Opinión
El modelo sueco, el centro del debate para adaptarse a la pandemia. Por Thomas Friedman*
Agencia AJN.- La principal pregunta que debemos responder ante el fin de los confinamientos es esta: ¿Vamos a adaptarnos al coronavirus, por diseño, como intenta hacerlo Suecia, o vamos a avanzar en el mismo sentido que Suecia, por default desordenado, o simplemente vamos a decir «al diablo con el confinamiento» y cada cuál hará lo que quiera?

Agencia AJN (Por Thomas Friedman, para The New York Times).- El presidente norteamericano Donald Trump suele describir la pandemia como nuestra «guerra» contra un «enemigo invisible», el coronavirus . Esa metáfora de guerra es equivocada y conduce al error.
Las guerras las pelean y ganan los humanos. Así fue que los norteamericanos movilizamos más tropas que los nazis y los japoneses para ganar la Segunda Guerra Mundial, y que invertimos e innovamos más que los soviéticos para ganar la Guerra Fría. Pero cuando uno enfrenta un desafío de la Madre Naturaleza -como un virus o el cambio climático-, el objetivo no es vencerla. Nadie puede, porque la naturaleza es química, biología y física, nada más. Así que el objetivo es adaptarse .
La Madre Naturaleza no recompensa ni a los más fuertes ni a los más inteligentes, sino a las especies que mejor se adaptan y que evolucionan modificando su química, su biología y su física, para prosperar sin importar los peligros que la naturaleza les ponga enfrente.
Por eso creo que la principal pregunta que debemos responder ante el fin de los confinamientos es esta: ¿Vamos a adaptarnos al coronavirus, por diseño, como intenta hacerlo Suecia, o vamos a avanzar en el mismo sentido que Suecia, por default desordenado, o simplemente vamos a decir «al carajo con el confinamiento» y cada cuál hará lo que quiera?
En caso de que no se hayan enterado, Suecia abordó la pandemia con un enfoque drásticamente distinto al resto: básicamente, optó por la estrategia de la «inmunidad de rebaño» a través de la exposición al virus.
Según esa estrategia, la mayoría de las personas menores de 65 años que se infectan -y si no tienen graves enfermedades preexistentes-, atravesarán la enfermedad como una gripe común o sin síntoma alguno, confiando en que los que se enfermen y necesiten ser hospitalizados o internados en terapia intensiva sean menos que el número de camas disponibles.
Así que después de haber hecho todo lo posible por proteger y confinar a los mayores de 65 años y a quienes tenían enfermedades preexistentes -sobre todo cardiopatías, diabetes y problemas pulmonares- y de dejar que el resto de la población circule, se exponga al contagio y quede inmunizada de manera natural, cuando el 60% de la población haya pasado por eso, se habrá conseguido la inmunidad de rebaño y la transmisión del virus habrá quedado bloqueada . Esta hipótesis presume, al igual que la mayoría de los expertos, que exponerse al virus nos inmuniza durante cierto período.
Después de todo, podría decirse que el objetivo siempre es la inmunidad de rebaño, ya sea por vacunación o por inmunización natural de una parte suficiente de la población. Y esas son las únicas maneras de lograrla.
La ventaja de la estrategia de Suecia -si sale bien- es que la economía no queda tan golpeada por la cuarentena . Es diferente de la estrategia de contención del virus que se aplica en este momento en muchas ciudades de Estados Unidos y del mundo, donde la mayoría de la población, cuando acabe la cuarentena, no habrá desarrollado inmunidad y casi todos seguirán siendo vulnerables al virus y a la segunda ola de contagios, cuando pase el verano y llegue el otoño en el hemisferio norte.
Piensen en el problema que habría sido para Nueva York . Los hospitales habrían quedado desbordados por el aluvión de pacientes, así que el confinamiento de millones de personas seguramente salvó muchas vidas. Pero fue a costa del derrumbe económico y la pérdida de empleos, con poco avance hacia la inmunidad de rebaño, y con la perspectiva de que el virus regrese ferozmente no bien se levanten las cuarentenas, a menos que el nivel de testeos, rastreos y confinamiento de los infectados se cumpla a niveles chinos. E incluso así podría fallar.
Ahora piensen en Estocolmo. Anders Tegnell, epidemiólogo en jefe de la Agencia de Salud Pública de Suecia -máximo funcionario del país en materia de infectocontagiosas y arquitecto de la respuesta sueca ante el virus- dijo en una entrevista publicada el martes en USA Today : «Creemos que hasta un 25% de la población de Estocolmo estuvo expuesto al virus y ahora son posiblemente inmunes. Un reciente sondeo en un hospital de Estocolmo reveló que el 27% de su personal de salud ya es inmune . Creemos que la mayoría de ellos se inmunizó por transmisión social, y no en el lugar de trabajo. En cuestión de semanas podríamos alcanzar la inmunidad de rebaño en Estocolmo «.
Tegnell explica que Suecia no está permitiendo alegremente que todos los suecos se contagien para lograr inmunidad, sino que sigue una estrategia planificada, como la forma más sustentable de atravesar la pandemia . Así que las universidades y escuelas secundarias están cerradas, pero los jardines de infantes y escuelas primarias siguen abiertos, al igual que muchos restaurantes, negocios y empresas.
Pero el gobierno también recomendó medidas de distanciamiento social, que la gente está cumpliendo, alentó el teletrabajo y desalentó cualquier viaje no esencial. Lo que es más importante aún, el gobierno sueco instó a los mayores de 70 a no salir de sus casas y prohibió las reuniones de mas de 50 personas y las visitas a los geriátricos .
El resultado hasta el momento, dice Tegnell, fue el lento desarrollo de la inmunidad de rebaño entre los menos vulnerables, evitando al mismo tiempo el desempleo masivo y la sobrecarga del sistema sanitario.
El costo, sin embargo, fue altísimo. Como señala USA Today : «Suecia tiene 10 millones de habitantes, casi el doble que sus vecinos escandinavos cercanos. Hasta el 28 de abril, el número de muertos por Covid-19 en Suecia eran 2274, el quíntuple que Dinamarca y 11 veces más que Noruega . Y los ancianos muertos en geriátricos representan más de un tercio del total de fallecidos.
En cuanto a los expertos que advierten que no hay pruebas concluyentes de que la presencia de anticuerpos en quienes ya tuvieron Covid-19 les confiera inmunidad ante el recontagio, Tegnell dijo que esa idea, por lo tanto, desautorizaría el argumento sobre la necesidad de desarrollar una vacuna. «Si no es posible inmunizar a la población, ¿por qué pensar que una vacuna nos va a proteger?»
Y concluyó diciendo: «Ahora muchos países están empezando a entender el método de Suecia. Abren las escuelas, tratan de encontrar una estrategia de reapertura. Es una cuestión de sustentabilidad. Tenemos que aplicar medidas que sean sostenibles a largo plazo, y no durante un par de semanas o meses.»
La cruda verdad es la siguiente: hay diversas y endiabladas maneras de adaptarse a la pandemia y de salvar vidas y fuentes de sustento al mismo tiempo. Comento el caso de Suecia no porque piense que encontraron un mágico equilibrio -es demasiado pronto para saberlo-, sino porque pienso que deberíamos debatir las distintas maneras y costos de adaptarnos y desarrollar inmunidad.
*periodista y escritor estadounidense, tres veces ganador del Premio Pulitzer.
Nota original: The New York Times
Traducción: La Nación, Jaime Arrambide
Opinión
Análisis: Mientras Israel lucha contra Irán, ¿dónde están los aliados terroristas de Teherán en su momento de necesidad?
Teherán desarrolló una red terrorista regional para aislarse de la guerra, pero ahora que está bajo ataque, Hezbollah y otros se sienten demasiado débiles o demasiado intimidados para unirse a la batalla.

Por Nurit Yohanan
Cuando Israel anunció la Operación «León Ascendente» en la madrugada del viernes, marcó la primera vez en más de 50 años que el país declaraba la guerra contra un Estado soberano, en lugar de contra una organización terrorista que opera desde territorio extranjero, Cisjordania o Gaza. Un número considerable de estas organizaciones a las que Israel se ha enfrentado a lo largo de los años fueron y son apoyadas, financiadas o incluso controladas directamente por Irán, el país que ahora se encuentra en la mira de Israel.
Desde la Revolución iraní, el régimen de Teherán ha invertido importantes esfuerzos en difundir su ideología entre las poblaciones chiítas de Medio Oriente, a la vez que ha construido una red de organizaciones terroristas en toda la región, incluyendo grupos suníes.
La Fuerza Quds, una unidad especial del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán, se ha centrado en las últimas décadas en apoyar a estas organizaciones mediante ayuda financiera, el suministro de armas y municiones, e incluso entrenamiento, a veces realizado en territorio iraní.
Para Irán, la red terrorista era tanto una proyección de poder como un escudo: los grupos hostigaban continuamente a los dos mayores enemigos de la República Islámica, Estados Unidos e Israel, mientras que este se mantenía aislado de las represalias. Y la existencia de una liga de ejércitos de apoyo, listos para defenderse en caso de guerra, ayudó a disuadir cualquier idea occidental de invasión o cambio de régimen.
Después del 7 de octubre de 2023, cuando Hamás lanzó un ataque devastador contra Israel, desencadenando la guerra en Gaza, la amplitud del arsenal iraní quedó en evidencia, con grupos respaldados por Teherán, desde el Líbano hasta Yemen, atacando a Israel en lo que el entonces ministro de defensa israelí, Yoav Gallant, denominó una guerra de siete frentes.
Pero ahora que el poder de fuego de Israel se dirige contra el propio Irán, esos aliados desaparecen repentinamente. Algunos, como Hezbollah, se han visto gravemente debilitados por Israel debido a los intentos de respaldar a Hamás. Otros parecen haber sido convencidos por sus países anfitriones para mantenerse al margen de la lucha.
Irán se encuentra ahora en una posición sumamente inusual e incluso peligrosa, obligado a depender principalmente de su propio poder militar en territorio iraní. Hasta ahora, esto ha consistido principalmente en sucesivas rondas de misiles balísticos disparados por la fuerza aérea del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica, que han causado gran destrucción, pero han hecho poco por debilitar la potencia de fuego de Israel.
Mientras tanto, Irán ha visto cómo su territorio se ha convertido en un campo de batalla al intentar hacer frente a los ataques israelíes desde Teherán hasta Tabriz, lo que representa una vulnerabilidad estratégica para un país que prefiere dejar que sus aliados hagan el trabajo sucio en territorio extranjero.
Hezbollah, en la cuerda floja
El apoyo de Irán a grupos terroristas en el extranjero se estima en miles de millones de dólares anuales provenientes de las arcas estatales. Esta ayuda ha continuado en los últimos años a pesar de la grave situación económica de Irán, que incluye una devaluación sostenida de la moneda y escasez de energía.
Una buena parte de ese dinero ha ido a parar al grupo terrorista libanés Hezbollah, el principal cliente de Irán.
Sin embargo, tras sufrir grandes pérdidas y una creciente oposición en el Líbano, ahora se encuentra gravemente debilitado y reacio a enfrentarse a Israel.
Hezbollah, fundado en 1983 con el respaldo de Irán, ha sido durante las últimas dos décadas la principal herramienta militar de Irán contra Israel, armado con misiles de largo alcance e incluso armas guiadas de precisión.
Sin embargo, desde que Israel comenzó a atacar dentro de Irán el viernes, lo único que ha lanzado Hezbollah han sido palabras. Esta moderación es aparentemente una consecuencia directa de su guerra con Israel, durante la cual el grupo lanzó ataques casi diarios contra Israel desde octubre de 2023 hasta que acordó un alto el fuego en noviembre de 2024.
En los últimos seis meses de la guerra, y en particular a partir de septiembre, el grupo sufrió importantes reveses militares. Casi todo su alto mando fue eliminado por Israel, incluyendo al líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah.
Justo antes, los ataques israelíes con buscapersonas y walkie-talkies explosivos causaron daños físicos y psicológicos generalizados entre las fuerzas terrestres del grupo. Unas 4.000 personas resultaron heridas en la operación encubierta, según informes libaneses, la gran mayoría de ellas miembros de Hezbollah.
El otrora formidable arsenal de misiles del grupo parece haberse agotado o destruido en gran medida, y Siria ya no es una ruta conveniente para el contrabando.
En octubre de 2024, las Fuerzas de Defensa de Israel estimaron que Hezbollah conservaba menos del 30 por ciento de su potencia de fuego anterior a la guerra.
Incluso después de la firma del alto el fuego, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) han continuado sus operaciones regularmente en el Líbano, atacando a operativos de Hezbollah, principalmente en el sur del país. Israel ha atacado edificios en el distrito de Dahiyeh, en Beirut, en dos ocasiones, donde se encuentran plantas de fabricación y almacenamiento de drones, según las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI).
Como resultado, Hezbollah se encuentra significativamente debilitado y su capacidad para representar una amenaza para Israel es mucho menor. La organización también se enfrenta a una creciente presión política interna, mientras el país aún se recupera de los fuertes ataques israelíes dirigidos a poner fin a los ataques de Hezbollah.
En los últimos seis meses, dos de los tres principales puestos de liderazgo del Líbano han sido ocupados por figuras consideradas «anti-Hezbollah», entre ellas el primer ministro Nawaf Salam y el presidente Joseph Aoun. Ambos han declarado su intención de desarmar a Hezbollah y afirman que la decisión de ir a la guerra debe recaer en el Estado.
En un discurso reciente con motivo de los primeros 100 días de su gobierno, Salam señaló que el Ejército libanés había desmantelado más de 500 depósitos de armas en el sur del país. Si bien no especificó a quién pertenecían, se cree que eran de Hezbollah
El viernes, horas después del inicio de la operación israelí, Hezbollah emitió un extenso comunicado condenando enérgicamente los ataques israelíes contra Irán, afirmando que Israel “solo entiende el lenguaje de la muerte, el fuego y la destrucción”.
El comunicado no mencionó si respondería ni cuándo, pero un funcionario de Hezbollah declaró a Reuters ese mismo día que el grupo no tomaría represalias por los ataques en Irán.
Las milicias iraquíes ceden ante la presión
Desde la invasión estadounidense de Irak en 2003, Irán ha reforzado las milicias proiraníes y chiítas en el país para profundizar su influencia. Estos grupos atacaron principalmente a Estados Unidos, pero también apuntaron sus armas contra Israel después del 7 de octubre.
La creciente presión interna y externa ha paralizado estas operaciones.
Desde 2014, las milicias en Irak han operado bajo una organización paraguas conocida como las Fuerzas de Movilización Popular, disparando misiles contra las tropas estadounidenses estacionadas en la región y combatiendo al grupo terrorista Estado Islámico cuando esta organización yihadista tomó el control de partes de Irak.
Sin embargo, desde el 7 de octubre, las milicias también han participado en la guerra regional en múltiples frentes contra Israel, aparentemente con el respaldo de Irán. A lo largo de 2023 y 2024, lanzaron drones hacia Israel, principalmente contra los Altos del Golán y, en una ocasión, contra Eilat, al tiempo que atacaban bases estadounidenses en Irak. En octubre de 2024, dos soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel murieron en un ataque con drones lanzado por milicias proiraníes en el norte de los Altos del Golán.
Sin embargo, incluso antes del segundo alto el fuego entre Israel y Hamás en diciembre de 2024, las milicias proiraníes de Irak acordaron detener los ataques contra Estados Unidos e Israel.
Fuente: Times of Israel
Opinión
Israel-Irán: Democracia bajo fuego, dictadura al desnudo

Por Ariel B. Goldgewicht
¿Qué sucede cuando una democracia liberal enfrenta a una dictadura fundamentalista?
No estamos ante una guerra convencional, sino ante un choque de civilizaciones: entre quienes santifican la vida y quienes anhelan la muerte. La guerra entre Israel y el régimen iraní ‘ denominada ´León Ascendente´, no empezó esta semana, pero ahora ha alcanzado un nivel nuevo, un punto de no retorno.
Desde la Revolución Islámica de 1979, Irán ha declarado abiertamente su hostilidad hacia Israel. Durante décadas, ha dirigido esta guerra por medio de terceros (Proxy) el eje chiita: Hezbollah en Líbano, Hamás en Gaza, los hutíes en Yemen, milicias en Siria e Irak, entre otros. Irán ha sido el gran arquitecto del terrorismo moderno en el Medio Oriente, financiado con las inconmensurables riquezas de su petróleo. Su régimen de dictadura absoluta, liderado por los ayatolás, ha sido cómplice de atentados desde Buenos Aires hasta Beirut, dejando una estela de sangre y caos.
Hoy, sin embargo, algo ha cambiado. Por primera vez en la historia, Israel ha atacado directamente a Teherán. ¿Por qué ahora?
La respuesta está en una conjunción de factores. La caída de Hamás y la Yihad Islámica en Gaza, el debilitamiento de Hezbollah en el norte, la caída del régimen de Assad en Siria, el retroceso de los hutíes en Yemen: todos son frentes que el régimen iraní consideraba parte de su estrategia regional de expansión y dominación. Y todos han sido golpeados con fuerza por Israel en los últimos meses.
A esto se suma la presión internacional, el estancamiento ruso en Ucrania —que limita el apoyo logístico de Moscú a Teherán—, y el regreso de una política exterior estadounidense menos indulgente con Irán. La reciente advertencia del Presidente Trump, que impuso un plazo de 60 días para frenar el programa nuclear iraní, coincidió con el momento en que Israel decidió actuar: al día 61, los ataques comenzaron.
Israel no está reaccionando por impulsos ni venganza. Está respondiendo a una amenaza existencial. Porque si el 7 de octubre vimos de lo que es capaz un grupo terrorista armado con cohetes y fusiles, imaginemos lo que podría ocurrir si Irán —un régimen que ejecuta homosexuales, encarcela mujeres por no cubrirse la cabeza, y asesina opositores sin juicio— accediera a armas nucleares. Esa es la línea roja.
En estas horas, Israel vive bajo amenaza constante. El espacio aéreo cerrado, el sistema educativo paralizado, cientos de miles de ciudadanos atrapados fuera del país o confinados en refugios. El Domo de Hierro protege, pero no es infalible. Con un 95% de efectividad, basta una pequeña brecha para que un misil balístico impacte y cause destrucción. Ya lo hemos visto: muertos, heridos y un país en vilo. Pero, imagínese ¿y si esos misiles llevarán cabezas nucleares?
A pesar de todo, Israel no responde con barbarie. Tiene superioridad militar absoluta sobre los cielos de Irán, pero no ataca civiles. Ataca centrifugadoras nucleares, bases militares, centros de comando. Mientras el régimen iraní lanza misiles sobre poblaciones israelíes, Israel busca evitar víctimas inocentes. Porque los ciudadanos iraníes no son enemigos: son rehenes de una teocracia que lleva décadas reprimiéndolos. En esta guerra buscamos aniquilar el proyecto nuclear, pero los ciudadanos civiles inocentes de irán tiene otras esperanzas de este conflicto. Ellos esperan libertad.
En Irán, hoy se cuentan chistes oscuros: “Nadie sabe dónde está el ayatolá!!, excepto Israel”. Y no es sólo humor negro: es símbolo de un régimen que tiembla. La resistencia israelí no busca cambiar el régimen, ni interferir en la autodeterminación de los pueblos. Su único objetivo es impedir que un régimen fundamentalista con aspiraciones mesiánicas tenga capacidad nuclear.
Durante más de dos décadas, Irán ha invertido en cuatro pilares esenciales:
1. Desarrollo nuclear
2. Expansión militar y terrorista del eje chiita
3. Represión social interna —especialmente contra mujeres—
4. Hostilidad contra Israel
Muy poco en salud pública, ni educación, ni infraestructura. Un Estado que produce petróleo como si fuera agua, pero cuyas ciudades sufren apagones diarios, escasez de agua potable y servicios básicos. Toda su riqueza, volcada a la represión y la destrucción con el objetivo principal de consolidar su poder a la fuerza.
Lo que vemos hoy es el colapso de esa estrategia. Un castillo de naipes que se derrumba desde dentro. Como el viejo proverbio del efecto mariposa, la ola de terror del 7 de octubre encendió una cadena de reacciones que ha llevado a la desestabilización de todos los brazos armados de Irán en la región. Aún falta mucho para el final, y el sufrimiento no ha terminado, pero cuando caiga el telón, el mundo podría ser un lugar más seguro. Especialmente para los pueblos que hoy viven oprimidos por dictaduras fundamentalistas.
En pleno siglo XXI, no hay lugar para los extremismos. La historia ha demostrado —y está claro— que cuando las democracias se unen, pueden frenar incluso a las peores amenazas. Que no haya que esperar otro 7 de octubre para despertar. El momento de elegir entre luz y oscuridad, entre libertad y opresión, es ahora.
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