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Opinión

Yoysef Horn, palabra de una herencia humanista. Por Daniel Goldman

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Agencia AJN.- Cuenta el investigador Alejandro Dujovne que, en 1898, a poco tiempo de iniciada la gran inmigración judía a la Argentina, ve la luz Viderkol (El Eco), el primer periódico judío publicado en el país. Esta efímera publicación semanal escrita en ídish, idioma utilizado por los judíos de Europa Oriental, fue el puntapié inicial de una larga y rica tradición de prensa judía argentina que llega hasta el presente. En efecto, a más de un siglo de esa primera aventura impresa, los numerosos editores, linotipistas, periodistas y escritores que llegaron con la experiencia de sus lugares de origen o se formaron en las redacciones e imprentas del país, dieron lugar a más de 300 publicaciones periódicas, que sorprenden por la variedad de formatos, frecuencias, temas, lenguas e ideologías.

En estos diarios y revistas podemos recorrer la densidad cultural del mundo ídish, el progresivo despliegue y consolidación del castellano como lengua de expresión de los judíos argentinos, así como manifestaciones en hebreo e, incluso, una publicación judía en árabe.

Yoysef (José) Horn fue una de esas grandes plumas que aportaron a esta extraordinaria saga. Nacido en Mezritsh, Polonia, este escritor de valioso estilo, se formó en una de las escuelas religiosas de su ciudad. Durante su juventud participó de manera activa en movimientos de reivindicación social, destacándose en círculos intelectuales de su pueblo. En 1936 emigró a la Argentina, donde se incorporó como miembro de la Sociedad de Escuelas Judías Seculares, desempeñándose también como Secretario General de Asociación de Periodistas Judíos de la República Argentina, y de la Casa Peretz, una de las más célebres instituciones culturales porteñas. Desde 1949 formó parte del consejo editorial del Di idishe tsaytung (El periódico judío) de Buenos Aires, en el que publicaba una recordada columna titulada “Momentn” (Momentos).

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Por su actividad literaria fue designado como delegado al Congreso Mundial de Cultura Judía en Nueva York en 1948 y 1959. Además, en estos lares colaboró de manera activa con artículos, historias y ensayos en Di Prese (La prensa), Lebn (Vida argentina), Der Spigel (El espejo), Kolonist kooperator (cooperativa de colonos), y la revista Judaica entre otros. Fue corresponsal de los más acreditados diarios, entre las que se encuentran el Folkstsaytung (Periódico popular), Yugnt-veker (Alarma juvenil) y Foroys (Adelante). Sus apreciables crónicas en la revista Davar, de la Sociedad Hebraica Argentina eran aplaudidas por sus atentos lectores.

Desde que llegó a Buenos Aires se asentó en el popular barrio del Once, en cuyos bares y cafés solían reunirse los intelectuales para conversar y debatir sobre literatura, teatro y política. Habiendo recorrido una fructífera existencia y rodeado de afecto, falleció en 1991 a la edad de 85 años. Sus restos descansan en el Cementerio Israelita de la Tablada. Recuerdo haberlo escuchado en sus doctas conferencias que dictaba.

Me honra tener, desde la tierna adolescencia, una corriente de mucho afecto con Itzik su hijo. Docente, activista por la paz y el entendimiento entre los pueblos, hace 25 años se trasladó a vivir a Israel.

Iair y Eitan Horn, muchachos sensibles, dedicados a tareas humanistas, son nietos del prestigioso periodista. Ambos fueron secuestrados por el Hamas en el kibutz Nir Oz -limítrofe con la franja de Gaza- el fatídico sábado 7 de octubre. Con dolor, todos los días pienso en ellos. Somos muchos los que clamamos por sus vidas y exigimos que vuelvan a sus hogares.

 

 

Opinión

Por Jorge Knoblovits: Hoy más que nunca: estamos acá

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Agencia AJN.- (Jorge Knoblovits* – LA NACION) El 8 de mayo conmemoramos junto con el Museo del Holocausto, el Acto Central por Iom Hashoá en el CCK. Ocasión en la que junto a los sobrevivientes del nazismo y la sociedad argentina toda, recordamos el impacto de esa terrible experiencia que sufrió el pueblo judío.

Es también una oportunidad para advertir las señales de odio y desprecio de la actualidad que siempre constituyen la antesala de experiencias traumáticas.

El discurso del odio predispone a las mentes y a los cuerpos para naturalizar el racismo y sus mecanismos de exterminio.

La Argentina cuenta con importantes herramientas para advertir y hacer frente a la diseminación de manifestaciones discriminatorias o que reivindiquen al nazismo.

La Constitución Nacional, contiene dos normas que se refieren a la libertad de las ideas. El artículo 14 dispone que todos los habitantes de la Nación gozan del derecho “de publicar sus ideas por la prensa sin censura previa”. A su vez el art. 32 dispone que “El Congreso Federal no dictará leyes que restrinjan la libertad de imprenta o establezcan sobre ella la jurisdicción federal”.

También, nuestro país adhirió a la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio que es imprescriptible. Allí se describen las acciones que lo modelan: “Actos perpetrados con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal”.

De estas normas constitucionales e internacionales, podemos destacar que, si los delitos de genocidio cometidos durante la Segunda Guerra Mundial contra los judíos, no se encuentran prescriptos, mal se puede permitir que los propios Estados firmantes toleren el aliento de la ideología nazi apologéticamente.

La Convención antes citada hace hincapié en otro aspecto a tener especialmente en cuenta y es el concepto de instigación. Ningún genocidio es posible sin una escalada previa de marcaje y de construcción de otredades negativas. La aniquilación de seis millones de judíos en la Shoá pudo suceder por estratégicos condicionamientos ideológicos. Sería hacer andar libremente el material del que se nutren los verdugos y ejecutores de planes siniestros.

El claro ejemplo lo constituye Mein kampf, el libro escrito por Adolf Hitler mucho antes de acceder al poder absoluto de Alemania.

Por todo ello, se debe tener en cuenta lo imprescindible de la protección a los derechos humanos, cosmovisión inspirada en la vivencia del Holocausto y los resortes de prevención que debemos articular.

De allí que toda la literatura, propaganda, ideas, videos, mensajes, caricaturas que instiguen en los términos de la Convención de Genocidio los actos que se describen, deben ser expuestas para impedir su viralización.

No sólo el Derecho es capaz de obstaculizar la discriminación. La educación, los medios masivos de comunicación y los vínculos sociales en general deben ser dispositivos de sensibilización y empatía.

Hoy más que nunca, “Estamos acá” tras los sucesos del 7 de octubre pasado en el Estado de Israel, en los que la Shoá y su odio antisemita se hizo presente con saña.

El terrorismo y su despiadado modus operandi acechan los valores de la democracia y la seguridad del mundo libre.

Hoy más que nunca debemos resignificar ese ataque a la dignidad de un pueblo que tiene derecho a su territorio y a vivir en paz.

Ocasión también para exigir la liberación de los 133 secuestrados por el régimen terrorista de Hamás y la Jihad Islámica desde ese fatídico día. Sillas vacías que agudizan el dolor.

Que vuelvan a casa.

Recordar y no olvidar para que la Shoá no se repita.

“Hoy más que nunca. Estamos acá “.

“Mir zainen do”.

 

 

*Dr. Jorge Knoblovits, presidente de la DAIA

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Vamos a volver a bailar, por Delia Sisro*

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Agencia AJN.- Ningún pueblo, ninguna persona ni ningún animal sobrevivió llorando. No hubo líder en la historia que levantara una bandera desde un rincón y en silencio.

Eurípides decía que la valentía es prudencia. Y es tiempo que una vez más los judíos seamos prudentes, es decir, que despleguemos el coraje necesario, porque los que están en frente no tienen piedad, y sus cómplices, testigos callados, no van a hacerlo.

Voy a dar clases a la Universidad de Buenos Aires cada semana. Hace poco me acerqué a una de las mesas que tenía banderas de #Palestina para preguntarles por qué, de mínima, no repudiaban los secuestros, violaciones y asesinatos del 7 de octubre y al mismo tiempo reclamaban por un Estado palestino. Un alumno que estaba a cargo de esa mesa apenas balbuceó unas palabras sin poder explicarme el conflicto ni por qué lo hacían. No tenía la menor idea de lo que estaba promoviendo. Era la mañana y es el momento de menor circulación de gente. Mientras intentaba explicarle lo que yo sabía del conflicto y compartirle mi postura, se acercó otra alumna y me dijo: “es la primera vez que escucho a una docente en esta facultad defender a Israel”. La corregí: no era solamente a Israel. Era a mi país, la Argentina y el mundo civilizado. Las Naciones Unidas ya reconocieron el derecho del Estado de Israel a existir en la votación 181 en 1947 y nuestro país, si bien se abstuvo en esa votación, mantiene relaciones con él desde 1948. Pedir un Estado palestino (desde el río hasta el mar) es pedir la aniquilación de Israel.

Le dije que quería escribir esta nota y me pidió encarecidamente que no dijera su nombre porque iba a perder su trabajo.

Cuando entré a clase conté lo que me había pasado y dije que me iba a hacer una remera con la bandera de Israel y las caras de quienes todavía están secuestrados, es decir, desaparecidos. Este martes 8 así voy a ir a dar mi clase. Y por supuesto sé que las autoridades de la facultad van a garantizar mi seguridad como la de cada alumno judío o no que desee apoyar al Estado de Israel con una bandera o una carpa como se garantiza la presencia de carpas que reivindican la aniquilación de Israel sin repudiar el secuestro de civiles.

Y algo más. Estoy esperando saber dónde va a ser la fiesta local del 7 de octubre. Ahí voy a estar, porque así empezó la masacre y no van a lograr que nos guardemos. No sé si soy la primera que propone esta fiesta y que va a exigir a las autoridades locales que nos cuiden, solo espero no ser la última y que seamos muchísimos los que como hace miles de años, a pesar de la juedeofobia con cualquiera de sus nombres, sigamos bailando.

*Delia Sisro es licenciada en Comunicación Social, asesora en temas de escritura, política y comunicación, y docente de Derecho a la Información en Ciencias Sociales, UBA. Publicó “Vidas pesadas” y “Asesinaron al Fiscal” junto a Waldo Wolff.

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