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¿Comenzó la tercera intifada?

Según algunos palestinos, empezó hace un año en Cisjordania, cuando surgieron varios grupos armados.

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UN JOVEN PALESTINO en Beita, cerca de Nablus, se enfrenta a las fuerzas de seguridad israelíes a finales del mes pasado. (Crédito de la foto: NASSER ISHTAYEH/FLASH90)

Agencia AJN.- Muchos siguen advirtiendo sobre una tercera intifada (levantamiento), pero en lo que respecta a algunos palestinos, ya comenzó.

El Director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), William Burns, describió un panorama sombrío de la situación a principios de esta semana, diciendo que está «bastante preocupado por las perspectivas de una fragilidad aún mayor y una violencia aún mayor entre israelíes y palestinos».

La preocupación está bien fundada.

La tercera intifada, según un número creciente de palestinos, comenzó hace aproximadamente un año en el norte de Cisjordania, cuando surgieron varios grupos armados que siguen actuando contra soldados y civiles israelíes. Se trata de un airado conglomerado de individuos y grupos armados tanto organizados como aleatorios, sin un liderazgo unificado.

En su mayoría, los grupos están afiliados a la Yihad Islámica Palestina (PIJ) y a la facción gobernante Al Fatah, encabezada por el presidente de la Autoridad Palestina (AP), Mahmud Abbas. Sin embargo, recientemente, el brazo armado de Hamás también formó sus propias células terroristas en las zonas de Jericó, Belén y Hebrón para competir por la autoridad con los pistoleros de la Yihad y Al Fatah.

Los palestinos que apoyan a los grupos armados afirman que éste es «el único lenguaje que entiende Israel». En su opinión, la Primera Intifada obligó a Israel a firmar un acuerdo con los palestinos y llevó a los dirigentes de la OLP a Cisjordania y la Franja de Gaza. La Segunda Intifada, aseguran, fue la razón principal por la que Israel se retiró de la Franja de Gaza. Ahora, esperan que la actual Intifada obligue a Israel a hacer más concesiones.

A pesar de esto, los funcionarios palestinos de Ramallah insisten en que la administración estadounidense, junto con el resto de la comunidad internacional, aún puede desempeñar un papel importante para evitar una nueva escalada.

«La pelota está ahora del lado estadounidense. Los estadounidenses son los únicos que podrían presionar a Israel para que ponga fin a sus acciones unilaterales y a sus matanzas e invasiones diarias», sostienen los funcionarios de la AP.

 Palestinian gunmen from the Balata Brigade of the Fatah movement's Lions' Den groups carry their weapons during a festival in the Askar refugee camp in the West Bank, December 9, 2022. (credit: NASSER ISHTAYEH/FLASH90)

Pistoleros palestinos de la Brigada Balata de los grupos de la Guarida de los Leones del movimiento Fatah portan sus armas durante un festival en el campo de refugiados de Askar, en Cisjordania, el 9 de diciembre de 2022. (Crédito: NASSER ISHTAYEH/FLASH90)

Burns hizo estos comentarios poco después de visitar Jerusalem y Ramallah como parte de los esfuerzos de Washington para rebajar las tensiones, especialmente en Cisjordania y Jerusalem. En un discurso pronunciado en la Universidad de Georgetown, en Washington, señaló que las conversaciones con el Primer Ministro Benjamín Netanyahu y Abbas «me dejaron dudas y preocupaciones».

«Yo era un alto diplomático durante la Segunda Intifada, y ahora vemos algunos infelices recordatorios de lo que vimos entonces. Parte de la responsabilidad de la CIA es colaborar estrechamente con los servicios de seguridad israelíes y palestinos para evitar un levantamiento violento. Es un gran reto», agregó Burns.

Burns fue uno de los tres altos funcionarios estadounidenses que visitaron Ramallah en las últimas semanas. Los otros dos fueron el Secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, y el Asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan.

Aunque los principales asesores de Abbas expresaron su agradecimiento por los esfuerzos de la administración Biden para aliviar las tensiones entre los palestinos e Israel, añadieron que, sin embargo, estaban decepcionados por el fracaso de Washington «para aumentar la presión sobre el gobierno israelí.» También están decepcionados con el fracaso de la administración Biden para cumplir su promesa de reabrir el Consulado de Estados Unidos en Jerusalem y la misión diplomática de la OLP en Washington, que fueron cerrados por la administración Trump.

Los funcionarios estadounidenses, según fuentes palestinas, exigieron que Abbas revocara su decisión de poner fin a la coordinación de seguridad con Israel. Además, insistieron en que el líder palestino detuviera su guerra diplomática contra Israel en el ámbito internacional.

Pocos días después de la última reunión con Blinken, Abbas informó a altos cargos de la OLP y de Fatah sobre las conversaciones que había mantenido con los funcionarios estadounidenses.

«Los estadounidenses nos están presionando mucho para que anulemos las importantes decisiones que tomamos», declaró Abbas, refiriéndose al fin de la coordinación en materia de seguridad con Israel y a la campaña diplomática antiisraelí de los palestinos en las Naciones Unidas y otros foros internacionales. «Les dije que no puedo hacer nada mientras Israel siga matando palestinos todos los días», subrayó el presidente de la AP.

Un funcionario palestino citó a Abbas diciendo que rechazó las presiones de los funcionarios de la administración Biden para que utilizara la fuerza para acabar con los pistoleros y los grupos armados. Abbas, dijo el funcionario, subrayó que si Israel quiere acabar con el fenómeno de los grupos armados, «lo único que debe hacer es dejar de asaltar nuestras ciudades y pueblos».

Los palestinos afirmaron que no escucharon nada nuevo de los funcionarios estadounidenses de visita, y por eso no hay lugar para el optimismo. A ojos de algunos palestinos, la administración Biden o no está dispuesta a ejercer mucha presión sobre Israel o es incapaz de hacerlo.

 US SECRETARY of State Antony Blinken meets with PA head Mahmoud Abbas in Ramallah, last week. (credit: Ronaldo Schemidt/Reuters)

El Secretario de Estado estadounidense Antony Blinken se reúne con el presidente de la AP Mahmoud Abbas en Ramallah, la semana pasada. (Crédito: Ronaldo Schemidt/Reuters)

Abbas es muy consciente de que, aunque quisiera, poco puede hacer para detener el deterioro del control en sus dominios. No va a enviar cientos de agentes de seguridad a los campos de refugiados de Jenín y Nablús para detener a los terroristas y confiscar sus armas. Una medida así sería suicida para Abbas, de 87 años, que, según las encuestas de opinión pública, es extremadamente impopular entre su pueblo.

Sin embargo, Abbas no sólo no está haciendo nada para calmar la situación sino que, por el contrario, está tirando nafta al fuego al seguir acusando a Israel de cometer «masacres y crímenes de guerra».

El tono de los medios de comunicación y de los funcionarios palestinos se volvió aún más tóxico. Los funerales de la mayoría de los palestinos asesinados por las fuerzas de seguridad israelíes se retransmiten en directo por Palestina TV. A los familiares y testigos se les concede tiempo de máxima audiencia en televisión y radio para incitar a la violencia contra Israel, mientras que algunos miembros del círculo íntimo de Abbas empezaron a emplear una retórica similar a la de Hamás llamando a Israel «el enemigo sionista».

La esperanza en Ramallah es que la actual represión de la seguridad israelí junto a otras medidas, incluidos los planes de demolición del pueblo beduino de Jan al Ahmar, ayuden a los palestinos a ganarse más simpatías en la comunidad internacional e intensifiquen la presión sobre Israel.

Los dirigentes palestinos quieren acabar con el «monopolio» estadounidense sobre el conflicto con Israel, porque Estados Unidos, en opinión de los dirigentes de la AP, siempre estará sesgado a favor de Israel. El objetivo final es internacionalizar el conflicto haciendo que otras partes, como Rusia, China, la Unión Europea y las Naciones Unidas, participen más activamente en lo que está ocurriendo entre Israel y los palestinos.

Irónicamente, algunos funcionarios y activistas políticos palestinos están convencidos de que su misión de aislar a Israel en el ámbito internacional será mucho más fácil con la presencia de ministros de extrema derecha en el gobierno, como el ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, y el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich.

Las facciones palestinas se dan cuenta de que el nuevo dominio de la extrema derecha en el gobierno israelí fue, sorprendentemente, una doble ventaja para ellos, que ahora se ganaron la simpatía internacional y aumentó el apoyo de la población mundial a la «resistencia».

De todas maneras, la proliferación de bandas armadas itinerantes en Cisjordania es una clara señal de que las fuerzas de seguridad de la AP ya no son los únicos sheriffs de la ciudad. Es un indicio de la creciente debilidad y fragilidad de la AP y sus servicios de seguridad.

Los dirigentes de la AP dedican actualmente la mayor parte de sus energías a combatir a Israel en la comunidad internacional en lugar de imponer la ley y el orden en la suya propia consolidando su control de las ciudades, pueblos y campos de refugiados palestinos.

Todo esto sucede en un contexto de informes y rumores sobre una batalla sucesoria detrás de escena que tiene lugar en Ramallah. La avanzada edad de Abbas y sus diversas enfermedades tienen a los buitres revoloteando; las tensiones entre los más cercanos y de confianza de Abbas están en su punto álgido, ya que algunos de ellos tienen la mira en su puesto.

Muchos de los grupos armados y milicias de Cisjordania están afiliados o financiados por algunos de estos altos cargos palestinos. Otros, como la Guarida de los Leones, con sede en Nablús, reciben fondos de Hamás. La situación en su conjunto podría desencadenar una guerra civil en la era post-Abbas.

Por ahora, la tercera intifada, o «lucha armada», como la denominan algunos palestinos, se dirige únicamente contra Israel. Pero esto podría cambiar rápidamente, a la luz de las crecientes tensiones entre los altos mandos de la dirección palestina en Ramallah.

 

Artículo publicado por el periodista Khaled Abu Toameh en The Jerusalem Post.

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Opinión | Israel tiene un problema mayor que un grupo de estudiantes despistados

El antisemitismo no sólo está vivo y coleando, sino que está más extendido de lo que se pensaba.

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Por Dan Perry*

Un elemento básico de las noticias israelíes en estos días es un resumen del antisemitismo global y el apoyo a Hamás. Las impactantes manifestaciones en la Universidad de Columbia ocuparon un lugar central esta semana.

Los espectadores podrían concluir que estamos reviviendo la Alemania de los años 30, con el odio a los judíos en espiral mientras las fuerzas de la civilización son derrotadas.

Sin duda, yo mismo me he burlado de los “progresistas” que despliegan narrativas selectivas, ignorantes y retorcidas de descolonización contra Israel. En entrevistas televisivas los he llamado los “idiotas útiles” de la yihad: una versión mucho más estúpida de los originales, intelectuales occidentales que simpatizaban con la (increíblemente) menos vil Unión Soviética.

También me he lamentado de la revelación indiscutible de que el antisemitismo no sólo está vivo y coleando, sino que está más extendido de lo que se pensaba.

Al mismo tiempo, se podría argumentar que mucho de lo que se etiqueta como antisemitismo es simplemente una oposición a la guerra (o tal vez al propio Israel), deliberadamente descarada y ruidosa para desconcertar a los judíos y mover la opinión pública.

Puede que no siempre me guste, pero un defensor de la libertad de expresión no puede impedirlo. También sé que muchos críticos no apoyan las acciones del gobierno israelí, que incluyen una guerra muy defectuosa que ha matado a muchos miles de inocentes y parece carecer de una estrategia.

Para comprender mejor cómo se desglosa el apoyo y la oposición de Estados Unidos a Israel, ofrezco el siguiente desglose de la postura de los estadounidenses al respecto.

Musulmanes estadounidenses pro-Hamás o anticolonialistas progresistas extremos: quizás el 5%.

Muchos de ellos no creen o no les importan las atrocidades del 7 de octubre y esperan que Hamás abrume a Israel sin tener en cuenta el destino de los judíos. Este grupo debe ser monitoreado cuidadosamente ya que sus actividades antiisraelíes y antisionistas apenas enmascaran el hecho de que odian a los judíos, y algunos de ellos son peligrosos.

Progresistas pro palestinos y jóvenes liberales: alrededor del 20%. Este grupo muestra diversos grados de apoyo a los palestinos y está expuesto a información real y falsa que resalta el mal comportamiento israelí en Gaza.

Generalmente les molesta que el dinero de los impuestos estadounidenses se gaste para ayudar a los bombardeos masivos, el hambre y, potencialmente, en su opinión, el genocidio. Israel los ha perdido porque su historia actual es la de una guerra eterna y un castigo a las mujeres y niños palestinos, con extremistas en Israel que quieren matarlos y expulsarlos.

Muchos de ellos están profundamente influidos por la cultura de las redes sociales que hace que todo sea una batalla de narrativas y actualmente Israel está siendo “cancelado” sustancialmente con una iniciativa regional de paz y cooperación que incluya a los palestinos y sea generosa con los civiles mientras continúa luchando agresivamente contra Hamás.

Esto allanaría el camino para una mayor legitimidad para luchar contra Hamás hasta el final, ahora o en el futuro, pero diferenciándolo de cualquier cosa que se parezca a una guerra contra los palestinos.

En cambio, Netanyahu los ahuyentó con políticas escandalosas, incluido el esfuerzo de putinización de 2023, una burlona indiferencia hacia la alianza tradicional de Israel con el Occidente democrático y una obstinada negativa a participar en el plan del día después de la comunidad mundial.

Liberales proisraelíes, incluidos algunos judíos: alrededor del 25%.

Este grupo reconoce el derecho fundamental de Israel a defenderse, no cree que Israel deba tener carta blanca pero definitivamente no apoya a los radicales islámicos y entiende que están locos y hay que tratar con ellos. Pero lamentan que Israel no haya aprovechado las oportunidades para escapar de este ciclo, odian a Netanyahu y sus interminables maquinaciones contra la paz, y no quieren que Israel arrastre a Estados Unidos a una guerra regional o incluso global.

No obstante, todavía apoyan a Israel, distinguen entre el gobierno ignorante y el pueblo israelí, y esperan que Estados Unidos encuentre una manera de empujar a Israel en la dirección correcta, apoyando en gran medida las políticas del presidente Joe Biden.

Conservadores clásicos y “cristianos preocupados”: alrededor del 15%. Estos apoyan en gran medida a Israel, pero están preocupados por las enormes cantidades de dinero, la destrucción y la muerte en Gaza y el riesgo de que Estados Unidos pierda el control.

Algunos de ellos están preocupados por la forma en que se utiliza la tecnología estadounidense para dañar a los palestinos, incluidos los cristianos en Gaza. Puede que Tucker Carlson ya no sea lo que alguna vez fue en términos de influencia, pero debería ser una señal de advertencia cuando lo pierdes, como parece haberle sucedido a Israel.

También hay que recordar que este tipo de conservadores no eran necesariamente proisraelíes. Cuando George W. Bush ganó la Casa Blanca hace 24 años, había una preocupación real de que sus compañeros de viaje fueran tan proempresariales que sólo se preocuparan por los aspectos prácticos y se pusieran del lado de los árabes, aunque sólo fuera por los intereses petroleros que pudieran servir.

La historia, por supuesto, tomó un rumbo diferente.

Republicanos de Trump, evangelistas y judíos de derecha, religiosos y de “un solo tema” (la supervivencia de Israel): alrededor del 35%.

Este grupo presenta un apoyo total a Israel, poco amor o confianza en el Islam y un odio saludable hacia grupos extremistas como Hamás.

Creen que Biden y Estados Unidos nunca deberían sancionar ni limitar a Israel y que el gobierno de Israel (preferiblemente de derecha) debería poder hacer lo que quiera.

La mayoría probablemente apoyaría un acuerdo de paz, dependiendo de los términos, pero están abrumadoramente a favor de la guerra.

Pero este grupo es volátil. Si Donald Trump regresa al poder, no se sabe qué podría hacer.

Si se declara en contra de la guerra con Irán o se vuelve contra Israel por cualquier motivo, gran parte de su culto abandonará a Israel más rápido de lo que usted puede decir «Yahya Sinwar». Esto se debe en parte a que la extrema derecha puede enseñar a los progresistas despistados un par de cosas sobre el verdadero antisemitismo.

Si bien se podría profundizar más y llegar a diferenciaciones más granulares, esta parece una forma razonable de agrupar el cuerpo político, que también se alinea aproximadamente con patrones de votación más amplios en Estados Unidos.

No puedo probar que los desgloses sean exactamente como los he esbozado; por lo tanto, mi mejor estimación se basa en más de medio siglo de seguimiento de la política estadounidense y dos décadas de observar cómo se desmoronaba el espectáculo de fenómenos impulsado por lo digital.

Si se mira con atención, se verá que las cifras que propongo se alinean con las encuestas que muestran que, aunque muchos quieren que la guerra termine, cuando se los empuja a una elección binaria, una gran mayoría de los estadounidenses respalda a Israel, mientras que aproximadamente la mitad de los jóvenes no lo hace.

Es un panorama complejo, no tan sombrío como los catastrofistas y propagandistas podrían hacernos creer. Y en Israel el movimiento es posible. Para entender por qué, consideremos cuán radicalmente cambió la visión del mundo de Estados Unidos con la elección de Donald Trump, como ha demostrado el Pew Research Center y como sabe cualquiera que haya viajado.

Y así como hay versiones muy diferentes de Estados Unidos en función de qué lado logra una victoria electoral, lo mismo ocurre con Israel.

La forma más fácil de cambiar el sentimiento estadounidense es ganar la guerra y buscar la paz regional, en lugar de caer en un descenso hacia la locura que dura décadas.

Y es posible: en gran parte gracias a la fe compartida. Los Estados árabes moderados y los palestinos moderados se unirían a Occidente y a una versión benigna de Israel.

El presidente Biden ha propuesto una versión de esto, que incluiría restaurar la Autoridad Palestina en Gaza y lograr la paz con Arabia Saudita. Netanyahu parece haber rechazado todo esto.

Lo ha hecho principalmente para mantener a la extrema derecha cómoda y segura en su coalición. En opinión de las masas israelíes, también busca prolongar la guerra, porque mientras se pueda decir que hay una guerra, el Primer Ministro Benjamín Netanyahu puede planear retrasar el inevitable ajuste de cuentas hasta el 7 de octubre y su probable defenestración.

Pocas veces una guerra eterna ha servido tanto a un propósito político.

Este camino pone en peligro a los judíos globales y estadounidenses al combinar estar en contra de la guerra con ser antisemita. Y sus defensores están jugando con fuego, ya que la conflagración resultante no perdonará a los pirómanos.

Si incluso una parte de este análisis es correcta, entonces el comportamiento del gobierno podría ser calificado de traición. Visto a través de ese prisma, Israel tiene un problema mayor que un grupo de estudiantes despistados.

Publicado en The Jerusalem Post *Ex editor jefe de The Associated Press en Europa, África y Medio Oriente, ex presidente de la Asociación de Prensa Extranjera en Jerusalem y el autor de dos libros sobre Israel. Siga su boletín informativo en danperry.substack.com.

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Opinión

En el centro de las protestas que recorren las universidades estadounidenses está la exigencia de que dejen de invertir en Israel

Las manifestaciones en las universidades estadounidenses en medio de la guerra entre Israel y Hamás en la Franja de Gaza dieron una fuerza nueva al movimiento BDS, con estudiantes que piden retirar fondos de empresas que trabajan con Israel e incluso del propio país.

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Los estudiantes que protestan acamparon en los jardines de la Universidad de Columbia de Nueva York, que denominan «zona liberada». (Imagen: AFP)

Agencia AJN.- (Times of Israel) Los estudiantes de un número cada vez mayor de universidades estadounidenses se están reuniendo en campamentos de protesta con una demanda unificada a sus escuelas: Dejar de hacer negocios con Israel o con cualquier empresa que apoye su guerra contra Hamás en Gaza.

Esta exigencia tiene sus raíces en el movimiento Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS), una campaña de décadas de antigüedad contra las políticas de Israel hacia los palestinos.

El movimiento obtuvo cada vez más fuerza a medida que la guerra entre Israel y Hamás supera la marca de los seis meses y las historias de sufrimiento en el enclave costero palestino dan lugar a una creciente presión internacional sobre el Estado judío para que ponga fin a los combates.

Inspirados por las protestas en curso y la detención la semana pasada de más de 100 estudiantes en la Universidad de Columbia, estudiantes de Massachusetts a California se reúnen ahora por centenares en los campus, comprometiéndose a no moverse hasta que se cumplan sus demandas.

«Queremos ser visibles», expresó el líder de la protesta en Columbia, Mahmoud Khalil, quien señaló que los estudiantes de la universidad estuvieron presionando por la desinversión de Israel desde 2002.

Khalil advirtió que «la universidad debería hacer algo por lo que estamos pidiendo, por el genocidio que está ocurriendo en Gaza. Deberían dejar de invertir en este genocidio».

Las protestas en el campus comenzaron tras el devastador ataque del 7 de octubre de Hamás contra el sur de Israel, en el que los terroristas mataron a unas 1.200 personas, la mayoría civiles, y tomaron 253 rehenes.

Durante la guerra subsiguiente, Israel mató a más de 34.000 palestinos en la Franja, según el Ministerio de Salud de Gaza, dirigido por el grupo terrorista Hamás, una cifra no verificada que incluye a unos 13.000 hombres armados de Hamás que Israel dice haber matado en combate.

Jerusalem, por su parte, asegura haber eliminado a unos 1.000 terroristas dentro de Israel el 7 de octubre. Además, 261 soldados israelíes murieron desde el comienzo de la ofensiva terrestre de las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) en Gaza.

Doscientos sesenta y un soldados de las FDI han muerto en la ofensiva terrestre en Gaza.

¿Qué quieren los estudiantes de las universidades estadounidenses?

Los estudiantes piden que las universidades se desvinculen de las empresas que apoyan los esfuerzos militares de Israel en la Franja y, en algunos casos, del propio Israel.

Las protestas en muchos campus fueron organizadas por coaliciones de grupos estudiantiles, que en ocasiones incluyen secciones locales de organizaciones como Estudiantes por la Justicia en Palestina -que elogió las masacres del 7 de octubre dirigidas por Hamás que iniciaron la guerra- y la antisionista Voz Judía por la Paz.

Estas organizaciones se están agrupando como grupos paraguas, como la Coalición contra el Apartheid del MIT y la Coalición Tahrir de la Universidad de Michigan.

Los grupos actúan en gran medida de forma independiente, aunque hubo cierta coordinación.

Después de que los estudiantes de Columbia formaran su campamento la semana pasada, realizaron una llamada telefónica con otras 200 personas interesadas en iniciar sus propios campamentos.

Sin embargo, en su mayor parte se produjo de forma espontánea, con escasa colaboración entre campus, según los organizadores.

Las reivindicaciones varían de un campus a otro. Entre ellas:

– Dejar de hacer negocios con fabricantes de armamento militar que suministran armas a Israel.

– Dejar de aceptar fondos de investigación de Israel para proyectos que contribuyan a los esfuerzos militares del país.

– Dejar de invertir las dotaciones de las universidades en gestores de fondos que se benefician de empresas o contratistas israelíes.

– Ser más transparentes sobre qué dinero se recibe de Israel y para qué se utiliza.

En este contexto, los gobiernos estudiantiles de algunas universidades aprobaron en las últimas semanas resoluciones que piden el fin de las inversiones y las asociaciones académicas con Israel. Dichas resoluciones fueron aprobadas por los órganos estudiantiles de Columbia, Harvard Law, Rutgers y American University.

¿Cómo están respondiendo las universidades?

Los responsables de varias universidades afirmaron que desean mantener una conversación con los estudiantes y respetar su derecho a protestar.

Al mismo tiempo, también reconocen la preocupación de muchos estudiantes judíos de que algunas de las palabras y acciones de los manifestantes equivalen a antisemitismo, y dicen que ese comportamiento no será tolerado.

 

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