Seguinos en las redes

Opinión

JNS | Opinión. ¿Qué quieren realmente los manifestantes en Israel?

Es inconcebible que toda la oposición al gobierno actual se limite a nuevas elecciones o incluso a sustituir al primer ministro.

Publicada

el

jns

Agencia AJN.- (*Douglas Altabef – The Jewish News Syndicate -JNS-) Se invirtió mucho tiempo en protestar contra el actual gobierno israelí, sus dirigentes y sus políticas. Al frente y en el centro, por supuesto, está el odio al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu. Lo sigue de cerca la demonización de los líderes de «extrema» o «extrema derecha», es decir, Bezalel Smotrich e Itamar Ben-Gvir, que están claramente manejando los hilos de la marioneta del poder, asegurándose así su permanencia en el cargo.

La acusación contra el gobierno es más estética que políticamente detallada: Al primer ministro sólo le interesa su propia supervivencia, y todo lo que se está haciendo tiene fines políticos y representa una traición a los intereses del pueblo israelí.

Es entendible la parte del odio a Netanyahu. Pero ¿qué está haciendo o dejando de hacer exactamente que constituya una traición a los intereses del pueblo?

Esto nunca se articula del todo y, dado que la naturaleza aborrece el vacío, queda libre la interpretación de qué es exactamente lo que los manifestantes tienen en mente. La elección de palabras en el eslogan «Bring Them Home Now» (tráiganlos ya a casa, a los rehenes) implica claramente, y sospecho que a propósito, que liberar a los rehenes depende de nosotros: Que está en nuestras manos y en nuestra capacidad hacer que regresen.

Por supuesto, entonces, el fracaso en conseguirlo debe señalar a los dirigentes israelíes, que son culpables de abandonar a los rehenes. Por lo tanto, la implicación es que nuestros dirigentes no están dispuestos a hacer lo que hay que hacer para «traer» a los rehenes a casa.

¿Qué habría que hacer exactamente?

Algunos de los manifestantes son lo suficientemente honestos como para expresar su profunda convicción: pagar cualquier precio. Repetir el desastre del acuerdo con Gilad Shalit, magnificado por la realidad de que hay 120 rehenes en lugar de uno solo.

Esta exigencia, por supuesto, invierte por completo el planteo del gobierno respecto a la situación de los rehenes, confirmado en el primer acuerdo negociado, en el que la destreza y los logros militares incitaron a Hamás a sentarse a la mesa.

Con todo el despliegue mediático en apoyo de los manifestantes, esta estrategia de obligar militarmente a Hamás a liberar a los rehenes queda oscurecida y, lo que es peor, denigrada.

Ciertamente, parece como si los manifestantes consideraran cada vez más que el objetivo de derrotar a Hamás es una forma interesada de mantener al gobierno en el poder y no el deseo de la mayoría de los israelíes.

Más allá de este pensamiento hipócrita, está la ya mencionada condena evidente del primer ministro como un fracasado y alguien indigno de su cargo.

Me parece justo. Ahora bien, la pregunta es: ¿cuál es el objetivo de los manifestantes, además del desplazamiento del primer ministro? Seguramente, el mero hecho de que haya nuevas elecciones no puede ser la razón por la que los manifestantes bloquean las calles principales.

Seguramente debe haber algo más en la lista de deseos que unas nuevas elecciones. Bueno, por ejemplo, ¿qué querrían los manifestantes que saliera de las nuevas elecciones aparte, por supuesto, de la destitución del Primer Ministro?

Aquí es donde las cosas se ponen un poco turbias y probablemente de forma deliberada. Los manifestantes quieren parecer fiduciarios públicos, por lo que se abstendrían de hablar de lo que esperan que salga de las elecciones que tan desesperadamente desean.

¿Es todo esto una maniobra para el regreso de Yair Lapid, quizás mezclado con Benny Gantz e incluso Yair Golan? En otras palabras, ¿se trata de una reunión preliminar para la formación de una coalición de centro-izquierda, que podría incluir de nuevo al Partido Ra’am?

Si es así, y parece perfectamente razonable suponer que lo es, ¿qué vería esta coalición en interés del pueblo israelí? O mejor dicho, ¿promovería dicha coalición algo que cree que debería redundar en interés de nuestros ciudadanos, piensen o no nuestros ciudadanos?

Después de todo, los manifestantes recibieron la ayuda y el consuelo de la administración Biden, que sin duda no está por encima de decirnos lo que más nos conviene.

Por lo tanto, ¿es razonable suponer que la agenda real es una plataforma política conocida por los organizadores, pero probablemente desconocida para la gran mayoría de los manifestantes en la calle? ¿Es también posible que la agenda se centre en alcanzar el sueño de la administración Biden, así como una razón clave por la que la administración haría causa común con los líderes de las protestas: avanzar en la visión de la solución de los dos Estados?

No es posible articular directamente la voluntad de perseguir esta quimera, aunque los líderes de las protestas invocan la necesidad de «soluciones nacionales». En este momento, probablemente rechazarían la idea, si no la negarían rotundamente, y desacreditarían a cualquiera que sugiriera que ése es su programa.

Sin embargo, este objetivo podría ser en realidad parte integrante de la ofensiva para derrocar al gobierno. La voluntad de apoyar una solución de dos Estados podría explicar el apoyo estadounidense a los manifestantes y la falta de transparencia en cuanto a sus objetivos.

Apoyar una solución de dos Estados no es malo, pero es enormemente ingenuo y, sí, estúpido. El hecho de que goce de muy poco apoyo popular no es un problema estratégico para los organizadores de la protesta, ya que la izquierda siempre desdeñó la sensibilidad de los «deplorables» de Israel. Sin embargo, discutirlo ahora, antes de que se forme la coalición adecuada, sería contraproducente.

Así que asegurémonos de que este horrible gobierno sea reemplazado, para que todos podamos descansar más tranquilos y sentirnos más justos. Y en cuanto a lo que ocurra entonces, bueno… supongo que habrá que estar atentos.

 

*Douglas Altabef es Presidente del Consejo de Im Tirtzu y Director del Israel Independence Fund.

Opinión

The Jerusalem Post | Opinión: ¿Los ciudadanos de Gaza que mantienen rehenes en sus casas son un objetivo militar legítimo?

El discurso sobre los civiles «implicados» y «no implicados» en la Franja está presente en Israel. ¿Qué convierte a los civiles en un objetivo legítimo en la guerra? La cuestión requiere definiciones claras y prácticas.

Publicado

el

Por

605847
Gazatíes en Rafah sobre las ruinas (Crédito de la foto: ATIA MOHAMMED/FLASH90)

Agencia AJN.- (Dr. Ido Rosenzweig – The Jerusalem Post) A principios de esta semana se anunció la muerte de decenas de civiles en Gaza en una contramedida destinada a eliminar al alto cargo de Hamás Raad Saad. Lamentablemente, en los últimos meses, los informes sobre civiles muertos durante un ataque en la Franja se volvieron habituales.

Una de las preguntas que siempre surge es si las víctimas eran ciudadanos «implicados» o «no implicados». En el mismo contexto, los ministros israelíes, los miembros de la Knesset (Parlamento israelí) y las figuras públicas señalan repetidamente que «no hay personas no implicadas en Gaza».

Es difícil precisar si esta afirmación general es cierta o incierta, pero su significado práctico no es tan general como intentan presentarlo quienes la expresan.

Parecería que la base del discurso sobre ciudadanos «implicados» y «no implicados» tiene su origen en la larga experiencia de juristas y expertos militares en intentar aclarar que, incluso durante el combate, no existe legitimidad legal o moral para el uso arrollador de la fuerza contra civiles que no forman parte de las fuerzas combatientes.

Por esta razón, se hizo una distinción simplista entre civiles. El propósito de este discurso no era necesariamente asegurar que los ciudadanos «implicados» son un objetivo legítimo, sino hacer hincapié en que los ciudadanos «no implicados» no son un objetivo legítimo para un ataque directo.

El uso de estos términos en los últimos meses nos obliga a profundizar en su significado. Según las leyes de la guerra, está prohibido atacar directamente a civiles a menos que tomen parte directa en los combates.

Es importante aclarar que existe una diferencia significativa entre los ciudadanos implicados y los ciudadanos que participan directamente en los combates.

Si bien todo ciudadano que participe directamente en los combates es sin duda un ciudadano «implicado», no todo ciudadano «implicado» participa necesariamente de forma simultánea en los combates. Muchas veces, esto último es difícil de comprender.

Un ataque dirigido contra civiles que no participan directamente en los combates es una grave violación de las leyes de la guerra, que constituye un crimen de guerra en sí mismo, incluso si estos civiles están «implicados» en los combates en ciertos aspectos.

Por ejemplo, los ciudadanos palestinos que festejaron repartiendo caramelos en Gaza el 7 de octubre pueden estar «implicados» en su apoyo al grupo terrorista Hamás, pero es un hecho que eso no los hace participar de manera activa o directa en los combates.

Por otro lado, los ciudadanos palestinos que secuestraron y colaboraron activamente en la masacre del 7 de octubre participaron directamente en los combates en el momento del propio secuestro.

El abanico intermedio entre estas dos diferenciaciones es muy amplio y complejo y no puede tratarse de forma exhaustiva.

El caso de los ciudadanos «implicados» y «no implicados» en el enclave costero palestino

Dos ejemplos más complejos son el de un ciudadano en cuya casa se guardan armas de Hamás bajo las camas de los niños y el de un ciudadano que mantiene cautivos a rehenes en su casa o ayuda a Hamás a trasladarlos de un lugar a otro.

No caben dudas de que se trata de casos de ciudadanos «implicados» que apoyan y ayudan al grupo terrorista. Sin embargo, sin adoptar una posición respecto a estos casos, que participen o no de manera directa en los combates -lo que los convertiría en objetivo legítimo de ataque-, depende de la totalidad de los datos y de las circunstancias de cada caso concreto.

Es decir, la discusión es más compleja que la simplicidad con la que se trata de presentar en la mayoría de las ocasiones.

Quienes sostienen que «no hay personas no implicadas en Gaza», en general, pretenden justificar como legal cualquier uso de la fuerza y cualquier matanza en la Franja. Al mismo tiempo, puede considerarse que esta declaración incita al genocidio o incluso establece la intención de cometerlo, porque legitima de antemano la matanza generalizada de civiles en Gaza (sin diferenciar, por ejemplo, entre los que distribuyera caramelos o votan a Hamás de los que secuestraron personas y las mantuvieron en sus hogares).

En los argumentos que presentó Sudáfrica en su caso contra Israel en la Corte Penal Internacional, se citó a altos funcionarios israelíes diciendo que no hay civiles no implicados en Gaza, describiendo tales enunciaciones como incitación y aliento al genocidio.

Al entender la distinción entre objetivos «implicados» y objetivos legítimos, también queda claro que no todas las declaraciones de políticos y figuras públicas deben considerarse como incitación al genocidio (a menos que esa fuera realmente su intención, lo cual es obviamente ilícito y peligroso).

Los combates en el enclave costero palestino son complejos y los retos a los que se enfrentan las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) para llevar a cabo la misión no tienen precedentes.

Nuestra tendencia a simplificar las normas en un marco binario de ciudadanos «implicados» y «no implicados» es comprensible. Más allá de esto, es importante entender que sólo los civiles que participan directamente en los combates son objetivos legítimos de ataque.

Las relaciones de Israel en el ámbito internacional, especialmente en el ámbito jurídico mundial, exigen tener cuidado con las afirmaciones inexactas y generales que terminan siendo más perjudiciales que útiles.

Seguir leyendo

Opinión

The Jerusalem Post | Opinión: Los desafíos a los que se enfrentan los estudiantes judíos en las universidades norteamericanas

Los recientes acontecimientos en las universidades norteamericanas dejaron en claro los retos a los que se enfrentan los estudiantes judíos debido a las narrativas sesgadas y la retórica antisemita.

Publicado

el

Por

descarga
Imágenes: AFP/Getty Images/Zuma Press Composite: Mark Kelly

Agencia AJN.- (Maxine Khalfon* – The Jerusalem Post) Como estudiante universitaria, reconozco la importancia de mantener un entorno que fomente la inclusión y la seguridad de todas las personas, independientemente de su raza, religión o sexo.

Sin embargo, este no fue el caso en el campus desde los actos violentos del 7 de octubre, perpetrados en Israel por la organización terrorista Hamás. Mi pueblo -los judíos de Israel y de la diáspora- sufrió ataques selectivos en sus hogares y ahora se enfrenta a amenazas similares en lo que debería ser un espacio que promueva la inclusividad y la seguridad.

El artículo publicado por The Peak, una publicación estudiantil de la Universidad Simon Fraser (Burnaby, Canadá), titulado «See Palestine from children’s eyes» («Mira Palestina con ojos de niño»), es un recordatorio de los retos a los que se enfrentan los estudiantes judíos para sentirse bien acogidos en el campus.

El lenguaje y el tono del artículo son antisemitas, con falsas narrativas sobre el pueblo judío que afectan directamente a estudiantes como yo, no sólo en la Universidad Simon Fraser, sino en escuelas de todo el mundo.

Tiene un enfoque que es fundamentalmente erróneo y profundamente perjudicial por varias razones: Tergiversa los hechos, utiliza un lenguaje antisemita y carece de integridad intelectual y rigor académico.

Este artículo menosprecia la existencia misma de los sobrevivientes del Holocausto y trata de establecer paralelismos entre lo incomparable. El Holocausto fue un genocidio que se saldó con el asesinato de seis millones de judíos.

El genocidio incluyó la creación de guetos, campos de trabajos forzados y campos de exterminio en los que se llevaron a cabo asesinatos en masa utilizando cámaras de gas y otros métodos crueles. El régimen nazi fue orquestado con la intención explícita de erradicar al pueblo judío.

En el conflicto palestino-israelí intervienen complejos factores geopolíticos, históricos y sociales. Desde el 7 de octubre, la guerra fue contra Hamás, una organización terrorista reconocida que tiene una carta que pide explícitamente la destrucción de Israel y el asesinato de judíos.

Entre afirmaciones infundadas de «bombardeo de alfombra», las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) envían soldados a Gaza para rescatar rehenes: civiles israelíes inocentes, uno de ellos de menos de 9 meses, que siguen retenidos y maltratados por Hamás.

Ni la escala ni la naturaleza del conflicto son comparables al Holocausto, hacerlo es ofensivo para el pueblo judío. Aunque la guerra provocó la desgraciada pérdida de vidas en ambos bandos, Israel no realiza un intento organizado de exterminar a todo un grupo étnico o religioso.

Como actor estatal, Israel sigue las leyes de guerra internacionales y hace todo lo posible por evitar víctimas civiles, como advertir a los gazatíes de que evacúen, anunciando así sus planes a Hamás.

Además, referirse continuamente a mi familia como «entidades coloniales-colonizadores» sin reconocer los lazos históricos y culturales que el pueblo judío tiene con Israel, desprecia a todos los judíos en su conjunto, borrando nuestra propia existencia del mapa como tantos intentaron antes.

El término «entidades coloniales-colonizadoras» se refiere a las poblaciones que establecen su presencia en un territorio desplazando a las poblaciones indígenas, en ocasiones con el apoyo de una potencia colonial. Esto suele implicar que los colonizadores imponen su cultura, gobierno y sistemas económicos, al tiempo que explotan la tierra y los recursos en su beneficio.

Este término no sólo es inexacto, sino extremadamente perjudicial para la nación judía. La conexión judía con la tierra de Israel es antigua, se remonta a más de 3.000 años.

El sionismo moderno, el movimiento por la autodeterminación judía, surgió a finales del siglo XIX como respuesta al antisemitismo y la persecución generalizados en Europa y Rusia.

El sionismo buscaba el restablecimiento de una patria judía. Zach Beauchamp lo describe perfectamente: «Los judíos merecen su Estado del mismo modo que los franceses merecen Francia o los chinos deberían tener China».

Israel es un Estado diverso en el que viven judíos de diversos orígenes, incluidos árabes, drusos, beduinos y otros grupos minoritarios. Los ciudadanos árabes de Israel tienen derecho a votar, a presentarse a las elecciones y a disfrutar de los mismos derechos ante la ley.

El artículo de la publicación estudiantil selecciona información, ignora puntos de vista opuestos y presenta una narrativa sesgada que se ajusta a una agenda ideológica específica.

La desinformación, la retórica antisemita y la distorsión de las realidades históricas y geopolíticas en la publicación estudiantil de The Peaks son engañosas y violan la integridad académica y la honestidad intelectual. Tales publicaciones impiden un entendimiento genuino, promueven la hostilidad y obstaculizan debates significativos.

Como estudiantes, debemos cuestionar las falsedades, hacer frente a la intolerancia y esforzarnos por lograr debates más empáticos y veraces sobre cuestiones tan complejas.

Las publicaciones que refuerzan los estereotipos negativos y restan importancia al sufrimiento histórico del pueblo judío contribuyen a crear un ambiente hostil en el campus. Estos relatos hacen que los estudiantes judíos se sientan incómodos y amenazados.

 

*Maxine Khalfon es estudiante de la Universidad Metropolitana de Toronto y colaboradora de Allied Voices for Israel y Honest Reporting Canada.

Seguir leyendo

Más leídas

WhatsApp Suscribite al Whatsapp!