para mantenerse al margen de la lucha.

Irán se encuentra ahora en una posición sumamente inusual e incluso peligrosa, obligado a depender principalmente de su propio poder militar en territorio iraní. Hasta ahora, esto ha consistido principalmente en sucesivas rondas de misiles balísticos disparados por la fuerza aérea del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica, que han causado gran destrucción, pero han hecho poco por debilitar la potencia de fuego de Israel.

Mientras tanto, Irán ha visto cómo su territorio se ha convertido en un campo de batalla al intentar hacer frente a los ataques israelíes desde Teherán hasta Tabriz, lo que representa una vulnerabilidad estratégica para un país que prefiere dejar que sus aliados hagan el trabajo sucio en territorio extranjero.

Hezbollah, en la cuerda floja

El apoyo de Irán a grupos terroristas en el extranjero se estima en miles de millones de dólares anuales provenientes de las arcas estatales. Esta ayuda ha continuado en los últimos años a pesar de la grave situación económica de Irán, que incluye una devaluación sostenida de la moneda y escasez de energía.

Una buena parte de ese dinero ha ido a parar al grupo terrorista libanés Hezbollah, el principal cliente de Irán.

Sin embargo, tras sufrir grandes pérdidas y una creciente oposición en el Líbano, ahora se encuentra gravemente debilitado y reacio a enfrentarse a Israel.

Hezbollah, fundado en 1983 con el respaldo de Irán, ha sido durante las últimas dos décadas la principal herramienta militar de Irán contra Israel, armado con misiles de largo alcance e incluso armas guiadas de precisión.

Sin embargo, desde que Israel comenzó a atacar dentro de Irán el viernes, lo único que ha lanzado Hezbollah han sido palabras. Esta moderación es aparentemente una consecuencia directa de su guerra con Israel, durante la cual el grupo lanzó ataques casi diarios contra Israel desde octubre de 2023 hasta que acordó un alto el fuego en noviembre de 2024.

En los últimos seis meses de la guerra, y en particular a partir de septiembre, el grupo sufrió importantes reveses militares. Casi todo su alto mando fue eliminado por Israel, incluyendo al líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah.

Justo antes, los ataques israelíes con buscapersonas y walkie-talkies explosivos causaron daños físicos y psicológicos generalizados entre las fuerzas terrestres del grupo. Unas 4.000 personas resultaron heridas en la operación encubierta, según informes libaneses, la gran mayoría de ellas miembros de Hezbollah.

El otrora formidable arsenal de misiles del grupo parece haberse agotado o destruido en gran medida, y Siria ya no es una ruta conveniente para el contrabando.

En octubre de 2024, las Fuerzas de Defensa de Israel estimaron que Hezbollah conservaba menos del 30 por ciento de su potencia de fuego anterior a la guerra.

Incluso después de la firma del alto el fuego, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) han continuado sus operaciones regularmente en el Líbano, atacando a operativos de Hezbollah, principalmente en el sur del país. Israel ha atacado edificios en el distrito de Dahiyeh, en Beirut, en dos ocasiones, donde se encuentran plantas de fabricación y almacenamiento de drones, según las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI).

Como resultado, Hezbollah se encuentra significativamente debilitado y su capacidad para representar una amenaza para Israel es mucho menor. La organización también se enfrenta a una creciente presión política interna, mientras el país aún se recupera de los fuertes ataques israelíes dirigidos a poner fin a los ataques de Hezbollah.

En los últimos seis meses, dos de los tres principales puestos de liderazgo del Líbano han sido ocupados por figuras consideradas «anti-Hezbollah», entre ellas el primer ministro Nawaf Salam y el presidente Joseph Aoun. Ambos han declarado su intención de desarmar a Hezbollah y afirman que la decisión de ir a la guerra debe recaer en el Estado.

En un discurso reciente con motivo de los primeros 100 días de su gobierno, Salam señaló que el Ejército libanés había desmantelado más de 500 depósitos de armas en el sur del país. Si bien no especificó a quién pertenecían, se cree que eran de Hezbollah

El viernes, horas después del inicio de la operación israelí, Hezbollah emitió un extenso comunicado condenando enérgicamente los ataques israelíes contra Irán, afirmando que Israel “solo entiende el lenguaje de la muerte, el fuego y la destrucción”.

El comunicado no mencionó si respondería ni cuándo, pero un funcionario de Hezbollah declaró a Reuters ese mismo día que el grupo no tomaría represalias por los ataques en Irán.

Las milicias iraquíes ceden ante la presión

Desde la invasión estadounidense de Irak en 2003, Irán ha reforzado las milicias proiraníes y chiítas en el país para profundizar su influencia. Estos grupos atacaron principalmente a Estados Unidos, pero también apuntaron sus armas contra Israel después del 7 de octubre.

La creciente presión interna y externa ha paralizado estas operaciones.

Desde 2014, las milicias en Irak han operado bajo una organización paraguas conocida como las Fuerzas de Movilización Popular, disparando misiles contra las tropas estadounidenses estacionadas en la región y combatiendo al grupo terrorista Estado Islámico cuando esta organización yihadista tomó el control de partes de Irak.

Sin embargo, desde el 7 de octubre, las milicias también han participado en la guerra regional en múltiples frentes contra Israel, aparentemente con el respaldo de Irán. A lo largo de 2023 y 2024, lanzaron drones hacia Israel, principalmente contra los Altos del Golán y, en una ocasión, contra Eilat, al tiempo que atacaban bases estadounidenses en Irak. En octubre de 2024, dos soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel murieron en un ataque con drones lanzado por milicias proiraníes en el norte de los Altos del Golán.

Sin embargo, incluso antes del segundo alto el fuego entre Israel y Hamás en diciembre de 2024, las milicias proiraníes de Irak acordaron detener los ataques contra Estados Unidos e Israel.

Fuente: Times of Israel

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Israel-Irán: Democracia bajo fuego, dictadura al desnudo

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Por Ariel B. Goldgewicht

¿Qué sucede cuando una democracia liberal enfrenta a una dictadura fundamentalista?

No estamos ante una guerra convencional, sino ante un choque de civilizaciones: entre quienes santifican la vida y quienes anhelan la muerte. La guerra entre Israel y el régimen iraní ‘ denominada ´León Ascendente´, no empezó esta semana, pero ahora ha alcanzado un nivel nuevo, un punto de no retorno.

Desde la Revolución Islámica de 1979, Irán ha declarado abiertamente su hostilidad hacia Israel. Durante décadas, ha dirigido esta guerra por medio de terceros (Proxy) el eje chiita: Hezbollah en Líbano, Hamás en Gaza, los hutíes en Yemen, milicias en Siria e Irak, entre otros. Irán ha sido el gran arquitecto del terrorismo moderno en el Medio Oriente, financiado con las inconmensurables riquezas de su petróleo. Su régimen de dictadura absoluta, liderado por los ayatolás, ha sido cómplice de atentados desde Buenos Aires hasta Beirut, dejando una estela de sangre y caos.

Hoy, sin embargo, algo ha cambiado. Por primera vez en la historia, Israel ha atacado directamente a Teherán. ¿Por qué ahora?

La respuesta está en una conjunción de factores. La caída de Hamás y la Yihad Islámica en Gaza, el debilitamiento de Hezbollah en el norte, la caída del régimen de Assad en Siria, el retroceso de los hutíes en Yemen: todos son frentes que el régimen iraní consideraba parte de su estrategia regional de expansión y dominación. Y todos han sido golpeados con fuerza por Israel en los últimos meses.

A esto se suma la presión internacional, el estancamiento ruso en Ucrania —que limita el apoyo logístico de Moscú a Teherán—, y el regreso de una política exterior estadounidense menos indulgente con Irán. La reciente advertencia del Presidente Trump, que impuso un plazo de 60 días para frenar el programa nuclear iraní, coincidió con el momento en que Israel decidió actuar: al día 61, los ataques comenzaron.

Israel no está reaccionando por impulsos ni venganza. Está respondiendo a una amenaza existencial. Porque si el 7 de octubre vimos de lo que es capaz un grupo terrorista armado con cohetes y fusiles, imaginemos lo que podría ocurrir si Irán —un régimen que ejecuta homosexuales, encarcela mujeres por no cubrirse la cabeza, y asesina opositores sin juicio— accediera a armas nucleares. Esa es la línea roja.

En estas horas, Israel vive bajo amenaza constante. El espacio aéreo cerrado, el sistema educativo paralizado, cientos de miles de ciudadanos atrapados fuera del país o confinados en refugios. El Domo de Hierro protege, pero no es infalible. Con un 95% de efectividad, basta una pequeña brecha para que un misil balístico impacte y cause destrucción. Ya lo hemos visto: muertos, heridos y un país en vilo. Pero, imagínese ¿y si esos misiles llevarán cabezas nucleares?

A pesar de todo, Israel no responde con barbarie. Tiene superioridad militar absoluta sobre los cielos de Irán, pero no ataca civiles. Ataca centrifugadoras nucleares, bases militares, centros de comando. Mientras el régimen iraní lanza misiles sobre poblaciones israelíes, Israel busca evitar víctimas inocentes. Porque los ciudadanos iraníes no son enemigos: son rehenes de una teocracia que lleva décadas reprimiéndolos. En esta guerra buscamos aniquilar el proyecto nuclear, pero los ciudadanos civiles inocentes de irán tiene otras esperanzas de este conflicto. Ellos esperan libertad.

En Irán, hoy se cuentan chistes oscuros: “Nadie sabe dónde está el ayatolá!!, excepto Israel”. Y no es sólo humor negro: es símbolo de un régimen que tiembla. La resistencia israelí no busca cambiar el régimen, ni interferir en la autodeterminación de los pueblos. Su único objetivo es impedir que un régimen fundamentalista con aspiraciones mesiánicas tenga capacidad nuclear.

Durante más de dos décadas, Irán ha invertido en cuatro pilares esenciales:

1. Desarrollo nuclear

2. Expansión militar y terrorista del eje chiita

3. Represión social interna —especialmente contra mujeres—

4. Hostilidad contra Israel

Muy poco en salud pública, ni educación, ni infraestructura. Un Estado que produce petróleo como si fuera agua, pero cuyas ciudades sufren apagones diarios, escasez de agua potable y servicios básicos. Toda su riqueza, volcada a la represión y la destrucción con el objetivo principal de consolidar su poder a la fuerza.

Lo que vemos hoy es el colapso de esa estrategia. Un castillo de naipes que se derrumba desde dentro. Como el viejo proverbio del efecto mariposa, la ola de terror del 7 de octubre encendió una cadena de reacciones que ha llevado a la desestabilización de todos los brazos armados de Irán en la región. Aún falta mucho para el final, y el sufrimiento no ha terminado, pero cuando caiga el telón, el mundo podría ser un lugar más seguro. Especialmente para los pueblos que hoy viven oprimidos por dictaduras fundamentalistas.

En pleno siglo XXI, no hay lugar para los extremismos. La historia ha demostrado —y está claro— que cuando las democracias se unen, pueden frenar incluso a las peores amenazas. Que no haya que esperar otro 7 de octubre para despertar. El momento de elegir entre luz y oscuridad, entre libertad y opresión, es ahora.

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