El dueño y director ejecutivo de la empresa Seguridad Internacional y Sistemas de Defensa (ISDS), Leo Gleser, forma parte de la seguridad en los Juegos Olímpicos y expresó estar orgulloso de poder hacerlo con su compañía y sus trabajadores.
Gleser tuvo que viajar repetidas veces a China, reunirse con delegaciones que fueron a Israel e hizo todo lo que pudo para poder, al menos, ser parte de la seguridad en las Olimpíadas, lo que, según el diario israelí Haaretz, corresponde estimativamente a unos 4 billones de dólares.
El empresario ya había estado envuelto en este tipo de experiencias previamente cuando ISDS estuvo envuelta en la seguridad de los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, Sydney 2000 y Atenas 2004.
Las compañías de seguridad chinas, que sirven como subcontratistas para el comité organizativo de los Juegos Olímpicos, se comunicaron con Gleser cuando en marzo de este año, luego de varios ataques terroristas -incluidos la tentativa de un terroristas suicida de estallar un avión y un ataque en un colectivo en Shanghai-, el gobierno chino se dio cuenta de que necesitaba ayuda de otros países.
Le pidieron a Gleser que proveyera el ‘know-how’ e informes situacionales del terrorismo internacional, mayormente en lo que respecta a las amenazas de grupos extremistas musulmanes en Asia.
Gleser empleó a expertos israelíes, incluido Yoram Schweitzer, del Instituto para los Estudios de Seguridad Nacional y Boaz Ganor, del Centro Interdisciplinario en Herzliya.
Según Haaretz, en China ven al Partido Islámico de Turkmenistán Este como la mayor amenaza a los Juegos Olímpicos ya que se cree que este grupo llevó adelante el ataque de esta semana a tres mil kilómetros al este de Beijing, en el que 16 policías fueron asesinados.
Como una de las medidas de seguridad, se estableció una batería de misil antiaérea para proteger la Villa Olímpica durante la ceremonia de apertura, por si los terroristas secuestraban un avión y trataban de estrellarse en el estadio.
La ISDS también entrenó a policías y oficiales de seguridad en Shanghai y Beijing para manejar cualquier ataque terrorista o provocación que intente perturbar el desarrollo o sabotear los juegos.
“Los chinos tienen miedo, entre otras cosas, de que algún grupo manifestante trate de sacar alguna ventaja de la atención mundial para llevar a cabo algún acto no violento pero provocativo para avergonzar a los organizadores”, dijo Gleser.
JR-GB