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Israel

Ex funcionario de Netanyahu: Gran Bretaña no puede criticar a Israel mientras ocupe las Malvinas

AJN.- Michael Freund, quien fuera subdirector de Comunicaciones en la cadencia anterior de Benjamín Netanyahu, tituló “Locuras de Gran Bretaña en Malvinas” su habitual columna en The Jerusalem Post, con la imagen de un argentino incendiando una bandera británica y la bajada “Antes de criticar a Israel, Gran Bretaña debería darse una larga y dura mirada al espejo”.

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Michael Freund, quien fuera subdirector de Comunicaciones y Planificación de Políticas en la cadencia anterior del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, tituló “Locuras de Gran Bretaña en Malvinas” su habitual columna en el diario en inglés The Jerusalem Post, ilustrada con la imagen de un argentino incendiando una bandera británica (foto) y la bajada “Antes de atreverse a criticar a Israel, Gran Bretaña debería darse una larga y dura mirada al espejo”.
A continuación se reproduce la traducción del texto de este neoyorkino graduado en Finanzas en la Universidad de Columbia y en Asuntos Públicos e Internacionales en la de Princeton, que fundó y preside Shavei Israel, una entidad sin fines de lucro que ayuda a acercarse al pueblo judío a sus miembros distanciados.
 
La semana pasada se conmemoró el aniversario de un enfrentamiento militar, uno que trajo como resultado una prolongada ocupación de un territorio que continúa proyectando una sombra sobre los asuntos internacionales.
Los intentos de mediación y apelaciones a las Naciones Unidas han resultado infructuosos, ya que dos pueblos con demandas enfrentadas pugnan por el mismo pedazo pequeño de territorio.
El resultado ha sido periódicos ruidos de sables y ocasionales derramamientos de sangre, sin un final inmediato a la vista para una disputa que parece tan anticuada como sin sentido.
Me refiero, por supuesto, al dominio británico de las Islas Malvinas.
El 3 de enero marcó los 180 años desde que buques de guerra británicos y argentinos lucharon en el mar, con las fuerzas del rey William IV emergiendo triunfantes y afirmando el control de Su Majestad sobre el área.
En la mejor tradición del imperialismo británico, un gobernador fue rápidamente designado y unos 1.800 colonos descendieron en las Islas Malvinas en 20 años, a pesar de los aullidos de protesta del gobierno argentino.
Hasta hoy, la Argentina continúa reclamando la devolución de lo que denominan Las Malvinas (NdR: en castellano en el original), y los dos países se enfrentaron en una breve pero sangrienta guerra por las islas en 1982, la cual dejó 900 muertos.
La disputa sobre la cuestión volvió una vez más a los titulares la semana pasada, cuando la presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, publicó una carta abierta al primer ministro británico, David Cameron, sobre el tema en The Guardian.
Esto desató otra ronda de debate y discusión sobre el futuro de las Malvinas y llevó a Cameron a responder el exabrupto de Kirchner, que se refirió a Gran Bretaña como una “potencia colonial”.
Independientemente de lo que uno pueda pensar sobre las posiciones de las dos partes sobre el tema, es difícil no deleitarse con la deliciosa ironía de la situación.
Después de todo, en las últimas semanas Gran Bretaña ha sido uno de los mayores críticos de las políticas de Israel en Judea y Samaria, con el secretario del Exterior, William Hague, lanzando algunas duras palabras contra el Estado judío.
Y sin embargo, aun cuando el gobierno británico se sienta libre para dar cátedra a Israel sobre su supuesta ocupación de Judea y Samaria, sigue cavando junto a sus talones e insiste en prolongar su propia dominación de las Malvinas.
De hecho, nuevamente en diciembre, después que Israel aprobó la construcción de nuevas viviendas judías en Jerusalem y los territorios, Hague declaró que “los asentamientos israelíes son ilegales según el derecho internacional y socavan la confianza entre las partes”. También advirtió que habría de “socavar la reputación internacional de Israel” e incluso fue muy lejos al sugerir que habría de “crear dudas” acerca del compromiso de Israel con la paz.
Hmmm, ahora no es tan interesante. Judíos que regresan a vivir en su patria ancestral, en el territorio que fue adquirido en una guerra defensiva, son, a la vista de Hague, algo “ilegal bajo el derecho internacional”.
Y sin embargo, cuando se trata de las Islas Malvinas, que no tienen vínculo histórico, geográfico o espiritual alguno con Gran Bretaña y que fueron tomadas por la expansión colonialista, parece aplicarse un estándar diferente.
Por supuesto, Gran Bretaña opta por esconderse detrás de una pequeña hoja de parra que convenientemente han puesto llamando a los habitantes de las Islas Malvinas a un referéndum para decidir su futuro estatus político en marzo.
Pero como señaló The New York Times con ironía, “para el líder británico es una apuesta segura: alrededor del 70 por ciento de los isleños son descendientes de británicos”.
En otras palabras, Gran Bretaña pobló las islas con colonos británicos durante los últimos 180 años, gastó en ellos millones de libras esterlinas por año y ahora les pide que elijan si desean seguir conectados con Gran Bretaña.
No hay mucho riesgo allí.
Si Israel hiciera lo mismo y realizara un referéndum en Ariel, Maale Adumim o Kiryat Arba, dándoles a los residentes judíos el derecho a determinar su futuro político, ¿alguien piensa que Gran Bretaña consentiría la idea?
De acuerdo con su censo de 2012, un total de 2.932 personas viven en las Malvinas, contra 488.395 ovejas, que promedian 167 ovejas por persona.
Como era de esperar, el principal producto de exportación es la lana.
Así que, ¿por qué, entonces, Gran Bretaña insisten tercamente en conservar las islas? Sin duda, la promesa de reservas potencialmente grandes de petróleo juega un rol importante, al igual que la débil sensación para consigo misma de Gran Bretaña.
La desaparición de su imperio y su declinación como gran potencia han ido firmemente erosionando su posición en el mundo.
El aferrarse al pasado y sus reliquias, como las Islas Malvinas, la familia real y esa atrocidad gastronómica conocida como “tarta de frutas” seguramente le proporciona una dosis de consuelo a una nación que ha perdido su rumbo.
Sin embargo, antes de que Gran Bretaña se atreva a criticar a Israel, debería darse una larga y dura mirada al espejo.
El hecho es que el Estado judío tiene todo el derecho -moral, teológico, histórico y militar- de estar en Jerusalem, Judea y Samaria, que es donde nació nuestra civilización.
Difícilmente pueda decirse lo mismo sobre la Bandera de la Unión (NdR: la del Reino Unido) y las Malvinas.
CGG

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