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¿Sacrificó Israel la seguridad a cambio de la exención de visados?

La presión de Estados Unidos llevó a Jerusalem a renunciar a someter a un escrutinio especial a los árabes con ciudadanía estadounidense. ¿Ignora el debate sobre el «perfil étnico» las amenazas?

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Ariel Schalit/AP.

Agencia AJN.- (Jonathan Tobin – Jewish News Syndicate) Suena eminentemente justo. Añádase el hecho de que dará a los ciudadanos israelíes algo que intentaron conseguir durante muchos años, y parece un acuerdo entre Washington y Jerusalem en el que todos salen ganando.

Pero es inútil fingir que el acuerdo de Israel de tratar a todos los titulares de pasaportes estadounidenses de la misma manera, en lugar de someter a un escrutinio especial a los que también son árabes palestinos, no presenta riesgos reales para la seguridad del país.

Hacer este cambio fue el precio que el gobierno del primer ministro Netanyahu tuvo que pagar para conseguir que Estados Unidos modificara su propia política de entrada de ciudadanos israelíes. Hasta ahora, a Israel se le negaba el privilegio extendido a otros 40 países, la mayoría de Europa y Asia.

Dada la popularidad de los viajes entre Israel y Estados Unidos, sumado al hecho de que ambas naciones son aliadas y comparten tantos valores y preocupaciones comunes, la realidad de que el Estado judío no figure en esa lista sigue siendo una especie de anomalía.

Pero Israel insistió en tener derecho a prohibir la entrada a algunos ciudadanos estadounidenses que fueran árabes y, por ello, recibió un trato diferente en su enfoque vital de la seguridad. Eso significó que incluso una administración dirigida por un presidente tan históricamente amistoso con Israel como Donald Trump se negó a conceder la exención de visado.

El motivo es la afirmación de que los árabes palestinos son discriminados por las autoridades israelíes. Se quejaron de acoso, registros personales exhaustivos, intrusivos e interrogatorios. Estas quejas fueron habituales en las publicaciones antisionistas y en diarios israelíes de izquierdas como Haaretz, donde quienes se autodenominan palestino-estadounidenses aseguran que son tratados como delincuentes cuando intentan entrar en el Estado judío, si es que se les permite la visita.

En el centro de esta disputa están las diferencias muy reales en el enfoque de la seguridad, especialmente en lo que respecta a los viajes aéreos, adoptado por los dos países. Aunque la política de los llamados perfiles raciales es sólo una parte de la práctica israelí y no su totalidad, no hay duda de que la falta de voluntad de tratar a todos por igual es la base de los esfuerzos de Jerusalem para evitar que los terroristas suban a los aviones israelíes o entren en el país.

El Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos se esfuerza por dejar claro que no permite la elaboración de perfiles por identidad de grupo. Israel, en cambio, no tiene esos cuidados. De hecho, su descarada adopción de algunas formas de elaboración de perfiles llevó a Trump a pedir públicamente que Estados Unidos adoptara los métodos del Estado judío cuando se presentaba a las elecciones presidenciales de 2016, aunque nunca pudo o quiso actuar en consecuencia.

Importante novedad para los viajantes de Israel: podrán visitar Estados  Unidos sin visa - Cadena Judía

El argumento de Trump se basaba en la realidad ampliamente reconocida de que la seguridad israelí es más rigurosa y tiene más éxito que la de otras naciones. No se produjo ningún secuestro de un avión israelí desde 1968 ni de ningún objetivo de la aviación civil desde el tiroteo masivo de 1972 en el Aeropuerto Internacional Ben-Gurion.

Pocas naciones, si es que hay alguna, pueden presumir de semejante récord, un resultado superlativo teniendo en cuenta que Israel sigue siendo el principal objetivo de los terroristas internacionales empeñados en destruirlo.

Los israelíes, así como quienes viajan allí con regularidad, están acostumbrados a soportar una gran cantidad de medidas de seguridad. Pero en gran medida lo aceptan como un precio razonable a pagar por la seguridad.

La Administración de Seguridad en el Transporte de Estados Unidos (TSA) se basa en tratar a todos por igual a la hora de buscar terroristas potenciales. El resultado, como sabe cualquiera que haya embarcado en un vuelo de línea comercial en el último cuarto de siglo, son restricciones y medidas de seguridad que se basan en molestar a los pasajeros con normas que pueden parecer insensatas (quitarse los zapatos o los recipientes con más de una pequeña cantidad de líquido debido a singulares atentados terroristas fallidos en el pasado) o controles aleatorios que reflejan una falta de sentido común o de interés real por evitar un delito.

Por el contrario, el personal de seguridad israelí se concentra en las personas con más probabilidades de ser sospechosas de terrorismo y no se preocupa por la percepción de que está siendo injusto con los palestinos o con cualquier otra persona que pueda parecer una amenaza.

Sin embargo, es un error suponer, como tal vez hizo Trump, que la seguridad israelí es puramente una cuestión de perfiles de grupo. Por el contrario, Israel confió durante mucho tiempo en sofisticados análisis de comportamiento, leyendo los movimientos de los ojos y el lenguaje corporal de las personas que responden a las preguntas para tratar de filtrar los riesgos potenciales.

Los encargados de defender a Israel comprenden que los grupos terroristas no dependen únicamente de árabes o musulmanes ni de ningún tipo concreto de individuo que tenga más probabilidades de cometer tales crímenes. Pero también saben que los miembros de grupos que apoyan ampliamente el terror antiisraelí, como los palestinos, tienen que ser sometidos a más escrutinio que otros, aunque eso pueda parecer injusto para algunos individuos pacíficos.

Al igual que los controles de seguridad en Judea y Samaria (Cisjordania), y la valla de seguridad nacional entre los territorios palestinos e Israel, lo principal es complicar los planes a los potenciales terroristas. Por eso a los árabes palestinos de los territorios se les prohibió el acceso al Aeropuerto Internacional Ben-Gurion y tuvieron que ir a otro lugar para volar internacionalmente.

Israel's strip searches at airports 'illegal' | Human Rights News | Al  Jazeera

Pero los palestinos con pasaporte estadounidense tendrán ahora la misma entrada libre a Israel y a su aeropuerto internacional que los demás estadounidenses. De hecho, incluso los palestinos con ciudadanía estadounidense que actualmente viven en Gaza, un enclave gobernado por los terroristas, también tendrán ese privilegio.

Durante las últimas semanas, Israel inició un programa de prueba en el que se aplican las nuevas normas menos estrictas. Pero la administración Biden se tomó el asunto lo suficientemente en serio como para enviar observadores al Aeropuerto Ben-Gurion y a varios pasos fronterizos, para asegurarse de que los israelíes cumplían su palabra.

¿Perjudicará esto a Israel? La seguridad israelí teme que así sea. Por eso, al parecer, los jefes de las agencias se opusieron a la decisión de Netanyahu de aceptar la exigencia estadounidense para facilitar la exención de visado a los israelíes que quisieran visitar Estados Unidos.

Es posible que los grupos terroristas aprovechen la situación utilizando a quienes tengan documentos estadounidenses para cometer un atentado. Pero no es menos cierto que los israelíes estarán muy atentos a esa posibilidad.

Los israelíes comparten la fe en la capacidad de los cuerpos de seguridad para derrotar a los terroristas. Sin embargo, son tan falibles como cualquier otra empresa humana. Teniendo en cuenta que esos organismos están dirigidos por la misma clase de personas que gestionan mal gran parte del resto de la burocracia gubernamental, no siempre está claro si esa fe ciega está justificada. Pero creer otra cosa sería, como me advirtieron algunos israelíes, demasiado aterrador.

El problema no es únicamente si Israel puede seguir eliminando terroristas. Se trata más bien de una mentalidad estadounidense que considera estas preocupaciones menos importantes que la protección de los estadounidenses árabes y musulmanes.

Desde los atentados del 11-S, el gobierno estadounidense actuó en ocasiones como si fuera más importante no herir la sensibilidad de los musulmanes que proteger al país. Incluso las agencias gubernamentales se tragaron el mito de la reacción violenta contra los musulmanes tras el 11-S y, por lo tanto, siempre se esforzaron en fingir que no existe ninguna amenaza o que es muy exagerada.

Estados Unidos puede aplicar este tipo de políticas porque su tamaño relativo y su fuerza le permiten a veces tratar incluso la posibilidad de amenazas mortales como algo menos importante que la corrección política. Israel no tiene ese margen de error y sigue acosado por grupos terroristas con importantes niveles de apoyo entre los palestinos, así como por sus simpatizantes extranjeros.

El Estado judío sigue siendo una nación amenazada de una forma que pocos estadounidenses comprenden. Si los estadounidenses pensaran que se enfrentan al mismo tipo de peligro que los israelíes, es probable que no fueran tan arrogantes a la hora de dictarles órdenes que podrían conducir a la catástrofe.

A Netanyahu, asediado por una «resistencia» de izquierdas decidida a deslegitimar su gobierno, le gustaría entregar a su pueblo un regalo en forma de exención de visado estadounidense. Apuesta a que los servicios de seguridad serán capaces de superar la apertura que Biden puede haber dado, voluntaria o involuntariamente, a los terroristas.

Los israelíes y quienes se preocupan por el Estado judío deben esperar que tenga razón. Sin embargo, también deben considerar esta decisión como un caso más en el que Estados Unidos está dispuesto a sacrificar la seguridad del único Estado judío del planeta sólo para obtener réditos políticos.

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Opinión | Israel tiene un problema mayor que un grupo de estudiantes despistados

El antisemitismo no sólo está vivo y coleando, sino que está más extendido de lo que se pensaba.

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Por Dan Perry*

Un elemento básico de las noticias israelíes en estos días es un resumen del antisemitismo global y el apoyo a Hamás. Las impactantes manifestaciones en la Universidad de Columbia ocuparon un lugar central esta semana.

Los espectadores podrían concluir que estamos reviviendo la Alemania de los años 30, con el odio a los judíos en espiral mientras las fuerzas de la civilización son derrotadas.

Sin duda, yo mismo me he burlado de los “progresistas” que despliegan narrativas selectivas, ignorantes y retorcidas de descolonización contra Israel. En entrevistas televisivas los he llamado los “idiotas útiles” de la yihad: una versión mucho más estúpida de los originales, intelectuales occidentales que simpatizaban con la (increíblemente) menos vil Unión Soviética.

También me he lamentado de la revelación indiscutible de que el antisemitismo no sólo está vivo y coleando, sino que está más extendido de lo que se pensaba.

Al mismo tiempo, se podría argumentar que mucho de lo que se etiqueta como antisemitismo es simplemente una oposición a la guerra (o tal vez al propio Israel), deliberadamente descarada y ruidosa para desconcertar a los judíos y mover la opinión pública.

Puede que no siempre me guste, pero un defensor de la libertad de expresión no puede impedirlo. También sé que muchos críticos no apoyan las acciones del gobierno israelí, que incluyen una guerra muy defectuosa que ha matado a muchos miles de inocentes y parece carecer de una estrategia.

Para comprender mejor cómo se desglosa el apoyo y la oposición de Estados Unidos a Israel, ofrezco el siguiente desglose de la postura de los estadounidenses al respecto.

Musulmanes estadounidenses pro-Hamás o anticolonialistas progresistas extremos: quizás el 5%.

Muchos de ellos no creen o no les importan las atrocidades del 7 de octubre y esperan que Hamás abrume a Israel sin tener en cuenta el destino de los judíos. Este grupo debe ser monitoreado cuidadosamente ya que sus actividades antiisraelíes y antisionistas apenas enmascaran el hecho de que odian a los judíos, y algunos de ellos son peligrosos.

Progresistas pro palestinos y jóvenes liberales: alrededor del 20%. Este grupo muestra diversos grados de apoyo a los palestinos y está expuesto a información real y falsa que resalta el mal comportamiento israelí en Gaza.

Generalmente les molesta que el dinero de los impuestos estadounidenses se gaste para ayudar a los bombardeos masivos, el hambre y, potencialmente, en su opinión, el genocidio. Israel los ha perdido porque su historia actual es la de una guerra eterna y un castigo a las mujeres y niños palestinos, con extremistas en Israel que quieren matarlos y expulsarlos.

Muchos de ellos están profundamente influidos por la cultura de las redes sociales que hace que todo sea una batalla de narrativas y actualmente Israel está siendo “cancelado” sustancialmente con una iniciativa regional de paz y cooperación que incluya a los palestinos y sea generosa con los civiles mientras continúa luchando agresivamente contra Hamás.

Esto allanaría el camino para una mayor legitimidad para luchar contra Hamás hasta el final, ahora o en el futuro, pero diferenciándolo de cualquier cosa que se parezca a una guerra contra los palestinos.

En cambio, Netanyahu los ahuyentó con políticas escandalosas, incluido el esfuerzo de putinización de 2023, una burlona indiferencia hacia la alianza tradicional de Israel con el Occidente democrático y una obstinada negativa a participar en el plan del día después de la comunidad mundial.

Liberales proisraelíes, incluidos algunos judíos: alrededor del 25%.

Este grupo reconoce el derecho fundamental de Israel a defenderse, no cree que Israel deba tener carta blanca pero definitivamente no apoya a los radicales islámicos y entiende que están locos y hay que tratar con ellos. Pero lamentan que Israel no haya aprovechado las oportunidades para escapar de este ciclo, odian a Netanyahu y sus interminables maquinaciones contra la paz, y no quieren que Israel arrastre a Estados Unidos a una guerra regional o incluso global.

No obstante, todavía apoyan a Israel, distinguen entre el gobierno ignorante y el pueblo israelí, y esperan que Estados Unidos encuentre una manera de empujar a Israel en la dirección correcta, apoyando en gran medida las políticas del presidente Joe Biden.

Conservadores clásicos y “cristianos preocupados”: alrededor del 15%. Estos apoyan en gran medida a Israel, pero están preocupados por las enormes cantidades de dinero, la destrucción y la muerte en Gaza y el riesgo de que Estados Unidos pierda el control.

Algunos de ellos están preocupados por la forma en que se utiliza la tecnología estadounidense para dañar a los palestinos, incluidos los cristianos en Gaza. Puede que Tucker Carlson ya no sea lo que alguna vez fue en términos de influencia, pero debería ser una señal de advertencia cuando lo pierdes, como parece haberle sucedido a Israel.

También hay que recordar que este tipo de conservadores no eran necesariamente proisraelíes. Cuando George W. Bush ganó la Casa Blanca hace 24 años, había una preocupación real de que sus compañeros de viaje fueran tan proempresariales que sólo se preocuparan por los aspectos prácticos y se pusieran del lado de los árabes, aunque sólo fuera por los intereses petroleros que pudieran servir.

La historia, por supuesto, tomó un rumbo diferente.

Republicanos de Trump, evangelistas y judíos de derecha, religiosos y de “un solo tema” (la supervivencia de Israel): alrededor del 35%.

Este grupo presenta un apoyo total a Israel, poco amor o confianza en el Islam y un odio saludable hacia grupos extremistas como Hamás.

Creen que Biden y Estados Unidos nunca deberían sancionar ni limitar a Israel y que el gobierno de Israel (preferiblemente de derecha) debería poder hacer lo que quiera.

La mayoría probablemente apoyaría un acuerdo de paz, dependiendo de los términos, pero están abrumadoramente a favor de la guerra.

Pero este grupo es volátil. Si Donald Trump regresa al poder, no se sabe qué podría hacer.

Si se declara en contra de la guerra con Irán o se vuelve contra Israel por cualquier motivo, gran parte de su culto abandonará a Israel más rápido de lo que usted puede decir «Yahya Sinwar». Esto se debe en parte a que la extrema derecha puede enseñar a los progresistas despistados un par de cosas sobre el verdadero antisemitismo.

Si bien se podría profundizar más y llegar a diferenciaciones más granulares, esta parece una forma razonable de agrupar el cuerpo político, que también se alinea aproximadamente con patrones de votación más amplios en Estados Unidos.

No puedo probar que los desgloses sean exactamente como los he esbozado; por lo tanto, mi mejor estimación se basa en más de medio siglo de seguimiento de la política estadounidense y dos décadas de observar cómo se desmoronaba el espectáculo de fenómenos impulsado por lo digital.

Si se mira con atención, se verá que las cifras que propongo se alinean con las encuestas que muestran que, aunque muchos quieren que la guerra termine, cuando se los empuja a una elección binaria, una gran mayoría de los estadounidenses respalda a Israel, mientras que aproximadamente la mitad de los jóvenes no lo hace.

Es un panorama complejo, no tan sombrío como los catastrofistas y propagandistas podrían hacernos creer. Y en Israel el movimiento es posible. Para entender por qué, consideremos cuán radicalmente cambió la visión del mundo de Estados Unidos con la elección de Donald Trump, como ha demostrado el Pew Research Center y como sabe cualquiera que haya viajado.

Y así como hay versiones muy diferentes de Estados Unidos en función de qué lado logra una victoria electoral, lo mismo ocurre con Israel.

La forma más fácil de cambiar el sentimiento estadounidense es ganar la guerra y buscar la paz regional, en lugar de caer en un descenso hacia la locura que dura décadas.

Y es posible: en gran parte gracias a la fe compartida. Los Estados árabes moderados y los palestinos moderados se unirían a Occidente y a una versión benigna de Israel.

El presidente Biden ha propuesto una versión de esto, que incluiría restaurar la Autoridad Palestina en Gaza y lograr la paz con Arabia Saudita. Netanyahu parece haber rechazado todo esto.

Lo ha hecho principalmente para mantener a la extrema derecha cómoda y segura en su coalición. En opinión de las masas israelíes, también busca prolongar la guerra, porque mientras se pueda decir que hay una guerra, el Primer Ministro Benjamín Netanyahu puede planear retrasar el inevitable ajuste de cuentas hasta el 7 de octubre y su probable defenestración.

Pocas veces una guerra eterna ha servido tanto a un propósito político.

Este camino pone en peligro a los judíos globales y estadounidenses al combinar estar en contra de la guerra con ser antisemita. Y sus defensores están jugando con fuego, ya que la conflagración resultante no perdonará a los pirómanos.

Si incluso una parte de este análisis es correcta, entonces el comportamiento del gobierno podría ser calificado de traición. Visto a través de ese prisma, Israel tiene un problema mayor que un grupo de estudiantes despistados.

Publicado en The Jerusalem Post *Ex editor jefe de The Associated Press en Europa, África y Medio Oriente, ex presidente de la Asociación de Prensa Extranjera en Jerusalem y el autor de dos libros sobre Israel. Siga su boletín informativo en danperry.substack.com.

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Opinión

En el centro de las protestas que recorren las universidades estadounidenses está la exigencia de que dejen de invertir en Israel

Las manifestaciones en las universidades estadounidenses en medio de la guerra entre Israel y Hamás en la Franja de Gaza dieron una fuerza nueva al movimiento BDS, con estudiantes que piden retirar fondos de empresas que trabajan con Israel e incluso del propio país.

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Los estudiantes que protestan acamparon en los jardines de la Universidad de Columbia de Nueva York, que denominan «zona liberada». (Imagen: AFP)

Agencia AJN.- (Times of Israel) Los estudiantes de un número cada vez mayor de universidades estadounidenses se están reuniendo en campamentos de protesta con una demanda unificada a sus escuelas: Dejar de hacer negocios con Israel o con cualquier empresa que apoye su guerra contra Hamás en Gaza.

Esta exigencia tiene sus raíces en el movimiento Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS), una campaña de décadas de antigüedad contra las políticas de Israel hacia los palestinos.

El movimiento obtuvo cada vez más fuerza a medida que la guerra entre Israel y Hamás supera la marca de los seis meses y las historias de sufrimiento en el enclave costero palestino dan lugar a una creciente presión internacional sobre el Estado judío para que ponga fin a los combates.

Inspirados por las protestas en curso y la detención la semana pasada de más de 100 estudiantes en la Universidad de Columbia, estudiantes de Massachusetts a California se reúnen ahora por centenares en los campus, comprometiéndose a no moverse hasta que se cumplan sus demandas.

«Queremos ser visibles», expresó el líder de la protesta en Columbia, Mahmoud Khalil, quien señaló que los estudiantes de la universidad estuvieron presionando por la desinversión de Israel desde 2002.

Khalil advirtió que «la universidad debería hacer algo por lo que estamos pidiendo, por el genocidio que está ocurriendo en Gaza. Deberían dejar de invertir en este genocidio».

Las protestas en el campus comenzaron tras el devastador ataque del 7 de octubre de Hamás contra el sur de Israel, en el que los terroristas mataron a unas 1.200 personas, la mayoría civiles, y tomaron 253 rehenes.

Durante la guerra subsiguiente, Israel mató a más de 34.000 palestinos en la Franja, según el Ministerio de Salud de Gaza, dirigido por el grupo terrorista Hamás, una cifra no verificada que incluye a unos 13.000 hombres armados de Hamás que Israel dice haber matado en combate.

Jerusalem, por su parte, asegura haber eliminado a unos 1.000 terroristas dentro de Israel el 7 de octubre. Además, 261 soldados israelíes murieron desde el comienzo de la ofensiva terrestre de las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) en Gaza.

Doscientos sesenta y un soldados de las FDI han muerto en la ofensiva terrestre en Gaza.

¿Qué quieren los estudiantes de las universidades estadounidenses?

Los estudiantes piden que las universidades se desvinculen de las empresas que apoyan los esfuerzos militares de Israel en la Franja y, en algunos casos, del propio Israel.

Las protestas en muchos campus fueron organizadas por coaliciones de grupos estudiantiles, que en ocasiones incluyen secciones locales de organizaciones como Estudiantes por la Justicia en Palestina -que elogió las masacres del 7 de octubre dirigidas por Hamás que iniciaron la guerra- y la antisionista Voz Judía por la Paz.

Estas organizaciones se están agrupando como grupos paraguas, como la Coalición contra el Apartheid del MIT y la Coalición Tahrir de la Universidad de Michigan.

Los grupos actúan en gran medida de forma independiente, aunque hubo cierta coordinación.

Después de que los estudiantes de Columbia formaran su campamento la semana pasada, realizaron una llamada telefónica con otras 200 personas interesadas en iniciar sus propios campamentos.

Sin embargo, en su mayor parte se produjo de forma espontánea, con escasa colaboración entre campus, según los organizadores.

Las reivindicaciones varían de un campus a otro. Entre ellas:

– Dejar de hacer negocios con fabricantes de armamento militar que suministran armas a Israel.

– Dejar de aceptar fondos de investigación de Israel para proyectos que contribuyan a los esfuerzos militares del país.

– Dejar de invertir las dotaciones de las universidades en gestores de fondos que se benefician de empresas o contratistas israelíes.

– Ser más transparentes sobre qué dinero se recibe de Israel y para qué se utiliza.

En este contexto, los gobiernos estudiantiles de algunas universidades aprobaron en las últimas semanas resoluciones que piden el fin de las inversiones y las asociaciones académicas con Israel. Dichas resoluciones fueron aprobadas por los órganos estudiantiles de Columbia, Harvard Law, Rutgers y American University.

¿Cómo están respondiendo las universidades?

Los responsables de varias universidades afirmaron que desean mantener una conversación con los estudiantes y respetar su derecho a protestar.

Al mismo tiempo, también reconocen la preocupación de muchos estudiantes judíos de que algunas de las palabras y acciones de los manifestantes equivalen a antisemitismo, y dicen que ese comportamiento no será tolerado.

 

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