“Rose” es el primer unipersonal protagonizado por Beatriz Spelzini, en el que narra con humor y suspenso las desdichas y la shivah (siete días de duelo) permanentes del pueblo judío a lo largo del siglo veinte, en el ámbito íntimo del Maipo Club.
Su protagonista es una anciana de ochenta años que vivió en carne propia el desarraigo y las ausencias, las cuales comparte con el pueblo judío, en su lucha para sobrevivir al holocausto, conformar el Estado hebreo y preservar esos territorios.
Spelzini desarrolla un sólido personaje y cuenta una historia autobiográfica para Rose, sobrecargada de ironía y crítica permanentes, tal como la escribió el autor Martin Sherman (Estados Unidos) –prolífico por “Bent” en la pantalla grande–.
En 85 minutos, Rose afronta con un estilo apasionado y tragicómico la shivah casi permanente que le ofrece su golpeada existencia y que simboliza una forma de vida a la cual el pueblo judío tuvo que acostumbrarse a lo largo del siglo pasado.
La construcción del personaje que proponen Spelzini y experimentado director Agustín Alezzo tiene un desarrollo progresivo, comienza con ligereza y culmina con un trabajo sólido, en el que Rose logra reflejar sus lágrimas en el público mientras se confunde la fantasía con la realidad.
El texto trabaja con cuidado la temática de la Shoá (holocausto) y hasta se atreve a sugerir críticas en el accionar de la comunidad judía frente a las disputas con Irán y los palestinos.
A pesar del duelo inacabable que enmarca la vida de la protagonista desde el asesinato de su padre y luego de su marido e hija, Rose sonríe y rescata de los mandamientos de la Torá (Biblia) el por qué ser judío “es bueno” e implica “estar bendecido”.
Por su experiencia de desgracias y el contacto con la Europa de posguerra, la anciana explica su postura de por qué un judío de la diáspora (territorios fuera del Estado hebreo) merece mucho más ser judío, que uno que vive en Israel.
Rose es judío-ucraniana, pero la vida la lleva al ghetto de Varsovia (Polonia) durante la Segunda Guerra Mundial y luego comienza su recorrido en barco por Inglaterra y Francia en su fatídico intento de llegar a Palestina, que la deposita fortuitamente en Atlantic City (Estados Unidos).
Desde su hotel de Miami Beach en el que pasa la vejez, la actriz hace que Rose recuerde entrañablemente por su forma de hablar y su acento a casi cualquier anciana judía inmigrante de la Europa oriental.
La dirección y adaptación de Alezzo permiten el lucimiento de Spelzini, a través de una puesta en escena sencilla y con mucho diálogo, que utiliza para narrar un texto con sucesos muy duros a base humor negro con pinceladas de romance.
La actriz personifica a una anciana treinta años mayor que ella sin maquillaje y con una excelente iluminación (Omar Possemato), que enmarca los momentos claves del relato y colabora con caracterización del personaje.
La escenografía simple y el modesto vestuario (Marta Albertinazzi) acompañan adecuadamente para que se destaque el trabajo de la actriz, junto con la música (Diego Vainer) que contextualiza suavemente las tramas más dramáticas que tiene el lucido guión.
En muchos aspectos, “Rose” recuerda al último unipersonal de Alezzo: la premiada “Yo soy mi propia mujer” –que protagonizó con gran categoría Julio Chávez en el Multiteatro– y le permitió acceder al premio Clarín 2007 como mejor director.
El nuevo proyecto de Alezzo parece menos ambicioso porque cuenta con un escenario más pequeño y una puesta más modesta, pero no lo es y preserva un estilo dramatúrgico similar a su anterior trabajo –aunque Spelzini, a diferencia de Chávez, interpreta a un único personaje–.
La obra se encuentra dentro del programa por los cien años del teatro Maipo y se exhibe en el Maipo Club de jueves a sábado a las 20 y los domingos a las 18 con localidades a 35 y 50 pesos.

LT-HJP