Opinión
Opinión: La masacre de Múnich nos recuerda que sólo podemos confiar en nosotros mismos
La masacre de Múnich nos recuerda que Israel y los judíos de la diáspora no pueden darse el lujo de tomarse la seguridad a la ligera.

Por Zina Rakhamilova*
Se suponía que los Juegos Olímpicos de Múnich serían los Juegos Felices, apodados por los organizadores “Die Heiteren Spiele” (juegos felices/alegres/despreocupados), pero terminaron siendo otro capítulo trágico de la historia judía en suelo alemán. La masacre de Múnich es un doloroso recordatorio de los peligros que enfrentamos como judíos e israelíes y de cómo, al final, nunca podremos confiar en nadie para nuestra seguridad aparte de nosotros mismos.
A pesar de intentar rehabilitar su imagen, Alemania no logró impedir el asesinato de judíos mientras 900 millones de personas lo veían por televisión en directo.
Después de recuperarse de las secuelas del régimen nazi y de la culpa colectiva de Alemania por la Segunda Guerra Mundial, el país estaba listo para redefinir lo que representaba su nación. Los Juegos Olímpicos fueron especialmente cruciales debido a que Hitler utilizó los Juegos Olímpicos anteriores de Berlín de 1936 para difundir su propaganda e impulsar la noción de una raza aria.
Los Juegos Olímpicos de 1972 en Múnich fueron una oportunidad para mostrar la cara “nueva y mejorada” de Alemania. Su objetivo era mostrar exactamente lo contrario de lo que representaron los Juegos de Berlín, enfatizando la apertura y la tolerancia con alrededor de 121 países representados y más de 7.000 de los mejores atletas del mundo. Por esta razón, los organizadores estaban ansiosos por presentar estos Juegos Olímpicos como “Juegos sin preocupaciones”.
Para el equipo israelí, marchar con la bandera israelí en suelo alemán, apenas 27 años después del Holocausto, a menos de 10 kilómetros del campo de concentración de Dachau, fue una declaración poderosa. Muchos de los atletas del equipo israelí habían perdido a familiares en el Holocausto. La marcha en los Juegos Olímpicos de Múnich tenía como objetivo mostrar la resiliencia judía y una nueva realidad en el mismo país responsable del asesinato de 6 millones de judíos.
La noción alemana de “juegos sin preocupaciones” eran juegos no militaristas y amantes de la paz, lo que significaba una falta de seguridad deliberada e irresponsable.
Los organizadores de Múnich asignaron menos de 2 millones de dólares para medidas de seguridad y se esperaba que su personal estuviera desarmado, fuera discreto y evitara la confrontación. Los Juegos llevaban 10 días en marcha sin incidentes significativos, lo que hizo que los funcionarios de seguridad se volvieran complacientes.
Sin embargo, durante todo ese tiempo el grupo terrorista conocido como Septiembre Negro había explorado la villa olímpica y se había preparado para el complot terrorista. Antes de los juegos, el jefe de la delegación israelí, Shmuel Lalkin, expresó su preocupación por la falta de seguridad, pero le aseguró que la policía de Alemania Occidental proporcionaría protección adicional al equipo israelí.
Durante las primeras horas del 5 de septiembre, mientras los atletas israelíes dormían, ocho miembros de Septiembre Negro treparon una valla sin vigilancia que rodeaba la Villa Olímpica. Se dirigieron hacia Connollystrasse 31, el lugar de alojamiento de la mayoría de los atletas israelíes.
El resto de los detalles son profundamente inquietantes de principio a fin y refuerzan que, cuando se trata de judíos, la crueldad y la inhumanidad no conocen fronteras. El primer israelí que se dio cuenta de lo sucedido fue Yosef Gutfreund, un árbitro de lucha libre. Gritó una advertencia y alertó a un entrenador de levantamiento de pesas llamado Tuvia Sokolovsky, quien rompió una ventana y escapó. Otro entrenador de lucha, Moshe Weinberg, intentó luchar contra los terroristas pero recibió un disparo y fue tomado como rehén.
Los monstruosos atacantes obligaron a Moshe a punta de pistola a conducirlos a las habitaciones de los restantes entrenadores y atletas israelíes. Algunos informes afirman que Moshe los condujo estratégicamente hacia los luchadores y levantadores de pesas, esperando que tuvieran la mejor oportunidad de luchar contra los terroristas. Pero los atacantes, después de haber explorado fácilmente el lugar, sabían exactamente a qué departamento ir. Poco después, uno a uno, nueve israelíes fueron capturados por los terroristas.
El grupo terrorista Septiembre Negro estaba afiliado a la Organización de Liberación Palestina (OLP), cuyo objetivo era destruir a Israel mediante la lucha armada. El autor intelectual de la masacre de Múnich, Abu Daoud, había declarado abiertamente que Yasser Arafat, el presidente de la OLP, aprobaba el complot terrorista. El grupo exigió la liberación de más de 236 prisioneros palestinos, la mayoría de los cuales estaban recluidos en cárceles israelíes. Si los prisioneros no eran liberados, matarían a los rehenes israelíes.
Lo que me preocupa de la siguiente secuencia de acontecimientos es que mientras todo esto sucedía y las autoridades alemanas no sabían qué hacer, los Juegos Olímpicos continuaron como de costumbre. Conociendo la situación de los rehenes, Avery Brundage, presidente del Comité Olímpico, declaró que los juegos debían continuar.
La idea de que los atletas olímpicos estuvieran celebrando y compitiendo en los juegos mientras dos israelíes yacían muertos y los terroristas mantenían cautivos a otros nueve a sólo unos metros de distancia es una realidad inimaginable. En el centro de prensa olímpico, los monitores transmitieron simultáneamente las competiciones atléticas y el edificio donde los terroristas tenían como rehenes a los israelíes. El periodista Dave Marash de la cadena CBS de Estados Unidos declaró: “Esas imágenes simultáneas que parpadeaban en esos monitores me parecieron el recuerdo visual surrealista más incongruente, más inapropiado y más plano de mi vida”.
Pasaron aproximadamente 10 horas desde la situación de los rehenes antes de que el Comité Olímpico detuviera los juegos. Para entonces, todos los equipos de noticias colocaron cámaras afuera del edificio de rehenes y miles de atletas caminaron hasta el edificio para mirar y esperar las noticias.
Las autoridades alemanas rechazaron la ayuda del Mossad, que, a diferencia de ellos, tenía una unidad antiterrorista. En cambio, comenzaron débiles negociaciones con los terroristas mientras la policía alemana intentaba atacar sin un plan real. En un tremendo descuido, los alemanes se dieron cuenta de que el mundo, incluidos los terroristas, estaba observando sus acciones en transmisiones en vivo. No había forma de sorprender a los terroristas y no tenían información sobre dónde se estaban metiendo. Con las cámaras captando cada uno de sus movimientos, los alemanes no pudieron enfrentarse a los terroristas y recurrieron a un desorganizado Plan B. Un fallido intento de rescate por parte de los alemanes resultó en el trágico asesinato a sangre fría de los nueve rehenes.
La masacre de Múnich fue el día en que ganó el terrorismo y el mundo demostró cómo, sólo 27 años después del Holocausto, podían volver a sentarse a un lado y observar a los judíos asesinados en suelo alemán. Me recuerda que, como israelí, no puedo darme el lujo de tomar a la ligera la seguridad de mi país o la de mis conciudadanos.
El 5 de septiembre honramos dolorosamente a las víctimas de la masacre de Múnich: Yossef Gutfreund, Moshe Weinberg, Yossef Romano, Kehat Shorr, Amitzur Shapira, Andre Spitzer, Yakov Springer, Eliezer Halfin, Mark Slavin, David Berger y Ze’ev Friedman.
Que su memoria sea bendita.
*Activista en redes sociales con más de 10 años de experiencia trabajando para causas israelíes y judías. Es cofundadora y directora de operaciones de Social Lite Creative, una firma de marketing digital especializada en geopolítica.
Fuente: Jerusalem Post
Opinión
Análisis: Mientras Israel lucha contra Irán, ¿dónde están los aliados terroristas de Teherán en su momento de necesidad?
Teherán desarrolló una red terrorista regional para aislarse de la guerra, pero ahora que está bajo ataque, Hezbollah y otros se sienten demasiado débiles o demasiado intimidados para unirse a la batalla.

Por Nurit Yohanan
Cuando Israel anunció la Operación «León Ascendente» en la madrugada del viernes, marcó la primera vez en más de 50 años que el país declaraba la guerra contra un Estado soberano, en lugar de contra una organización terrorista que opera desde territorio extranjero, Cisjordania o Gaza. Un número considerable de estas organizaciones a las que Israel se ha enfrentado a lo largo de los años fueron y son apoyadas, financiadas o incluso controladas directamente por Irán, el país que ahora se encuentra en la mira de Israel.
Desde la Revolución iraní, el régimen de Teherán ha invertido importantes esfuerzos en difundir su ideología entre las poblaciones chiítas de Medio Oriente, a la vez que ha construido una red de organizaciones terroristas en toda la región, incluyendo grupos suníes.
La Fuerza Quds, una unidad especial del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán, se ha centrado en las últimas décadas en apoyar a estas organizaciones mediante ayuda financiera, el suministro de armas y municiones, e incluso entrenamiento, a veces realizado en territorio iraní.
Para Irán, la red terrorista era tanto una proyección de poder como un escudo: los grupos hostigaban continuamente a los dos mayores enemigos de la República Islámica, Estados Unidos e Israel, mientras que este se mantenía aislado de las represalias. Y la existencia de una liga de ejércitos de apoyo, listos para defenderse en caso de guerra, ayudó a disuadir cualquier idea occidental de invasión o cambio de régimen.
Después del 7 de octubre de 2023, cuando Hamás lanzó un ataque devastador contra Israel, desencadenando la guerra en Gaza, la amplitud del arsenal iraní quedó en evidencia, con grupos respaldados por Teherán, desde el Líbano hasta Yemen, atacando a Israel en lo que el entonces ministro de defensa israelí, Yoav Gallant, denominó una guerra de siete frentes.
Pero ahora que el poder de fuego de Israel se dirige contra el propio Irán, esos aliados desaparecen repentinamente. Algunos, como Hezbollah, se han visto gravemente debilitados por Israel debido a los intentos de respaldar a Hamás. Otros parecen haber sido convencidos por sus países anfitriones para mantenerse al margen de la lucha.
Irán se encuentra ahora en una posición sumamente inusual e incluso peligrosa, obligado a depender principalmente de su propio poder militar en territorio iraní. Hasta ahora, esto ha consistido principalmente en sucesivas rondas de misiles balísticos disparados por la fuerza aérea del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica, que han causado gran destrucción, pero han hecho poco por debilitar la potencia de fuego de Israel.
Mientras tanto, Irán ha visto cómo su territorio se ha convertido en un campo de batalla al intentar hacer frente a los ataques israelíes desde Teherán hasta Tabriz, lo que representa una vulnerabilidad estratégica para un país que prefiere dejar que sus aliados hagan el trabajo sucio en territorio extranjero.
Hezbollah, en la cuerda floja
El apoyo de Irán a grupos terroristas en el extranjero se estima en miles de millones de dólares anuales provenientes de las arcas estatales. Esta ayuda ha continuado en los últimos años a pesar de la grave situación económica de Irán, que incluye una devaluación sostenida de la moneda y escasez de energía.
Una buena parte de ese dinero ha ido a parar al grupo terrorista libanés Hezbollah, el principal cliente de Irán.
Sin embargo, tras sufrir grandes pérdidas y una creciente oposición en el Líbano, ahora se encuentra gravemente debilitado y reacio a enfrentarse a Israel.
Hezbollah, fundado en 1983 con el respaldo de Irán, ha sido durante las últimas dos décadas la principal herramienta militar de Irán contra Israel, armado con misiles de largo alcance e incluso armas guiadas de precisión.
Sin embargo, desde que Israel comenzó a atacar dentro de Irán el viernes, lo único que ha lanzado Hezbollah han sido palabras. Esta moderación es aparentemente una consecuencia directa de su guerra con Israel, durante la cual el grupo lanzó ataques casi diarios contra Israel desde octubre de 2023 hasta que acordó un alto el fuego en noviembre de 2024.
En los últimos seis meses de la guerra, y en particular a partir de septiembre, el grupo sufrió importantes reveses militares. Casi todo su alto mando fue eliminado por Israel, incluyendo al líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah.
Justo antes, los ataques israelíes con buscapersonas y walkie-talkies explosivos causaron daños físicos y psicológicos generalizados entre las fuerzas terrestres del grupo. Unas 4.000 personas resultaron heridas en la operación encubierta, según informes libaneses, la gran mayoría de ellas miembros de Hezbollah.
El otrora formidable arsenal de misiles del grupo parece haberse agotado o destruido en gran medida, y Siria ya no es una ruta conveniente para el contrabando.
En octubre de 2024, las Fuerzas de Defensa de Israel estimaron que Hezbollah conservaba menos del 30 por ciento de su potencia de fuego anterior a la guerra.
Incluso después de la firma del alto el fuego, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) han continuado sus operaciones regularmente en el Líbano, atacando a operativos de Hezbollah, principalmente en el sur del país. Israel ha atacado edificios en el distrito de Dahiyeh, en Beirut, en dos ocasiones, donde se encuentran plantas de fabricación y almacenamiento de drones, según las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI).
Como resultado, Hezbollah se encuentra significativamente debilitado y su capacidad para representar una amenaza para Israel es mucho menor. La organización también se enfrenta a una creciente presión política interna, mientras el país aún se recupera de los fuertes ataques israelíes dirigidos a poner fin a los ataques de Hezbollah.
En los últimos seis meses, dos de los tres principales puestos de liderazgo del Líbano han sido ocupados por figuras consideradas «anti-Hezbollah», entre ellas el primer ministro Nawaf Salam y el presidente Joseph Aoun. Ambos han declarado su intención de desarmar a Hezbollah y afirman que la decisión de ir a la guerra debe recaer en el Estado.
En un discurso reciente con motivo de los primeros 100 días de su gobierno, Salam señaló que el Ejército libanés había desmantelado más de 500 depósitos de armas en el sur del país. Si bien no especificó a quién pertenecían, se cree que eran de Hezbollah
El viernes, horas después del inicio de la operación israelí, Hezbollah emitió un extenso comunicado condenando enérgicamente los ataques israelíes contra Irán, afirmando que Israel “solo entiende el lenguaje de la muerte, el fuego y la destrucción”.
El comunicado no mencionó si respondería ni cuándo, pero un funcionario de Hezbollah declaró a Reuters ese mismo día que el grupo no tomaría represalias por los ataques en Irán.
Las milicias iraquíes ceden ante la presión
Desde la invasión estadounidense de Irak en 2003, Irán ha reforzado las milicias proiraníes y chiítas en el país para profundizar su influencia. Estos grupos atacaron principalmente a Estados Unidos, pero también apuntaron sus armas contra Israel después del 7 de octubre.
La creciente presión interna y externa ha paralizado estas operaciones.
Desde 2014, las milicias en Irak han operado bajo una organización paraguas conocida como las Fuerzas de Movilización Popular, disparando misiles contra las tropas estadounidenses estacionadas en la región y combatiendo al grupo terrorista Estado Islámico cuando esta organización yihadista tomó el control de partes de Irak.
Sin embargo, desde el 7 de octubre, las milicias también han participado en la guerra regional en múltiples frentes contra Israel, aparentemente con el respaldo de Irán. A lo largo de 2023 y 2024, lanzaron drones hacia Israel, principalmente contra los Altos del Golán y, en una ocasión, contra Eilat, al tiempo que atacaban bases estadounidenses en Irak. En octubre de 2024, dos soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel murieron en un ataque con drones lanzado por milicias proiraníes en el norte de los Altos del Golán.
Sin embargo, incluso antes del segundo alto el fuego entre Israel y Hamás en diciembre de 2024, las milicias proiraníes de Irak acordaron detener los ataques contra Estados Unidos e Israel.
Fuente: Times of Israel
Opinión
Israel-Irán: Democracia bajo fuego, dictadura al desnudo

Por Ariel B. Goldgewicht
¿Qué sucede cuando una democracia liberal enfrenta a una dictadura fundamentalista?
No estamos ante una guerra convencional, sino ante un choque de civilizaciones: entre quienes santifican la vida y quienes anhelan la muerte. La guerra entre Israel y el régimen iraní ‘ denominada ´León Ascendente´, no empezó esta semana, pero ahora ha alcanzado un nivel nuevo, un punto de no retorno.
Desde la Revolución Islámica de 1979, Irán ha declarado abiertamente su hostilidad hacia Israel. Durante décadas, ha dirigido esta guerra por medio de terceros (Proxy) el eje chiita: Hezbollah en Líbano, Hamás en Gaza, los hutíes en Yemen, milicias en Siria e Irak, entre otros. Irán ha sido el gran arquitecto del terrorismo moderno en el Medio Oriente, financiado con las inconmensurables riquezas de su petróleo. Su régimen de dictadura absoluta, liderado por los ayatolás, ha sido cómplice de atentados desde Buenos Aires hasta Beirut, dejando una estela de sangre y caos.
Hoy, sin embargo, algo ha cambiado. Por primera vez en la historia, Israel ha atacado directamente a Teherán. ¿Por qué ahora?
La respuesta está en una conjunción de factores. La caída de Hamás y la Yihad Islámica en Gaza, el debilitamiento de Hezbollah en el norte, la caída del régimen de Assad en Siria, el retroceso de los hutíes en Yemen: todos son frentes que el régimen iraní consideraba parte de su estrategia regional de expansión y dominación. Y todos han sido golpeados con fuerza por Israel en los últimos meses.
A esto se suma la presión internacional, el estancamiento ruso en Ucrania —que limita el apoyo logístico de Moscú a Teherán—, y el regreso de una política exterior estadounidense menos indulgente con Irán. La reciente advertencia del Presidente Trump, que impuso un plazo de 60 días para frenar el programa nuclear iraní, coincidió con el momento en que Israel decidió actuar: al día 61, los ataques comenzaron.
Israel no está reaccionando por impulsos ni venganza. Está respondiendo a una amenaza existencial. Porque si el 7 de octubre vimos de lo que es capaz un grupo terrorista armado con cohetes y fusiles, imaginemos lo que podría ocurrir si Irán —un régimen que ejecuta homosexuales, encarcela mujeres por no cubrirse la cabeza, y asesina opositores sin juicio— accediera a armas nucleares. Esa es la línea roja.
En estas horas, Israel vive bajo amenaza constante. El espacio aéreo cerrado, el sistema educativo paralizado, cientos de miles de ciudadanos atrapados fuera del país o confinados en refugios. El Domo de Hierro protege, pero no es infalible. Con un 95% de efectividad, basta una pequeña brecha para que un misil balístico impacte y cause destrucción. Ya lo hemos visto: muertos, heridos y un país en vilo. Pero, imagínese ¿y si esos misiles llevarán cabezas nucleares?
A pesar de todo, Israel no responde con barbarie. Tiene superioridad militar absoluta sobre los cielos de Irán, pero no ataca civiles. Ataca centrifugadoras nucleares, bases militares, centros de comando. Mientras el régimen iraní lanza misiles sobre poblaciones israelíes, Israel busca evitar víctimas inocentes. Porque los ciudadanos iraníes no son enemigos: son rehenes de una teocracia que lleva décadas reprimiéndolos. En esta guerra buscamos aniquilar el proyecto nuclear, pero los ciudadanos civiles inocentes de irán tiene otras esperanzas de este conflicto. Ellos esperan libertad.
En Irán, hoy se cuentan chistes oscuros: “Nadie sabe dónde está el ayatolá!!, excepto Israel”. Y no es sólo humor negro: es símbolo de un régimen que tiembla. La resistencia israelí no busca cambiar el régimen, ni interferir en la autodeterminación de los pueblos. Su único objetivo es impedir que un régimen fundamentalista con aspiraciones mesiánicas tenga capacidad nuclear.
Durante más de dos décadas, Irán ha invertido en cuatro pilares esenciales:
1. Desarrollo nuclear
2. Expansión militar y terrorista del eje chiita
3. Represión social interna —especialmente contra mujeres—
4. Hostilidad contra Israel
Muy poco en salud pública, ni educación, ni infraestructura. Un Estado que produce petróleo como si fuera agua, pero cuyas ciudades sufren apagones diarios, escasez de agua potable y servicios básicos. Toda su riqueza, volcada a la represión y la destrucción con el objetivo principal de consolidar su poder a la fuerza.
Lo que vemos hoy es el colapso de esa estrategia. Un castillo de naipes que se derrumba desde dentro. Como el viejo proverbio del efecto mariposa, la ola de terror del 7 de octubre encendió una cadena de reacciones que ha llevado a la desestabilización de todos los brazos armados de Irán en la región. Aún falta mucho para el final, y el sufrimiento no ha terminado, pero cuando caiga el telón, el mundo podría ser un lugar más seguro. Especialmente para los pueblos que hoy viven oprimidos por dictaduras fundamentalistas.
En pleno siglo XXI, no hay lugar para los extremismos. La historia ha demostrado —y está claro— que cuando las democracias se unen, pueden frenar incluso a las peores amenazas. Que no haya que esperar otro 7 de octubre para despertar. El momento de elegir entre luz y oscuridad, entre libertad y opresión, es ahora.
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