Agencia AJN.- Israel y la organización Hamás volvieron a negociar en forma indirecta en las últimas semanas, tras la reciente escalada de violencia que no se convirtió en una guerra amplia y en toda regla sólo por la proximidad de acontecimientos tales como el Día de la Independencia y el Festival Eurovisión.

Pasado este tiempo, vale la pena recordar cómo se sucedieron los acontecimientos. Un francotirador de la Jihad disparó contra una patrulla del Ejército de Israel e hirió a un oficial israelí.

Israel decidió castigar a Hamás y mató a dos de sus hombres. Comenzó un enfrentamiento armado. Si bien en los combates, el Ejército israelí cargó también contra la Jihad y mató a varios de sus combatientes, esos dos días de confrontación dejaron cuatro muertos israelíes y 21 en la Franja. Dos días que mostraron con qué facilidad un comandante regional de la Jihad Islámica puede empujar a las partes a una guerra que no querían ni habían planificado.

La organización Jihad Islámica es un problema tanto para Hamás como para Egipto e Israel. Esta situación en la que los comandantes de la Jihad pueden decidir cuándo provocan una guerra hizo que los gobernantes egipcios incluyeran a los líderes de la Jihad en las frecuentes rondas de conversaciones de mediación que llevan a cabo cada vez que estalla una nueva escalada de violencia con Israel. Una invitación que los dirigentes de Hamás nunca habrían aprobado – si alguien les hubiera consultado – especialmente porque de algún modo coloca a las dos organizaciones al mismo nivel.

Los hombres de la Jihad utilizan una táctica nada nueva, pero efectiva. Cuando tiene algún conflicto interno con Hamás, lanzan un cohete hacia Israel y esperan a que llegue la respuesta. La reacción israelí se dirige siempre hacia quien gobierna en Gaza, Hamás, junto con un comunicado oficial en el que habitualmente lo señalan como responsable de todo lo que sucede o lo que parte desde la Franja.

Después, cuando la reacción israelí recibe la respuesta palestina y la escalada de violencia crece, los conflictos internos quedan de lado y las facciones de la Franja de Gaza conforman un “comando conjunto”, desde donde dirigen los combates y planean sus ataques terroristas.

Cómo presionar a la Jihad Islámica

Si bien Hamás gobierna la Franja de Gaza con mano dura, la posibilidad de tener que arrestar a miembros de la Jihad Islámica y llevarlos a las salas de interrogatorios – con todo lo que ello implica – lo deja en una situación compleja ante la población local. A los líderes de Hamás no les agrada que los comparen con las fuerzas de seguridad de la Autoridad Palestina, y con lo que en Ramallah le hacen a sus hombres.

Las cárceles y sesiones de tortura se reservan a los enemigos, a los colaboracionistas – ya sea con Israel o con Fatah – y por ello no hay mucho que se pueda hacer a nivel interno contra los indisciplinados de la Jihad Islámica.

Tampoco Israel y Egipto pueden hacer gran cosa. Si el gobierno en El Cairo decide cerrar el paso fronterizo de Rafah a modo de castigo a la Jihad por alguna acción en su frontera, quienes resultan perjudicados son los pobladores de la Franja. Y eso es algo que a la Jihad Islámica no le produce ninguna preocupación, esa población no está bajo su responsabilidad y en sus planes no entra sacrificar la lucha armada para cuidarla.

Quizás, la salida de este atolladero pueda venir, casi accidentalmente, de un conflicto mucho más grande y lejano: la escalada de tensión entre Estados Unidos e Irán. Las sanciones económicas impuestas y agravadas recientemente por la Administración Trump están devastando la economía iraní y esto ya se empieza a sentir en las finanzas de la actividad exterior de la Guardia Revolucionaria y en la financiación de algunas de sus milicias y filiales en Medio Oriente.

Para la organización libanesa Hezbollah la decadente situación económica de Irán ha significado una drástica reducción de presupuesto. De igual manera, cabe esperar que esto limite la posibilidad de acción de la Jihad Islámica, otra dependencia de la República Islámica.