Opinión
Opinión I En la retirada de Gaza en 2005 »los enemigos de la Izquierda eran los sionistas, no los palestinos que disparaban contra Israel»
En los últimos siete meses, debido a la negativa de la izquierda a reconocer la legitimidad de la victoria electoral de la derecha y su derecho a llevar a cabo su plan de reforma del sistema judicial, Israel se encuentra en una profunda crisis interna.

Agencia AJN.- (Por Caroline B. Glick – Jewish Press) La lengua hebrea -la lengua del pueblo judío- carece del concepto de historia. El término más parecido a historia es zijaron, o «memoria». Aunque ambos conceptos -historia y memoria- se refieren a acontecimientos pasados, se relacionan con esos acontecimientos y con la naturaleza del tiempo en sí, de maneras totalmente distintas.
El concepto de historia implica pensar en el tiempo de forma lineal. En cambio en la memoria, el tiempo es circular. La historia es el estudio de acontecimientos que sucedieron en el pasado. La memoria es un proceso de absorción de acontecimientos pasados en el presente y el futuro.
Para los judíos, la memoria es un concepto colectivo, nacional. Por ejemplo, recordamos el Éxodo de Egipto no como un acontecimiento histórico que sucedió a otras personas hace 3.400 años. Lo recordamos como un acontecimiento que le ocurrió a nuestro pueblo.
Y el imperativo de la memoria judía no es simplemente aprender de los acontecimientos del pasado. A los judíos se nos ordena revivirlos, rememorarlos y experimentar el recuerdo como si hubiéramos estado allí, y enseñárselo a nuestros hijos para que el recuerdo se traslade al futuro.
Esta semana se conmemoraron dos días de memoria nacional. Uno ocurrió hace 2.000 años. El otro ocurrió hace 18 años. El primer día -el noveno del mes judío de Av, o Tisha B’Av, que celebramos el jueves según el calendario hebreo- es el día de luto nacional por la destrucción del Primer y del Segundo Templo de Jerusalem.
El viernes, 10 de Av, es el día en que el gobierno de Ariel Sharon expulsó por la fuerza a 10.000 judíos de la Franja de Gaza y del norte de Samaria.
Los medios de comunicación, en general, prefieren omitir este día. Se menciona de pasada o con reportajes sobre familias concretas que fueron expulsadas pero se ignora deliberadamente nuestra memoria colectiva de aquellos acontecimientos y lo que nos enseñan como pueblo.
Durante los últimos siete meses, debido a la negativa de la izquierda a reconocer la legitimidad de la victoria electoral de la derecha y su derecho a llevar a cabo su plan de reforma del sistema judicial, Israel se encuentra en una profunda crisis interna.
Aunque los acontecimientos de hoy no tienen precedentes en muchos sentidos, su paralelismo más cercano -o más bien, su antecedente- son los sucesos que precedieron a las expulsiones del Diez de Av.
En 2003, Ariel Sharon llevó al Likud (el actual partido oficialista de Israel, liderado por Netanyahu) a una aplastante victoria en las elecciones a la Knesset (el Parlamento israelí). El oponente de Sharon era el jefe del Partido Laborista, Amram Mitzna. En plena guerra terrorista palestina, Mitzna se presentó con una plataforma de retirada unilateral de Gaza. Sharon, en cambio, se presentó con una plataforma contraria a toda retirada.
Sharon sabía bien (como la mayoría de los israelíes) que una retirada unilateral de Gaza sería desastrosa. Durante las elecciones, Sharon acuñó la frase Din Netzarim k’Din Tel Aviv. Traducida a grandes rasgos significaba: «Como vaya Netzarim (la comunidad más aislada y vulnerable de Gaza), así irá Tel Aviv».
En diciembre de 2004, Sharon asombró al país cuando anunció que adoptaba la plataforma electoral de Mitzna. «Para finales de 2005», declaró, «no habrá judíos en Gaza».
¿Un medio para mejorar la seguridad de Israel?
Lo que siguió fueron ocho meses de luchas internas y rencor sin precedentes en la historia de Israel, es decir, hasta estos últimos siete meses. Entre diciembre de 2004 y agosto de 2005, los medios de comunicación llevaron a cabo una campaña continua de incitación y demonización de los judíos de Gaza.
No importaba que literalmente no hubiera nada de cierto en su constante afirmación de que los judíos de Gush Katif -el mayor bloque de comunidades de Gaza a lo largo de la frontera con Egipto- eran fanáticos peligrosos. No importa que cuando se produjeron las expulsiones, un tercio de los cadetes del curso de formación de oficiales masculinos de las IDF eran residentes de Gush Katif. No importa que los agricultores de Gush Katif fueran los más innovadores y exitosos del país, o que prácticamente no hubiera delincuencia allí.
Durante ocho meses, los medios de comunicación sometieron al público a algo parecido a un programa de lavado de cerebro. Se hizo creer a los israelíes que los 8.500 judíos de Gaza eran asesinos demoníacos y parásitos que obligaban a los soldados israelíes a morir sólo para protegerlos.
Con el apoyo activo del Tribunal Supremo dirigido por el entonces presidente Aharon Barak, el Ministerio de Justicia emitió órdenes para sofocar las protestas pacíficas y deslegitimar la oposición a las expulsiones. La policía interceptó colectivos que transportaban manifestantes a protestas legítimas y autorizadas y los obligó a regresar.
Más de 6.000 israelíes fueron detenidos por protestar contra las expulsiones previstas, una media de 22 al día. Como explicó el entonces defensor público jefe Inbal Rubenstein en una audiencia en la Knesset tras las expulsiones, la fiscalía estatal, con la connivencia activa y el apoyo de los jueces del Tribunal Supremo, pisoteó deliberadamente los derechos civiles básicos de los manifestantes.
Se los acusó colectivamente sin aportar al tribunal pruebas contra ningún sospechoso concreto. Permanecieron en prisión preventiva a la espera de juicio -en muchos casos durante meses- sin que se aportaran pruebas de la infracción cometida. Menores de tan sólo 13 años fueron encarcelados durante meses sin que se presentaran cargos contra ellos.
Con el apoyo de Barak, los fiscales justificaron sus acciones diciendo que era necesario denegar derechos civiles básicos a los manifestantes como «forma de disuasión», para evitar que otros se unieran a las protestas.
Las expulsiones y la retirada se presentaron a la opinión pública como un medio para mejorar la seguridad de Israel. Gaza sin judíos se convertiría en una nueva Singapur, insistió el principal asesor de Sharon, Dov Weisglass. La decisión de adoptar el plan de Mitzna fue tomada por Sharon y sus asesores políticos sin consultar a las Fuerzas de Defensa de Israel.
El hecho obvio -sobre el que Sharon hizo campaña electoral apenas unos meses antes- de que entregar Gaza a los terroristas palestinos pondría en peligro Tel Aviv fue tachado de demagogia.
Al final, Gaza se convirtió en Afganistán. Treinta días después de la retirada, los palestinos iniciaron su guerra de proyectiles contra Israel, que ya lleva 18 años, lanzando cohetes sobre una de las ciudades más próximas a su frontera, Sderot.
En los 18 años transcurridos desde la retirada, Gaza pasó de ser una molestia táctica a una amenaza estratégica. Los palestinos de todos los grupos terroristas que operan en la Gaza controlada por Hamás lanzan cohetes, morteros y misiles. Su alcance abarca la mayor parte de Israel.
Israel se vio obligado a librar media docena de guerras contra Hamás desde 2005 y a realizar innumerables ataques aéreos. Irán se convirtió en el principal patrocinador estatal de los grupos terroristas palestinos de Gaza.
El Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán suministra misiles, morteros y dinero a Hamás y a las fuerzas terroristas de la Yihad Islámica palestina. Ellos, a su vez, cumplen las órdenes de Irán.
¿Quién establece la agenda nacional?
De esta manera, 18 años después del 10 de Av de 5765, la principal pregunta que debe responderse es ¿por qué? ¿Por qué Sharon ordenó la operación? ¿Por qué la izquierda la deseaba tanto?
Estas preguntas se refieren directamente a nuestra situación actual. En lo que respecta a la izquierda, la respuesta fue dada por destacados escritores tanto antes como inmediatamente después de las expulsiones. Y no tenía nada que ver con la seguridad. Tenía que ver con las mismas cuestiones que hoy constituyen el núcleo de las protestas de la izquierda.
Seis semanas antes de las expulsiones, Haaretz (un reconocido diario israelí) publicó un editorial explicando sus motivos.
«La desvinculación de la política israelí de su combustible religioso es la verdadera desvinculación actualmente en la agenda. El día después de la retirada, la situación del sionismo religioso será diferente. La verdadera cuestión no es cuántos proyectiles de mortero caerán, ni quién vigilará la Ruta Filadelfia [que conecta Gaza con Egipto], ni si los palestinos bailarán en los tejados de [la aldea] Ganei Tal. La verdadera cuestión es quién establece la agenda nacional».
En otras palabras, Haaretz, hablando en nombre de la izquierda, declaró que era razonable socavar la seguridad nacional de Israel para mantener el poder de la izquierda de fijar la política nacional. El mejor medio para preservar ese poder, argumentaba el diario israelí, era destruir el sionismo religioso mediante un programa de expulsión y demonización.
El consejo editorial de Haaretz no estaba solo. Los creadores de opinión, desde Dan Margalit y Ari Shavit hasta Yair Lapid, se subieron al movimiento antirreligioso utilizando sus posiciones destacadas en los medios de comunicación para avivar el odio contra los 8.500 judíos de Gaza y sus partidarios.
Margalit pidió la imposición de un numerus clausus contra los sionistas religiosos que sirven en las IDF. Debe limitarse estrictamente el número de israelíes religiosos que pueden servir como oficiales.
Lapid insistió en que los judíos de Gaza no eran sus hermanos y que no tendría ningún problema en ir a la guerra contra ellos.
Shavit escribió que los judíos de Gaza no merecían ninguna protección de las IDF porque, en lo que a él respecta, ni siquiera eran israelíes.
Así que, para la izquierda, los sionistas religiosos -y los sionistas en general, para el caso- eran sus enemigos, no los palestinos que disparaban sus morteros contra Israel. El objetivo de las expulsiones era derrotarlos para preservar el poder de la izquierda de dictar la política nacional.
¿Y Sharon? La respuesta al enigma de qué le motivó nos lleva de nuevo precisamente al punto en el que nos encontramos hoy.
Justo antes de las elecciones de 2003, una fiscal llamada Liora Glatt-Berkowitz filtró a Haaretz que Sharon y sus hijos estaban siendo investigados por soborno. Cuando fue descubierta, Glatt-Berkowitz dijo que había esperado inclinar las elecciones hacia la izquierda publicando la información.
La mayoría de las personas implicadas en la ejecución del plan de expulsión que no formaban parte del círculo íntimo de Sharon coinciden en que la investigación por soborno convenció a Sharon de dar el paso que sabía que devastaría la seguridad de Israel.
Sharon comprendió que la fiscalía y los tribunales estaban dominados por ideólogos de la izquierda dura. Para convencerles de que no fueran tan duros con él y sus hijos, adoptó sus políticas y les ayudó a destruir a sus enemigos: sus votantes.
Moshe Ya’alon era Jefe del Estado Mayor de las IDF cuando Sharon anunció el plan de retirada y expulsión. Ya’alon es ahora uno de los líderes de la insurrección antigubernamental de la izquierda. Pero en el pasado veía las cosas de forma muy distinta.
En sus memorias de 2009, Ya’alon expresó: «No tengo ninguna duda de que la decisión de Sharon derivó de consideraciones externas. Cuando tuvo problemas personales debido a las investigaciones criminales contra él, Sharon decidió dar vuelta la situación con un paso dramático que contradecía flagrantemente su visión del mundo y no encajaba con su comprensión de la realidad».
La mayoría de los historiadores creen que la destrucción del Segundo Templo no era inevitable en un principio. Los judíos no podían vencer a los romanos en una batalla frontal. Pero tenían suficientes reservas de alimentos en Jerusalem para resistir años de asedio, durante los cuales tal vez podrían agotar a los romanos mediante el desgaste.
Sin embargo, la destrucción se hizo inevitable cuando un pequeño grupo de fanáticos llamados los Sicarii quemaron todos los almacenes de alimentos. Los Sicarii creían erróneamente que los judíos podían derrotar a los romanos, pero la única forma de conseguirlo era no dejarles otra opción que luchar. Por lo tanto, quemaron la comida.
La pregunta en Israel ahora es ¿quiénes son los Sicarri de hoy? La izquierda insiste en que el gobierno de Netanyahu lo es porque insiste en aplicar el programa de reforma judicial con el que se presentó. La derecha insiste en que la élite izquierdista que incendia el país en un intento de preservar su poder y sus privilegios protegidos por el sistema judicial son los Sicarri.
Al preservar la memoria de los acontecimientos del Diez de Av de 5765, encontramos la respuesta a la pregunta sobre el Nueve de Av.: Los judíos que quieran prevenir la destrucción del Estado de Israel deben recordar ese tiempo y ese día, y vivir de acuerdo a sus lecciones.
Opinión
Análisis: Mientras Israel lucha contra Irán, ¿dónde están los aliados terroristas de Teherán en su momento de necesidad?
Teherán desarrolló una red terrorista regional para aislarse de la guerra, pero ahora que está bajo ataque, Hezbollah y otros se sienten demasiado débiles o demasiado intimidados para unirse a la batalla.

Por Nurit Yohanan
Cuando Israel anunció la Operación «León Ascendente» en la madrugada del viernes, marcó la primera vez en más de 50 años que el país declaraba la guerra contra un Estado soberano, en lugar de contra una organización terrorista que opera desde territorio extranjero, Cisjordania o Gaza. Un número considerable de estas organizaciones a las que Israel se ha enfrentado a lo largo de los años fueron y son apoyadas, financiadas o incluso controladas directamente por Irán, el país que ahora se encuentra en la mira de Israel.
Desde la Revolución iraní, el régimen de Teherán ha invertido importantes esfuerzos en difundir su ideología entre las poblaciones chiítas de Medio Oriente, a la vez que ha construido una red de organizaciones terroristas en toda la región, incluyendo grupos suníes.
La Fuerza Quds, una unidad especial del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán, se ha centrado en las últimas décadas en apoyar a estas organizaciones mediante ayuda financiera, el suministro de armas y municiones, e incluso entrenamiento, a veces realizado en territorio iraní.
Para Irán, la red terrorista era tanto una proyección de poder como un escudo: los grupos hostigaban continuamente a los dos mayores enemigos de la República Islámica, Estados Unidos e Israel, mientras que este se mantenía aislado de las represalias. Y la existencia de una liga de ejércitos de apoyo, listos para defenderse en caso de guerra, ayudó a disuadir cualquier idea occidental de invasión o cambio de régimen.
Después del 7 de octubre de 2023, cuando Hamás lanzó un ataque devastador contra Israel, desencadenando la guerra en Gaza, la amplitud del arsenal iraní quedó en evidencia, con grupos respaldados por Teherán, desde el Líbano hasta Yemen, atacando a Israel en lo que el entonces ministro de defensa israelí, Yoav Gallant, denominó una guerra de siete frentes.
Pero ahora que el poder de fuego de Israel se dirige contra el propio Irán, esos aliados desaparecen repentinamente. Algunos, como Hezbollah, se han visto gravemente debilitados por Israel debido a los intentos de respaldar a Hamás. Otros parecen haber sido convencidos por sus países anfitriones para mantenerse al margen de la lucha.
Irán se encuentra ahora en una posición sumamente inusual e incluso peligrosa, obligado a depender principalmente de su propio poder militar en territorio iraní. Hasta ahora, esto ha consistido principalmente en sucesivas rondas de misiles balísticos disparados por la fuerza aérea del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica, que han causado gran destrucción, pero han hecho poco por debilitar la potencia de fuego de Israel.
Mientras tanto, Irán ha visto cómo su territorio se ha convertido en un campo de batalla al intentar hacer frente a los ataques israelíes desde Teherán hasta Tabriz, lo que representa una vulnerabilidad estratégica para un país que prefiere dejar que sus aliados hagan el trabajo sucio en territorio extranjero.
Hezbollah, en la cuerda floja
El apoyo de Irán a grupos terroristas en el extranjero se estima en miles de millones de dólares anuales provenientes de las arcas estatales. Esta ayuda ha continuado en los últimos años a pesar de la grave situación económica de Irán, que incluye una devaluación sostenida de la moneda y escasez de energía.
Una buena parte de ese dinero ha ido a parar al grupo terrorista libanés Hezbollah, el principal cliente de Irán.
Sin embargo, tras sufrir grandes pérdidas y una creciente oposición en el Líbano, ahora se encuentra gravemente debilitado y reacio a enfrentarse a Israel.
Hezbollah, fundado en 1983 con el respaldo de Irán, ha sido durante las últimas dos décadas la principal herramienta militar de Irán contra Israel, armado con misiles de largo alcance e incluso armas guiadas de precisión.
Sin embargo, desde que Israel comenzó a atacar dentro de Irán el viernes, lo único que ha lanzado Hezbollah han sido palabras. Esta moderación es aparentemente una consecuencia directa de su guerra con Israel, durante la cual el grupo lanzó ataques casi diarios contra Israel desde octubre de 2023 hasta que acordó un alto el fuego en noviembre de 2024.
En los últimos seis meses de la guerra, y en particular a partir de septiembre, el grupo sufrió importantes reveses militares. Casi todo su alto mando fue eliminado por Israel, incluyendo al líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah.
Justo antes, los ataques israelíes con buscapersonas y walkie-talkies explosivos causaron daños físicos y psicológicos generalizados entre las fuerzas terrestres del grupo. Unas 4.000 personas resultaron heridas en la operación encubierta, según informes libaneses, la gran mayoría de ellas miembros de Hezbollah.
El otrora formidable arsenal de misiles del grupo parece haberse agotado o destruido en gran medida, y Siria ya no es una ruta conveniente para el contrabando.
En octubre de 2024, las Fuerzas de Defensa de Israel estimaron que Hezbollah conservaba menos del 30 por ciento de su potencia de fuego anterior a la guerra.
Incluso después de la firma del alto el fuego, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) han continuado sus operaciones regularmente en el Líbano, atacando a operativos de Hezbollah, principalmente en el sur del país. Israel ha atacado edificios en el distrito de Dahiyeh, en Beirut, en dos ocasiones, donde se encuentran plantas de fabricación y almacenamiento de drones, según las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI).
Como resultado, Hezbollah se encuentra significativamente debilitado y su capacidad para representar una amenaza para Israel es mucho menor. La organización también se enfrenta a una creciente presión política interna, mientras el país aún se recupera de los fuertes ataques israelíes dirigidos a poner fin a los ataques de Hezbollah.
En los últimos seis meses, dos de los tres principales puestos de liderazgo del Líbano han sido ocupados por figuras consideradas «anti-Hezbollah», entre ellas el primer ministro Nawaf Salam y el presidente Joseph Aoun. Ambos han declarado su intención de desarmar a Hezbollah y afirman que la decisión de ir a la guerra debe recaer en el Estado.
En un discurso reciente con motivo de los primeros 100 días de su gobierno, Salam señaló que el Ejército libanés había desmantelado más de 500 depósitos de armas en el sur del país. Si bien no especificó a quién pertenecían, se cree que eran de Hezbollah
El viernes, horas después del inicio de la operación israelí, Hezbollah emitió un extenso comunicado condenando enérgicamente los ataques israelíes contra Irán, afirmando que Israel “solo entiende el lenguaje de la muerte, el fuego y la destrucción”.
El comunicado no mencionó si respondería ni cuándo, pero un funcionario de Hezbollah declaró a Reuters ese mismo día que el grupo no tomaría represalias por los ataques en Irán.
Las milicias iraquíes ceden ante la presión
Desde la invasión estadounidense de Irak en 2003, Irán ha reforzado las milicias proiraníes y chiítas en el país para profundizar su influencia. Estos grupos atacaron principalmente a Estados Unidos, pero también apuntaron sus armas contra Israel después del 7 de octubre.
La creciente presión interna y externa ha paralizado estas operaciones.
Desde 2014, las milicias en Irak han operado bajo una organización paraguas conocida como las Fuerzas de Movilización Popular, disparando misiles contra las tropas estadounidenses estacionadas en la región y combatiendo al grupo terrorista Estado Islámico cuando esta organización yihadista tomó el control de partes de Irak.
Sin embargo, desde el 7 de octubre, las milicias también han participado en la guerra regional en múltiples frentes contra Israel, aparentemente con el respaldo de Irán. A lo largo de 2023 y 2024, lanzaron drones hacia Israel, principalmente contra los Altos del Golán y, en una ocasión, contra Eilat, al tiempo que atacaban bases estadounidenses en Irak. En octubre de 2024, dos soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel murieron en un ataque con drones lanzado por milicias proiraníes en el norte de los Altos del Golán.
Sin embargo, incluso antes del segundo alto el fuego entre Israel y Hamás en diciembre de 2024, las milicias proiraníes de Irak acordaron detener los ataques contra Estados Unidos e Israel.
Fuente: Times of Israel
Opinión
Israel-Irán: Democracia bajo fuego, dictadura al desnudo

Por Ariel B. Goldgewicht
¿Qué sucede cuando una democracia liberal enfrenta a una dictadura fundamentalista?
No estamos ante una guerra convencional, sino ante un choque de civilizaciones: entre quienes santifican la vida y quienes anhelan la muerte. La guerra entre Israel y el régimen iraní ‘ denominada ´León Ascendente´, no empezó esta semana, pero ahora ha alcanzado un nivel nuevo, un punto de no retorno.
Desde la Revolución Islámica de 1979, Irán ha declarado abiertamente su hostilidad hacia Israel. Durante décadas, ha dirigido esta guerra por medio de terceros (Proxy) el eje chiita: Hezbollah en Líbano, Hamás en Gaza, los hutíes en Yemen, milicias en Siria e Irak, entre otros. Irán ha sido el gran arquitecto del terrorismo moderno en el Medio Oriente, financiado con las inconmensurables riquezas de su petróleo. Su régimen de dictadura absoluta, liderado por los ayatolás, ha sido cómplice de atentados desde Buenos Aires hasta Beirut, dejando una estela de sangre y caos.
Hoy, sin embargo, algo ha cambiado. Por primera vez en la historia, Israel ha atacado directamente a Teherán. ¿Por qué ahora?
La respuesta está en una conjunción de factores. La caída de Hamás y la Yihad Islámica en Gaza, el debilitamiento de Hezbollah en el norte, la caída del régimen de Assad en Siria, el retroceso de los hutíes en Yemen: todos son frentes que el régimen iraní consideraba parte de su estrategia regional de expansión y dominación. Y todos han sido golpeados con fuerza por Israel en los últimos meses.
A esto se suma la presión internacional, el estancamiento ruso en Ucrania —que limita el apoyo logístico de Moscú a Teherán—, y el regreso de una política exterior estadounidense menos indulgente con Irán. La reciente advertencia del Presidente Trump, que impuso un plazo de 60 días para frenar el programa nuclear iraní, coincidió con el momento en que Israel decidió actuar: al día 61, los ataques comenzaron.
Israel no está reaccionando por impulsos ni venganza. Está respondiendo a una amenaza existencial. Porque si el 7 de octubre vimos de lo que es capaz un grupo terrorista armado con cohetes y fusiles, imaginemos lo que podría ocurrir si Irán —un régimen que ejecuta homosexuales, encarcela mujeres por no cubrirse la cabeza, y asesina opositores sin juicio— accediera a armas nucleares. Esa es la línea roja.
En estas horas, Israel vive bajo amenaza constante. El espacio aéreo cerrado, el sistema educativo paralizado, cientos de miles de ciudadanos atrapados fuera del país o confinados en refugios. El Domo de Hierro protege, pero no es infalible. Con un 95% de efectividad, basta una pequeña brecha para que un misil balístico impacte y cause destrucción. Ya lo hemos visto: muertos, heridos y un país en vilo. Pero, imagínese ¿y si esos misiles llevarán cabezas nucleares?
A pesar de todo, Israel no responde con barbarie. Tiene superioridad militar absoluta sobre los cielos de Irán, pero no ataca civiles. Ataca centrifugadoras nucleares, bases militares, centros de comando. Mientras el régimen iraní lanza misiles sobre poblaciones israelíes, Israel busca evitar víctimas inocentes. Porque los ciudadanos iraníes no son enemigos: son rehenes de una teocracia que lleva décadas reprimiéndolos. En esta guerra buscamos aniquilar el proyecto nuclear, pero los ciudadanos civiles inocentes de irán tiene otras esperanzas de este conflicto. Ellos esperan libertad.
En Irán, hoy se cuentan chistes oscuros: “Nadie sabe dónde está el ayatolá!!, excepto Israel”. Y no es sólo humor negro: es símbolo de un régimen que tiembla. La resistencia israelí no busca cambiar el régimen, ni interferir en la autodeterminación de los pueblos. Su único objetivo es impedir que un régimen fundamentalista con aspiraciones mesiánicas tenga capacidad nuclear.
Durante más de dos décadas, Irán ha invertido en cuatro pilares esenciales:
1. Desarrollo nuclear
2. Expansión militar y terrorista del eje chiita
3. Represión social interna —especialmente contra mujeres—
4. Hostilidad contra Israel
Muy poco en salud pública, ni educación, ni infraestructura. Un Estado que produce petróleo como si fuera agua, pero cuyas ciudades sufren apagones diarios, escasez de agua potable y servicios básicos. Toda su riqueza, volcada a la represión y la destrucción con el objetivo principal de consolidar su poder a la fuerza.
Lo que vemos hoy es el colapso de esa estrategia. Un castillo de naipes que se derrumba desde dentro. Como el viejo proverbio del efecto mariposa, la ola de terror del 7 de octubre encendió una cadena de reacciones que ha llevado a la desestabilización de todos los brazos armados de Irán en la región. Aún falta mucho para el final, y el sufrimiento no ha terminado, pero cuando caiga el telón, el mundo podría ser un lugar más seguro. Especialmente para los pueblos que hoy viven oprimidos por dictaduras fundamentalistas.
En pleno siglo XXI, no hay lugar para los extremismos. La historia ha demostrado —y está claro— que cuando las democracias se unen, pueden frenar incluso a las peores amenazas. Que no haya que esperar otro 7 de octubre para despertar. El momento de elegir entre luz y oscuridad, entre libertad y opresión, es ahora.
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