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Opinión

Día del Holocausto. El compromiso con la lucha contra el antisemitismo continúa, por Robert Kraft*

Agencia AJN.- La Marcha por la Vida es la manifestación de generaciones de judíos que recuerdan y reconocen nuestra responsabilidad de asegurar que las atrocidades que ocurrieron nunca sean olvidadas o repetidas.

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Agencia AJN (por Robert Kraft, para The Jerusalem Post).- Shemá Israel Adon»i Eloh’inu Adon»i Ejad. Baruj Shem Kevod Malhutó LeOlam Vaed (Escucha Israel, Adon»i es nuestro Dios, Adon»i es uno. Bendito sea el honor de su Majestad al mundo). Estas son las palabras iniciales del Shema, el rezo más importante del judaísmo. El Shema es una oración a la que gravito en momentos especiales de mi vida, ya sea en tiempos de celebración, de grandes logros o de estrés o tristeza. Pongo mi mano en la cabeza, cierro los ojos, y las palabras de la oración del Shema me dan una gran seguridad personal y comodidad.

Había imaginado que diría estas palabras en las cámaras de gas de Auschwitz en Yom HaShoah (el Día del Holocausto), setenta y cinco años después de la liberación del campo de concentración, donde más de un millón de personas fueron asesinadas. Estas palabras que han sido parte de nuestra tradición por milenios y se dicen en nuestras oraciones diarias… cuando nos levantamos por la mañana y antes de acostarnos por la noche. A menudo son las últimas palabras recitadas antes de la muerte. Decir estas palabras en un lugar donde los recuerdos del dolor, el horror y la destrucción envuelven un lugar particular, los campos de la muerte de Auschwitz, me permite conectar con las víctimas y sentirme arraigado a la tragedia de nuestro pueblo.

Me imagino a las muchas víctimas recitando estas palabras cuando sabían que la muerte era inminente. ¿Cómo le damos sentido a tal destrucción, a una pena incomprensible y a una devastación absoluta? ¿Cómo conmemoramos la tragedia de tal manera que nos aseguremos de que quede impresa en nuestro ADN, en el de nuestros hijos, en el de sus hijos y que nunca se olvide?

Antes de la pandemia del coronavirus, había planeado participar de la delegación de la Marcha por la Vida este año, y me sentí honrado de ser testigo de la memoria de las personas que perecieron en las atrocidades del Holocausto. Sentí un profundo sentido de responsabilidad al estar presente entre los otros 10.000 individuos que se reunieron con un propósito – l’zkhor – para recordar. En la obra maestra de Yosef Haim Yerushalmi, Zakhor: Historia y Memoria Judía, el historiador señala que la palabra «zakhor», recordar, aparece unas 200 veces en el Tanaj, el libro del que se estudia la Torá. A los judíos se les ordena recordar el sábado; recordar el pacto entre Dios y Abraham; recordar el éxodo de los israelitas de Egipto (como lo hicimos la semana pasada al leer la Hagadá de Pesaj); recordar lo que el gobernante Amalek hizo a la comunidad israelita mientras vagaban por el desierto. Es este mandamiento de recordar el que, de muchas maneras, ha sostenido al pueblo y a las comunidades judías a lo largo de la diáspora.

Un componente esencial de la tradición judía es el acto ritual de registrar los acontecimientos y las prácticas éticas y luego contarlos verbalmente para que pasen de generación en generación. Son precisamente estas acciones las que permiten la creación de las narrativas. Éstas nos unen como pueblo y codifican nuestra identidad colectiva en nuestro ADN, incluyendo nuestros traumas. La combinación de recordar, conmemorar y contar ha servido como una herramienta psicológica para el pueblo judío y no sólo como un recuento histórico.

La Marcha por la Vida es la manifestación de generaciones de judíos que recuerdan, conmemoran, dan testimonio y reconocen nuestra responsabilidad de asegurar que las atrocidades que ocurrieron a manos de otros seres humanos nunca se olviden ni se repitan.

Para mí, la inhumanidad y la destrucción que representa la Shoah exige que cada uno de nosotros se comprometa de nuevo a garantizar que se aborde la ideología que crea un terreno fértil para el antisemitismo. Para muchos de los que conocimos a los sobrevivientes, parece incomprensible que una vez más estemos viendo signos de odio que surgen dentro de nuestras comunidades. ¿Acaso la humanidad ya ha olvidado las lecciones de la historia? ¿No hemos aprendido de nuestro pasado las consecuencias de la deshumanización? No podemos permitir que en el siglo XXI persista el fomento del odio, el fanatismo y los prejuicios. Esto no puede convertirse en un lugar común. Nos incumbe a cada uno de nosotros combatir el antisemitismo dondequiera que se presente.

Me he comprometido con este trabajo, estableciendo así una nueva organización llamada Fundación para Combatir el Antisemitismo. Tengo la firme convicción de que tengo la responsabilidad de hacer que el antisemitismo sea socialmente inaceptable y de sensibilizar y educar a las personas de todos los orígenes. Como comunidad global, debemos asegurar el futuro de nuestra gente y de todos los pueblos, sin importar sus antecedentes o creencias. Debemos crear una intolerancia al antisemitismo, e impedir que se infiltre en nuestras frágiles sociedades.

No hay lugar en nuestras comunidades para permitir que exista el odio hacia el pueblo judío, y es nuestro imperativo moral mantenernos firmes, recordar y denunciar las acciones repugnantes contra nuestro pueblo de forma clara y descarada. Sabemos que las palabras e ideas tienen consecuencias. El antisemitismo es una amenaza a la libertad, no sólo para nosotros, sino para todos los pueblos. No podemos ceder nuestra libertad a los que abogan por el odio. «עם ישראל חי» (El pueblo judío vive).

*El autor es un empresario estadounidense, y fue galardonado en 2019 con el Premio Génesis de Israel, por ser una persona comprometida con los valores judíos y una inspiración para la próxima generación de judíos.

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Por Jorge Knoblovits: Hoy más que nunca: estamos acá

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Agencia AJN.- (Jorge Knoblovits* – LA NACION) El 8 de mayo conmemoramos junto con el Museo del Holocausto, el Acto Central por Iom Hashoá en el CCK. Ocasión en la que junto a los sobrevivientes del nazismo y la sociedad argentina toda, recordamos el impacto de esa terrible experiencia que sufrió el pueblo judío.

Es también una oportunidad para advertir las señales de odio y desprecio de la actualidad que siempre constituyen la antesala de experiencias traumáticas.

El discurso del odio predispone a las mentes y a los cuerpos para naturalizar el racismo y sus mecanismos de exterminio.

La Argentina cuenta con importantes herramientas para advertir y hacer frente a la diseminación de manifestaciones discriminatorias o que reivindiquen al nazismo.

La Constitución Nacional, contiene dos normas que se refieren a la libertad de las ideas. El artículo 14 dispone que todos los habitantes de la Nación gozan del derecho “de publicar sus ideas por la prensa sin censura previa”. A su vez el art. 32 dispone que “El Congreso Federal no dictará leyes que restrinjan la libertad de imprenta o establezcan sobre ella la jurisdicción federal”.

También, nuestro país adhirió a la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio que es imprescriptible. Allí se describen las acciones que lo modelan: “Actos perpetrados con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal”.

De estas normas constitucionales e internacionales, podemos destacar que, si los delitos de genocidio cometidos durante la Segunda Guerra Mundial contra los judíos, no se encuentran prescriptos, mal se puede permitir que los propios Estados firmantes toleren el aliento de la ideología nazi apologéticamente.

La Convención antes citada hace hincapié en otro aspecto a tener especialmente en cuenta y es el concepto de instigación. Ningún genocidio es posible sin una escalada previa de marcaje y de construcción de otredades negativas. La aniquilación de seis millones de judíos en la Shoá pudo suceder por estratégicos condicionamientos ideológicos. Sería hacer andar libremente el material del que se nutren los verdugos y ejecutores de planes siniestros.

El claro ejemplo lo constituye Mein kampf, el libro escrito por Adolf Hitler mucho antes de acceder al poder absoluto de Alemania.

Por todo ello, se debe tener en cuenta lo imprescindible de la protección a los derechos humanos, cosmovisión inspirada en la vivencia del Holocausto y los resortes de prevención que debemos articular.

De allí que toda la literatura, propaganda, ideas, videos, mensajes, caricaturas que instiguen en los términos de la Convención de Genocidio los actos que se describen, deben ser expuestas para impedir su viralización.

No sólo el Derecho es capaz de obstaculizar la discriminación. La educación, los medios masivos de comunicación y los vínculos sociales en general deben ser dispositivos de sensibilización y empatía.

Hoy más que nunca, “Estamos acá” tras los sucesos del 7 de octubre pasado en el Estado de Israel, en los que la Shoá y su odio antisemita se hizo presente con saña.

El terrorismo y su despiadado modus operandi acechan los valores de la democracia y la seguridad del mundo libre.

Hoy más que nunca debemos resignificar ese ataque a la dignidad de un pueblo que tiene derecho a su territorio y a vivir en paz.

Ocasión también para exigir la liberación de los 133 secuestrados por el régimen terrorista de Hamás y la Jihad Islámica desde ese fatídico día. Sillas vacías que agudizan el dolor.

Que vuelvan a casa.

Recordar y no olvidar para que la Shoá no se repita.

“Hoy más que nunca. Estamos acá “.

“Mir zainen do”.

 

 

*Dr. Jorge Knoblovits, presidente de la DAIA

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Vamos a volver a bailar, por Delia Sisro*

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Agencia AJN.- Ningún pueblo, ninguna persona ni ningún animal sobrevivió llorando. No hubo líder en la historia que levantara una bandera desde un rincón y en silencio.

Eurípides decía que la valentía es prudencia. Y es tiempo que una vez más los judíos seamos prudentes, es decir, que despleguemos el coraje necesario, porque los que están en frente no tienen piedad, y sus cómplices, testigos callados, no van a hacerlo.

Voy a dar clases a la Universidad de Buenos Aires cada semana. Hace poco me acerqué a una de las mesas que tenía banderas de #Palestina para preguntarles por qué, de mínima, no repudiaban los secuestros, violaciones y asesinatos del 7 de octubre y al mismo tiempo reclamaban por un Estado palestino. Un alumno que estaba a cargo de esa mesa apenas balbuceó unas palabras sin poder explicarme el conflicto ni por qué lo hacían. No tenía la menor idea de lo que estaba promoviendo. Era la mañana y es el momento de menor circulación de gente. Mientras intentaba explicarle lo que yo sabía del conflicto y compartirle mi postura, se acercó otra alumna y me dijo: “es la primera vez que escucho a una docente en esta facultad defender a Israel”. La corregí: no era solamente a Israel. Era a mi país, la Argentina y el mundo civilizado. Las Naciones Unidas ya reconocieron el derecho del Estado de Israel a existir en la votación 181 en 1947 y nuestro país, si bien se abstuvo en esa votación, mantiene relaciones con él desde 1948. Pedir un Estado palestino (desde el río hasta el mar) es pedir la aniquilación de Israel.

Le dije que quería escribir esta nota y me pidió encarecidamente que no dijera su nombre porque iba a perder su trabajo.

Cuando entré a clase conté lo que me había pasado y dije que me iba a hacer una remera con la bandera de Israel y las caras de quienes todavía están secuestrados, es decir, desaparecidos. Este martes 8 así voy a ir a dar mi clase. Y por supuesto sé que las autoridades de la facultad van a garantizar mi seguridad como la de cada alumno judío o no que desee apoyar al Estado de Israel con una bandera o una carpa como se garantiza la presencia de carpas que reivindican la aniquilación de Israel sin repudiar el secuestro de civiles.

Y algo más. Estoy esperando saber dónde va a ser la fiesta local del 7 de octubre. Ahí voy a estar, porque así empezó la masacre y no van a lograr que nos guardemos. No sé si soy la primera que propone esta fiesta y que va a exigir a las autoridades locales que nos cuiden, solo espero no ser la última y que seamos muchísimos los que como hace miles de años, a pesar de la juedeofobia con cualquiera de sus nombres, sigamos bailando.

*Delia Sisro es licenciada en Comunicación Social, asesora en temas de escritura, política y comunicación, y docente de Derecho a la Información en Ciencias Sociales, UBA. Publicó “Vidas pesadas” y “Asesinaron al Fiscal” junto a Waldo Wolff.

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