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Ron Ben Ishai/Ynet.- El acuerdo en cuyo marco fue liberado Gilad Shalit fue inevitable desde el punto de vista político interno y parece razonable en términos de los riesgos de seguridad que entraña. Pero en su esencia y significado estratégico fue una capitulación. Una sumisión del Estado de Israel a la extorsión de un organismo terrorista islámico radical que dejó al descubierto el punto débil de la sociedad israelí y lo atacó con crueldad y paciencia hasta que obtuvo casi todos sus deseos. Israel no sólo se rindió, también celebró su humillación en un vergonzoso festival que la IDF ayudó a producir.

La capitulación no es una mala palabra. A veces es un acto inevitable en una larga guerra de años contra un adversario decidido e imbuido de una motivación fanática; de hecho, un acto degradante y deprimente, pero tolerable en la medida que no cree una situación irreversible. Es decir, en la medida que la misma no ponga en peligro nuestra existencia física como Estado y pueblo, nos permita conservar la fuerza y ??recuperarla para la próxima ronda, con buenas posibilidades de vencer.

El acuerdo por Shalit es una capitulación de este tipo, la tolerable, debido a que la FDI (Fuerza de Defensa de Israel) y el Shabak (Servicio de Seguridad General) tienen herramientas para enfrentar exitosamente sus consecuencias de seguridad y porque nos ayuda a conservar la fuerza. Más específicamente, fortalece la motivación de los soldados, y de los ciudadanos de Israel en general, de combatir y enfrentar las amenazas que nos afrontamos ante el reconocimiento de que la responsabilidad mutua no es un concepto vacío para la sociedad israelí.

Para quien lo olvidó, la responsabilidad mutua no es sólo saber que el Estado y sus ciudadanos harán lo que sea para rescatar a un rehén o prisionero. Éste es sólo un lado la moneda de la responsabilidad mutua. El otro lado de la misma moneda, que también se fortaleció con el acuerdo por Shalit, es el reconocimiento interno de cada uno de nosotros de que cada ciudadano de Israel es importante y tenido en cuenta. Por eso este Estado y este pueblo que dediquemos el cuerpo y la mente a ellos con dolor y, si es necesario, exageración.

Pero este hecho, importante para nuestro futuro y poderío nacional, es sólo una parte de la imagen global. Una evaluación realista de lo que nos espera en el futuro debe tener en cuenta la influencia de este acuerdo y sus consecuencias sobre el otro lado. No sólo sobre Hamas, sino sobre todos los enemigos de Israel, desde Irán y Hezbollah hasta los extremistas que se encuentran entre los árabes israelíes.

 

Los enemigos de Israel entendieron: secuestros, negocio rentable

 

A juzgar por las reacciones al acuerdo, cabe afirmar que fortaleció entre los factores hostiles a Israel el reconocimiento de que la sociedad israelí sabe absorber pérdidas hasta cierto punto, pero es incapaz de lidiar con dilemas emocionales y psicológicos. No sólo secuestros: toda acción violenta para la cual Israel no tenga una buena respuesta militar genera en la sociedad israelí un sentimiento de desamparo e histeria, y por lo tanto es un medio eficaz que, con el tiempo, llevará a una capitulación táctica e incluso estratégica de los judíos y su Estado.

De hecho, el acuerdo por Shalit dio nuevo impulso a la teoría de la “telaraña”, acuñada por Nasrallah. En su opinión, la sociedad israelí se equipara a una telaraña, ya que es fácil de deshacer a través de infligirle pérdidas y daños emocionales, aprovechando la escala de valores humanitarios de la sociedad occidental que obliga a Israel a refrenar su reacción, y sin lidiar directamente con la preferible fuerza de la IDF. En su opinión, la retirada de Israel de la franja de seguridad en el Líbano fue una prueba de esta teoría, y Hamas llegó a las mismas conclusiones de la retirada israelí de la Franja de Gaza.

Según esta teoría, los secuestros son casi siempre un negocio rentable, y es recomendable continuar haciéndolos, ya sea que se hable de cadáveres o de israelíes vivos. Como prueba, el único logro de Hezbollah en la Segunda Guerra del Líbano fue el acuerdo por el cual Israel liberó a cientos de terroristas, incluido el terrible asesino Samir Kuntar, a cambio de dos cadáveres. Acuerdos de este tipo, incluido el de Tenenbaum, crearon conciencia y les demostraron a muchos en la calle árabe cuán en lo cierto están los islamistas, sunitas o chiítas, cuando afirman: “Israel sólo entiende por la fuerza”.

Por lo tanto, es evidente por qué el acuerdo por Shalit fortalece a Hamas y la lucha armada que propugna y simultáneamente debilita a Abu Mazen, quien está a favor de una lucha no violenta y de someter a Israel a través de la presión internacional. La victoria de Hamas obliga a Abu Mazen a endurecer sus posiciones y aumenta su necesidad de promover la reconciliación con Hamas. Pero incluso si el liderazgo de Hamas en Gaza tendiese ahora a llegar a algún acuerdo con Israel, como afirman algunos expertos, los prisioneros liberados a la franja no lo dejarán ablandarse. Por lo menos no en lo inmediato. Muchos de ellos gozan de gran prestigio e influencia sobre la dirección política del movimiento y los miembros de su ala militar y harán cualquier cosa para socavar un acuerdo con Israel. Por ello, el pacto por Shalit aleja la posibilidad de un entendimiento israelo-palestino en el futuro cercano.

Aun así, hay algunos aspectos positivos en el acuerdo desde la perspectiva de Israel. El pacto trajo una mejora significativa en las relaciones con Egipto. El éxito de la mediación egipcia les demostró a los miembros del consejo militar superior que la relación con Israel es literalmente valiosa. El acuerdo preparado por Egipto le permite a la cúpula militar probarle a la calle egipcia y árabe que El Cairo puede y sabe velar por el interés árabe-palestino e incluso doblegar a Israel si es necesario.

El acuerdo también le permitió a Egipto demostrarles a los Estados Unidos y a los países europeos, así como a los Estados árabes moderados, que es un factor moderador que sabe desmantelar las minas de la región. Todo esto restaura la posición y el prestigio de Egipto como un factor conductor y líder en la región, lo cual apoya la demanda egipcia a los estadounidenses y regímenes árabes de incrementar su asistencia económica y financiera, que necesita como al aire para respirar. La sombra que oscurece este asunto es el simultáneo estrechamiento de las relaciones entre Hamas y Egipto. Es lógico presumir que esta estrecha relación limite la capacidad de Israel para actuar contra Hamas en el futuro.

Otro punto positivo tiene que ver con los términos del acuerdo. La deportación a Gaza o el exterior de decenas de importantes terroristas, hombres y mujeres, no sólo tiene un elemento que reduce al mínimo el riesgo de seguridad que representan, sino también un castigo severo para ellos. La separación de su familia y su paisaje nativo crea en el prisionero liberado un problema anímico y psicológico que no muchos son capaces de superar. La experiencia demuestra que muchos de ellos ven en eso una especie de aislamiento social que los deprime y afecta por mucho tiempo. Otro elemento positivo está relacionado con el gobierno, y más específicamente con Netanyahu. Todo el que afirmaba que el primer ministro no era capaz de ser pragmático y hacer concesiones dolorosas debe admitir que estaba equivocado. Ténganlo en cuenta Abu Mazen, el gobierno estadounidense y líderes de Europa.

 

Las líneas rojas

Lo que se requiere ahora es que Israel saque lecciones del asunto de Shalit. Puede evaluarse que el próximo secuestro ya está en camino, de modo que este aprendizaje de lecciones debe hacerse rápidamente. La lección principal es que Israel debe actuar de inmediato en tres direcciones. Una, el establecimiento y funcionamiento de un aparato de inteligencia y operativo especial, cuya única misión sería ocuparse de todos los aspectos relacionados con la liberación del secuestrado o secuestrados. Empezando por recopilar información sobre su paradero, desarrollar opciones operativas para liberarlos y el apoyo de información y asesoramiento para la negociación. A la conducción de este aparato debe asignársele de inmediato recursos y hombres de la FDI, el Shabak y el Mossad. Por ejemplo, en caso de un secuestro en el exterior el Mossad dirigiría al organismo, y en otros casos, la IDF y el Shabak.

La segunda lección es que la IDF, con la ayuda de la comunidad de inteligencia, debe adoptar medidas que generen presión y cartas de intercambio con los secuestradores Si, por ejemplo, después del secuestro de Shalit la IDF hubiese entrado a la Franja de Gaza, la hubiese cortado velozmente en tres y hubiese anunciado que la condición de salida era la liberación del soldado secuestrado, tal vez la negociación con Hamas habría sido mucho más fácil y rápida. En cambio, la IDF entró a Gaza y llevó a cabo una serie de operaciones sin un propósito claro, que finalmente no produjeron efecto alguno. También los ataques selectivos habrían tenido el resultado deseado si se hubiesen preparado adecuadamente y no hubiesen cedido ante el lanzamiento de cohetes. Tales acciones no sólo habrían ayudado a la liberación del soldado secuestrado, sino que también habrían aumentado la capacidad de disuasión de secuestros para una próxima vez.

Además, Israel debe establecer de antemano “líneas rojas”, que no cruce el gobierno, basadas en una legislación. Cabe destacar que estas líneas rojas deben ser realistas; es decir, deben tener en cuenta el precedente creado por acuerdos anteriores y la sensibilidad de la sociedad israelí por la vida de sus hijos. Pero deben ser fijadas después de un largo y profundo debate público y general, y ser bien conocidas por el otro lado; es decir, potenciales secuestradores y sus patrones.

La cuarta lección es que Israel debe cumplir su palabra y amenazas. Si el primer ministro dijo, después de la liberación de Shalit, que “caerá sangre sobre las cabezas” de los terroristas que vuelvan a las andadas -y sus sucesores-, deben cumplirlo. Y toda otra palabra es innecesaria.

Si Israel toma medidas concretas y decisivas para aplicar estas lecciones y se las demuestra a las familias de los rehenes, será posible evitar futuras campañas mediáticas perjudiciales, que prolongaron el cautiverio de Gilad y elevaron su precio. También harán innecesario el vergonzoso festival de capitulación que hemos presenciado, con la desconcertante asistencia y producción de la FDI y la Oficina del Primer Ministro. Un acuerdo de capitulación debe recibirse con labios mordidos y moderación, como si se aceptara una grave coacción que nos es inevitable. Sólo entre nosotros una humillación se convierte en una fiesta, independientemente de la interpretación que a este acto le dan en el otro lado y del daño que puede causar.

CGG