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«Poco ortodoxa», el éxito de Netflix nominado al Emmy, perjudica a la comunidad jasídica. Por Rab David Eliezrie*

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Agencia AJN (Por rab David Eliziere para Jewish Journal).- Muchos vieron la miniserie de televisión de Netflix «Poco ortodoxa» con un sentido de intriga y voyeurismo cultural, como si estuvieran abriendo una ventana para asomarse al misterioso mundo de los ultraortodoxos. Para aquellos alejados de la tradición, encendió una especie de nostalgia. Como los antropólogos que estudian una cultura extraña, los americanos, muchos de ellos judíos, miraban «Poco ortodoxa» con la certeza de que se trataba de una auténtica mirada interior, un relato verdadero.

Sólo hay un problema: no lo es.

Muchos de los escenarios son completamente falsos. No hay agentes que busquen al disidente de la comunidad en Europa. La violación es una aberración para el judaísmo. La intimidad marital se practica sin ropa, naturalmente. No hay «eruv» (límite legal que impide salir en Shabat) en Williamsburg, Nueva York, y la gente no se viste sólo de negro. Muchos están bien vestidos y tienen estilo.

Las memorias de Deborah Feldman, «Poco ortodoxa: el escandaloso rechazo de mis raíces jasídicas», fue la inspiración para el drama y personaje principal, Esty. Sin embargo, el padre de Feldman no era un borracho; era un enfermo mental. Sus abuelos y parientes lejanos intervinieron para criarla cuando su familia se desmoronó. Lamentablemente, Feldman experimentó una disfunción familiar. Es su trágica historia, no la experiencia colectiva de toda la comunidad.

Los espectadores salen pensando que la vida religiosa es oscura y deprimente, en una sociedad reprimida con poca o ninguna individualidad. Todo el mundo parece obligado a mirar, pensar y actuar de ciertas maneras. El decorado transmitía a propósito un tono oscuro, como dijo la diseñadora de vestuario Justine Seymour a la Vogue británica: «Me ceñí a una paleta apagada de los 70 para que la vida en la comunidad judía parezca como si la luz del sol no pudiera entrar por la ventana».

LOS ESPECTADORES SE VAN PENSANDO QUE LA VIDA RELIGIOSA ES OSCURA, PREMONITORIA Y DEPRIMENTE.

Intencionalmente ausente está la riqueza de la tradición judía, la alegría de vivir que impregna la comunidad jasídica. En una época de mil amigos en Facebook pero sin relaciones reales, la comunidad jasídica se destaca por sus fuertes lazos sociales y su vibrante vida familiar. El Satmar Chasidim, el grupo de la serie, es conocido por sus notables actos de chesed (amabilidad). Visite cualquier hospital de Nueva York y encontrará una cocina con comida kosher, disponible de forma gratuita.

Luego está el deslumbrante contraste de Berlín – una ciudad retratada como maravillosa y alegre, donde la creatividad fluye, se toca música y el sol siempre brilla. Como una Utopía en la Tierra donde en minutos, una refugiada sin dinero de Brooklyn encuentra una beca de música, abriendo su alma a la cultura moderna y liberándola de los grilletes del fundamentalismo que la han mantenido en cautiverio desde su nacimiento.

Aquí yace la mayor falsedad de la serie. No hay Utopía en Brooklyn y no hay ninguna en Berlín. Ambos son lugares donde la gente vive sus vidas, donde hay tanto cosas buenas como no tan buenas.

En Brooklyn, un jasídico cree en los valores de la Torá y aspira a emularlos. Es su brújula moral la que les ayuda a navegar por las complejidades de la vida. La vida no es blanca y negra; está llena de desafíos, bendiciones y algunas personas que son estables y amorosas, y otras que no lo son o que luchan con las deficiencias humanas. En Berlín, las elecciones que la gente hace se basan en una moralidad autodeterminada, buena o mala. En el fondo, no hay límites, sólo elecciones. Y no hay reconocimiento de que no todas las elecciones justificadas por lo que se siente sean las correctas.

La serie es deshonesta. Toma la historia de los problemas familiares de una persona y mancha a toda una comunidad. Se burla de los valores de los judíos que intentan vivir una vida productiva y buena mientras usan los valores judíos como guía. Proporciona una nostalgia pintoresca que incluye una denigración interna de los judíos que siguen la tradición.

«Poco ortodoxa» no merece un Emmy. Si se hubiera hecho una serie así sobre cualquier otro grupo étnico, la cultura de la cancelación estaría en pie de guerra. Tal vez los judíos jasídicos están acostumbrados a ser incomprendidos, burlados y fetichizados y tienen la piel curtida. Pero si alguien en Hollywood tiene un mínimo de respeto por sí mismo, encontrará una serie mejor para premiar.

*El rabino David Eliezrie es el presidente del Consejo Rabínico del Condado de Orange, Estados Unidos.

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Independencia del Estado de Israel. Del duelo a la esperanza. Por Mattanya Cohen*

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Este año, Israel celebra 76 años de independencia, lo que normalmente sería una ocasión festiva, este año es una ocasión sombría, empañada por un gran dolor. Este año, junto con nuestro gran aprecio por nuestra renovada independencia en nuestra patria, contemplamos la profunda devastación que hemos experimentado como nación y lloramos la pérdida de más de 1.200 nuevas víctimas del terrorismo que se agregaron de la noche a la mañana, el 7 de octubre. ¿Cómo podemos celebrar la libertad de nuestra nación cuando nuestros hermanos y hermanas están aún en cautiverio? ¿Cómo podemos regocijarnos en nuestra independencia cuando amigos y familiares todavía no han retornado del campo de batalla?

La proximidad del Día de los Caídos y del Día de la Independencia, dos días significativos en el calendario israelí, ubicados intencionadamente uno detrás del otro, siempre ha suscitado debate-¿cómo podemos pasar tan rápidamente de tanta tristeza a la celebración? Estas dos jornadas, con sus caracteres tan diferentes, están unidas por la sangre de nuestros soldados y de las víctimas del terrorismo quienes han sacrificado sus vidas por nuestra nación.

Lamentablemente, este año, mientras la sirena de conmemoración paralice a todo el Estado en un silencioso homenaje, nos focalizaremos en los acontecimientos en curso. Los ataques de Irán y sus organizaciones terroristas afines como Hamás, Hezbolá y los Hutíes han unido nuevamente a nuestra nación, un pueblo unido por nuestra resiliencia frente a un horrendo ataque terrorista.

Este año, nuestra reverencia por el Día de los Caídos está envuelta en un nuevo dolor y nuestro aprecio por la libertad en nuestro propio país es más profundo que nunca. Pero en medio del dolor, tenemos mucho de lo que estar orgullosos. Como nación hemos desplegado una gran solidaridad, valentía y camaradería entre todos los ciudadanos de Israel, independientemente de su religión, opinión política o diferencias sociales.

Mientras se desarrollaba el ataque de Hamás en el sur de Israel, acompañado simultáneamente de cientos de andanadas de cohetes lanzados indiscriminadamente contra objetivos en todo el país, los civiles se lanzaron inquebrantablemente hacia las llamas, no alejándose de ellas, para salvar tantas vidas como fuera posible. Muchos de estos héroes perdieron sus vidas en su intento de salvar a otros. En las primeras horas del 7 de octubre, cuando quedó claro que no se trataba solo de un ataque más, jóvenes israelíes en el exterior se agolparon en los aeropuertos para regresar y participar en la defensa del país.

Durante 2.000 años, los judíos recordaron a Jerusalén y a la Tierra de Israel en todas sus plegarias, tanto en momentos de celebración como de duelo-hasta que pudimos restablecer un Estado judío en nuestra patria. Actualmente, mientras la horrible cabeza del antisemitismo se eleva a máximos históricos en todo el mundo, experimentamos una sensación cada vez más intensa de unidad de nosotros como pueblo y destino compartido en el único Estado judío.

Nuestro joven país ha tenido una historia plena y colorida. En apenas unas décadas desde el establecimiento hemos proporcionado un refugio seguro al pueblo judío en su tierra ancestral, hemos creado una sociedad dinámica y diversa de ciudadanos de múltiples creencias y orígenes, hemos transformado una tierra antigua en una tierra de innovación y creatividad, hemos convertido a vecinos de enemigos en aliados y hemos demostrado que estamos aquí para quedarnos. Ha habido desafíos y conflictos, junto con muchos éxitos. A pesar de todo, hemos conservado y mantenido nuestra fe tanto en nuestra nación como en nuestro pueblo, seguros de que nuestro futuro está en nuestras manos, y lo estamos construyendo juntos.

Este año, mientras el Día de los Caídos se transforma en el Día de la Independencia, nuestros hermanos y hermanas aún languidecen en cautiverio. A pesar de que este año nuestras celebraciones distan mucho de ser alegres, y nuestros corazones aún no están enteros, nos fijamos en israelíes fuertes como Rachel Goldberg-Polin, considerada por la

revista Time como una de las personas más influyentes del mundo, la madre de Hersh Goldberg-Polin, quien aún permanece cautivo en Gaza, y que continua difundiendo su mantra de que “la esperanza es obligatoria” en todo el mundo.

Este gran país fue construido sobre numerosos valores y principios, pero el singular valor que brilla por encima de las dificultades, es nuestra esperanza colectiva como nación de que algún día podremos vivir en paz con nuestros vecinos.

Hasta entonces, y particularmente ahora, “la esperanza es obligatoria”, y nunca renunciaremos a ella.

*Director Adjunto de la oficina de América Latina y el Caribe de la Cancillería israelí. Ex embajador de Israel en Guatemala, Honduras, El Salvador y Belice.

 

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Por Jorge Knoblovits: Hoy más que nunca: estamos acá

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Agencia AJN.- (Jorge Knoblovits* – LA NACION) El 8 de mayo conmemoramos junto con el Museo del Holocausto, el Acto Central por Iom Hashoá en el CCK. Ocasión en la que junto a los sobrevivientes del nazismo y la sociedad argentina toda, recordamos el impacto de esa terrible experiencia que sufrió el pueblo judío.

Es también una oportunidad para advertir las señales de odio y desprecio de la actualidad que siempre constituyen la antesala de experiencias traumáticas.

El discurso del odio predispone a las mentes y a los cuerpos para naturalizar el racismo y sus mecanismos de exterminio.

La Argentina cuenta con importantes herramientas para advertir y hacer frente a la diseminación de manifestaciones discriminatorias o que reivindiquen al nazismo.

La Constitución Nacional, contiene dos normas que se refieren a la libertad de las ideas. El artículo 14 dispone que todos los habitantes de la Nación gozan del derecho “de publicar sus ideas por la prensa sin censura previa”. A su vez el art. 32 dispone que “El Congreso Federal no dictará leyes que restrinjan la libertad de imprenta o establezcan sobre ella la jurisdicción federal”.

También, nuestro país adhirió a la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio que es imprescriptible. Allí se describen las acciones que lo modelan: “Actos perpetrados con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal”.

De estas normas constitucionales e internacionales, podemos destacar que, si los delitos de genocidio cometidos durante la Segunda Guerra Mundial contra los judíos, no se encuentran prescriptos, mal se puede permitir que los propios Estados firmantes toleren el aliento de la ideología nazi apologéticamente.

La Convención antes citada hace hincapié en otro aspecto a tener especialmente en cuenta y es el concepto de instigación. Ningún genocidio es posible sin una escalada previa de marcaje y de construcción de otredades negativas. La aniquilación de seis millones de judíos en la Shoá pudo suceder por estratégicos condicionamientos ideológicos. Sería hacer andar libremente el material del que se nutren los verdugos y ejecutores de planes siniestros.

El claro ejemplo lo constituye Mein kampf, el libro escrito por Adolf Hitler mucho antes de acceder al poder absoluto de Alemania.

Por todo ello, se debe tener en cuenta lo imprescindible de la protección a los derechos humanos, cosmovisión inspirada en la vivencia del Holocausto y los resortes de prevención que debemos articular.

De allí que toda la literatura, propaganda, ideas, videos, mensajes, caricaturas que instiguen en los términos de la Convención de Genocidio los actos que se describen, deben ser expuestas para impedir su viralización.

No sólo el Derecho es capaz de obstaculizar la discriminación. La educación, los medios masivos de comunicación y los vínculos sociales en general deben ser dispositivos de sensibilización y empatía.

Hoy más que nunca, “Estamos acá” tras los sucesos del 7 de octubre pasado en el Estado de Israel, en los que la Shoá y su odio antisemita se hizo presente con saña.

El terrorismo y su despiadado modus operandi acechan los valores de la democracia y la seguridad del mundo libre.

Hoy más que nunca debemos resignificar ese ataque a la dignidad de un pueblo que tiene derecho a su territorio y a vivir en paz.

Ocasión también para exigir la liberación de los 133 secuestrados por el régimen terrorista de Hamás y la Jihad Islámica desde ese fatídico día. Sillas vacías que agudizan el dolor.

Que vuelvan a casa.

Recordar y no olvidar para que la Shoá no se repita.

“Hoy más que nunca. Estamos acá “.

“Mir zainen do”.

 

 

*Dr. Jorge Knoblovits, presidente de la DAIA

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