Medio Oriente
Opinión: El engaño de la solución de dos Estados entre israelíes y palestinos
La idea de que los Estados judío y árabe coexistirán pacíficamente está muy extendida en los círculos académicos y políticos contemporáneos, pero ignora la realidad sobre el terreno.

Artículo publicado por Efraim Inbar en The Jerusalem Post.- El primer ministro Yair Lapid anunció hace dos semanas en la ONU su visión para resolver el conflicto israelí-palestino: la solución de los dos estados (2SS).
Aunque muchos países alabaron a Lapid, incluido Estados Unidos, una recomendación política basada en una ilusión tiene pocas probabilidades de éxito. La idea de que los Estados judío y árabe coexistirán pacíficamente está muy extendida en los círculos académicos y políticos contemporáneos, pero ignora la realidad sobre el terreno.
Desgraciadamente, por dos razones, es poco probable que surja pronto un resultado estable y pacífico según el paradigma de los 2SS: Los movimientos nacionales árabe palestino y sionista no están cerca de alcanzar un compromiso histórico, y los palestinos demostraron ser incapaces de construir un Estado.
Para la matoría de los israelíes, los acuerdos provisionales de Oslo en la década de 1990 supusieron el inicio de la separación de los palestinos, un proceso que acabaría conduciendo a la partición. Se suponía que la Autoridad Palestina (AP) se haría cargo de los territorios evacuados por el ejército israelí y las aspiraciones nacionales de los palestinos, proporcionaría la ley y el orden y evitaría el terrorismo contra Israel. También se esperaba que la AP negociara un acuerdo permanente con Israel, logrando un compromiso histórico entre los dos movimientos nacionales.
Sin embargo, a pesar de los repetidos esfuerzos, principalmente de Estados Unidos, este proceso de paz previsto no logró alcanzar un acuerdo global.
Las actitudes de los protagonistas en las cuestiones fundamentales de Jerusalem -los refugiados y las fronteras están demasiado alejadas-, y salvar las diferencias parece imposible. Las posiciones de Israel se endurecieron desde el estallido de la Segunda Intifada en 2000 y la percepción de la amenaza aumentó, lo que provocó un notable descenso del apoyo israelí a las concesiones a los palestinos. Encuestas recientes indican que sólo un tercio de los israelíes judíos apoyan el paradigma de los 2SS.
Con el terrorismo palestino intermitente desde Cisjordania desde el 2000 y Gaza convertida en una plataforma de lanzamiento de miles de misiles dirigidos a civiles israelíes después desde el 2007, la mayoría de los israelíes dejaron de creer que los palestinos son un socio para la paz.
En esta coyuntura, la sociedad palestina, bajo el hechizo de un ethos nacionalista e islámico, es incapaz de alcanzar un compromiso con el movimiento sionista. Encuestas recientes (marzo de 2022) muestran que dos tercios de los palestinos dicen que Israel es un Estado de apartheid, y el 73% cree que el Corán contiene una profecía sobre la desaparición del Estado de Israel.
La proposición de que la condición de Estado produce inevitablemente un comportamiento responsable es dudosa, teniendo en cuenta el número de líderes que llevaron a sus Estados al abismo. El actual sistema educativo palestino y los medios de comunicación oficiales incitan al odio hacia los judíos, a los que se culpa de todas las desgracias palestinas.
Además, desde el año 2000, el modelo a seguir para los jóvenes palestinos es el «shahid» (mártir) que se inmola entre los judíos. El nivel de apoyo de los palestinos a los actos de violencia contra objetivos israelíes es asombroso.
De hecho, el rechazo palestino se impuso siempre que se planteó una partición concreta, como la ofrecida por el ex primer ministro israelí Ehud Barak en 2000 o la propuesta por el ex primer ministro del Estado judío Ehud Olmert en 2007. Incluso el líder palestino «moderado» Mahmud Abbas rechaza la idea de que Israel sea un Estado judío. Cualquier Estado palestino estará en desacuerdo con sus fronteras e intentará utilizar la fuerza para alcanzar sus objetivos.
El asesinado primer ministro israelí Rabin con el ex presidente de EE.UU. Bill Clinton y el ex presidente de la OLP Yasser Arafat tras firmar los Acuerdos de Oslo en la Casa Blanca el 13 de septiembre de 1993. (Crédito: REUTERS).
Además, el mayor peso político de Hamás, que considera la mera existencia de Israel como un sacrilegio religioso, socava cualquier posibilidad -si es que alguna vez la hubo- de llegar a un compromiso. Como deja claro el asunto de Gaza, hay pocas razones para creer que dar poder a los islamistas radicales conducirá a la moderación. De hecho, los continuos ataques a Israel desde la Gaza gobernada por Hamás indican que el «fin de la ocupación» y la «eliminación de los asentamientos» son condiciones insuficientes para poner fin al conflicto.
Por último, las dos sociedades en duelo todavía tienen energía para luchar y, lo que es más importante, para absorber la angustia necesaria para alcanzar sus respectivos objetivos políticos. El nacionalismo inspira a la gente a soportar el dolor y las dificultades durante las guerras nacionales. En ocasiones, el agotamiento de la sociedad -en lugar de una oportunidad para un compromiso óptimo- pone fin a un conflicto étnico prolongado. Si el dolor es el factor más influyente en la curva de aprendizaje de las sociedades, parece que israelíes y palestinos no sufrieron lo suficiente para llegar a un acuerdo.
La sobria constatación de que un Estado palestino no vivirá pacíficamente junto a Israel refuta el primer supuesto del paradigma de los 2SS.
¿Por qué los palestinos no pueden construir un Estado?
La segunda suposición de los 2SS postula que el movimiento nacional palestino lograría este objetivo, si tuviese la oportunidad de construir un Estado. Esta suposición también está alejada de la realidad política actual.
No todos los grupos étnicos tienen capacidad para construir un Estado. Cuando tuvo la oportunidad de autogobernarse, el antiguo líder palestino Yasser Arafat estableció un sistema político corrupto, ineficiente, sin ley y autoritario. La AP de Arafat era un sistema bizantino en el que gobernaba mediante tácticas de «divide y vencerás». Al permitir la competencia entre líderes, agencias e incluso milicias, se convirtió en el árbitro y dispensador definitivo de puestos de trabajo y remuneraciones. Este sistema descentralizado acabó degenerando en el caos.
El principal fracaso del sistema residía en el área más crítica para la construcción del Estado: el monopolio del uso de la fuerza. La plétora de milicias armadas desafía a la autoridad central y preserva una comunidad palestina ya fracturada, formada por familias y clanes enfrentados.
En gran medida, la AP es un Estado fallido, que se define por la falta de monopolio del uso de la fuerza, la prestación de una justicia y unos servicios limitados a la población y la incapacidad de mantener un clima jurídico y normativo adecuado a una economía moderna.
Abbas, elegido en enero de 2005 para dirigir la AP, no pudo superar el legado político de Arafat. Abbas evitó enfrentarse a las bandas armadas y no consiguió centralizar los servicios de seguridad. De hecho, la AP perdió el control de Gaza a manos de Hamás y tiene continuas dificultades para desmantelar las milicias en el territorio bajo su control formal. Cabe destacar que ni siquiera Hamás consiguió adquirir el monopolio del uso de la fuerza en Gaza, permitiendo la existencia de organizaciones y clanes armados.
La comprensión de que la AP no es una entidad política que funcione penetró gradualmente en la conciencia de la comunidad internacional. Incluso los medios de comunicación mundiales, en su mayoría pro-palestinos, cuestionan cada vez más la viabilidad de la fórmula de los dos Estados. Del mismo modo, el actual discurso diplomático internacional reconoce la incapacidad de la AP para servir de socio de paz para Israel, abogando por el apoyo internacional a la construcción del Estado.
Las expectativas de que los palestinos construyan pronto un Estado moderno, incluso con ayuda occidental, son ingenuas. En Europa se tardó siglos en construir estados-nación. Salvo en el caso de Egipto, una entidad histórica que posee un nivel de cohesión política, los intentos de construcción de un Estado en Medio Oriente sólo tuvieron un éxito parcial. Irak, Líbano, Libia, Somalia y Yemen son ejemplos de entidades políticas que se enfrentan al problema de establecer una autoridad central y la modernidad.
Desgraciadamente, no todos los conflictos prolongados tienen una solución inmediata. A falta de un acuerdo negociado, la gestión del conflicto es la estrategia adecuada para tratar la disputa árabe israelí-palestina.
Dicha estrategia pretende minimizar el coste del conflicto armado y preservar la libertad de maniobra política. Su objetivo es también ganar tiempo, con la esperanza de que el futuro traiga mejores alternativas. La falta de un objetivo final claro no es inspiradora, pero puede ser la mejor manera de abordar una situación compleja.
Efraim Inbar es el presidente del Instituto de Estrategia y Seguridad de Jerusalem.
Medio Oriente
Irán dispara misiles más avanzados a medida que Israel suaviza las restricciones

Agencia AJN.- Los últimos lanzamientos de misiles iraníes no fueron inusual por la cantidad —alrededor de 30 misiles—, sino por el momento del día en que se produjo. Esta ofensiva fue una respuesta directa de la Guardia Revolucionaria al anuncio israelí de flexibilizar las directrices del Comando del Frente Interno, medida adoptada mientras Teherán se convertía en una ciudad fantasma, con centros comerciales desiertos y farmacias cerradas.
Los líderes iraníes comprenden que su imagen, especialmente en el plano interno, está en uno de sus puntos más bajos. No están dispuestos a permitir que el mundo vea a los israelíes paseando tranquilamente por centros comerciales mientras Teherán está paralizada. Esto coloca al gobierno israelí ante un dilema: por un lado, mantener directrices estrictas sería lo más seguro desde el punto de vista militar; por otro, endurecer las restricciones nuevamente —especialmente tras el ataque al Hospital Soroka— podría ser presentado por Irán como una victoria propagandística.
La Guardia Revolucionaria iraní anunció anoche el primer lanzamiento del misil balístico “Fatah 1”, presentado por Teherán hace dos años. A diferencia de los misiles convencionales, el Fatah 1 es un misil balístico de dos etapas, un diseño avanzado que utiliza un motor adicional que se activa en pleno vuelo, separando su cabeza de guerra y guiándola de forma más precisa al objetivo. Las estelas vistas en el cielo israelí confirmaron el uso de este nuevo tipo de misil. Si bien existen misiles aún más avanzados en el mundo, se trata de un salto tecnológico significativo por parte de Irán.
Todo esto ocurre mientras el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, parece desplegar una “cortina de humo” respecto a sus intenciones a futuro, utilizando a Israel como un “proxy”. Tradicionalmente, Israel conocía el término proxy por su uso por parte de Irán a través de milicias como Hezbollah o las fuerzas chiitas en Siria. Ahora, es Estados Unidos quien aplica la lógica proxy, pero a escala estatal y con armamento de élite. Israel es quien recibe los misiles, mientras Washington conserva capacidades como la bomba antibúnker GBU-57, capaz de destruir instalaciones nucleares fortificadas como Fordow.
Trump, en su segundo y último mandato, piensa en su legado. Primero aspiraba a lograr una normalización rápida entre Israel y Arabia Saudita, pero la guerra alteró esos planes. Con los golpes que Israel está propinando al régimen iraní, Trump no tiene prisa. Israel desea que Estados Unidos se sume rápidamente al enfrentamiento, pero para el presidente estadounidense, cada día que pasa debilita más al régimen de los ayatolás, y prefiere asegurarse de que, cuando actúe, el golpe sea definitivo.
Cualquier acción estadounidense sobre instalaciones nucleares iraníes generará inevitablemente represalias directas contra objetivos de Estados Unidos. Mientras Israel enfrenta ataques desde una distancia considerable, las bases estadounidenses en Irak, Catar, Emiratos Árabes Unidos y Bahréin están mucho más cerca del alcance de los misiles iraníes.
El resultado sería una escalada regional sin precedentes. Y aunque Jerusalem desea que parte de la presión iraní se desvíe hacia Estados Unidos, el riesgo de una guerra a gran escala en todo Oriente Medio es inminente si Washington decide intervenir directamente.
Fuente: Globes.
Medio Oriente
Las autoridades sanitarias controladas por Hamás afirman que los ataques israelíes abatieron a 44 palestinos

Agencia AJN.- El fuego israelí ha alcanzado hoy al menos a 44 palestinos en Gaza, muchos de los cuales intentaban conseguir alimentos, según informan las autoridades locales.
Al menos 25 personas que esperaban camiones de ayuda murieron por fuego israelí al sur de Netzarim, en el centro de la Franja de Gaza, según la autoridad sanitaria local dirigida por Hamás.
Las Fuerzas de Defensa de Israel afirman que sus tropas habían efectuado disparos de advertencia contra presuntos militantes que avanzaban en tropel hacia ellas.
A continuación, un avión israelí «atacó y eliminó a los sospechosos», afirma en un comunicado, en el que añade que tenía constancia de que otras personas habían resultado heridas en el incidente y que estaba llevando a cabo una revisión.
Por otra parte, médicos gazatíes dijeron que al menos otras 19 personas murieron en otros ataques militares israelíes en el enclave, entre ellas 12 personas en una casa de Deir Al-Balah, en el centro de la Franja de Gaza, lo que eleva el número total de víctimas mortales del viernes a al menos 44.
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