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Efemérides: Un día como hoy de 1977 Anwar el-Sadat visita Israel por primera vez

Sus palabras fueron tomadas muy en cuenta por los países árabes, y gran parte de ellos no sólo lo criticó sino que formaron un frente de rechazo entre los que se contaban los gobiernos de Libia, Siria, Irak y Argelia;

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Agencia AJN.- El 19 de noviembre se cumple un nuevo aniversario del inicio de la histórica visita que el presidente de Egipto, Anwar el-Sadat, efectuó al Estado de Israel durante tres días, que incluyó su estadía en la ciudad de Jerusalem, un discurso pronunciado en la Knesset (Parlamento israelí), varias reuniones con el primer ministro israelí Menajem Beguin, un rezo en la mezquita de Al-Aqsa y una visita a Yad VaShem (el Museo del Holocausto).

El 9 de noviembre de 1977 Sadat pronunció un largo discurso a los miembros del Consejo del Pueblo Egipcio, incluyendo en uno de sus párrafos su intención de visitar Jerusalem para dialogar directamente con los gobernantes israelíes.

Sus palabras fueron tomadas muy en cuenta por los países árabes, y gran parte de ellos no sólo lo criticó sino que formaron un frente de rechazo entre los que se contaban los gobiernos de Libia, Siria, Irak y Argelia; también generó una pequeña crisis en su gabinete ministerial, pues el ministro de relaciones exteriores egipcio renunció de inmediato.

Por su parte el gobierno israelí, por intermedio de Menajem Beguin le cursó la correspondiente invitación oficial dos días después, que Sadat aceptó formalmente.

Pero ni las palabras de Sadat ni la invitación israelí fueron hechos espontáneos sino el resultado de arduas negociaciones mantenidas por ambos gobiernos casi desde el mismo momento en que Beguin asumió como primer ministro y Moshé Dayan ocupó la cancillería israelí, en junio de 1977.

Cuando en mayo de 1977 el Likud conducido por Menajen Beguin triunfó en la elección para conformar la nueva Keneset, obteniendo 42 mandatos, los medios daban por sentado que por primera vez en la corta historia del Estado de Israel el partido Laborista sería reemplazado del Gobierno a la vez que preveían un endurecimiento en las relaciones con los palestinos y los estados árabes, llegando algunos analistas a vaticinar la posibilidad de una nueva conflagración bélica en Medio Oriente.

A los pocos días del triunfo electoral, Beguin debió ser internado por padecer problemas cardíacos y desde el hospital conformó el que sería su gabinete de gobierno, sorprendiendo tanto a propios como extraños al designar a Moshé Dayan como ministro de Relaciones Exteriores.

Esa decisión tenía posiblemente dos justificativos, uno la buena relación que Dayan mantenía con los funcionarios del gobierno estadounidense que presidía Jimmy Carter y el respeto, que en ciertos casos llegaba a la admiración, de la oficialidad del ejército egipcio, por la manera que condujo al ejército israelí cuando ocupó la península del Sinaí en 1956, muchos de los cuales, ya retirados, eran asesores de Sadat.

Por otra parte tanto Beguin como Sadat sabían que las intenciones del gobierno estadounidense era no sólo lograr mantener el estatus quo en la región, sino producir un acercamiento entre Egipto e Israel, algo que por motivos geopolíticos no podía oponerse.

Esta situación sin duda los obligó a ser pragmáticos y comenzar a mantener negociaciones secretas, indirectas primero y directas después, en base a las cuales Sadat dijo lo que dijo el 9 de noviembre.

Beguin había conformado un gabinete de crisis para analizar las intenciones de Sadat, conformado por Dayan, el jefe del Estado Mayor de Tzahal, Motta Gur, el ministro de Defensa, Ezer Weizman y el responsable de los servicios de seguridad israelíes el mayor general retirado Shlomo Gazit, quienes llegaron a la conclusión que las intenciones de Sadat de llegar a un acuerdo con Israel eran serias, y que seguramente se vieron plasmadas cuando en su discurso en la Kenesset, Sadat dijo “…Para ser absolutamente franco con ustedes, tomé esta decisión después de pensar mucho, a sabiendas de que constituye un grave riesgo para, si D’s Todopoderoso ha hecho que sea mi destino, asumir la responsabilidad en nombre del pueblo egipcio y participar en el destino -determinar la responsabilidad de la nación árabe y el pueblo palestino, el principal deber dictado por esta responsabilidad es agotar todos y cada uno de los medios en un intento por salvar a mi pueblo árabe de Egipto y de toda la nación árabe de los horrores de la nueva, sorprendente y destructiva guerra, las dimensiones de la que se han previsto por nada menos que Dios mismo”.

Anwar Sadat llegó al aeropuerto Ben Gurion en motze Shabat (finalización del sábado) del 19 de junio de 1977, donde fue recibido con todos los honores correspondientes a un Jefe de Estado, pese a que formalmente ambos países, el Estado de Israel y Egipto estaban en guerra. Desde allí se trasladó a la ciudad de Jerusalem, donde al día siguiente pronunció un discurso ante el plenario de la Knesset, actos que sin duda fueron el inicio oficial del proceso que culminó en Camp David, con los acuerdos de paz que establecieron ambos país.

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El Levantamiento del Gueto de Varsovia: «La primera rebelión civil urbana en la Europa ocupada»

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Agencia AJN.- Estas líneas están motivadas en el recuerdo y homenaje a los héroes del Levantamiento Del Gueto De Varsovia del 19 de abril de 1943.

Aquel día del comienzo de «la primera rebelión civil urbana en la Europa ocupada» fue en la víspera de Pesaj, la misma festividad de la libertad que hoy estamos transitando quienes pertenecemos al pueblo judío, celebración que en aquel infierno inimaginable de privaciones, pena y dolor no fue dejada de lado.

Por el contrario, son muchos los testimonios que dan cuenta que la tradición fue sostenida frente a toda adversidad y que como a lo largo de la milenaria y riquísima historia del pueblo judío fueron la profunda creencia en los valores de su identidad, la convicción en defensa de la dignidad, la firmeza en la consagración de la vida por sobre todo y la esperanza en el futuro los pilares inspiradores de aquel acto de resistencia que se considera heroico por la decisión y audacia con que se llevó a cabo a sabiendas de la desventaja en la que se hallaban.

Aquella valiente respuesta que se sumó a las infinitos actos de rebeldía pasivas ejercidas por miles desde la llegada del nazismo la encarnaron y ejecutaron los jóvenes que presentaron resistencia armada al opresor nazi que desplegaba su «aktion» de aniquilamiento del Gueto de Varsovia en cumplimiento de la Solución Final diseñado para terminar con la vida judía en Europa.

Los datos dicen que fueron solo un total de setecientos cincuenta jóvenes combatientes los liderados por Mordechai Anielewicz que se enfrentaron a los nazis, causando daños impensados y retrasando casi en un mes sus planes de muerte. A ellos se les unió el resto de los judíos que quedaban en el Gueto. Para el 16 de mayo 55.065 judíos fueron aniquilados y ese fue el final del Gueto de Varsovia.

El día de hoy tiene un nombre, fue consagrado por el Parlamento de Israel en 1951, seis años después de finalizada la guerra. Se llama en hebreo Iom Lashoa Velagvurá, Día de la Memoria del Holocausto y el Heroísmo.

El Holocausto ha asumido el rol de símbolo universal de todo mal porque representa la forma más extrema de genocidio, porque contiene elementos sin precedente.

La invasión rusa a Ucrania con el manto de muerte y destrucción que se despliega ante nuestros ojos nos trae al presente lo peor de aquellos tiempos que hoy recordamos. Se trata como con crudeza lo explica el ACNUR de la peor crisis humanitaria después de la segunda guerra mundial.

Somos testigos de una guerra que sin disimulo busca la destrucción de una nación. Hay un país agresor que comete crímenes de guerra atentando contra la población civil, que provoca masacres y violaciones de derechos humanos en forma cotidiana donde niños, mujeres y personas mayores son víctimas solo por su identidad. Un estado brutal que tiene como objetivo claro el aniquilamiento de un pueblo, dominando su tierra, acabar con su acervo cultural y su historia ancestral.

Nos interpela porque vemos espantados la acción insuficiente de muchos en detener la barbarie. También el silencio y las contradicciones de muchos otros, como la de nuestro país, frente al desesperado pedido de auxilio de la víctima que al final del día queda en soledad absoluta.

Nos interpela porque observamos también que el antisemitismo no ha desaparecido y lejos está de hacerlo. Las denuncias de hechos violentos se suceden en todo el universo sin solución de continuidad.

Nos Interpela y nos debe ocupar la aparición de líderes autoritarios y xenófobos que jaquean a las democracias. Y vemos también que países que violan los derechos humanos en forma descarada y sistemática son tratados en igualdad y sin reparos. Defendidos e incluso tomados como modelos y ejemplos.

Tras la hecatombe que representó la segunda guerra mundial y la Shoá perpetrada por el nazismo nació la Declaración Universal de los Derechos Humanos, un paso enorme de la humanidad para su desarrollo. La obligación de todos es fortalecerla y profundizar ante los embates de quienes la ignoran y la violan sistemáticamente.

Recordar este día nos conmina a pensar que significó el nazismo como negación máxima de la democracia, de adoración y sumisión al dictador, de destierro de la libertad y desprecio por la vida. Demonización, prohibición y persecución de la actividad política, silenciamiento de la prensa y la libertad de expresión, sustitución de la educación y el pensamiento crítico por adoctrinamiento y el fanatismo irracional. Aplicación de la coerción, extorsión y el miedo como conducta permanente para dominación de la sociedad. La anulación de la cultura, el pensamiento, la discusión y el disenso. La admiración por el discurso hegemónico con la mentira y manipulación como herramientas fundamentales y necesarias. Degradación de la diversidad y aceptación de la exclusión y discriminación.

Y finalmente la búsqueda permanente del enemigo para justificarse. Eso fue el nazismo que no podemos ni debemos olvidar cuando recordamos el pasado que nos duele.

Enseña el historiador francés Jaque Le Goff que la memoria intenta preservar el pasado solo para que le sea útil al presente y a los tiempos venideros. Procuremos que la memoria colectiva sirva para la liberación de los hombres y no para su sometimiento.

En definitiva, caeremos en el error de convertir los actos de recuerdo en meros rituales de repetición si no somos capaces de capitalizar para el bien las enseñanzas del pasado.

Se trata sobre todo de educar en valores humanos, en derechos humanos y por el desarrollo humano. Los tres van de la mano indefectiblemente.

Fuente: Perfil.
Autor: Claudio Avruj.

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Efemérides. Un día como hoy: Se conmemora el aniversario del levantamiento del Gueto de Varsovia

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Agencia AJN.- Hoy, 19 de abril, se cumple un nuevo aniversario del inicio de una de las gestas más heroicas del pueblo judío: el Levantamiento del Gueto de Varsovia (foto del monumento que recuerda la epopeya, en el memorial Yad Vashem de Jerusalem), en el cual una cantidad menor al millar de personas enfrentó durante casi un mes y en medio de la Shoá al poderoso ejército nazi, sin contar con grandes pertrechos bélicos y en abierto desafío a toda lógica y probabilidades de éxito.

Luego que los nazis se apoderaron de Polonia, a partir de fines de 1939, la población judía comenzó a ser confinada en zonas cercadas, denominadas “guetos”, territorialmente pequeños para la cantidad de personas que allí eran concentradas.

El mayor de los establecidos por los nazis fue el de Varsovia, al cual fueron enviados casi 400.000 judíos en 1940.

Entre fines de julio y principios de septiembre de 1942 los nazis trasladaron a 265.000 de ellos al campo de exterminio de Treblinka y a algo más de 11.000 a campos de trabajo; en cambio, autorizaron a 35.000 personas a permanecer en el gueto, a quienes deben sumarse entre 20.000 y 25.000 que estaban escondidas.

Durante el traslado fueron asesinados unos 10.000 judíos por los nazis y sus tropas auxiliares.

Los 60.000 que quedaron sabían que su deportación era inevitable y los jóvenes integrantes de los movimientos sionistas comenzaron a organizarse con la finalidad de resistir el traslado y establecieron dos agrupaciones clandestinas de autodefensa armada: la Organización Judía de Combate (Zydowska Organizacja Bojowa, ZOB), integrada por socialistas, y la Unión Militar Judía (Zydowski Zwiazek Wojskowy, ZZW), conformada por revisionistas integrantes del movimiento juvenil Betar.

Si bien en un principio hubo diferencias entre sus miembros, las mismas fueron dejadas de lado ante el inminente traslado del resto de los habitantes del gueto.

En octubre de 1942, el comandante en jefe de las Schutzstaffel (SS), Heinrich Himmler, ordenó “liquidar el gueto de Varsovia” y sus tropas decidieron iniciar la última deportación el 18 de enero de 1943.

Ese día, mientras unos 6.000 judíos eran llevados al lugar de concentración para subirlos a los trenes que los llevarían a Treblinka, un grupo de activistas del ZOB y el ZZW se infiltraron entre ellos y atacaron a los guardias; si bien la mayoría murió en el ataque, los nazis se desorientaron y los judíos pudieron escapar y esconderse en el gueto.

Las autoridades ocupantes decidieron suspender momentáneamente la deportación, período que el ZOB y el ZZW utilizaron para construir búnkeres y conseguir armas del movimiento clandestino militar polaco (Armia Krajowa, Ejército Nacional), que luego de varios meses les proveyó una pequeña cantidad; en su mayoría, pistolas y explosivos.

Los nazis decidieron reiniciar la deportación el segundo día de Pesaj, coincidente ese año con el 19 de abril, y cuando intentaron ingresar al gueto fueron repelidos por las fuerzas de autodefensa judías, que se estima que sumaban unos 750 miembros (500 del ZOB y 250 del ZZW), lideradas por Mordejai Anilevich, dando inicio a lo que se denominaría como “el Levantamiento del Gueto de Varsovia”.

Armados con pistolas, granadas -muchas de ellas de fabricación casera- y unas pocas armas automáticas y rifles, los combatientes sorprendieron a los alemanes y sus tropas auxiliares el primer día de lucha: forzaron su retirada del gueto y les propinaron 12 muertes y una importante cantidad de heridos.

Ese hecho obligó a los nazis a enviar a su ejército para vencer a quienes los enfrentaban: dos días después iniciaron el contraataque, edificio por edificio, mientras las fuerzas de autodefensa judías efectuaban ataques esporádicos desde sus búnkeres y les provocaban bajas.

El 8 de mayo, los nazis atacaron el comando del ZBO, en la calle Mila 18, en cuya defensa murió Anilevich, y lograron su objetivo de vencer a la resistencia judía ocho días después.

El general de las SS Jürgen Stroop, que estaba al frente de la represión, les informó a sus superiores que habían capturado a 56.065 judíos y destruido 631 búnkeres y que había ordenado la destrucción de la Gran Sinagoga de la calle Tlomacki para simbolizar su victoria.

Se calcula que unos 7.000 judíos fueron asesinados por los nazis durante el alzamiento, otros tantos fueron deportados a Treblinka, donde casi de inmediato fueron ejecutados en las cámaras de gas, y que a los 42.000 restantes los enviaron al campo de concentración de Majdanek, en Lublin, y a los de trabajos forzados de Poniatowa, Trawniki, Budzyn y Krasnik, donde en su gran mayoría también fueron eliminados con el paso de los meses.

El Levantamiento del Gueto de Varsovia fue el inicio de rebeliones en otros guetos -por ejemplo, los de Bialystok y Minsk- y también en campos de exterminio como Treblinka y Sobibor.

Tras la creación del Estado de Israel, su Parlamento, la Knesset, estableció el 12 de abril de 1951 que el 27 de nisán de cada año sería Iom HaShoá Vehagvurá, un día especial dedicado a recordar a las víctimas del genocidio y los actos de heroísmo durante esa terrible época.

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