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Cultura

Día Internacional del Libro: Sholem Aleijem en el recuerdo de la literatura idish

Agencia AJN.- En el Día Internacional del Libro recordamos a Sholem Aleijem, quien fue una de las principales personalidades de la cultura judía y uno de los pilares de la literatura idish. Sholem Aleijem trascendió por la obra “Un violinista en el tejado”, una comedia musical que se base en el libro “Las hijas de Tevye”.

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Agencia AJN.- El Día Internacional del Libro se conmemora hoy en una celebración mundial promovida por la UNESCO desde 1996, y nada mejor que recordar a Sholem Aleijem, quien fue un escritor judío ruso de literatura en idish.

Según destacó Sami Rozenbaum, director Nuevo Mundo Israelita, el idioma idish tuvo una breve época de gloria en las últimas décadas del siglo XIX y primeras del XX. Tras casi un milenio de existencia de esta lengua, de pronto el Judaísmo europeo desató una oleada de talento en su propia “jerga”, que se expresó primero en la literatura y el teatro, y más adelante en la música popular y el cine.

Los tres pilares de la literatura idish fueron Shalom Abramovitch (con el seudónimo de Méndele Móijer Sfórim), Itzjak Leibush Péretz, y el más popular de todos Sholem Aleijem, llamado “el maestro de la risa judía”.

Nació con el nombre de Sholem Rabinovich en Pereyaslav, provincia de Poltava del Imperio Ruso (actual territorio de Ucrania), el 2 de marzo de 1859. Fue el tercer hijo de Menajem Nahum Rabinovich y Jaie Ester Zelding. Se trataba de una familia acomodada, religiosa pero sumergida en la cultura universal y aficionada a la literatura de la Haskalá (Iluminismo o Ilustración judía). Sin embargo, poco después su padre fracasó en los negocios y la familia se vio reducida a difíciles condiciones económicas.

Sholem fue criado en el shtetl (pequeña aldea mayoritariamente judía) de Boronkov. Desde pequeño demostró una gran capacidad de observación e imitación de los vecinos que veía en el shtetl, que más adelante lo inspirarían para crear sus personajes. Después regresó a Pereyaslav, donde cursó el gymnasium (bachillerato).

Cuando tenía 13 años, su madre murió en una epidemia de cólera; su padre contrajo nuevo matrimonio con una mujer de mal carácter, Jane, muy dada a insultar y maldecir a todos sus hijastros. Sholem elaboró un detallado glosario de estas expresiones, que le sería muy útil en su vida literaria; mucho después, Jane fue uno de los personajes más destacados de su autobiografía. También por aquella época el joven leyó la novela Robinson Crusoe, y escribió una versión en que imaginaba que el protagonista era judío.

Sin embargo, impulsado por su padre, Sholem continuó sus estudios religiosos; a los 21 años ejerció brevemente como rabino designado por el gobierno en el pueblo de Lubny, donde trabajó por apoyar a los más pobres.

Nacimiento de un escritor
Ya desde adolescente, Sholem trabajó como maestro particular de idioma ruso; así conoció a Olga Loiev, hija de un importante hombre de negocios, con quien contraería matrimonio en 1883 contra los deseos de este.

Por esas fechas abandonó su trabajo como rabino y comenzó a enviar sus primeros artículos en hebreo a los diarios Hatzefirá y Hamelitz, y en idish en el Idishes Folksblat de San Petersburgo, donde publicó su primer cuento basado en su noviazgo con Olga, Tzvéi Shtéiner (“Dos piedras”); este trabajo lo firmó como Shaolem Aleijem, saludo hebreo que significa “La paz sea con ustedes”, aunque en el uso común quería decir más bien “¿Cómo te va?”. Al parecer empleó el seudónimo para ocultar su identidad de la familia, sobre todo de su padre; en aquella época el idish aún no era muy bien visto en los medios intelectuales judíos, por lo que fueron muy comunes los seudónimos. En poco tiempo, Sholem Aleijem se volvió popular gracias a sus trabajos en el Idishes Folksblat.

Eran días de decepción para la juventud judía rusa: tras un período de apertura en el país, durante el cual muchos habían apostado por asimilarse a la cultura general y entraron por miles a las universidades, tras el asesinato del zar Alejandro II comenzó una serie de pogromos. Unos cuantos de los decepcionados decidieron marcharse a Palestina para reconstruir el hogar ancestral; pero la mayoría optó por concentrarse en desarrollar su propia cultura judía como minoría nacional dentro del imperio.

Sholem Aleijem se radicó en Bielozerkov, en la provincia de Kiev. Al fallecer su suegro heredó su fortuna, le tocó administrar sus bienes y volvió a disponer de recursos para una vida acomodada; sacaba tiempo de su trabajo en el comercio, la bolsa y los seguros para hacer lo que realmente le interesaba, escribir. En esta época publicó varias novelas, cuentos, crítica literaria, seriados y poemas, no solo en idish sino también en hebreo y ruso.

En 1888, uno de sus años más productivos, Sholem Aleijem editó, con sus propios fondos, un anuario de literatura idish titulado Di Idische Folksbibliotek, con el cual buscaba elevar el nivel de respetabilidad de la lengua y promocionar a sus nuevos autores. Este anuario causó gran revuelo, y fue un elemento fundamental en la consolidación de la “alta cultura” idish.

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Ese mismo año, Sholem Aleijem publicó su novela Sender Blanc y su familia, donde dio muestras de un estilo humorístico que incorporaba la crítica social. A diferencia de I. L. Peretz y Méndele Móijer Sfórim, su tono no era satírico ni sicológico; el humor lo acercaba a los lectores.

Una de sus creaciones imperecederas fue “Kasrílevke”, un shtetl imaginario que reunía peripecias y personajes que podían identificarse en cualquier shtetl. La mayoría de sus historias tendrían lugar allí, aunque también inventó las aldeas de Anatevka y Bóiberik, y la gran ciudad de Yejúpets. Los habitantes de los shtetls mostraban, en sus palabras, “la capacidad para soportar, sobrellevar y sobrevivir a toda suerte de calamidades que la vida y los hombres les acarrea; sin embargo, por muy dolorida que esté, la gente del shtetl no pierde la jovialidad, la sonrisa, el chiste, la broma para endulzar los amargos infortunios”.

El shtetl de Sholem Aleijem, a diferencia de la imagen que habían creado otros escritores, no es un lugar estancado; en medio de la pobreza y el barro sus habitantes se “mueven”, emprenden nuevos proyectos y, sobre todo, piensan en salir al gran mundo. Las historias de Kasrílevke son, en cierta forma, cíclicas. Los personajes atraviesan inicialmente momentos buenos; luego ocurre alguna “catástrofe” grande o pequeña, todo parece desmoronarse, pero al final hay un renacimiento, un resurgir. Es el ciclo de vida del judío de la diáspora.

Muchas de las historias de Sholem Aleijem están narradas en primera persona por sus protagonistas, en forma de cartas o monólogos. Casi siempre se publicaban por entregas y después se recopilaron en forma de libros, de los cuales se editaron unos 40 en total. En algunos casos estos seriados duraron más de 20 años, prácticamente hasta la muerte del autor.

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Personajes memorables
En 1890, Sholem Aleijem editó el segundo anuario de literatura idish; pero ese año la fortuna dejó de sonreírle una vez más, al perder todos sus ahorros en la bolsa. Se marchó de Rusia y residió por breve tiempo en París, Viena y Chérnovitz, antes de reunirse con su familia en Odessa, cuando su suegra pagó sus deudas.

Esta fue la época más dura para Sholem Aleijem, en la cual escribió mucho menos. Sin embargo, dio vida a dos personajes inmortales: Menájem Mendl y Tevie el lechero, verdaderos arquetipos del judío del shtetl.

Menájem Mendl es un hombre pobre en lo material y lo intelectual, pero siempre lleno de grandes planes y fantasías, de las que habla todo el tiempo buscando convencer a los demás. Predeciblemente sus planes fracasan, arrastrando con ellos a sus desventurados “socios”; pero Menájem Mendl “se vuelve a levantar y comienza de nuevo a edificar castillos en el aire”, como escribe Samuel Rollansky, biógrafo de Sholem Aleijem. La esposa de Menájem, Sheine Shéindl, tiene que soportar las interminables quimeras de su marido, ese bribón ingenuo que genera una simpatía irresistible.

El estilo humorístico de Sholem Aleijem esconde con frecuencia la crítica social. Un ejemplo es el cuento Tres cabecitas, que describe a tres hermanitos pequeños que viven en un minúsculo apartamento en la ciudad, en medio de la miseria. El mayorcito ya va al jéder (escuela de primeras letras), por lo que los otros dos, un niño y una niña, lo admiran. Él les cuenta sobre las cosas que ve y aprende, dejándolos maravillados, como cuando les habla de grandes edificios llenos de ventanas, máquinas que cosen solas y cómo crecen los árboles. Porque los más pequeños no salen nunca del minúsculo hogar; solo pueden mirar por la ventana mientras su padre trabaja armando cajas, y su madre cocina y limpia.

“Una sola ventana, minúscula, que se disputaban las tres cabecitas. ¿Qué veían por la ventana? Una pared; una pared alta, ancha, gris, húmeda, permanentemente húmeda. Hasta en verano. ¿Y el sol? ¿Llegaba el sol? Sí, desde luego, llegaba a veces. No precisamente el sol, sino su reflejo. En esas ocasiones, verdaderos momentos de fiesta, las tres bellas cabecitas se lanzaban a la ventana, alzaban la vista, miraban hacia arriba, bien arriba. Veían una cinta azul, una franja azul, larga y angosta”.

No sorprende que algunos críticos hayan llamado a Sholem Aleijem “el Charles Dickens judío”.

Pero el personaje más célebre de Shalom Aleijem es el entrañable Tevie el lechero. En palabras de Rollansky, “Tevie es el hombre del pueblo, trabajador, que ama al mundo, a los hombres y a todos los seres vivos que pueblan la Tierra. Vive una existencia plagada de sufrimientos, pero no se queja de nadie. Todo lo acepta con una sonrisa en los labios. Lo habrá dispuesto el destino… Tevie no puede odiar, ni siquiera a sus enemigos. Y enemigos los tiene, aunque no sabe por qué. Sus vecinos gentiles, con quienes convivió toda la vida en pacífica armonía, lo expulsan de la aldea y desbaratan su hogar. Todos ellos, no obstante, aseguran que Tevie es un buen hombre ‘aunque sea judío’”…

Las historias de Tevie pintan un fresco de la vida del shtetl en la dramática transición de finales del siglo XIX y principios del XX: hijas que escogen sus propios esposos, ideas políticas revolucionarias, pogromos, sionismo, la emigración a América. Tevie lo enfrenta todo empleando frases de los textos sagrados, que cita e interpreta en una forma muy personal. Discute con Dios, se enoja con él, luego lo perdona y sigue adelante. Tevie es el pueblo judío en toda su universalidad.

No sorprende que los cuentos de Tevie el lechero, en una selección titulada El violinista sobre el tejado, hayan podido adaptarse al teatro musical y el cine con un éxito resonante.

Autor: Sami Rozenbaum, director NMI.
Fuente: Nuevo Mundo Israelita

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Artistas irlandeses instan a boicotear a los participantes israelíes del Eurovisión

La edición de Eurovisión de este año se convirtió en un asunto más controvertido de lo normal al entrar la guerra entre Israel y Hamás en la Franja de Gaza en su séptimo mes.

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Agencia AJN.- Cientos de artistas irlandeses instaron al participante irlandés en Eurovisión a estar en el «lado correcto de la historia» boicoteando la participación de Israel en el evento que se celebrará en Suecia el próximo mes.

«Le pedimos que se retire de Eurovisión 2024, que haga caso al llamamiento de los palestinos para boicotear el concurso debido a la participación de Israel», expresaron más de 400 artistas irlandeses en una carta.

El pedido está firmado por músicos como el grupo de rap en lengua irlandesa Kneecap, que el mes pasado se retiró del Festival de Música SXSW de Estados Unidos en protesta por el patrocinio del evento por parte del ejército estadounidense.

«Tenés la oportunidad de estar en el lado correcto de la historia y de ser recordado como un artista de conciencia que, en una época de genocidio, optó por no hacer daño, por estar verdaderamente del lado de los oprimidos», afirmó la carta.

La edición de Eurovisión de este año se convirtió en un asunto más controvertido de lo normal al entrar la guerra entre Israel y Hamás en la Franja de Gaza en su séptimo mes.

Los críticos del Estado judío pidieron a los organizadores del certamen, la Unión Europea de Radiodifusión (UER) junto con la cadena pública sueca SVT, que prohíban a Israel competir.

Incluso a comienzos de abril los organizadores del Eurovisión denunciaron el «abuso en línea» dirigido a los artistas por la inclusión de Israel.

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Una exposición en Nueva York recrea el festival de música Nova atacado el 7 de octubre

Scooter Braun, el destacado director musical, ayudó a llevar la exhibición a Estados Unidos desde Tel Aviv, donde estuvo disponible a fines del año pasado mientras Israel se recuperaba de los asesinatos de más de 1.200 personas.

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Baños acribillados a balazos. Coches quemados cubiertos de ceniza. Sandalias polvorientas, anteojos rotos, carpas abandonadas.

Todos estos artículos fueron recuperados de un extenso campo en el sur de Israel donde miles de jóvenes se habían reunido para el festival de música Nova. Cuando salió el sol el 7 de octubre, los terroristas de Hamás traspasaron la cercana frontera con Gaza, mataron a 360 personas y tomaron a decenas como rehenes.

Los restos que dejaron los asistentes al concierto ahora se exhiben en la ciudad de Nueva York, a pocos pasos de Wall Street y del bullicioso centro financiero de Manhattan. Son parte de una exposición llamada “06:29 AM – The Moment Music Stood Still”, una instalación que estará abierta al público durante cuatro semanas.

Los organizadores de la exposición dicen que quieren ofrecer a los visitantes un “espacio sagrado” para el recuerdo, así como una forma de “explorar responsablemente los acontecimientos” del 7 de octubre. Los coches, ropa, carpas y otros artículos rescatados del festival están rodeados de pantallas de televisión que muestran videos grabados por los atacantes de Hamás, así como testimonios de los sobrevivientes de Nova.

Scooter Braun, el destacado director musical, ayudó a llevar la exhibición a Estados Unidos desde Tel Aviv, donde estuvo disponible a fines del año pasado mientras Israel se recuperaba de los asesinatos de más de 1.200 personas. En una entrevista, Braun dijo que estaba profundamente conmovido después de haber viajado a Israel, visitado los kibutzim donde los civiles fueron masacrados y pasado tiempo con jóvenes sobrevivientes del festival Nova.

“Vi a estos chicos de 20 años cantando, llorando, riendo juntos y abrazándose”, dijo Braun. “Sentí esta sensación de ira. ¿Cómo podríamos ignorarlos? Sentí que los estábamos decepcionando”. Las ganancias de la exposición se destinarán a Nova Healing Journey, una iniciativa que apoya el tratamiento de salud mental para las víctimas del 7 de octubre y sus familias.

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