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Tragedia en el Monte del Templo: El gobierno de Israel debe actuar ya

En lo que respecta al trato que reciben los judíos que quieren practicar libremente su culto en el Monte del Templo, este gobierno continuó básicamente con las políticas discriminatorias de Israel.

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Visita turística al complejo de la Mezquita al-Aqsa en el Monte del Templo, en la Ciudad Vieja de Jerusalem, el 3 de enero de 2023. (Crédito: JAMAL AWAD/FLASH90)

Agencia AJN.- (Michael Freund* – The Jerusalem Post) Hace poco más de nueve meses, cuando la coalición gobernante de Israel juró su cargo, fue recibida inmediatamente con recelo y hostilidad por gran parte de la comunidad internacional.

Reacios a aceptar la decisión democrática tomada en las urnas por la mayoría de los israelíes, los detractores del Estado judío no tardaron en calificar al nuevo gobierno como «el más extremista de la historia de Israel», «el más ultraderechista», e incluso lo calificaron de «mesiánico» en sus pretensiones.

Y sin embargo, a pesar de esas caracterizaciones, a la hora de hablar del trato a los judíos que quieren visitar y rendir culto libremente en el Monte del Templo, el lugar más sagrado para el pueblo judío, este gobierno continuó esencialmente con las políticas discriminatorias de sus predecesores.

Por muy de derecha que sea la coalición liderada por Netanyahu en otras cuestiones, su enfoque hacia el Monte del Templo es cualquier cosa menos eso.

Vívidas muestras de los incidentes ocurridos

Esto quedó en evidencia en una serie de incidentes ocurridos en las dos últimas semanas, que abarcaron desde brutalidad policial y mala conducta hasta violaciones de los derechos democráticos y civiles más fundamentales de los ciudadanos israelíes.

En lugar de facilitar el acceso al lugar a los judíos y permitirles comulgar con su creador como mejor les parezca, la policía empleó algunas tácticas de mano dura y totalmente inaceptables.

El 26 de septiembre, por ejemplo, unos policías atacaron a un grupo de peregrinos judíos en el Monte del Templo. Un video del incidente muestra a un guardián de la ley en uniforme apagando su cámara corporal y procediendo a maltratar a un joven israelí, casi tirándolo al suelo. Se escucha también a otro agente gritar repetidamente al grupo: «¡No canten! No canten!», mientras otros intentan quitar los celulares de los visitantes de forma amenazadora.

Los miembros del grupo afirman que los policías también revisaron las galerías de fotos de sus celulares y los obligaron a borrar los videos que habían grabado, presumiblemente para encubrir lo ocurrido.

De más está decir que no hay ninguna ley que diga que los visitantes no pueden cantar o sacar fotos, ni debería haberla.

El episodio fue tan grave que llevó a seis miembros de la Knesset -el Parlamento israelí- de la coalición de gobierno a escribir una carta al ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, conocido defensor del Monte del Templo, pidiéndole que investigara el asunto.

Sin embargo, el abuso no se detuvo de las fuerzas de seguridad no se detuvo ahí.

El pasado domingo, en el primer día intermedio de Sucot -la Fiesta de las Cabañas- la policía israelí intentó impedir que los judíos subieran al Monte del Templo con las tradicionales Cuatro Especies, que son una pieza central de la festividad.

Más de 20 judíos fueron detenidos, arrestados o expulsados del Monte por ondear las Cuatro Especies o por intentar acostarse en el suelo como acto de devoción religiosa.

Si esto hubiera ocurrido en cualquier otro lugar del mundo, se hubiese denunciado con razón como antisemitismo. Sin embargo, por alguna razón, en el lugar más sagrado para el pueblo judío, estos ultrajes son la norma.

Un activista del Monte del Templo me envió un breve video en el que un joven israelí saca discretamente de su ropa un conjunto de las Cuatro Especies antes de sacudirlo rápidamente en todas direcciones para demostrar que Dios está en todas partes.

¿Cómo llegamos a esto? ¿Por qué un judío de la capital del Estado judío se ve obligado a actuar como un ladrón sólo para cumplir la mitzvá (mandamiento) de llevar el lulav al Monte del Templo?

Otros videos grabados el mismo día en la entrada del Monte muestran claramente cómo se hace esperar a los judíos en colas para poder subir, mientras que a los grupos de turistas se les permite la entrada inmediata, en otro acto discriminatorio más.

Esta situación es sencillamente intolerable y no debe permitirse que continúe. Para todos aquellos que profesan preocuparse de verdad por la democracia de Israel, ¿cómo es posible que permanezcan en silencio ante tales abusos de la libertad religiosa?

Sin duda, la situación de los judíos en el Monte del Templo es mucho mejor que hace tan sólo una década. Más judíos pueden visitar el lugar y hay más horas de entrada que en el pasado.

Aunque estos cambios son bienvenidos, están lejos, muy, muy lejos, de ser suficientes. No hay ninguna razón por la que el Monte del Templo, al igual que el Muro Occidental, no deba estar abierto las 24 horas del día, los 7 días de la semana. Y no hay excusa para que los judíos que quieran rezar en el Monte o celebrar allí las festividades no sean libres de hacerlo.

Sólo porque algunos árabes griten y se quejen no es razón para ceder a sus exigencias antidemocráticas. La responsabilidad del gobierno israelí es garantizar que los ciudadanos puedan ejercer sus derechos fundamentales y defenderlos, incluso frente a una multitud hostil.

La tragedia del Monte del Templo es que los sucesivos gobiernos israelíes permitieron que nuestra soberanía sobre este lugar tan especial se erosionara durante décadas, envalentonando a nuestros enemigos en el proceso.

Si el actual gobierno de Israel quiere realmente encarnar la voluntad del pueblo y promover la causa del destino judío, debe actuar ahora para devolver al Monte del Templo el lugar que le corresponde como punto central del retorno de nuestro pueblo a su propia tierra.

 

*El autor del artículo fue director adjunto de comunicación del primer ministro Benjamín Netanyahu durante su primer mandato.

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Independencia del Estado de Israel. Del duelo a la esperanza. Por Mattanya Cohen*

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Este año, Israel celebra 76 años de independencia, lo que normalmente sería una ocasión festiva, este año es una ocasión sombría, empañada por un gran dolor. Este año, junto con nuestro gran aprecio por nuestra renovada independencia en nuestra patria, contemplamos la profunda devastación que hemos experimentado como nación y lloramos la pérdida de más de 1.200 nuevas víctimas del terrorismo que se agregaron de la noche a la mañana, el 7 de octubre. ¿Cómo podemos celebrar la libertad de nuestra nación cuando nuestros hermanos y hermanas están aún en cautiverio? ¿Cómo podemos regocijarnos en nuestra independencia cuando amigos y familiares todavía no han retornado del campo de batalla?

La proximidad del Día de los Caídos y del Día de la Independencia, dos días significativos en el calendario israelí, ubicados intencionadamente uno detrás del otro, siempre ha suscitado debate-¿cómo podemos pasar tan rápidamente de tanta tristeza a la celebración? Estas dos jornadas, con sus caracteres tan diferentes, están unidas por la sangre de nuestros soldados y de las víctimas del terrorismo quienes han sacrificado sus vidas por nuestra nación.

Lamentablemente, este año, mientras la sirena de conmemoración paralice a todo el Estado en un silencioso homenaje, nos focalizaremos en los acontecimientos en curso. Los ataques de Irán y sus organizaciones terroristas afines como Hamás, Hezbolá y los Hutíes han unido nuevamente a nuestra nación, un pueblo unido por nuestra resiliencia frente a un horrendo ataque terrorista.

Este año, nuestra reverencia por el Día de los Caídos está envuelta en un nuevo dolor y nuestro aprecio por la libertad en nuestro propio país es más profundo que nunca. Pero en medio del dolor, tenemos mucho de lo que estar orgullosos. Como nación hemos desplegado una gran solidaridad, valentía y camaradería entre todos los ciudadanos de Israel, independientemente de su religión, opinión política o diferencias sociales.

Mientras se desarrollaba el ataque de Hamás en el sur de Israel, acompañado simultáneamente de cientos de andanadas de cohetes lanzados indiscriminadamente contra objetivos en todo el país, los civiles se lanzaron inquebrantablemente hacia las llamas, no alejándose de ellas, para salvar tantas vidas como fuera posible. Muchos de estos héroes perdieron sus vidas en su intento de salvar a otros. En las primeras horas del 7 de octubre, cuando quedó claro que no se trataba solo de un ataque más, jóvenes israelíes en el exterior se agolparon en los aeropuertos para regresar y participar en la defensa del país.

Durante 2.000 años, los judíos recordaron a Jerusalén y a la Tierra de Israel en todas sus plegarias, tanto en momentos de celebración como de duelo-hasta que pudimos restablecer un Estado judío en nuestra patria. Actualmente, mientras la horrible cabeza del antisemitismo se eleva a máximos históricos en todo el mundo, experimentamos una sensación cada vez más intensa de unidad de nosotros como pueblo y destino compartido en el único Estado judío.

Nuestro joven país ha tenido una historia plena y colorida. En apenas unas décadas desde el establecimiento hemos proporcionado un refugio seguro al pueblo judío en su tierra ancestral, hemos creado una sociedad dinámica y diversa de ciudadanos de múltiples creencias y orígenes, hemos transformado una tierra antigua en una tierra de innovación y creatividad, hemos convertido a vecinos de enemigos en aliados y hemos demostrado que estamos aquí para quedarnos. Ha habido desafíos y conflictos, junto con muchos éxitos. A pesar de todo, hemos conservado y mantenido nuestra fe tanto en nuestra nación como en nuestro pueblo, seguros de que nuestro futuro está en nuestras manos, y lo estamos construyendo juntos.

Este año, mientras el Día de los Caídos se transforma en el Día de la Independencia, nuestros hermanos y hermanas aún languidecen en cautiverio. A pesar de que este año nuestras celebraciones distan mucho de ser alegres, y nuestros corazones aún no están enteros, nos fijamos en israelíes fuertes como Rachel Goldberg-Polin, considerada por la

revista Time como una de las personas más influyentes del mundo, la madre de Hersh Goldberg-Polin, quien aún permanece cautivo en Gaza, y que continua difundiendo su mantra de que “la esperanza es obligatoria” en todo el mundo.

Este gran país fue construido sobre numerosos valores y principios, pero el singular valor que brilla por encima de las dificultades, es nuestra esperanza colectiva como nación de que algún día podremos vivir en paz con nuestros vecinos.

Hasta entonces, y particularmente ahora, “la esperanza es obligatoria”, y nunca renunciaremos a ella.

*Director Adjunto de la oficina de América Latina y el Caribe de la Cancillería israelí. Ex embajador de Israel en Guatemala, Honduras, El Salvador y Belice.

 

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Por Jorge Knoblovits: Hoy más que nunca: estamos acá

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Agencia AJN.- (Jorge Knoblovits* – LA NACION) El 8 de mayo conmemoramos junto con el Museo del Holocausto, el Acto Central por Iom Hashoá en el CCK. Ocasión en la que junto a los sobrevivientes del nazismo y la sociedad argentina toda, recordamos el impacto de esa terrible experiencia que sufrió el pueblo judío.

Es también una oportunidad para advertir las señales de odio y desprecio de la actualidad que siempre constituyen la antesala de experiencias traumáticas.

El discurso del odio predispone a las mentes y a los cuerpos para naturalizar el racismo y sus mecanismos de exterminio.

La Argentina cuenta con importantes herramientas para advertir y hacer frente a la diseminación de manifestaciones discriminatorias o que reivindiquen al nazismo.

La Constitución Nacional, contiene dos normas que se refieren a la libertad de las ideas. El artículo 14 dispone que todos los habitantes de la Nación gozan del derecho “de publicar sus ideas por la prensa sin censura previa”. A su vez el art. 32 dispone que “El Congreso Federal no dictará leyes que restrinjan la libertad de imprenta o establezcan sobre ella la jurisdicción federal”.

También, nuestro país adhirió a la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio que es imprescriptible. Allí se describen las acciones que lo modelan: “Actos perpetrados con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal”.

De estas normas constitucionales e internacionales, podemos destacar que, si los delitos de genocidio cometidos durante la Segunda Guerra Mundial contra los judíos, no se encuentran prescriptos, mal se puede permitir que los propios Estados firmantes toleren el aliento de la ideología nazi apologéticamente.

La Convención antes citada hace hincapié en otro aspecto a tener especialmente en cuenta y es el concepto de instigación. Ningún genocidio es posible sin una escalada previa de marcaje y de construcción de otredades negativas. La aniquilación de seis millones de judíos en la Shoá pudo suceder por estratégicos condicionamientos ideológicos. Sería hacer andar libremente el material del que se nutren los verdugos y ejecutores de planes siniestros.

El claro ejemplo lo constituye Mein kampf, el libro escrito por Adolf Hitler mucho antes de acceder al poder absoluto de Alemania.

Por todo ello, se debe tener en cuenta lo imprescindible de la protección a los derechos humanos, cosmovisión inspirada en la vivencia del Holocausto y los resortes de prevención que debemos articular.

De allí que toda la literatura, propaganda, ideas, videos, mensajes, caricaturas que instiguen en los términos de la Convención de Genocidio los actos que se describen, deben ser expuestas para impedir su viralización.

No sólo el Derecho es capaz de obstaculizar la discriminación. La educación, los medios masivos de comunicación y los vínculos sociales en general deben ser dispositivos de sensibilización y empatía.

Hoy más que nunca, “Estamos acá” tras los sucesos del 7 de octubre pasado en el Estado de Israel, en los que la Shoá y su odio antisemita se hizo presente con saña.

El terrorismo y su despiadado modus operandi acechan los valores de la democracia y la seguridad del mundo libre.

Hoy más que nunca debemos resignificar ese ataque a la dignidad de un pueblo que tiene derecho a su territorio y a vivir en paz.

Ocasión también para exigir la liberación de los 133 secuestrados por el régimen terrorista de Hamás y la Jihad Islámica desde ese fatídico día. Sillas vacías que agudizan el dolor.

Que vuelvan a casa.

Recordar y no olvidar para que la Shoá no se repita.

“Hoy más que nunca. Estamos acá “.

“Mir zainen do”.

 

 

*Dr. Jorge Knoblovits, presidente de la DAIA

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