El Ébola estalló hace unos meses y hasta el momento afecta principalmente a Sierra Leona, Liberia, Nigeria y Guinea. Se estima que actualmente sufren de la enfermedad 5.300 personas. Desde que se planteó esta trágica situación fueron enviados a África equipos médicos y ayuda de diferentes países de todo el mundo, e Israel ahora también se suma a la ayuda internacional y está enviando expertos para Sierra Leona, Liberia y Camerún con el fin de evitar la propagación de la enfermedad.

El Ministerio de Relaciones Exteriores ya había enviado dos médicos a Camerún, para ayudar a prevenir la propagación de la epidemia. A ellos se sumarán ahora más profesionales. Esta semana, esta misma semana se concretará el primer envío de medicinas y equipamiento médico.

El embajador de Israel ante la ONU, Ron Prosor, informó ante el organismo sobre esta ayuda en una audiencia especial sobre el tema. "La comunidad internacional tiene herramientas y conocimientos para salvar a miles de personas, pero por el momento la respuesta global no es suficiente. La gente está pidiendo ayuda a gritos. Así como lo hicimos en Haití, Ghana y Filipinas, Israel está listo para este nuevo reto que enfrenta el mundo.

"Una crisis mundial requiere una respuesta internacional. Cada Estado tiene un papel en la lucha contra el Ébola. El mundo debe cambiar la indiferencia por la iniciativa en la búsqueda de soluciones", advirtió Prosor.

En tanto que la fundación israelí "IsraAID" también enviará esta semana dos equipos de expertos a Sierra Leona y Liberia. Uno de los equipos se encargará de poner en marcha un programa de tratamiento de trauma, para ayudar a la población a hacer frente al miedo a la enfermedad y las tensiones que genera. Parte del personal se dedicará a guiar a la población acerca de cómo mantener la higiene para evitar la propagación del virus".

De Jerusalem a Liberia

Mijal Bruk, oriunda de Jerusalem y que trabaja desde hace seis años en la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación (FAO), contó a Radio Kol Israel desde Liberia, que “la función principal de la institución es repartir alimentos en zonas de desastre, si bien en los últimos años sus funciones cambiaron y se ampliaron”. Es por ello que Mijal se convertió en una pieza fundamental en la lucha contra la epidemia, que ya se ha cobrado la vida de al menos 2500 personas.

Según explica Mijal, el esfuerzo se concentra especialmente en construir centros de atención y aislamiento adecuados, y mientras tanto tratar de evitar la deshidratación de los enfermos y el contagio de quienes los rodean. Bruk señala que por momentos se hace evidente que a la poca ayuda internacional que por el momento ha llegado le hace falta más coordinación.

Mijal Bruk, como muchos otros profesionales y voluntarios de distintas áreas, no trabaja en forma directa con pacientes, pero sí conoce de cerca el riesgo de contagio. “Nos miden la temperatura al entrar a la oficina, verifican si tenemos fiebre a cada rato”, explica Mijal. “En la entrada de cada edificio hay agua con cloro y hay que lavarse las manos. Muchas medidas de prevención que últimamente se han convertido en costumbres, normas de vida”, agrega.

Para la israelí Mijal Bruk, como para muchas otras personas que intentan ayudar, uno de los mayores problemas es que el contagio se produce por el contacto con la persona enferma. “Todo lo que el instinto te indica que quieres hacer cuando estás frente a una persona enferma, es precisamente lo que no se puede hacer. El deseo de acercarse, ayudar o reconfortar a alguien, se convierte en un riesgo altísimo”, advierte Mijal.

Un 75% de las personas afectadas por el virus del Ébola en Liberia son mujeres, debido a que tienen como función principal el cuidado de los demás. “Hace unos días”, relata Mijal Bruk, “íbamos caminando por el centro de Monrovia y había una mujer tirada, en una vereda. Puede ser que estuviera borracha, sin techo, o herida, pero nadie se acercó a ella. Simplemente porque es peligroso, y la gente tiene miedo”.

Mientras Mijal Bruk trabaja junto a profesionales de distintos lugares del mundo en la lucha por frenar al virus del Ébola e intentar asistir a quienes ya contrajeron la enfermedad, en Israel ha quedado su familia. “No es fácil para ellos”, admite Mijal, “pero lo cierto es que sienten orgullo, mezclado con preocupación y miedo”.

RL