Opinión
Opinión. Mientras Israel implosiona, ¿nadie en el Likud de Netanyahu tiene agallas para desafiarlo?
La confusión nacional en torno a la reforma judicial del primer ministro se ve exacerbada por el aumento del terrorismo palestino y el extremismo de los colonos. Y aún así toda la facción del Likud guarda silencio.

Agencia AJN.- La sorpresa no es el desmoronamiento del liderazgo práctico y moral del gobierno del Primer Ministro Benjamín Netanyahu. La sorpresa es la rapidez con la que se está produciendo.
La coalición -el propio partido de Netanyahu, el Likud, y sus socios de extrema derecha y ultraortodoxos- sólo lleva dos meses en el poder.
Mientras las fuerzas de seguridad israelíes tratan de hacer frente a un repugnante aumento del terrorismo palestino -14 israelíes asesinados el mes pasado-, su lucha por proteger las vidas de los israelíes se está viendo complicada, no ayudada, por los miembros supremacistas judíos del gobierno, incluidos los ministros a los que se asignaron funciones de poder de forma desmesurada, y los diputados extremistas que están fomentando el violento vigilantismo de los colonos.
Cuando se da al antiárabe y ultranacionalista Bezalel Smotrich un puesto clave en el corazón del gobierno, incluida la autoridad sobre aspectos de la empresa de asentamientos, no debería sorprender que algunos de los criminales colonos más extremistas crean que llegó su momento.
Y, con toda claridad, eso es lo que creen, ya que el domingo por la noche arrasaron la zona de Huwara, incendiando viviendas palestinas, horas después de que un terrorista palestino matara a tiros a dos hermanos israelíes en esa ciudad de Cisjordania.
El domingo, Smotrich había dado «me gusta» a un tuit de un destacado funcionario de los asentamientos que pedía «borrar hoy el pueblo de Huwara»; el miércoles, pidió públicamente que el Estado de Israel «borrara» Huwara.
El sensato Yehuda Fuchs, general de las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) a cargo de la zona, asumió el martes por la noche la responsabilidad personal tanto por no haber impedido los asesinatos de Hallel y Yagel Yaniv, como por haber subestimado la «escala y fuerza» de la acción de represalia de los colonos radicales.
«No estábamos preparados para un pogromo de la magnitud de decenas de personas con material inflamable y medios para prenderle fuego, dirigiéndose a 20 o más lugares, e incendiando casas y autos palestinos al azar», explicó Fuchs.
«Y este no es un caso de [personas] que ‘se toman la justicia por su mano'», aclaró Fuchs, «porque las personas que respetan la ley no siembran el terror entre la población».
Cuando se ofrece a Itamar Ben Gvir, un provocador antiárabe -incluso condenado-, más poder que a cualquier otro ministro de policía anterior, incluida la responsabilidad sobre las unidades de la Policía de Fronteras en Cisjordania, un resultado surrealista pero previsible es ver a esas fuerzas de la Policía de Fronteras tratando obedientemente de evacuar a los colonos de un puesto avanzado ilegal que el mismo ministro está animando a los colonos a ocupar, como ocurrió en la colina de Evyatar el domingo y el lunes.
Y una consecuencia adicional es que parte de las sobrecargadas fuerzas de seguridad se desvían del imperativo de sofocar el terrorismo palestino.
Durante los dos meses que lleva en el poder la coalición de extrema derecha de Netanyahu, Israel corrió el riesgo de «consumirse» a sí mismo, por utilizar el lenguaje apropiadamente drástico del presidente Isaac Herzog, en la feroz discusión sobre la «reforma» judicial respaldada por Netanyahu, la que, si se legisla como se pretende actualmente, dará en pocas semanas a la mayoría gobernante un control casi total sobre el Alto Tribunal, y hará que los derechos y libertades civiles más básicos de Israel, como la libertad religiosa, la igualdad, la libertad de expresión y el derecho de voto, sean potencialmente vulnerables a los abusos y violaciones de los dirigentes políticos.
Lo que el ex fiscal general de Netanyahu, Avichai Mandelblit, describió el martes por la noche como un programa de «cambio de régimen» que, según dijo, acabaría con la forma de gobierno democrático liberal de Israel, y que el ex primer ministro Ehud Barak calificó el sábado de «asesinato de la Declaración de Independencia, que convertirá a Israel en una dictadura», provocó semanas de manifestaciones, huelgas en el sector tecnológico, protestas de pánico de los habitualmente optimistas jefes de los bancos y amargas cartas de advertencia de todo el mundo, desde experimentados militares hasta profesores de Derecho.
El miércoles se produjeron algunas de las protestas más tristes hasta la fecha, con enfrentamientos que empeoraron a lo largo del día, mientras la coalición hizo avanzar más elementos de la legislación en la Knesset, el Parlamento israelí.
Con el ministro de policía Ben Gvir en la sala de control, sus fuerzas utilizaron caballos, granadas de aturdimiento y cañones de agua para desalojar a los manifestantes que bloqueaban la principal autopista Ayalon de Tel Aviv; en el momento de redactar este informe, 39 personas habían sido detenidas y once heridas; al parecer, un hombre perdió una oreja tras ser alcanzado por una granada de aturdimiento; otro fue sometido por un policía con un rodillazo en el cuello.
Ahora, esa cruda división nacional sobre la naturaleza misma del Estado israelí, su gobernanza y los derechos de su pueblo se está viendo exacerbada por la más familiar agitación interna sobre cómo abordar la cuestión palestina, el terrorismo, los asentamientos, los territorios, todo eso para regocijo de los enemigos de Israel y creciente preocupación de sus aliados más importantes y de gran parte de los judíos de la diáspora.
Insensatos diputados del Likud.
Netanyahu despreció la petición del presidente Herzog de detener la embestida legislativa y negociar cuidadosamente con la oposición una reforma judicial consensuada. Hace tiempo que Netanyahu perdió cualquier capacidad o incluso deseo aparente de servir como figura unificadora israelí, pero su insistente destrucción de su propio legado económico y de seguridad, y de cualquier pretensión de liderazgo moral, está en función de su conocimiento de que esta coalición incendiaria, todos cuyos miembros tienen sus propias razones para abogar por la demolición del poder judicial independiente de Israel, es la única combinación política que lo mantendrá en el poder.
Para su vergüenza, varios miembros clave de su propio partido, el Likud -los que saben exactamente lo peligrosos que son Ben Gvir y Smotrich, y ven claramente a través de las falsas pretensiones de «reforma» judicial- se negaron a desafiarlo.
Incluso ministros con un interés directo en un Alto Tribunal creíble, como el ministro de Defensa Yoav Gallant y el ministro de Agricultura Avi Dichter, antiguo jefe del Shin Bet, optaron por no destacar la advertencia resumida por el antiguo jefe del Ministerio de Asuntos Exteriores Alon Ushpiz la semana pasada, en el sentido de que Israel confía en el escudo de un poder judicial independiente para protegerse a sí mismo y a sus soldados del escrutinio del Tribunal Internacional de Justicia y otros tribunales y foros mundiales.
Según los cobardes criterios de la facción del Likud en la Knesset, la admisión por parte del ministro de Economía, Nir Barkat, un multimillonario de la tecnología que sabe un par de cosas sobre el mundo financiero, de que escuchó predicciones de expertos de que «la economía israelí se va a hundir», constituye un verdadero acto de heroísmo patriótico.
Bastaría con que unos pocos diputados del Likud -cuya atención personal seguramente fue captada por las encuestas que muestran un apoyo cada vez menor tanto a la reforma como a la coalición- expresaran su apoyo a la petición de diálogo de Herzog, e indicaran su reticencia a votar a favor de un cambio judicial, para obligar a Netanyahu a reconsiderarlo. Pero mientras el primer ministro se mostraba dispuesto a ceder a las espectaculares demandas de gran alcance de sus socios menores de extrema derecha y ultraortodoxos, sus propios leales del Likud, por mucha diferencia el mayor partido de la coalición, aceptaron hasta ahora mansamente su papel marginado en su propio gobierno.
En medio de su silencioso acatamiento, de la absoluta toma de poder por parte de su líder y de la algarabía de algunos de sus colegas ministeriales, corresponde a personas como el general Fuchs, al condenar el «vergonzoso» comportamiento de los colonos extremistas en Huwara, lamentar su alejamiento de «los valores con los que crecí, los valores del Estado de Israel, los valores del judaísmo, en mi opinión». Y para recordar al público espectador, como hizo al explicar por qué es el ejército y no la mafia el responsable de la seguridad, que «Israel es un Estado democrático».
No lo será durante mucho más tiempo. No a menos que algunos de los que rodean a Netanyahu en los que el electorado depositó su confianza tengan las agallas, y el compromiso sionista, de plantarle cara a él y a los pirómanos a los que dio el poder.
Artículo publicado por Daviv Horovitz en Times of Israel.
Opinión
Análisis: Mientras Israel lucha contra Irán, ¿dónde están los aliados terroristas de Teherán en su momento de necesidad?
Teherán desarrolló una red terrorista regional para aislarse de la guerra, pero ahora que está bajo ataque, Hezbollah y otros se sienten demasiado débiles o demasiado intimidados para unirse a la batalla.

Por Nurit Yohanan
Cuando Israel anunció la Operación «León Ascendente» en la madrugada del viernes, marcó la primera vez en más de 50 años que el país declaraba la guerra contra un Estado soberano, en lugar de contra una organización terrorista que opera desde territorio extranjero, Cisjordania o Gaza. Un número considerable de estas organizaciones a las que Israel se ha enfrentado a lo largo de los años fueron y son apoyadas, financiadas o incluso controladas directamente por Irán, el país que ahora se encuentra en la mira de Israel.
Desde la Revolución iraní, el régimen de Teherán ha invertido importantes esfuerzos en difundir su ideología entre las poblaciones chiítas de Medio Oriente, a la vez que ha construido una red de organizaciones terroristas en toda la región, incluyendo grupos suníes.
La Fuerza Quds, una unidad especial del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán, se ha centrado en las últimas décadas en apoyar a estas organizaciones mediante ayuda financiera, el suministro de armas y municiones, e incluso entrenamiento, a veces realizado en territorio iraní.
Para Irán, la red terrorista era tanto una proyección de poder como un escudo: los grupos hostigaban continuamente a los dos mayores enemigos de la República Islámica, Estados Unidos e Israel, mientras que este se mantenía aislado de las represalias. Y la existencia de una liga de ejércitos de apoyo, listos para defenderse en caso de guerra, ayudó a disuadir cualquier idea occidental de invasión o cambio de régimen.
Después del 7 de octubre de 2023, cuando Hamás lanzó un ataque devastador contra Israel, desencadenando la guerra en Gaza, la amplitud del arsenal iraní quedó en evidencia, con grupos respaldados por Teherán, desde el Líbano hasta Yemen, atacando a Israel en lo que el entonces ministro de defensa israelí, Yoav Gallant, denominó una guerra de siete frentes.
Pero ahora que el poder de fuego de Israel se dirige contra el propio Irán, esos aliados desaparecen repentinamente. Algunos, como Hezbollah, se han visto gravemente debilitados por Israel debido a los intentos de respaldar a Hamás. Otros parecen haber sido convencidos por sus países anfitriones para mantenerse al margen de la lucha.
Irán se encuentra ahora en una posición sumamente inusual e incluso peligrosa, obligado a depender principalmente de su propio poder militar en territorio iraní. Hasta ahora, esto ha consistido principalmente en sucesivas rondas de misiles balísticos disparados por la fuerza aérea del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica, que han causado gran destrucción, pero han hecho poco por debilitar la potencia de fuego de Israel.
Mientras tanto, Irán ha visto cómo su territorio se ha convertido en un campo de batalla al intentar hacer frente a los ataques israelíes desde Teherán hasta Tabriz, lo que representa una vulnerabilidad estratégica para un país que prefiere dejar que sus aliados hagan el trabajo sucio en territorio extranjero.
Hezbollah, en la cuerda floja
El apoyo de Irán a grupos terroristas en el extranjero se estima en miles de millones de dólares anuales provenientes de las arcas estatales. Esta ayuda ha continuado en los últimos años a pesar de la grave situación económica de Irán, que incluye una devaluación sostenida de la moneda y escasez de energía.
Una buena parte de ese dinero ha ido a parar al grupo terrorista libanés Hezbollah, el principal cliente de Irán.
Sin embargo, tras sufrir grandes pérdidas y una creciente oposición en el Líbano, ahora se encuentra gravemente debilitado y reacio a enfrentarse a Israel.
Hezbollah, fundado en 1983 con el respaldo de Irán, ha sido durante las últimas dos décadas la principal herramienta militar de Irán contra Israel, armado con misiles de largo alcance e incluso armas guiadas de precisión.
Sin embargo, desde que Israel comenzó a atacar dentro de Irán el viernes, lo único que ha lanzado Hezbollah han sido palabras. Esta moderación es aparentemente una consecuencia directa de su guerra con Israel, durante la cual el grupo lanzó ataques casi diarios contra Israel desde octubre de 2023 hasta que acordó un alto el fuego en noviembre de 2024.
En los últimos seis meses de la guerra, y en particular a partir de septiembre, el grupo sufrió importantes reveses militares. Casi todo su alto mando fue eliminado por Israel, incluyendo al líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah.
Justo antes, los ataques israelíes con buscapersonas y walkie-talkies explosivos causaron daños físicos y psicológicos generalizados entre las fuerzas terrestres del grupo. Unas 4.000 personas resultaron heridas en la operación encubierta, según informes libaneses, la gran mayoría de ellas miembros de Hezbollah.
El otrora formidable arsenal de misiles del grupo parece haberse agotado o destruido en gran medida, y Siria ya no es una ruta conveniente para el contrabando.
En octubre de 2024, las Fuerzas de Defensa de Israel estimaron que Hezbollah conservaba menos del 30 por ciento de su potencia de fuego anterior a la guerra.
Incluso después de la firma del alto el fuego, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) han continuado sus operaciones regularmente en el Líbano, atacando a operativos de Hezbollah, principalmente en el sur del país. Israel ha atacado edificios en el distrito de Dahiyeh, en Beirut, en dos ocasiones, donde se encuentran plantas de fabricación y almacenamiento de drones, según las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI).
Como resultado, Hezbollah se encuentra significativamente debilitado y su capacidad para representar una amenaza para Israel es mucho menor. La organización también se enfrenta a una creciente presión política interna, mientras el país aún se recupera de los fuertes ataques israelíes dirigidos a poner fin a los ataques de Hezbollah.
En los últimos seis meses, dos de los tres principales puestos de liderazgo del Líbano han sido ocupados por figuras consideradas «anti-Hezbollah», entre ellas el primer ministro Nawaf Salam y el presidente Joseph Aoun. Ambos han declarado su intención de desarmar a Hezbollah y afirman que la decisión de ir a la guerra debe recaer en el Estado.
En un discurso reciente con motivo de los primeros 100 días de su gobierno, Salam señaló que el Ejército libanés había desmantelado más de 500 depósitos de armas en el sur del país. Si bien no especificó a quién pertenecían, se cree que eran de Hezbollah
El viernes, horas después del inicio de la operación israelí, Hezbollah emitió un extenso comunicado condenando enérgicamente los ataques israelíes contra Irán, afirmando que Israel “solo entiende el lenguaje de la muerte, el fuego y la destrucción”.
El comunicado no mencionó si respondería ni cuándo, pero un funcionario de Hezbollah declaró a Reuters ese mismo día que el grupo no tomaría represalias por los ataques en Irán.
Las milicias iraquíes ceden ante la presión
Desde la invasión estadounidense de Irak en 2003, Irán ha reforzado las milicias proiraníes y chiítas en el país para profundizar su influencia. Estos grupos atacaron principalmente a Estados Unidos, pero también apuntaron sus armas contra Israel después del 7 de octubre.
La creciente presión interna y externa ha paralizado estas operaciones.
Desde 2014, las milicias en Irak han operado bajo una organización paraguas conocida como las Fuerzas de Movilización Popular, disparando misiles contra las tropas estadounidenses estacionadas en la región y combatiendo al grupo terrorista Estado Islámico cuando esta organización yihadista tomó el control de partes de Irak.
Sin embargo, desde el 7 de octubre, las milicias también han participado en la guerra regional en múltiples frentes contra Israel, aparentemente con el respaldo de Irán. A lo largo de 2023 y 2024, lanzaron drones hacia Israel, principalmente contra los Altos del Golán y, en una ocasión, contra Eilat, al tiempo que atacaban bases estadounidenses en Irak. En octubre de 2024, dos soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel murieron en un ataque con drones lanzado por milicias proiraníes en el norte de los Altos del Golán.
Sin embargo, incluso antes del segundo alto el fuego entre Israel y Hamás en diciembre de 2024, las milicias proiraníes de Irak acordaron detener los ataques contra Estados Unidos e Israel.
Fuente: Times of Israel
Opinión
Israel-Irán: Democracia bajo fuego, dictadura al desnudo

Por Ariel B. Goldgewicht
¿Qué sucede cuando una democracia liberal enfrenta a una dictadura fundamentalista?
No estamos ante una guerra convencional, sino ante un choque de civilizaciones: entre quienes santifican la vida y quienes anhelan la muerte. La guerra entre Israel y el régimen iraní ‘ denominada ´León Ascendente´, no empezó esta semana, pero ahora ha alcanzado un nivel nuevo, un punto de no retorno.
Desde la Revolución Islámica de 1979, Irán ha declarado abiertamente su hostilidad hacia Israel. Durante décadas, ha dirigido esta guerra por medio de terceros (Proxy) el eje chiita: Hezbollah en Líbano, Hamás en Gaza, los hutíes en Yemen, milicias en Siria e Irak, entre otros. Irán ha sido el gran arquitecto del terrorismo moderno en el Medio Oriente, financiado con las inconmensurables riquezas de su petróleo. Su régimen de dictadura absoluta, liderado por los ayatolás, ha sido cómplice de atentados desde Buenos Aires hasta Beirut, dejando una estela de sangre y caos.
Hoy, sin embargo, algo ha cambiado. Por primera vez en la historia, Israel ha atacado directamente a Teherán. ¿Por qué ahora?
La respuesta está en una conjunción de factores. La caída de Hamás y la Yihad Islámica en Gaza, el debilitamiento de Hezbollah en el norte, la caída del régimen de Assad en Siria, el retroceso de los hutíes en Yemen: todos son frentes que el régimen iraní consideraba parte de su estrategia regional de expansión y dominación. Y todos han sido golpeados con fuerza por Israel en los últimos meses.
A esto se suma la presión internacional, el estancamiento ruso en Ucrania —que limita el apoyo logístico de Moscú a Teherán—, y el regreso de una política exterior estadounidense menos indulgente con Irán. La reciente advertencia del Presidente Trump, que impuso un plazo de 60 días para frenar el programa nuclear iraní, coincidió con el momento en que Israel decidió actuar: al día 61, los ataques comenzaron.
Israel no está reaccionando por impulsos ni venganza. Está respondiendo a una amenaza existencial. Porque si el 7 de octubre vimos de lo que es capaz un grupo terrorista armado con cohetes y fusiles, imaginemos lo que podría ocurrir si Irán —un régimen que ejecuta homosexuales, encarcela mujeres por no cubrirse la cabeza, y asesina opositores sin juicio— accediera a armas nucleares. Esa es la línea roja.
En estas horas, Israel vive bajo amenaza constante. El espacio aéreo cerrado, el sistema educativo paralizado, cientos de miles de ciudadanos atrapados fuera del país o confinados en refugios. El Domo de Hierro protege, pero no es infalible. Con un 95% de efectividad, basta una pequeña brecha para que un misil balístico impacte y cause destrucción. Ya lo hemos visto: muertos, heridos y un país en vilo. Pero, imagínese ¿y si esos misiles llevarán cabezas nucleares?
A pesar de todo, Israel no responde con barbarie. Tiene superioridad militar absoluta sobre los cielos de Irán, pero no ataca civiles. Ataca centrifugadoras nucleares, bases militares, centros de comando. Mientras el régimen iraní lanza misiles sobre poblaciones israelíes, Israel busca evitar víctimas inocentes. Porque los ciudadanos iraníes no son enemigos: son rehenes de una teocracia que lleva décadas reprimiéndolos. En esta guerra buscamos aniquilar el proyecto nuclear, pero los ciudadanos civiles inocentes de irán tiene otras esperanzas de este conflicto. Ellos esperan libertad.
En Irán, hoy se cuentan chistes oscuros: “Nadie sabe dónde está el ayatolá!!, excepto Israel”. Y no es sólo humor negro: es símbolo de un régimen que tiembla. La resistencia israelí no busca cambiar el régimen, ni interferir en la autodeterminación de los pueblos. Su único objetivo es impedir que un régimen fundamentalista con aspiraciones mesiánicas tenga capacidad nuclear.
Durante más de dos décadas, Irán ha invertido en cuatro pilares esenciales:
1. Desarrollo nuclear
2. Expansión militar y terrorista del eje chiita
3. Represión social interna —especialmente contra mujeres—
4. Hostilidad contra Israel
Muy poco en salud pública, ni educación, ni infraestructura. Un Estado que produce petróleo como si fuera agua, pero cuyas ciudades sufren apagones diarios, escasez de agua potable y servicios básicos. Toda su riqueza, volcada a la represión y la destrucción con el objetivo principal de consolidar su poder a la fuerza.
Lo que vemos hoy es el colapso de esa estrategia. Un castillo de naipes que se derrumba desde dentro. Como el viejo proverbio del efecto mariposa, la ola de terror del 7 de octubre encendió una cadena de reacciones que ha llevado a la desestabilización de todos los brazos armados de Irán en la región. Aún falta mucho para el final, y el sufrimiento no ha terminado, pero cuando caiga el telón, el mundo podría ser un lugar más seguro. Especialmente para los pueblos que hoy viven oprimidos por dictaduras fundamentalistas.
En pleno siglo XXI, no hay lugar para los extremismos. La historia ha demostrado —y está claro— que cuando las democracias se unen, pueden frenar incluso a las peores amenazas. Que no haya que esperar otro 7 de octubre para despertar. El momento de elegir entre luz y oscuridad, entre libertad y opresión, es ahora.
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