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Opinión

Un nuevo mapa que plantea el equilibrio de poder

Agencia AJN (fuente La Nación – autor Carlos Pagni).- El electorado resolvió ayer garantizar una virtud estratégica del sistema político. El equilibrio de poder. Alberto Fernández y Cristina Kirchner reconquistaron la conducción del Estado.

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Agencia AJN (fuente La Nación – autor Carlos Pagni).- El electorado resolvió ayer garantizar una virtud estratégica del sistema político. El equilibrio de poder. Alberto Fernández y Cristina Kirchner reconquistaron la conducción del Estado. Pero no podrán fantasear con una nueva hegemonía. Aunque Mauricio Macri no consiguió la reelección, Juntos por el Cambio logró recuperarse hasta quedar frente a un horizonte muy competitivo. El nuevo mapa es un enorme desafío para Fernández, el nuevo presidente. Sobre todo porque dentro de ese marco deberá operar sobre una economía turbulenta. Un contraste llamativo con la experiencia que protagonizó en 2003, cuando Néstor Kirchner emergió del vientre del duhaldismo, que le dejó la herencia de un orden material recuperado.

Los argentinos expresaron en el proceso electoral la catarsis que el malestar económico induce en otras sociedades a convulsiones callejeras. La recesión y la inflación llevaron a una parte de la ciudadanía, que en 2015 se había inclinado por Cambiemos, a castigar al Gobierno. La regla de oro de esa coalición, la hipótesis de que el rechazo al kirchnerismo garantizaba la imposibilidad de su regreso, fue invalidada por otra general y más antigua: los sufrimientos de la vida cotidiana suelen ser determinantes en las urnas.

La fluctuación en la base produjo un nuevo alineamiento en la cúpula. Unificó al peronismo. Sagaz, la señora de Kirchner facilitó ese movimiento. Dio un paso atrás y designó al frente de la fórmula a quien había sido jefe de campaña de los dos dirigentes que la habían enfrentado: Sergio Massa y Florencio Randazzo. Advirtió que ella podría haberse convertido en una barrera para ese reflujo electoral y partidario.

Los resultados de ayer le dieron la razón. La perspectiva de su regreso, prefigurada en las primarias, desencadenó una movilización popular que permitió a Juntos por el Cambio sumar más de dos millones de votos a los obtenidos el 11 de agosto. La magnitud de ese fenómeno fue agigantada por los discursos de Cristina Kirchner y Axel Kicillof, el triunfador de la provincia de Buenos Aires. Es llamativo que un gobierno que deja tras de sí tierra arrasada consiga superar el 40% de los votos. Los electores dejaron en el aire la ambigua sensación de una derrota y, al mismo tiempo, de una recuperación de Macri.

Para manejarse con esa ambivalencia Fernández deberá exhibir una inusual ductilidad. Está obligado, a partir de anoche, a registrar este doble condicionamiento. Como Sarmiento en 1868, como Alvear en 1922, él depende de una estructura de poder ajena.

Quedó de nuevo demostrado en la escenografía de la celebración de anoche, que repitió la de las primarias. Sin gobernadores a la vista, sin una mínima mención a Massa, el ganador parecía el invitado a una fiesta ajena. La fiesta de Cristina Kirchner. La misma Cristina Kirchner que, con su negatividad, es capaz de volcar en más de dos millones de votos a Macri, un candidato estragado por la crisis económica. Dicho de otro modo: Fernández no va a poder ignorar la demanda ético-institucional que desató una ola de manifestaciones y, ayer, permitió la recuperación de Juntos por el Cambio.

Pero responder, siquiera en parte, a esa expectativa de regeneración le exigirá gesticular una ruptura con la última experiencia kirchnerista. Quiere decir que la satisfacción de ese requerimiento social lo expone al riesgo de recrear las tensiones que lo llevaron a apartarse durante casi una década de la que ahora es su vicepresidenta.

La receta para que el nuevo presidente compense las fragilidades que exhibe el origen de su poder es ofrecer lo antes posible un éxito en su gestión. Alcanzaría, en principio, con evitar que la economía se siga degradando. Esa tarea comienza hoy, en la reunión con el Presidente. La vicepresidenta electa se dirigió ayer a quien fue su sucesor, para pedirle que imite el modo en que en 2015 ella le transmitió el mando. Si ese es el modelo, Fernández debería desear que Macri no la haya escuchado.

Él también se refirió a la transición que se abre hasta el 10 de diciembre. A diferencia de la señora de Kirchner, admitió que, si bien el que está en el poder es el responsable de la administración, lo que suceda de ahora en adelante está relacionado también con su colaboración.

Más allá de la retórica, el curso de la crisis estará atado a lo que diga y haga Fernández más que a cualquier otro factor. Quedó claro la semana pasada, cuando los ahorristas desataron una fuga de depósitos en dólares cuando le escucharon prometer que si él llegaba al poder respetaría esos activos. Algo que, hasta entonces, nadie había puesto en duda.

El resultado oficial de ayer profundizará esa dependencia con lo que Fernández diga o haga que ya se viene verificando desde las primarias. Los agentes económicos querrán a partir de ahora calibrar el nivel de apertura que tiene la formación del futuro gabinete. Si expresa a una base política amplia o a un grupo plegado sobre sí mismo. En el centro de esta incógnita está la identidad del ministro de Economía, que debe contar con una gran credibilidad externa y doméstica. Fernández no ha emitido ningún indicio al respecto. Se manejó con profesionales equivalentes a una segunda línea de un equipo convencional.

Por lo que ha trascendido hasta ahora de la nueva vicepresidenta y del nuevo gobernador bonaerense, hay un consenso extendido en que el futuro titular del Palacio de Hacienda debe ser un especialista amigable con la comunidad de negocios. Más todavía. Al menos hasta ahora, Cristina Kirchner no querría intervenir en el armado del gabinete. Sí tener algún poder de veto.

Ella prefiere concentrarse en el Congreso. Garantizar, por ejemplo, que Agustín Rossi sea el jefe del bloque de Diputados. Y que Anabel Fernández Sagasti encabece el de senadores. Oscar Parrilli sería el presidente provisional del Senado, segundo en la línea sucesoria. El presidente electo resistiría esa decisión: prefiere al misionero Maurice Closs. En la fila de reemplazos sigue Massa. La confianza de Fernández en sí mismo es infinita.

En el plano económico, anoche la señora de Kirchner y Kicillof hicieron un gran aporte a la suerte del nuevo presidente. Caracterizaron la situación que va a recibir con un dramatismo dantesco. Por supuesto, no admitieron, ni por un instante, que parte de la complejidad de ese cuadro se deba al inventario de problemas que ellos mismos entregaron. Al mismo tiempo, también establecieron un límite para el próximo gobierno: la gestión económica de Macri, inspirada en la perversidad del neoliberalismo, debe ser condenada en términos absolutos.

El Presidente, anoche, se mostró cooperativo. Aclaró, en uno de los mejores discursos de su gestión, que no encarará la transición con espíritu faccioso. Sin embargo, es posible que el tono de la nueva vicepresidenta y de Kicillof aliente a Macri a compartir costos con su sucesor. Además, el resultado que obtuvo en las urnas es un capital a custodiar. Si bien Horacio Rodríguez Larreta obtuvo un triunfo contundente, el Presidente dio todas las señales de que aspira a ser el jefe de la futura oposición. Algo que Larreta acaso no esté dispuesto a discutir: por un tiempo, querrá refugiarse en su rol de «intendente». Y a mantener una relación amigable con Fernández, con quien tiene desde hace dos semanas diálogo directo. Son pormenores que obligan a dudar de que Macri quiera inmolarse por su sucesor.

Estas circunstancias son relevantes, porque entre hoy y el 10 de diciembre acaso haya que tomar decisiones traumáticas.

El nivel de reservas que reciba la nueva administración es estratégico. La escasez de dólares obligó anoche al Gobierno a, como recomendaban muchos expertos, ajustar el cepo a 200 dólares por mes. Habrá que ver si el mercado de cambios no termina en un desdoblamiento. También se espera que se encare cuanto antes el problema de la deuda, que amenaza con vencimientos más o menos inminentes.

¿Querrá despedirse Macri acompañando una reestructuración? ¿Qué drasticidad tendría esa medida? Antes de despejar esas incógnitas debe resolver el vínculo con el Fondo Monetario Internacional, organismo al que Fernández, en público y en privado, hace responsable de casi todas las calamidades. «Los funcionarios del Fondo no financiaron a la Argentina, financiaron a Macri a pesar de lo que sucediera en la Argentina», suele decir.

¿Esas palabras pueden ser la plataforma de una continuidad con el actual programa fiscal? ¿O Fernández exigirá otro? Estas preguntas llevan a la cuestión presupuestaria. ¿Habrá un pacto entre él y Macri capaz de que los bloques parlamentarios actúen de manera coordinada? Una pista para resolver estos enigmas tiene que ver con el campo minado de las tarifas energéticas, que es crucial para encarar el desequilibrio fiscal. ¿El Presidente se despedirá del poder con un aumento en el precio de los combustibles o un ajuste en el precio de la electricidad y el gas? Desagradables decisiones «neoliberales» ante las que tiene que pronunciarse Fernández.

La complejidad del frente externo obliga al nuevo presidente a emitir señales diplomáticas. Será importante saber a quién confiará la Cancillería. ¿Felipe Solá? ¿Jorge Argüello? La embajada en Brasil adquirió también una importancia superior a la habitual. Jair Bolsonaro y su canciller, Ernesto Araújo, amenazaron con romper el Mercosur. Es posible que el 5 de diciembre propongan una baja de aranceles que agudice esa pelea. Otro asunto que depende de un pacto de Macri con su reemplazante, quien debe también elegir con sutileza a su representante en Washington DC, la capital de Estados Unidos y la sede del Fondo. En la primera quincena de noviembre tal vez haya una respuesta. Después de visitar México, Fernández irá, de la mano de Guillermo Nielsen, a Estados Unidos. Entrará por Texas, en un viaje en cuya organización pidió la colaboración de Exxon. Hace poco más de un mes, en Madrid, había dicho que pretendía prescindir de las multinacionales petroleras. El cambio parece comenzar por este giro. Apenas un detalle.

Opinión

En el centro de las protestas que recorren las universidades estadounidenses está la exigencia de que dejen de invertir en Israel

Las manifestaciones en las universidades estadounidenses en medio de la guerra entre Israel y Hamás en la Franja de Gaza dieron una fuerza nueva al movimiento BDS, con estudiantes que piden retirar fondos de empresas que trabajan con Israel e incluso del propio país.

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Los estudiantes que protestan acamparon en los jardines de la Universidad de Columbia de Nueva York, que denominan «zona liberada». (Imagen: AFP)

Agencia AJN.- (Times of Israel) Los estudiantes de un número cada vez mayor de universidades estadounidenses se están reuniendo en campamentos de protesta con una demanda unificada a sus escuelas: Dejar de hacer negocios con Israel o con cualquier empresa que apoye su guerra contra Hamás en Gaza.

Esta exigencia tiene sus raíces en el movimiento Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS), una campaña de décadas de antigüedad contra las políticas de Israel hacia los palestinos.

El movimiento obtuvo cada vez más fuerza a medida que la guerra entre Israel y Hamás supera la marca de los seis meses y las historias de sufrimiento en el enclave costero palestino dan lugar a una creciente presión internacional sobre el Estado judío para que ponga fin a los combates.

Inspirados por las protestas en curso y la detención la semana pasada de más de 100 estudiantes en la Universidad de Columbia, estudiantes de Massachusetts a California se reúnen ahora por centenares en los campus, comprometiéndose a no moverse hasta que se cumplan sus demandas.

«Queremos ser visibles», expresó el líder de la protesta en Columbia, Mahmoud Khalil, quien señaló que los estudiantes de la universidad estuvieron presionando por la desinversión de Israel desde 2002.

Khalil advirtió que «la universidad debería hacer algo por lo que estamos pidiendo, por el genocidio que está ocurriendo en Gaza. Deberían dejar de invertir en este genocidio».

Las protestas en el campus comenzaron tras el devastador ataque del 7 de octubre de Hamás contra el sur de Israel, en el que los terroristas mataron a unas 1.200 personas, la mayoría civiles, y tomaron 253 rehenes.

Durante la guerra subsiguiente, Israel mató a más de 34.000 palestinos en la Franja, según el Ministerio de Salud de Gaza, dirigido por el grupo terrorista Hamás, una cifra no verificada que incluye a unos 13.000 hombres armados de Hamás que Israel dice haber matado en combate.

Jerusalem, por su parte, asegura haber eliminado a unos 1.000 terroristas dentro de Israel el 7 de octubre. Además, 261 soldados israelíes murieron desde el comienzo de la ofensiva terrestre de las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) en Gaza.

Doscientos sesenta y un soldados de las FDI han muerto en la ofensiva terrestre en Gaza.

¿Qué quieren los estudiantes de las universidades estadounidenses?

Los estudiantes piden que las universidades se desvinculen de las empresas que apoyan los esfuerzos militares de Israel en la Franja y, en algunos casos, del propio Israel.

Las protestas en muchos campus fueron organizadas por coaliciones de grupos estudiantiles, que en ocasiones incluyen secciones locales de organizaciones como Estudiantes por la Justicia en Palestina -que elogió las masacres del 7 de octubre dirigidas por Hamás que iniciaron la guerra- y la antisionista Voz Judía por la Paz.

Estas organizaciones se están agrupando como grupos paraguas, como la Coalición contra el Apartheid del MIT y la Coalición Tahrir de la Universidad de Michigan.

Los grupos actúan en gran medida de forma independiente, aunque hubo cierta coordinación.

Después de que los estudiantes de Columbia formaran su campamento la semana pasada, realizaron una llamada telefónica con otras 200 personas interesadas en iniciar sus propios campamentos.

Sin embargo, en su mayor parte se produjo de forma espontánea, con escasa colaboración entre campus, según los organizadores.

Las reivindicaciones varían de un campus a otro. Entre ellas:

– Dejar de hacer negocios con fabricantes de armamento militar que suministran armas a Israel.

– Dejar de aceptar fondos de investigación de Israel para proyectos que contribuyan a los esfuerzos militares del país.

– Dejar de invertir las dotaciones de las universidades en gestores de fondos que se benefician de empresas o contratistas israelíes.

– Ser más transparentes sobre qué dinero se recibe de Israel y para qué se utiliza.

En este contexto, los gobiernos estudiantiles de algunas universidades aprobaron en las últimas semanas resoluciones que piden el fin de las inversiones y las asociaciones académicas con Israel. Dichas resoluciones fueron aprobadas por los órganos estudiantiles de Columbia, Harvard Law, Rutgers y American University.

¿Cómo están respondiendo las universidades?

Los responsables de varias universidades afirmaron que desean mantener una conversación con los estudiantes y respetar su derecho a protestar.

Al mismo tiempo, también reconocen la preocupación de muchos estudiantes judíos de que algunas de las palabras y acciones de los manifestantes equivalen a antisemitismo, y dicen que ese comportamiento no será tolerado.

 

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Opinión

The Jerusalem Post | Visitando comunidades cristianas pro Israel en Estados Unidos

Jonathan Feldstein, escribe con regularidad en importantes sitios web cristianos sobre Israel y comparte experiencias de su vida como judío ortodoxo en Israel. Recientemente estuvo en Estados Unidos y escribió acerca del viaje, en el que, a pesar de lo que esperaba, no sufrió el antisemitismo.

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La mayor reunión de autores de «Israel, el milagro» (de izq. a dcha.): Pastores Jim y Rosemary Garlow; Dr. Juergen Bueler; el escritor; Dr. Brad Young; Dr. Wayne Hilsden. (Crédito de la foto: Jonathan Feldstein)

Agencia AJN.- (Por Jonathan Feldstein – The Jerusalem Post) «¿Cómo te fue?», me preguntaron mis amigos cuando volví a casa. «¿Sufriste el antisemitismo?».

Este fue el tono de algunas de las preguntas que recibí tras mi reciente viaje por Estados Unidos y Alemania. En plena guerra en Israel, amigos y colegas que conocían mi singular trabajo con los cristianos querían conocer mi experiencia, como si acabara de escapar de Auschwitz y tuviera que dar testimonio al mundo.

En esas conversaciones, colegas que viajaban al «viejo continente» y trabajaban con organizaciones judías relataban sus experiencias de antisemitismo, directo e indirecto.

Muchos hombres llevaban gorros de béisbol sobre la kipá para no parecer abiertamente judíos. «¿Te pusiste la kipá?», me preguntaban mis amigos.

La verdad los sorprendió. Efectivamente, viajé por Alemania y Estados Unidos sin sacarme la kipá, y no experimenté ni un momento de antisemitismo. De hecho, fue todo lo contrario.

Esperaba tener algunos encuentros desagradables y me imaginé diferentes situaciones para estar preparado en caso de agresión verbal o incluso física. Visité nueve estados, manejé más de 3.800 kilómetros, tomé siete vuelos y pasé medio día en Alemania.

No sólo no me quité la kipá ni sufrí antisemitismo, sino que mi kipá se convirtió en un pararrayos de expresiones viscerales de apoyo a Israel y al pueblo judío.

La razón principal fue que, allá donde iba, mi objetivo era comprometerme y tender puentes con cristianos que aman y apoyan a Israel y al pueblo judío, haciéndolo bajo los auspicios de la Fundación Génesis 123 (www.genesis123.co).

Fui a participar en el lanzamiento retrasado del libro y en la gira mediática del nuevo libro Israel the Miracle (www.IsraeltheMiracle.com), que salió justo antes de la guerra.

Con un hijo y un yerno llamados a las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) el 7 de octubre, esta fue mi primera oportunidad de ir al extranjero para promover Israel el Milagro, una recopilación de 75 ensayos de líderes cristianos de todo el mundo que explican por qué Israel es tan significativo para ellos y para todos los cristianos.

Como resultado de la guerra, muchas de sus palabras parecían casi proféticas y ahora son mucho más relevantes.

Mientras que mi anterior visita a Alemania, la primera, me dejó inspirado -algo inusual para un judío asquenazí cuyos familiares fueron asesinados en el Holocausto-, esta vez no estaba entre amigos cristianos y, por lo tanto, un poco más inquieto.

Si bien Alemania está a la cabeza de las naciones que asumen su responsabilidad y reparan el Holocausto, en los últimos años importó erróneamente el antisemitismo, junto con cerca de un millón de inmigrantes árabes y musulmanes.

Alemania no sólo no fue un problema, sino que me relacioné con muchos empleados árabes en el hotel, todos ellos educados y respetuosos.

También conocí a Bob -mi primer nuevo amigo en este viaje- mientras esperaba para embarcar en el avión que me llevaría a Estados Unidos. Como yo era identificable como judío, Bob se empeñó en decirme que millones de cristianos como él apoyaban a Israel.

El hecho de que ni siquiera supiera que yo era israelí lo hizo aún más extraordinario, ya que simplemente me asoció con Israel y necesitaba hacerme saber que a él y a millones de personas les importaba.

No sólo les importa, sino que también conocen la verdad sobre Israel, la guerra contra Hamás en la Franja de Gaza y la amenaza más amplia de nuestros vecinos.

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