Seguinos en las redes

Opinión

Opinión. Mientras Israel implosiona, ¿nadie en el Likud de Netanyahu tiene agallas para desafiarlo?

La confusión nacional en torno a la reforma judicial del primer ministro se ve exacerbada por el aumento del terrorismo palestino y el extremismo de los colonos. Y aún así toda la facción del Likud guarda silencio.

Publicada

el

.
Benjamin Netanyahu habla con otros diputados del Likud, entre ellos Nir Barkat y Avi Dichter, en el pleno de la Knesset el 28 de diciembre de 2022. (Olivier Fitoussi/Flash90)

Agencia AJN.- La sorpresa no es el desmoronamiento del liderazgo práctico y moral del gobierno del Primer Ministro Benjamín Netanyahu. La sorpresa es la rapidez con la que se está produciendo.

La coalición -el propio partido de Netanyahu, el Likud, y sus socios de extrema derecha y ultraortodoxos- sólo lleva dos meses en el poder.

Mientras las fuerzas de seguridad israelíes tratan de hacer frente a un repugnante aumento del terrorismo palestino -14 israelíes asesinados el mes pasado-, su lucha por proteger las vidas de los israelíes se está viendo complicada, no ayudada, por los miembros supremacistas judíos del gobierno, incluidos los ministros a los que se asignaron funciones de poder de forma desmesurada, y los diputados extremistas que están fomentando el violento vigilantismo de los colonos.

Cuando se da al antiárabe y ultranacionalista Bezalel Smotrich un puesto clave en el corazón del gobierno, incluida la autoridad sobre aspectos de la empresa de asentamientos, no debería sorprender que algunos de los criminales colonos más extremistas crean que llegó su momento.

Y, con toda claridad, eso es lo que creen, ya que el domingo por la noche arrasaron la zona de Huwara, incendiando viviendas palestinas, horas después de que un terrorista palestino matara a tiros a dos hermanos israelíes en esa ciudad de Cisjordania.

El domingo, Smotrich había dado «me gusta» a un tuit de un destacado funcionario de los asentamientos que pedía «borrar hoy el pueblo de Huwara»; el miércoles, pidió públicamente que el Estado de Israel «borrara» Huwara.

El sensato Yehuda Fuchs, general de las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) a cargo de la zona, asumió el martes por la noche la responsabilidad personal tanto por no haber impedido los asesinatos de Hallel y Yagel Yaniv, como por haber subestimado la «escala y fuerza» de la acción de represalia de los colonos radicales.

«No estábamos preparados para un pogromo de la magnitud de decenas de personas con material inflamable y medios para prenderle fuego, dirigiéndose a 20 o más lugares, e incendiando casas y autos palestinos al azar», explicó Fuchs.

«Y este no es un caso de [personas] que ‘se toman la justicia por su mano'», aclaró Fuchs, «porque las personas que respetan la ley no siembran el terror entre la población».

Cuando se ofrece a Itamar Ben Gvir, un provocador antiárabe -incluso condenado-, más poder que a cualquier otro ministro de policía anterior, incluida la responsabilidad sobre las unidades de la Policía de Fronteras en Cisjordania, un resultado surrealista pero previsible es ver a esas fuerzas de la Policía de Fronteras tratando obedientemente de evacuar a los colonos de un puesto avanzado ilegal que el mismo ministro está animando a los colonos a ocupar, como ocurrió en la colina de Evyatar el domingo y el lunes.

Y una consecuencia adicional es que parte de las sobrecargadas fuerzas de seguridad se desvían del imperativo de sofocar el terrorismo palestino.

Durante los dos meses que lleva en el poder la coalición de extrema derecha de Netanyahu, Israel corrió el riesgo de «consumirse» a sí mismo, por utilizar el lenguaje apropiadamente drástico del presidente Isaac Herzog, en la feroz discusión sobre la «reforma» judicial respaldada por Netanyahu, la que, si se legisla como se pretende actualmente, dará en pocas semanas a la mayoría gobernante un control casi total sobre el Alto Tribunal, y hará que los derechos y libertades civiles más básicos de Israel, como la libertad religiosa, la igualdad, la libertad de expresión y el derecho de voto, sean potencialmente vulnerables a los abusos y violaciones de los dirigentes políticos.

Lo que el ex fiscal general de Netanyahu, Avichai Mandelblit, describió el martes por la noche como un programa de «cambio de régimen» que, según dijo, acabaría con la forma de gobierno democrático liberal de Israel, y que el ex primer ministro Ehud Barak calificó el sábado de «asesinato de la Declaración de Independencia, que convertirá a Israel en una dictadura», provocó semanas de manifestaciones, huelgas en el sector tecnológico, protestas de pánico de los habitualmente optimistas jefes de los bancos y amargas cartas de advertencia de todo el mundo, desde experimentados militares hasta profesores de Derecho.

El miércoles se produjeron algunas de las protestas más tristes hasta la fecha, con enfrentamientos que empeoraron a lo largo del día, mientras la coalición hizo avanzar más elementos de la legislación en la Knesset, el Parlamento israelí.

Con el ministro de policía Ben Gvir en la sala de control, sus fuerzas utilizaron caballos, granadas de aturdimiento y cañones de agua para desalojar a los manifestantes que bloqueaban la principal autopista Ayalon de Tel Aviv; en el momento de redactar este informe, 39 personas habían sido detenidas y once heridas; al parecer, un hombre perdió una oreja tras ser alcanzado por una granada de aturdimiento; otro fue sometido por un policía con un rodillazo en el cuello.

Ahora, esa cruda división nacional sobre la naturaleza misma del Estado israelí, su gobernanza y los derechos de su pueblo se está viendo exacerbada por la más familiar agitación interna sobre cómo abordar la cuestión palestina, el terrorismo, los asentamientos, los territorios, todo eso para regocijo de los enemigos de Israel y creciente preocupación de sus aliados más importantes y de gran parte de los judíos de la diáspora.

Insensatos diputados del Likud.

Netanyahu despreció la petición del presidente Herzog de detener la embestida legislativa y negociar cuidadosamente con la oposición una reforma judicial consensuada. Hace tiempo que Netanyahu perdió cualquier capacidad o incluso deseo aparente de servir como figura unificadora israelí, pero su insistente destrucción de su propio legado económico y de seguridad, y de cualquier pretensión de liderazgo moral, está en función de su conocimiento de que esta coalición incendiaria, todos cuyos miembros tienen sus propias razones para abogar por la demolición del poder judicial independiente de Israel, es la única combinación política que lo mantendrá en el poder.

Para su vergüenza, varios miembros clave de su propio partido, el Likud -los que saben exactamente lo peligrosos que son Ben Gvir y Smotrich, y ven claramente a través de las falsas pretensiones de «reforma» judicial- se negaron a desafiarlo.

Incluso ministros con un interés directo en un Alto Tribunal creíble, como el ministro de Defensa Yoav Gallant y el ministro de Agricultura Avi Dichter, antiguo jefe del Shin Bet, optaron por no destacar la advertencia resumida por el antiguo jefe del Ministerio de Asuntos Exteriores Alon Ushpiz la semana pasada, en el sentido de que Israel confía en el escudo de un poder judicial independiente para protegerse a sí mismo y a sus soldados del escrutinio del Tribunal Internacional de Justicia y otros tribunales y foros mundiales.

Según los cobardes criterios de la facción del Likud en la Knesset, la admisión por parte del ministro de Economía, Nir Barkat, un multimillonario de la tecnología que sabe un par de cosas sobre el mundo financiero, de que escuchó predicciones de expertos de que «la economía israelí se va a hundir», constituye un verdadero acto de heroísmo patriótico.

Bastaría con que unos pocos diputados del Likud -cuya atención personal seguramente fue captada por las encuestas que muestran un apoyo cada vez menor tanto a la reforma como a la coalición- expresaran su apoyo a la petición de diálogo de Herzog, e indicaran su reticencia a votar a favor de un cambio judicial, para obligar a Netanyahu a reconsiderarlo. Pero mientras el primer ministro se mostraba dispuesto a ceder a las espectaculares demandas de gran alcance de sus socios menores de extrema derecha y ultraortodoxos, sus propios leales del Likud, por mucha diferencia el mayor partido de la coalición, aceptaron hasta ahora mansamente su papel marginado en su propio gobierno.

En medio de su silencioso acatamiento, de la absoluta toma de poder por parte de su líder y de la algarabía de algunos de sus colegas ministeriales, corresponde a personas como el general Fuchs, al condenar el «vergonzoso» comportamiento de los colonos extremistas en Huwara, lamentar su alejamiento de «los valores con los que crecí, los valores del Estado de Israel, los valores del judaísmo, en mi opinión». Y para recordar al público espectador, como hizo al explicar por qué es el ejército y no la mafia el responsable de la seguridad, que «Israel es un Estado democrático».

No lo será durante mucho más tiempo. No a menos que algunos de los que rodean a Netanyahu en los que el electorado depositó su confianza tengan las agallas, y el compromiso sionista, de plantarle cara a él y a los pirómanos a los que dio el poder.

 

 

Artículo publicado por Daviv Horovitz en Times of Israel.

Dejá tu comentario

Opinión

The New York Times | El nuevo negacionismo de la violación

Publicado

el

Por

nyt
Leo Correa/Associated Press

Agencia AJN.- (Por Bret Stephens – The New York Times -NYT-) «El 7 de octubre, Hamás invadió Israel y se filmó cometiendo decenas de atrocidades contra los derechos humanos. Algunas de las imágenes fueron capturadas más tarde por el ejército israelí y proyectadas a cientos de periodistas, entre los que estaba yo’’. El ‘‘sadismo puro y depredador», como lo describió el escritor de Atlantic Graeme Wood, no tiene fondo.

Sin embargo, Hamás niega que sus hombres agredieran sexualmente a israelíes y califica las acusaciones de «mentiras y calumnias contra los palestinos y su resistencia». Y los ‘‘aliados’’ de Hamás en Occidente, la mayoría de ellos autodenominados progresistas, repiten como loros ese negacionismo ante las pruebas contundentes y profundamente investigadas de violaciones generalizadas, documentadas más recientemente en un informe de Naciones Unidas publicado este lunes.

La pregunta interesante es, ¿por qué? ¿Por qué se niegan a creer que Hamás, que masacraba niños en sus camas, tomaba ancianas como rehenes e incineraba familias en sus casas, sea capaz de eso?

Llegaré a eso punto en breve, pero antes vale la pena analizar las formas que adopta este negacionismo. Un método consiste en reconocer, como decía un artículo reciente, que «es posible que se produjeran agresiones sexuales el 7 de octubre», pero nadie demostró realmente que formaran parte de un patrón organizado. Otro consiste en plantear dudas sobre diversos detalles de las historias para sugerir que si hay un solo error, o un testigo cuyo testimonio es incoherente, todo el relato debe ser también falso y deshonesto. Una tercera es tratar cualquier cosa que diga un israelí como intrínsecamente sospechosa.

Y, por último, está la cuestión de que apenas hay testigos de las agresiones. ¿Dónde están las mujeres supuestamente violadas? ¿Por qué no hablan?

La respuesta a esta última pregunta es la más sombría: En su inmensa mayoría, las mujeres que podrían haber hablado están muertas, por la sencilla razón de que cualquier israelí que se acercara lo suficiente a un terrorista como para ser violada estaba lo suficientemente cerca como para ser asesinada. En cuanto a la credibilidad de los testigos israelíes, ¿quién más, aparte de los primeros intervinientes que se encontraron con las víctimas de primera mano, debería ser entrevistado y citado por cualquiera que investigue esto? En los tribunales misóginos de Irán, el testimonio legal de una mujer vale la mitad que el de un hombre. En los rincones de la izquierda que odian a Israel, el valor de los testigos israelíes parece ser aún menor.

Pero son los dos primeros tipos de negacionismo los que en cierto modo resultan más chocantes, porque también son los más hipócritas.

¿No fueron los progresistas quienes, durante la saga de Brett Kavanaugh, subrayaron que las discrepancias ocasionales en la memoria de sucesos traumáticos son absolutamente normales? ¿Y desde cuándo los progresistas insisten en que la carga de la prueba para demostrar un patrón de agresión sexual recae en las víctimas, la mayoría de cuyas voces fueron, en este caso, silenciadas para siempre?

Que rápido pasa la extrema izquierda de «creer a las mujeres» a «creer a Hamás» cuando cambia la identidad de la víctima. Si, Dios no lo quiera, una banda de Proud Boys descendiera sobre Los Ángeles para llevar a cabo el tipo de atrocidades que Hamás llevó a cabo en las comunidades israelíes, estoy bastante seguro de que nadie en la izquierda dedicaría ningún tipo de energía a intentar descubrir quién fue violado, y mucho menos cómo o cuándo.

Es en este clima ideológico cuando nos llega el informe de la ONU. En cierto modo es un hito, aunque sólo sea porque la ONU nunca simpatiza con el Estado judío y fue escandalosamente lenta incluso en darse cuenta de las primeras pruebas de agresiones sexuales. Para cualquiera que mantenga una mente razonablemente abierta pero siga teniendo dudas, el informe señala, entre otros detalles, «al menos dos incidentes de violación de cadáveres de mujeres», «cuerpos encontrados desnudos y/o atados, y en un caso amordazados», e «información clara y convincente de que se produjeron actos de violencia sexual, incluidas violaciones, torturas sexualizadas y tratos crueles, inhumanos y degradantes contra algunas mujeres y niños» durante su estancia como rehenes».

Eso debería ser más que suficiente, pero no lo será. Un amplio y creciente rincón de Occidente se niega a aceptar que la guerra de Israel en Gaza sea una respuesta al mal, o que los israelíes puedan ser víctimas de algún modo. Perturba la narrativa de la guerra en Gaza como un caso de fuertes contra débiles, los colonos y colonialistas israelíes contra víctimas justas e indígenas.

Los críticos honestos de las políticas de Israel pueden plantear serias objeciones al mismo tiempo que reconocen con franqueza las horribles circunstancias que pusieron en marcha esas políticas. Lo que vemos en cambio son críticas deshonestas, que cuestionan deshonestamente esas circunstancias para poder apuntar a la existencia del propio Israel.

La gente seria debería saber en qué consistía la antigua versión del negacionismo antisemita: un flujo constante de minucias fácticas, inversiones lógicas, argumentos falsos presentados de manera sutil, retóricas destinadas a ofuscar y negar el mayor crimen de la historia. También deberían entender el objetivo: al negar las atrocidades del pasado, allanaron el camino para las siguientes. Los actuales negacionistas de las violaciones no son mejores que sus antepasados.

Seguir leyendo

Opinión

Hamás construyó túneles bajo la casa de mi familia en Gaza. Ahora está en ruinas

Hamás se mueve por una postura ideológica originada en el concepto de aniquilar el Estado de Israel y sustituirlo por uno palestino islámico. En su empeño por hacerlo realidad, normalizó la violencia y la militarización en Gaza, eliminando las posibilidades de un Estado palestino, aunque la perspectiva de que lo hubiera parecía cada vez más lejana por los sucesivos gobiernos israelíes que se opusieron.

Publicado

el

Por

time
Soldados salen el 7 de enero de 2024 de un túnel que Hamás habría utilizado el 7 de octubre para atacar Israel a través del paso fronterizo de Erez, en el norte de Gaza. Noam Galai-Getty Images

Agencia AJN.- (Por Jehad Al-Saftawi – TIME) Pasaron siete años desde que me escapé de mi asediada ciudad de Gaza y vine a Estados Unidos. El Día de Acción de Gracias, mi madre me envió una foto de un árbol caído de cuatro metros en el sur de la Franja, donde mi familia se refugió estas últimas semanas. Diez de mis familiares están de pie sobre la calle, rodeando el árbol, y uno de ellos está cortando sus ramas. Es imposible conseguir gas para cocinar y este árbol es ahora la leña que les permitirá preparar su próxima comida.

Desde los atroces ataques de Hamás a Israel del 7 de octubre -que dejaron unos 1.200 muertos, la mayor matanza masiva de judíos en un solo día desde el Holocausto-, los sistemas que abastecen de alimentos, agua y medicinas a Gaza están en urgente declive mientras Israel lleva a cabo su continuo bombardeo de la Franja como respuesta. Desde entonces murieron al menos 27.000 palestinos, miles de ellos al parecer combatientes de Hamás, y unos 1,7 millones de los 2,3 millones de habitantes de Gaza se vieron desplazados, junto con decenas de miles de israelíes por el continuo lanzamiento de cohetes de Hezbollah en el sur de Líbano. Gran parte de la Franja quedó reducida a escombros. Pero la sensación de desorden y emergencia que reina hoy en el enclave costero se remonta mucho más atrás en el tiempo.

Desde la violenta toma de Gaza de Hamás en 2007, las concurridas y hermosas calles que yo conocía están dominadas por el caos terrorista. Hamás se mueve por una postura ideológica originada en el concepto de aniquilar el Estado de Israel y sustituirlo por uno palestino islámico. En su empeño por hacerlo realidad, Hamás normalizó la violencia y la militarización en todos los aspectos de la vida pública y privada de la Franja. En el proceso, eliminaron las posibilidades de un Estado palestino próspero junto a Israel, aunque la perspectiva de que lo hubiera parecía cada vez más lejana en medio de sucesivos gobiernos israelíes que trabajaban en contra de ello.

Vivimos en departamento de la familia de mi padre Imad y ahorramos dinero durante casi 18 años hasta que pudimos construir nuestra propia casa en el norte de Gaza. La primera señal de que Hamás estaba construyendo túneles bajo nuestra casa llegó en julio de 2013, mientras se realizaba la construcción. El que pronto sería nuestro nuevo vecino, Um Yazid Salha, se contactó con mi madre Saadia para preguntarle por qué mi hermano Hamza y yo siempre veníamos a la obra después de medianoche.

La obra, de dos plantas, estaba rodeada por un muro y dos puertas. Pero nosotros estábamos todas las noches en el departamento de la familia de mi padre, donde se cierra la puerta con llave a las 10 de la noche. «Nadie entra ni sale después de las 10», le dijo mi madre a Um Yazid.

Al día siguiente fui a la obra con mi madre y Hamza. Tras mirar rápidamente, no encontramos nada raro. Pero cuando examinamos la obra con mayor atención, encontramos varias losas de hormigón abajo de la escalera interior, cada una de unos 2,5 metros de largo. También encontramos una zona con tierra recién removida a la derecha de nuestra casa y del muro que la rodeaba.

Mi hermano Hamza y yo cavamos en esa tierra mientras nuestra madre miraba. Pronto nos encontramos con una puerta de metal cerrada con un candado. No teníamos ni idea de lo que era ni de por qué estaba allí. Hamza y yo volvimos a cubrir rápidamente la zona con tierra y fuimos directamente a la casa de nuestro vecino.

Antes de nuestra visita, Um Yazid nos contó que algunas noches miraba por las ventanas de su edificio de cuatro plantas hacia el muro que rodeaba nuestra casa y veía la llegada de una camioneta. La gente salía del vehículo y colgaba una lona para ocultar lo que estaban haciendo. Um Yazid escuchaba ruidos de carga y descarga y sentía vibraciones de excavación procedentes del terreno vacío que había detrás de nuestra casa. Sospechaba que alguien estaba cavando un túnel.

Al día siguiente de inspeccionar la casa, Um Yazid llamó para decirnos que los hombres habían regresado por la noche. Mi madre no quería que fuera, pero me vestí y fui solo a la casa inacabada. Cuando llegué a la puerta de hierro de la casa, empecé a escuchar el movimiento de las personas que estaban adentro. Toqué la puerta y una persona enmascarada abrió y me pidió que retrocediera un poco. Luego la cerró y me preguntó quién era yo. Desafiante, le dije que era el dueño de la casa. «¿Quién es usted?», le pregunté.

Encontrarnos con hombres enmascarados es algo a lo que estamos acostumbrados en diferentes aspectos de la vida de Gaza. Discutimos. Le dije que mi tío, que era miembro de Hamás y fiscal en su gobierno, les impediría construir un túnel. El hombre de la máscara insistió en que seguirían como querían. Me dijo que no debía tener miedo y que sólo sería una pequeña habitación cerrada que permanecería enterrada bajo tierra. Nadie podría entrar ni salir. Además, me dijo que sólo en el caso de una invasión terrestre israelí en esta zona y el desplazamiento de los residentes se utilizarían estas habitaciones para suministrar armas.

«No queremos vivir encima de un depósito de armas», le dije, justo antes de que me obligara a retirarme.

Las obras continuaron y Um Yazid siguió informándonos de la actividad nocturna. Hamza y yo, que la visitábamos cada pocas semanas, siempre encontrábamos la misma puerta. Nunca estábamos seguros de lo que podíamos hacer o de lo que realmente ocurría detrás de ella. Nuestro tío nos aseguraba que no teníamos nada que temer.

En febrero de 2014 me casé y dejé la casa de mi familia. Ese mismo año, mi madre, Hamza, y mis dos hermanas pequeñas se mudaron a la casa recién terminada. Antes de que lo hicieran, Hamza y yo volvimos a cavar y esta vez no encontramos más que un metro de arena y luego una gran losa de cemento. La cubrimos, creyendo que por fin habían cerrado la «habitación» por insistencia de nuestro tío.

En los años transcurridos desde entonces, mi familia o sus vecinos escuchaban ruidos o movimientos de vez en cuando. A veces se preguntaban si realmente había túneles, si estaban activos. Mi familia tenía demasiado miedo para hablar de esto con alguien, así que era nuestro secreto. Era vergonzoso, aunque sabíamos que nos oponíamos profundamente a lo que Hamás hubiera hecho al otro lado de aquella losa de cemento.

Cuando algo no se dice durante tanto tiempo, empieza a parecer imposible que la verdad llegue a saberse. Siempre esperé que llegara un momento en el que a mi familia y a otras personas como nosotros se les permitiera hablar de esos túneles, de la peligrosa vida que Hamás impuso a los gazatíes. Ahora que estoy decidido a hablar abiertamente de ello, no sé si ni siquiera importa.

Mi familia fue evacuada al sur poco después del 7 de octubre. Meses después, recibimos fotos de nuestra casa y nuestro barrio, ambos en ruinas. Quizá nunca sepa si la casa fue destruida por los ataques israelíes o por los combates entre Hamás e Israel. Pero el resultado es el mismo. Nuestra casa, y demasiadas de nuestra comunidad, fueron arrasadas junto a una historia y unos recuerdos de valor incalculable.

Y este es el legado de Hamás. Empezaron a destruir la casa de mi familia en 2013 cuando construyeron túneles bajo ella. Siguieron amenazando nuestra seguridad durante una década: siempre supimos que podríamos tener que desalojarla en cualquier momento. Siempre temimos la violencia. Los gazatíes merecen un verdadero gobierno palestino que apoye los intereses de sus ciudadanos, no terroristas que lleven a cabo sus propios planes. Hamás no está luchando contra Israel. Están destruyendo Gaza.

Seguir leyendo

Más leídas

WhatsApp Suscribite al Whatsapp!