Cultura
Amos Oz, David Grossman y una autora argentina nominados al Man Booker Prize 2017
AJN.- Se trata de uno de los premios literarios más prestigiosos del mundo en habla inglesa. La argentina Samanta Schweblin fue nominada por la traducción de su libro “Distancia de rescate”.

Los autores israelíes Amos Oz y David Grossman y la argentina Samanta Schweblin fueron nominados al Premio Man Booker 2017, otorgado anualmente a la literatura en inglés.
Oz fue nominado por su primera novela en una década, «Judas»; Grossman por su tragicómico “A Horse Walks Into a Bar”; y Schweblin por “Fever Dream” (“Distancia de rescate”, en castellano).
La larga lista incluye 13 libros y cuenta con una amplia gama de autores, que incluye la novela «The Traitor’s Niche», de Ismail Kadare, de Albania. La lista final que incluirá los seis nominados definitivos para el premio se dará a conocer el 20 de abril. El ganador del premio 2017 será anunciado el 14 de junio.
Los ganadores anteriores del Man Booker incluyen a Hilary Mantel, J.M. Coetzee y Anne Enright. En 2016, el premio fue otorgado al estadounidense Paul Beatty por «The Sellout».
Samanta Schweblin es egresada de la carrera de Imagen y Sonido de la UBA. Su libro de cuentos “El núcleo del disturbio” ganó el primer premio del Fondo Nacional de las Artes, y su cuento “Hacia la alegre civilización de la capital”, el primer premio en el Concurso Nacional Haroldo Conti.
Cultura
El terrorista involucrado en los atentados a la AMIA y a la Embajada de Israel es el eje de la próxima producción de los creadores de Fauda
Agencia AJN.- Los co-creadores de Fauda, Lior Raz y Avi Issacharoff, produjeron “Ghosts of Beirut”, un relato sobre el asesinato del líder terrorista de Hezbollah Imad Mughniyeh, acusado de orquestar la explosión de 1982 en el cuartel general de las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) en Tiro, los atentados contra la embajada de Israel en Argentina y la AMIA, así como un sinnúmero de otros actos de terrorismo.

Agencia AJN.- Antes del 11 de septiembre, Imad Mughniyeh fue responsable de matar a más estadounidenses que nadie en el mundo.
En 2008, después de décadas de ser perseguido, la figura principal de Hezbollah murió en un coche bomba en Damasco que desde entonces fue atribuido a una operación conjunta de la CIA y el Mossad.
Una nueva miniserie, “Ghosts of Beirut”, sigue la historia de Mughniyeh, desde que residía en los barrios marginales del Líbano hasta convertirse en el terrorista más peligroso del mundo, y explora cómo los espías estadounidenses e israelíes dejaron de lado sus diferencias para trabajar juntos.
El programa es una creación de los israelíes Lior Raz y Avi Issacharoff, quienes se unieron por primera vez en la aclamada serie Fauda y desde entonces han trabajado juntos en una variedad de otros proyectos. El dúo co-creó el nuevo programa con Greg Barker y coescribió la serie junto con la guionista libanesa Joelle Touma.
“Es una historia fascinante, sobre el terrorista número uno del mundo, y nadie supo dónde estaba, dónde vivía, qué aspecto tenía durante muchos años”, dijo Raz a The Times of Israel.
Mughniyeh fue considerado responsable de algunos de los ataques más mortíferos y atroces del mundo en los últimos 50 años y se le atribuye la ingeniería del primer atentado suicida moderno.
Se lo acusó de orquestar la explosión de 1982 en el cuartel general de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) en Tiro, los atentados con bomba contra la embajada de Israel en Argentina y la AMIA, así como un sinnúmero de otros actos de terrorismo, incluyendo una serie de secuestros.
Issacharoff afirmó a The Times of Israel que Mughniyeh lo intrigó por primera vez mientras trabajaba como periodista durante la Segunda Guerra del Líbano en 2006, y su nombre aparecía “una y otra vez… fue tan crucial para Hezbollah, para el comienzo de la organización, por los ataques suicidas que trajo a Medio Oriente”.
Dos años más tarde, Mughniyeh fue asesinado, y cuando comenzaron a surgir detalles sobre su impactante asesinato, “realmente me fascinó; cuanto más aprendí al respecto, más entendí que había una historia para un drama”, expresó Issacharoff.
“Ghosts of Beirut” es una serie de cuatro partes que entrelaza historias dramáticas con imágenes de archivo, transmisiones de noticias y entrevistas con los principales expertos en Medio Oriente, incluidos ex funcionarios del Mossad y la CIA, para contar la historia completa de la búsqueda de Imad Mughniyeh.
Cada episodio es “un relato ficticio de eventos profundamente investigados”.
“Todavía se desconocen muchas cosas, y por eso tuvimos que confiar en nuestra imaginación para completar el rompecabezas”, destacó Raz. “Es en parte documental, en parte ficción”.
“Nuestra investigación involucró a muchas personas de inteligencia del lado israelí y del lado estadounidense”, dijo Issacharoff. “Pero su trabajo en la vida es mentir, esta es su especialidad, este es su arte… ¿es posible que me hayan manipulado? Es posible”, agregó.
La serie retrata un retrato matizado y a la vez humanizador de Mughniyeh, que representa sus relaciones románticas y familiares, incluido su enredo posterior en la vida con una mujer en Damasco que probablemente lo llevó a su caída.
“Esto es un drama, al final del día”, dijo Issacharoff. “Hacer que el villano, el malo, sea más interesante, hace que la serie sea más interesante; es una especie de cliché en la escritura de guiones que cuanto mejor es el villano, mejor es la serie”.
En EEUU, la serie llegó al servicio de transmisión y bajo demanda de SHOWTIME el 19 de mayo y se transmitirá en vivo a partir de hoy, 21 de mayo. En Israel, el programa se transmitió en vivo en Yes y en StingTV bajo demanda el 20 de mayo y se transmitirá en Yes TV a partir del 27 de mayo. También podrá verse a través de Paramount Plus.
Cultura
Henry Kissinger y la lección de la legitimidad
Admirador del sistema de balance de poder, promovió la búsqueda de la estabilidad a partir alcanzar marcos de entendimiento mínimo entre los Estados. Sus enseñanzas vuelven a tener relevancia en el mundo de hoy

Agencia AJN.- A punto de cumplir sus primeros cien años de vida, Henry Kissinger es objeto de un extendido homenaje. Pero dado que es imposible describir su vida y obra en una columna de opinión, acaso sea útil detenernos en un punto de su pensamiento estratégico que encierra una lección fundamental en el tiempo que vivimos.
Admirador del sistema de balance de poder, a lo largo de toda su carrera -tanto en la academia como en la diplomacia- Kissinger promovió la búsqueda de la estabilidad a través de un marco de legitimidad aceptable por parte de los actores centrales del sistema.
Un punto desplegado en A World Restored. The Politics of Conservatism in a Revolutionary Age (1954), en el que explicaría los problemas del orden europeo tras las convulsiones de la Revolución francesa y las guerras napoleónicas.
Un ensayo extraordinario sobre la centralidad de la legitimidad. Un concepto que no necesariamente es equiparable con “lo justo” sino con la capacidad de alcanzar un marco de entendimiento mínimo entre los Estados. En el que éstos acepten un conjunto de normas y reglas al punto de que ninguno de ellos esté tan insatisfecho como para verse tentado de iniciar un curso de acción tendiente a desafiar dichos cánones. Como ocurrió con Alemania después del Tratado de Versalles.
Al punto de que los arreglos de 1919 serían acaso los opuestos a los del Congreso de Viena de 1815. Cuando una Francia vencida y responsable de haber roto el orden europeo, fue admitida como gran potencia. Gracias al talento del que quizás haya sido el diplomático más admirado por Kissinger: K. Metternich.
Porque, como escribió Kissinger, si la estabilidad de Europa fue rescatada del caos, ello fue posible por la obra del ministro británico Castlereagh y su par austríaco. El que explicó magistralmente que los estadistas deben procurar reconciliar lo que es considerado justo con lo que es posible. En un mundo en el que mientras lo primero depende de la estructura doméstica de cada Estado, lo segundo surge de la relación de fuerzas derivadas de los recursos, la posición geográfica y la determinación de los distintos miembros de la comunidad internacional.

Napoleón Bonaparte.
Quienes aplicarían su talento político para advertir que más allá de sus deseos, para superar los traumas de la era revolucionaria y dotar al sistema de un marco de estabilidad era necesario alcanzar un balance de poder. El que surgiría de organizar un orden europeo en torno a cinco grandes potencias integradas por Gran Bretaña, Rusia, Austria, Prusia y una Francia dentro de sus fronteras naturales.
Después de Waterloo, la caída de Francia debía ser seguida por un nuevo equilibrio. Una realidad advertida por Metternich quien detectó que era Austria, con su posición geográfica eventualmente condenada a la devastación, la más interesada en su restauración. Era el suyo el Estado pivot sin cuya asistencia ninguna de las otras potencias podría alcanzar una victoria decisiva. Lo que lo obligaba al ejercicio de la más sofisticada diplomacia.
Un entendimiento al que Metternich había invitado infructuosamente al propio Napoleón. Al ofrecerle un esquema en el que Francia abandonara sus conquistas más allá del Rhin cesando en su política revolucionaria. Lo que hubiera implicado -en palabras de Kissinger- que Napoleón dejara de ser Napoleón. Acaso tal vez permitiendo salvarse de sí mismo.
Pero aquel genio no podía detenerse. Incapaz de entender el sentido de la proporción, y convencido de que su poder provenía de una serie incesante de campañas militares, no pudo conformarse -como advirtió Talleyrand- con ser rey de Francia. Entregándose a una carrera que lo llevaría de la república a la dictadura militar, de la dictadura militar a la monarquía universal y de la monarquía universal al desastre de Moscú.
Porque -como escribió Kissinger-, al estilo de una tragedia griega, las advertencias de los oráculos no siempre son suficientes para evitar el desastre. Toda vez que la salvación no reside en el conocimiento sino en la aceptación de la realidad. Al punto que Napoleón se convertiría en incompatible con la paz de Europa.
El Congreso de Viena estaría llamado a restaurar el equilibrio de poder. Porque la lógica de la guerra es el poder, mientras que la lógica de la paz es la proporción. Y mientras que el triunfo en la guerra es la victoria, el triunfo en la paz es la estabilidad. La que debía ser conservada a través de una fórmula de legitimidad que impidiera que uno de los actores del sistema se viera tentado de volver a desafiar el orden europeo.
Kissinger advirtió que todo entendimiento internacional aceptable implica algún grado de insatisfacción para las partes. Porque -paradójicamente- si una potencia estuviera plenamente satisfecha, todas las otras estarían totalmente insatisfechas y una situación revolucionaria sería acaso inexorable.
La estabilidad -para Kissinger- surgiría de un orden en el que sus miembros perciban que disponen de una seguridad relativamente aceptable. En la que si bien persisten reclamos e insatisfacciones parciales, es esencial la ausencia de quejas de tal magnitud que los conduzcan a buscar destruir el sistema en vez de enmendarlo.
Kissinger reconoció que el del Congreso de Viena era un esfuerzo por alcanzar la estabilidad y no la venganza. Lo que implicaba que Francia no debía ser despedazada sino llevada a la aceptación de sus límites. Su mérito se apoyaría en la consigna de evitar las insatisfacciones extremas que pudieran llevar a algún actor al punto de buscar derribar el acuerdo en vez de enmendarlo diplomáticamente. Un entendimiento que -en lo esencial- funcionaría durante casi cien años, dotando al sistema de un tiempo de paz y prosperidad relativas casi irrepetible.
Enseñanzas que vuelven a tener relevancia en el mundo de hoy. Cuando el tercer actor más importante del mundo entiende -con o sin razón- que el orden global surgido al final de la Guerra Fría contiene dosis de ilegitimidad inaceptables. Con el agravante de conducirla a adoptar una política revisionista. Al extremo de poner en entredicho el fundamento mismo del sistema de Estados soberanos basado en la inviolabilidad de las fronteras.
Artículo publicado por Mariano Caucino en Infobae.
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