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Cultura

El actor Max Berliner cumple hoy 98 años

Agencia AJN.- Nacido en Varsovia, pero con un espíritu bien argentino, esta es la radiografía de un hombre que a sus 98 años es más jovial que nunca.

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Agencia AJN.- Max Berliner nació el 23 de octubre de 1919 en Varzovia, y llegó a la Argentina en 1922, cuando sus padres decidieron emigrar. Poco tiempo después, a la corta edad de 5 años, debutó en el teatro idish con un parlamento en la representación de “Inmigrantes”, una obra de Sholem Aleijem. Ese pequeño inicio resultó el gran comienzo de lo que sería una extraordinaria carrera que continúa hasta estos días.

Su madre era costurera y su padre un obrero metalúrgico especializado en bronce, profesiones que continúan desarrollando cuando arriban a Buenos Aires hasta que su madre instala una corsetería en el barrio porteño del Once. El desarrollo del taller fue tan grande que su padre abandona su empleo en una fábrica de camas y comienza a trabajar con la mujer, convirtiéndose en un experto cortador.

Sin embargo, Max tenía otros gustos. Además de las clásicas actividades juveniles, es obligado a estudiar violín, hasta que se cansa y comienza a aprender piano, algo que luego utiliza para musicalizar algunas de las obras que escribe y/o dirige.

Ya convertido en actor, representa una importante cantidad de papeles, en obras escritas en idish o traducidas a la lengua popular de los judíos ashkenazim, de reconocidos autores, tanto judíos como universales traducidas a este idioma, a la vez que también lo hace en obras en castellano.

“Soy el único actor de la colectividad que vive en dos mundos. Yo hago en idish teatro universal, y en castellano temáticas judías”, aseguró Berliner. Interrogado en más de una oportunidad sobre cuál es su secreto para mantenerse activo y jovial, respondió tres cosas que reflejan su personalidad: camina todos los días; descansa, come poco, no bebe y no fuma; y que a diferencia del refrán que dice no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy, él siempre deja algo para el día siguiente para al levantarse tener que hacer.

Casado con la artista plástica y actriz Rachel Lebenas, Max es padre de dos hijos varones, Daniel y Ariel, y abuelo de cuatro nietos.

Sus 98 años no le impiden no lo detienen y continúa creando permanentemente y adaptando textos para cortos cuadros teatrales, a la vez que tampoco abandona su costumbre de ir a tomar un café y caminar con su sombrero por la Avenida Corrientes, en el barrio porteño de Villa Crespo.

Fueron mucho los premios que recibió Berliner a lo largo de su extensa carrera actoral: fue galardonado con el Premio Podestá a la Trayectoria en 2002 por la Asociación Argentina de Actores, recibió en 2012 el Premio Martín Fierro de la Asociación de Periodistas de la Televisión y la Radiofonía Argentinas. (APTRA) y hasta fue nombrado como Personalidad Destacada de la Cultura de la ciudad de Buenos Aires por la legislatura porteña en diciembre del 2013.

Pero, sin duda, el mayor de los reconocimientos fue cuando la escuela Scholem Aleijen, en la que fue profesor de teatro por muchos años, bautizó con su nombre al salón de actos de la institución.

Sus trabajos. Una de sus creaciones fue la representación en idish de la obra de Tennesse Willians “El zoo de cristal”, que estuvo dos años en cartel.

Su actuación teatral incluyó “Platonov” y “Fin de Partida”; a la vez que fue director de “Liturgias”; autor y director de “Clinton versus Hillary” y de una adaptación de “El Golem”.

A la vez, Max también participó en más de 40 películas, entre ellas “Los gauchos judíos”, “Y mañana serán hombres”, “La Patagonia Rebelde”, “Plata dulce”, “Las barras bravas”, “Un amor en Moisés Ville”, “Seres Queridos” y la conmemorativa del atentado a la AMIA “18-J”.

En televisión participó en más de una decena de series de los más diversos géneros: “Otra vez Drácula”, “El pulpo negro”, “Amigos son los amigos”, “Como pan caliente, Chiquititas”, “Tumberos”, “Disputas”, “Doble Vida”, “Casados con hijos”, “Hermanos y detectives”, “Botineras”, “Malparida” y “Graduados”.

Un hecho que sorprendió, por la transcendencia que tuvo en especial en los ambientes juveniles, fue un video publicitario sobre un producto anti reumático.

Ferviente defensor del “teatro idish”. Es además un difusor de la cultura judía originada en la Europa Oriental, Max considera que lamentablemente sólo queda el recuerdo de ese género teatral, que en un momento tuvo la rara coincidencia de que una misma obra fuera presentada simultáneamente en dos teatros porteños con dos compañías teatrales diferentes y el numeroso público que asistía a las representaciones iban a ver ambas versiones.

En ese sentido, el exitoso actor había manifestado en un reportaje a la Agencia Judía de Noticias: “El idish, lamentablemente, se fue eliminando. Es una pena. Pero creemos que tenemos que seguir luchando para que vuelva, aunque sea un poco el teatro idish. Por eso lo que hacemos nosotros, los que estamos todavía frente al teatro y queremos al idish, porque el idioma idish es nuestro idioma realmente. El hebreo es el idioma oficial judío, pero en la diáspora el idioma es el idish, por eso no tenemos que dejarlo que se pierda o que se muera. Tenemos que revivirlo.”

Y recordó cuando en un recital le pidieron que “hagan todo en castellano”, a lo que él respondió: “No, vamos a hacer en idish también. Vamos a hacer dos o tres cosas en idish, “El Plato de Madera”, por ejemplo lo haré en idish o en castellano, veré como viene la mano, porque tenemos todo traducido a los dos idiomas.”

En su momento llegó a considerarse “uno de los únicos que está luchando por el idish”. “Queremos que no se muera así, mantenerlo un poco. Que se muera lentamente como no debería ser, pero lamentablemente no hay consumidores del teatro idish, aunque si pones una obra en idish, se llena el teatro. Estoy convencido que la gente vuelve porque ama el idish. El idish es un idioma hermoso, es un idioma romántico, un idioma dulce. No se puede perder el idioma idish. Mis hijos que no son tan, tan idishistas saben y aman el idish, cantan en idish, bailan en idish y comen en idish. Así tendría que ser.”, completó.

Cultura

El mundo celebró el Día Internacional del Falafel

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Agencia AJN.- El mundo celebró el 12 de junio el Día Internacional del Falafel y los festejos se extendieron a todo el mes.

El falafel, que es usualmente asociado a la cocina israelí, consiste en croquetas de garbanzos fritas servidas en una pita o laffa, un pan chato. Entre los acompañamientos más populares se incluyen la ensalada israelí (pepinos y tomates con sal, pimienta y cebolla), humus (pasta de garbanzos), tahina (pasta de sésamo) y papas fritas.

El blogger e innovador norteamericano-israelí Ben Lang lanzó esta celebración en 2011 tras el éxito del Día Internacional del Humus. “Como esto tuvo tanto éxito pensé por qué no intentarlo otra vez y ver si tenemos algún impacto”, expresó a Arutz Sheva. Su objetivo fue que el mundo hablara de la comida israelí.

A continuación, compartimos una receta de este plato tan popular en Medio Oriente:

Falafel (5-8 porciones)

Ingredientes:

– 1 ½ taza de garbanzos secos
– ¼ taza de perejil picado
– ½ cebolla picada
– 3 dientes de ajo picados
– 2 cucharaditas de semillas de cilantro
– 1 cucharadita de semillas de alholva (puede reemplazarse por más cilantro o comino)
– 3 cucharaditas de semillas de comino
– 1 cucharadita de polvo de chile
– 3 cucharadas de harina de trigo + ¼ taza
– ¼ cucharadita de ácido cítrico o 2 cucharadas de jugo de limón
– Aceite para freír
– Sal a gusto

Pasos:

– Poner los garbanzos en un bowl mediano. Llenarlo con suficiente agua para cubrirlos y un centímetro más. Dejar remojar al menos ocho horas.
– Escurrir y procesar en una máquina. Allí mismo agregar el perejil, el ajo, la cebolla, 1 cucharada de sal y 2 cucharadas de harina.
– Continuar procesando hasta que la mezcla esté molida pero no pastosa. Una vez que tenga buena consistencia transferir a otro bowl.
– Medir las semillas y tostarlas en una pequeña sartén. Dejar enfriar y moler con un mortero.
– Agregar a la mezcla de la procesadora las semillas, el chili, el cilantro, el resto de la harina, sal a gusto y ácido cítrico. Mezclar y dejar reposar en la heladera una hora.
– Preparar una olla para freir con diez centímetros de aceite. Calentar.
– Preparar las bolas de falafel. Armar del tamaño de una nuez grande. Pasar por harina.
– Una vez que el aceite esté caliente poner algunos falafel en la olla y dejar lugar entre ellos. Cocinar por 4 minutos.
– Quitar y freír el resto. Servir con humus tibio o frio y pita.

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Cultura

Aaron Lansky deja su cargo como presidente del centro que reúne 1,5 millones de libros en idish

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Agencia AJN.- Steven Spielberg ya había donado dinero al Centro del Libro Idish cuando preguntó si su fundador, Aaron Lansky, podría viajar a Los Ángeles y visitar su oficina.

El cineasta no suele reunirse con los beneficiarios de su filantropía, comentó Lansky recientemente, pero quería explicarles su apoyo a lo que ahora es la Biblioteca Digital Idish Steven Spielberg del YBC, una colección online de más de 12.000 títulos en idish.

“Tienes que entender que mi trabajo es contar historias”, recuerda Lansky que le dijo Spielberg. “La idea de que hay kilómetros de historias judías que aún no se han contado es simplemente irresistible para alguien como yo”.

Más de un visitante del campus del YBC en Amherst, Massachusetts, ha comparado las estanterías de libros en idish, rescatados de contenedores de basura, áticos y sótanos de lectores mayores, con el colosal almacén gubernamental que se ve en la escena final de “En busca del arca perdida”.

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Pero Spielberg también pareció comprender el motor de Lansky, quien se jubila este mes como presidente del centro. Lansky comenzó yendo puerta por puerta, pidiendo a los judíos mayores y a sus descendientes los libros que de otro modo habrían tirado.

El proyecto de rescate podría fácilmente haber quedado en un almacén de libros viejos, tesoros polvorientos que se pudren en la oscuridad, a los que ocasionalmente acceden académicos y aficionados.

En cambio, la colección de aproximadamente 1,5 millones de volúmenes es solo la base de una institución que ahora incluye clases de idish, becas académicas, un programa de formación para traductores, congresos académicos, una editorial de libros traducidos, un archivo de historia oral, un podcast y esa biblioteca digitalizada de libros idish, tanto clásicos como desconocidos.

“No se trata solo de coleccionar libros”, dijo Lansky, de 69 años, recordando que siempre tuvo una visión que iba más allá de almacenar libros sin leer. Es realmente toda una cultura, toda una civilización, toda una época histórica que necesita representación, que quiere contar su historia.

La decisión de Lansky de dejar su cargo es voluntaria (su sucesora es Susan Bronson, directora ejecutiva del centro durante los últimos 14 años) y gradual (anunció su jubilación hace 16 meses y permanecerá dos años más como asesor principal a tiempo parcial). Tiene muchas ganas de escribir, leer y reflexionar sobre el papel del idish en un mundo judío dominado por un Israel de habla hebrea y una Norteamérica de habla inglesa.

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