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The Jerusalem Post | Ya basta, Hezbollah

Ningún país «normal» permitiría que sus comunidades fronterizas y centrales fueran atacadas y asoladas de esta manera y luego aceptaría mantener las manos atadas en la espalda.

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Un hombre sostiene una bandera palestina mientras el líder de Hezbollah en Líbano, Sayyed Hassan Nasrallah, habla en un mensaje pregrabado mostrado en una pantalla durante un acto previo al Día de Al-Quds (Jerusalem) el viernes 5 de abril, en Beirut, Líbano 3 de abril de 2024. (Crédito de la foto: REUTERS/MOHAMED AZAKIR/FILE PHOTO)

Agencia AJN.- (Editorial publicada en The Jerusalem Post)  Lo que está ocurriendo en Israel no es normal. No hubo otro país tan brutalmente atacado: en su frontera sur por Hamás, en su frontera norte por Hezbollah y con cientos de misiles lanzados a lo largo y ancho del país por su archienemigo Irán, todo eso en unos pocos meses.

Estamos maltrechos, pero resilientes, mientras nos preparamos para la Pascua judía (Pésaj) de la semana que viene. Todavía no hay ningún acuerdo a la vista para devolver a los rehenes que Hamás mantiene retenidos en la Franja de Gaza desde el 7 de octubre, y eso nos llena de ansiedad y miedo.

Del mismo modo, aunque hay indicios de que no se aplicará nada hasta después de Pésaj, Israel responderá sin duda de algún modo al bárbaro ataque sin precedentes de Irán contra una nación soberana. Eso también nos llena de ansiedad y miedo.

La situación en la frontera norte de Israel también debería llenarnos de inquietud. A todos los efectos, estamos en guerra con Hezbollah.

Este miércoles, 14 soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) y un puñado de residentes resultaron heridos por dos drones de Hezbollah y dos misiles antitanque disparados contra un centro comunitario en Arab al-Aramshe, un pueblo beduino del norte de Galilea, y sus alrededores.

El pueblo se encuentra a menos de tres kilómetros de la aldea libanesa desde la que se lanzaron los misiles antitanque y los drones. Como muchas de las comunidades del norte de Israel que fueron atacadas desde el 7 de octubre, las IDF operan desde ella para enfrentarse al grupo terrorista libanés, respaldado por la República Islámica de Irán.

Sin embargo, a diferencia de la mayoría de las comunidades del norte, Arab al-Aramshe está desprovista de residentes. El jefe de la aldea, Adiv Zaev, afirmó que, luego de tres meses de la evacuación, ninguno de los residentes recibió ayuda económica, por lo que la mayoría regresó a sus hogares.

La alarmante escalada en el norte se está viendo reforzada por el creciente uso de drones y misiles más letales por parte de Hezbollah. Como informó Seth Frantzman en el Jerusalem Post esta semana, el arsenal de Hezbollah incluye alrededor de 150.000 cohetes, así como misiles antitanque, hasta 2.000 aviones no tripulados, y también los nuevos cohetes de cabeza pesada Hezbollah Burkan. Son drones que siguen el modelo del Ababil iraní.

La variedad de aviones no tripulados Ababil existen desde hace décadas, pero sólo recientemente incorporaron una nueva generación de aviones no tripulados Kamikaze, que incluyen una ojiva en un fuselaje y tienen dos juegos de alas.

El dron es fácil de fabricar, lo que hace que su construcción sea sencilla mediante planos y diseños. El problema es que en los últimos años se volvieron más avanzados y precisos, lo que los convierte en un sistema de armas mortífero.

De hecho, Hezbollah demostró en los últimos dos días que puede utilizar estos aviones no tripulados para atacar zonas específicas. Teniendo en cuenta que el grupo terrorista ya dañó o destruyó unas 800 viviendas en el norte de Israel y obligó a 50.000 israelíes a ser evacuados de sus hogares durante más de seis meses, los objetivos y capacidades de Hezbollah significan que es probable que la situación empeore en el norte antes de mejorar.

Esto nos lleva a preguntarnos: ¿Dónde está el clamor y la condena internacionales? Al igual que la reacción de las potencias mundiales al ataque iraní fue advertir a Israel sobre su respuesta e instar a una desescalada, la reacción internacional a la agresión de Hezbollah fue igualmente tratar de frenar la respuesta de Israel en la medida de lo posible para que esto no se convierta en una guerra regional.

Sin embargo, este barco ya zarpó. Ningún país «normal» permitiría que su frontera y sus comunidades centrales fueran atacadas y asoladas de esta manera y luego aceptaría quedarse con las manos atadas en la espalda.

A la inútil ONU no le importa que Hezbollah esté violando su Resolución 1701, en vigor desde 2006 y que se suponía debía garantizar el desarme de Hezbollah así como la desmilitarización de Líbano al sur del río Litani, situado a unos 32 kilómetros de la zona de demarcación entre Israel y su vecino del norte conocida como Línea Azul.

Al resto del mundo tampoco parece importarle, siempre y cuando Israel dé una respuesta sorda a la agresión de Hezbollah, instigada y financiada por Irán.

La paciencia se agota en Israel, y el ataque del miércoles no hace más que subrayar la necesidad de detener a Hezbollah. Si, como de costumbre, nuestros aliados sólo actúan con palabras, corresponderá una vez más a las IDF hacer el trabajo sucio, con o sin su ayuda.

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Independencia del Estado de Israel. Del duelo a la esperanza. Por Mattanya Cohen*

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Este año, Israel celebra 76 años de independencia, lo que normalmente sería una ocasión festiva, este año es una ocasión sombría, empañada por un gran dolor. Este año, junto con nuestro gran aprecio por nuestra renovada independencia en nuestra patria, contemplamos la profunda devastación que hemos experimentado como nación y lloramos la pérdida de más de 1.200 nuevas víctimas del terrorismo que se agregaron de la noche a la mañana, el 7 de octubre. ¿Cómo podemos celebrar la libertad de nuestra nación cuando nuestros hermanos y hermanas están aún en cautiverio? ¿Cómo podemos regocijarnos en nuestra independencia cuando amigos y familiares todavía no han retornado del campo de batalla?

La proximidad del Día de los Caídos y del Día de la Independencia, dos días significativos en el calendario israelí, ubicados intencionadamente uno detrás del otro, siempre ha suscitado debate-¿cómo podemos pasar tan rápidamente de tanta tristeza a la celebración? Estas dos jornadas, con sus caracteres tan diferentes, están unidas por la sangre de nuestros soldados y de las víctimas del terrorismo quienes han sacrificado sus vidas por nuestra nación.

Lamentablemente, este año, mientras la sirena de conmemoración paralice a todo el Estado en un silencioso homenaje, nos focalizaremos en los acontecimientos en curso. Los ataques de Irán y sus organizaciones terroristas afines como Hamás, Hezbolá y los Hutíes han unido nuevamente a nuestra nación, un pueblo unido por nuestra resiliencia frente a un horrendo ataque terrorista.

Este año, nuestra reverencia por el Día de los Caídos está envuelta en un nuevo dolor y nuestro aprecio por la libertad en nuestro propio país es más profundo que nunca. Pero en medio del dolor, tenemos mucho de lo que estar orgullosos. Como nación hemos desplegado una gran solidaridad, valentía y camaradería entre todos los ciudadanos de Israel, independientemente de su religión, opinión política o diferencias sociales.

Mientras se desarrollaba el ataque de Hamás en el sur de Israel, acompañado simultáneamente de cientos de andanadas de cohetes lanzados indiscriminadamente contra objetivos en todo el país, los civiles se lanzaron inquebrantablemente hacia las llamas, no alejándose de ellas, para salvar tantas vidas como fuera posible. Muchos de estos héroes perdieron sus vidas en su intento de salvar a otros. En las primeras horas del 7 de octubre, cuando quedó claro que no se trataba solo de un ataque más, jóvenes israelíes en el exterior se agolparon en los aeropuertos para regresar y participar en la defensa del país.

Durante 2.000 años, los judíos recordaron a Jerusalén y a la Tierra de Israel en todas sus plegarias, tanto en momentos de celebración como de duelo-hasta que pudimos restablecer un Estado judío en nuestra patria. Actualmente, mientras la horrible cabeza del antisemitismo se eleva a máximos históricos en todo el mundo, experimentamos una sensación cada vez más intensa de unidad de nosotros como pueblo y destino compartido en el único Estado judío.

Nuestro joven país ha tenido una historia plena y colorida. En apenas unas décadas desde el establecimiento hemos proporcionado un refugio seguro al pueblo judío en su tierra ancestral, hemos creado una sociedad dinámica y diversa de ciudadanos de múltiples creencias y orígenes, hemos transformado una tierra antigua en una tierra de innovación y creatividad, hemos convertido a vecinos de enemigos en aliados y hemos demostrado que estamos aquí para quedarnos. Ha habido desafíos y conflictos, junto con muchos éxitos. A pesar de todo, hemos conservado y mantenido nuestra fe tanto en nuestra nación como en nuestro pueblo, seguros de que nuestro futuro está en nuestras manos, y lo estamos construyendo juntos.

Este año, mientras el Día de los Caídos se transforma en el Día de la Independencia, nuestros hermanos y hermanas aún languidecen en cautiverio. A pesar de que este año nuestras celebraciones distan mucho de ser alegres, y nuestros corazones aún no están enteros, nos fijamos en israelíes fuertes como Rachel Goldberg-Polin, considerada por la

revista Time como una de las personas más influyentes del mundo, la madre de Hersh Goldberg-Polin, quien aún permanece cautivo en Gaza, y que continua difundiendo su mantra de que “la esperanza es obligatoria” en todo el mundo.

Este gran país fue construido sobre numerosos valores y principios, pero el singular valor que brilla por encima de las dificultades, es nuestra esperanza colectiva como nación de que algún día podremos vivir en paz con nuestros vecinos.

Hasta entonces, y particularmente ahora, “la esperanza es obligatoria”, y nunca renunciaremos a ella.

*Director Adjunto de la oficina de América Latina y el Caribe de la Cancillería israelí. Ex embajador de Israel en Guatemala, Honduras, El Salvador y Belice.

 

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Por Jorge Knoblovits: Hoy más que nunca: estamos acá

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Agencia AJN.- (Jorge Knoblovits* – LA NACION) El 8 de mayo conmemoramos junto con el Museo del Holocausto, el Acto Central por Iom Hashoá en el CCK. Ocasión en la que junto a los sobrevivientes del nazismo y la sociedad argentina toda, recordamos el impacto de esa terrible experiencia que sufrió el pueblo judío.

Es también una oportunidad para advertir las señales de odio y desprecio de la actualidad que siempre constituyen la antesala de experiencias traumáticas.

El discurso del odio predispone a las mentes y a los cuerpos para naturalizar el racismo y sus mecanismos de exterminio.

La Argentina cuenta con importantes herramientas para advertir y hacer frente a la diseminación de manifestaciones discriminatorias o que reivindiquen al nazismo.

La Constitución Nacional, contiene dos normas que se refieren a la libertad de las ideas. El artículo 14 dispone que todos los habitantes de la Nación gozan del derecho “de publicar sus ideas por la prensa sin censura previa”. A su vez el art. 32 dispone que “El Congreso Federal no dictará leyes que restrinjan la libertad de imprenta o establezcan sobre ella la jurisdicción federal”.

También, nuestro país adhirió a la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio que es imprescriptible. Allí se describen las acciones que lo modelan: “Actos perpetrados con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal”.

De estas normas constitucionales e internacionales, podemos destacar que, si los delitos de genocidio cometidos durante la Segunda Guerra Mundial contra los judíos, no se encuentran prescriptos, mal se puede permitir que los propios Estados firmantes toleren el aliento de la ideología nazi apologéticamente.

La Convención antes citada hace hincapié en otro aspecto a tener especialmente en cuenta y es el concepto de instigación. Ningún genocidio es posible sin una escalada previa de marcaje y de construcción de otredades negativas. La aniquilación de seis millones de judíos en la Shoá pudo suceder por estratégicos condicionamientos ideológicos. Sería hacer andar libremente el material del que se nutren los verdugos y ejecutores de planes siniestros.

El claro ejemplo lo constituye Mein kampf, el libro escrito por Adolf Hitler mucho antes de acceder al poder absoluto de Alemania.

Por todo ello, se debe tener en cuenta lo imprescindible de la protección a los derechos humanos, cosmovisión inspirada en la vivencia del Holocausto y los resortes de prevención que debemos articular.

De allí que toda la literatura, propaganda, ideas, videos, mensajes, caricaturas que instiguen en los términos de la Convención de Genocidio los actos que se describen, deben ser expuestas para impedir su viralización.

No sólo el Derecho es capaz de obstaculizar la discriminación. La educación, los medios masivos de comunicación y los vínculos sociales en general deben ser dispositivos de sensibilización y empatía.

Hoy más que nunca, “Estamos acá” tras los sucesos del 7 de octubre pasado en el Estado de Israel, en los que la Shoá y su odio antisemita se hizo presente con saña.

El terrorismo y su despiadado modus operandi acechan los valores de la democracia y la seguridad del mundo libre.

Hoy más que nunca debemos resignificar ese ataque a la dignidad de un pueblo que tiene derecho a su territorio y a vivir en paz.

Ocasión también para exigir la liberación de los 133 secuestrados por el régimen terrorista de Hamás y la Jihad Islámica desde ese fatídico día. Sillas vacías que agudizan el dolor.

Que vuelvan a casa.

Recordar y no olvidar para que la Shoá no se repita.

“Hoy más que nunca. Estamos acá “.

“Mir zainen do”.

 

 

*Dr. Jorge Knoblovits, presidente de la DAIA

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